INICIO CRONOLOGICO DOCUMENTOS ESCRITURA CONCILIOS PAPAS AUTORES LUGARES MATERIAS EDICIONES
EDITORES

[1827] • JUAN PABLO II (1978-2005) • MISIÓN DE LA FAMILIA EN LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Del Discurso As the church, a los Obispos de la Conferencia Episcopal de Escocia, en la visita ad limina, 25 abril 1997

1997 04 25a 0004

Solicitud pastoral en favor de la familia

4. Como habéis propuesto a menudo en vuestra enseñanza, la renovación de la comunidad cristiana y de la sociedad en el umbral del tercer milenio pasa por la familia. El fortalecimiento de la comunión de personas en la familia es el gran antídoto contra el egoísmo y el sentido de aislamiento, tan comunes hoy. La solicitud pastoral en favor de la familia requiere de vosotros “interés, atención, tiempo, personas, recursos; y sobre todo apoyo personal a las familias y a cuantos, en las diversas estructuras diocesanas, os ayudan en la pastoral de la familia” (Familiaris consortio, 73)[1]. Debéis infundir una nueva confianza en que Cristo, el Esposo, acompaña a los matrimonios, fortaleciéndolos con el poder de su gracia y capacitándolos para servir a la vida y al amor de acuerdo con el plan de Dios “desde el comienzo” (Mt 19, 4). Las organizaciones diocesanas implicadas, así como las parroquias y las escuelas, deberían ser profundamente conscientes de la necesidad urgente de preparar a los jóvenes para la vida matrimonial y la paternidad, y se debería realizar todo tipo de esfuerzo para organizar medios prácticos de apoyo a los matrimonios ya existentes y de asistencia a las parejas que atraviesan dificultades.

La Iglesia, buscando el bien de las personas y de la sociedad, y obediente a la voluntad divina, no deja nunca de proclamar que el matrimonio es una alianza permanente de vida y amor. Pero, como bien sabéis, existe hoy el problema particular de los divorciados que se han vuelto a casar. La caridad pastoral exige que no se les excluya de la comunidad de fe, sino que se les muestre el amor que el Pastor tiene a las personas que atraviesan dificultades (cf. Lc 15, 3-7). Sin partir la caña quebrada o apagar la mecha vacilante (cf. Is 42, 3), o, en el extremo opuesto, sin vaciar de significado la enseñanza de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio, toda parroquia debería ser considerada una familia en la que cada uno puede experimentar la acogida y la salvación, así como el perdón y la reconciliación que ofrece el Padre, “rico en misericordia” (Ef 2, 4.)

[1]. [1981 11 22/ 73]

1997 04 25a 0005

Defensa de la vida

5. Deseo, asimismo, expresaros a vosotros y a los fieles escoceses mi profunda estima por vuestros notables esfuerzos encaminados a defender la dignidad inviolable de la vida humana frente a antiguas y nuevas amenazas, disfrazadas a veces de compasión y dirigidas contra los hijos por nacer, los minusválidos, los enfermos graves y los moribundos. Las personas, las familias, los movimientos y las asociaciones tienen un amplio espacio para cumplir la misión de edificar “una sociedad en la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona, y se defienda y promueva la vida de todos” (Evangelium vitae, 90)[2]. Vuestros esfuerzos por ayudar a las madres inseguras de acoger a sus hijos por nacer merece el apoyo de toda la comunidad eclesial e, incluso, de todas las personas de buena voluntad.

Los fieles también esperan de vosotros que difundáis más ampliamente, con claridad y compasión, la enseñanza de la Iglesia sobre las cuestiones relativas al fin de la vida, que deben afrontar cada vez más familias y el personal sanitario. En la sagrada Escritura nada es más claro que la soberanía del Señor sobre la vida y la muerte. La palabra de Dios nos enseña que nadie “puede decidir arbitrariamente entre vivir o morir. En efecto, sólo es dueño absoluto de esta decisión el Creador” (Evangelium vitae, 47)[3]. Sólo en Él “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28). Habría que considerar esta enseñanza en el contexto más amplio del enfoque cristiano total de la vida, según el cual “el valor salvífico de todo sufrimiento, aceptado y ofrecido a Dios con amor, deriva del sacrificio de Cristo, que llama a los miembros de su Cuerpo místico a unirse a sus padecimientos” (Redemptoris missio, 78). El camino hacia una cultura de la vida pasa necesariamente por la unión al misterio del Calvario.

Exhorto a la Iglesia en Escocia, especialmente a sus sacerdotes, catequistas y maestros católicos, a no desalentarse en la lucha por defender el valor inviolable y sagrado de toda vida, a estar en guardia para proteger a los débiles y vulnerables, y a trabajar para convencer a vuestros compatriotas de que la renovación de la sociedad debe fundarse en el respeto a las verdades y a los valores morales objetivos y reconocidos universalmente.

[OR (e.c.) 16.V.1997, 11]

[2]. [1995 03 25b/ 90]

[3]. [1995 03 25b/ 47]