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[1.–][...] Deseamos vivamente que dediquéis todas vuestras atenciones a la santificación de la familia; si en la práctica es una realidad que la sociedad es un reflejo de la familia, es evidente por lo mismo que si Dios no reina en la familia y no derrama sobre ella sus gracias con el sacramento del matrimonio está en peligro su unión, se debilitan los deberes mutuos de padres e hijos, y están en peligro las mismas costumbres públicas. Es inevitable, después de haber relegado al olvido los mandamientos de Dios y de la Iglesia, que todo amenace ruinas y confusión: justicia, caridad, unión de clases. Y son precisamente estas virtudes las que vosotros debéis salvar a toda costa para vuestro pueblo, a fin de que, libre de discordias y de guerras civiles, pueda gozar de los beneficios de la paz y del progreso social.

[EM, 260]