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[1347] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA VIDA FAMILIAR, REVELACIÓN DE LA FIDELIDAD Y SANTIDAD PROPIA DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

De la Homilía en la Misa en la parroquia de la B.V.  María del Carmelo, Mostacciano (Italia), 15 enero 1989

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7. Deseo que los encuentros y las reflexiones que aquí os intercambiáis os ayuden a solucionar los diversos problemas que afectan también a esta zona y que abarcan desde el triste fenómeno de la droga a la definitiva organización de las parcelas habitables, además de los que atañen, sobre todo, a los aspectos morales y espirituales: la educación en la fe, en la justicia, en el respeto a los demás, la vida familiar vivida con fidelidad y con la santidad propia del sacramento del matrimonio.

Actuad de manera que vuestras familias sean el lugar privilegiado en el que Dios quiere morar y actuar, el lugar en el que se custodia, se revela y se comunica el amor. No ceséis de invocar al Espíritu de Cristo para que dé a vuestras familias los diversos carismas y ministerios de los que habla San Pablo: sobre todo el de la educación que “recibe del sacramento del matrimonio la dignidad y la llamada a ser un verdadero y propio ‘ministerio’ de la Iglesia al servicio de la edificación de sus miembros” (Familiaris consortio, 38).

Que en vuestras familias se sienta también la necesidad de desarrollar, de los diversos modos posibles, el ministerio de la evangelización, toda familia se haga “evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive” (Evangelii nuntiandi, 71).

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8. Aprended a encontrar esta viva y cotidiana fidelidad a los dones de gracia del amor, de la educación y de la evangelización en la experiencia diaria de oración, de unión de los componentes de vuestros hogares.

Del corazón de cada uno de sus miembros surja siempre una respuesta nueva a los dones que el Espíritu otorga a la familia cristiana. Es así como ella realiza su vocación a la santidad.

La Madre de Jesús estaba allí” (Jn 2, 1).

María está presente en las bodas de Caná de Galilea.

Este hecho, ¿no es tal vez un símbolo elocuente de la verdad expresada por el Concilio Vaticano II, que ha indicado que la Madre de Dios estaba presente en el misterio de Cristo y de la Iglesia?

Durante la realización de la misión mesiánica, cuando Jesús comenzó a actuar y a enseñar (cfr. Hch 1, 1), no la encontramos. Tan sólo nos la mostrará el mismo Evangelista Juan a los pies de la cruz, en el Gólgota.

Sin embargo, en Caná de Galilea, Ella pronuncia las palabras que –se podría decir– acompañan toda la misión de Jesús, hasta el final: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).

Y las mismas palabras de la Madre de Dios continúan recorriendo toda la historia de la Iglesia, a través de la entera misión y el servicio que desarrolla en medio de la gran familia humana.

Estas palabras nos llegan también a nosotros aquí reunidos: “Haced lo que Él os diga”.