[0172] • BENEDICTO XIV, 1740-1758 • NULIDAD DE LOS MATRIMONIOS DE CATÓLICOS CELEBRADOS SIN LA FORMA CANÓNICA
De la Carta Redditae sunt Nobis, al Carmelita Descalzo Pablo Simón de San José, 17 septiembre 1746
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§ 1.–Nos exponéis, pues, que es frecuente que los católicos que desean contraer matrimonio se presenten al magistrado civil o al ministro herético, ante los cuales las leyes del país les obligan a comparecer; y que, después de haber afirmado el consentimiento mutuo de su matrimonio, se descuiden luego, o dilaten durante mucho tiempo el renovarlo ante su pastor legítimo –asistido por dos testigos, según el decreto del Concilio de Trento [1]–, y que, a pesar de todo, vivan durante ese intervalo como marido y mujer.
Y preguntáis qué hay que pensar sobre tal consentimiento mutuo, dado ante el magistrado civil o el ministro herético: Ese consentimiento, ¿basta para que el matrimonio sea válido, al menos en cuanto contrato, aunque ese contrato –como ninguno de vosotros pone en duda– no llegue a la dignidad de sacramento? Porque si fuera así, según piensa el primero, la cópula posterior entre los que así consienten, estaría libre de toda culpa –aún antes de renovar el consentimiento ante el párroco católico– y habría que tener como legítima, sin duda alguna, la prole que de ella se siguiera.
[1]. De ref. Mat. c. 1 [1563 11 11c/4].
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§ 3.–Sepan, pues, los católicos confiados a vuestros cuidados que, cuando se presentan para contraer matrimonio ante el magistrado civil o el ministro herético, están ejercitando un acto puramente civil, por el cual dan testimonio de su obediencia a las leyes y ordenanzas de sus soberanos; pero que, a pesar de todo, no están contrayendo legítimo matrimonio. Sepan que, si su unión no es contraída ante el pastor católico y dos testigos, jamás serán, ni a los ojos de Dios, ni para la Iglesia, verdaderos y legítimos esposos; y que, en este caso, sus relaciones carnales serían gravemente culpables. Sepan, finalmente, que los hijos que nacieran de semejante unión serían ilegítimos ante Dios, por haber nacido de una esposa ilegítima, y afectados perpetuamente de ilegitimidad ante los jueces eclesiásticos, si los esposos no renovaran su consentimiento según las reglas de la Iglesia.
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§ 4.–En lo sucesivo, será tarea vuestra (cada vez que se presente la ocasión, y con toda la reserva y prudencia exigidas por las circunstancias) el dar a cada uno instrucciones más detalladas, y, al mismo tiempo, iluminar la conciencia de todos. Si en realidad están obligados a obedecer a las costumbres del país y a las prescripciones del soberano, ¡cumplan ese deber, pero salvaguarden también los derechos de la Religión y presten mayor consideración a las leyes santísimas de la Iglesia, a las que están sometidos los matrimonios de los fieles!
En el caso en que dos católicos se prestaran –aun a título puramente civil y político– a realizar tal formalidad en presencia de magistrados heréticos, vosotros velaréis con el mayor cuidado para que se abstengan de excesiva familiaridad y no habiten bajo el mismo techo, a no ser que, previamente, hayan contraído verdadera y legítima unión, observando las normas dictadas por el Concilio de Trento. Porque, aunque tal familiaridad pueda evitar realmente el delito, no podemos negar el peligro que en sí encierra y su apariencia detestable. Y estas dos condiciones han de presidir la conducta de los fieles honrados y respetables.
Nos consta que el mejor medio para evitar tales peligros sería que los católicos comenzaran por contraer su enlace matrimonial ante la Iglesia; y que, solamente después, cumplieran los requisitos de la ley civil, presentándose ante el magistrado civil o el ministro herético.
Pero Nos vemos por vuestras cartas que esta manera de proceder no carecería de peligros y perturbaciones. En tales condiciones, emplead todo vuestro celo para conseguir que los católicos, después de haber observado esta práctica de su país, no permanezcan durante largo tiempo sin obedecer a las leyes de la Iglesia y contraigan el vínculo conyugal con toda la regularidad y santidad exigida, y observando las disposiciones del Concilio de Trento.
[EM, 17-20]
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§ 1.–Exposuistis itaque Nobis, non raro istic contingere, ut Catholici Matrimonium inter se contracturi, Civilem adeant Magistratum, aut Haereticum Ministellum, quibus se sistere legibus Patriae coguntur, et coram illis mutuum exprimant in Coniugium consensum, quem tamen postea renovare coram legitimo Ministro Catholico et duobus Testibus, uti Tridentinum [1] praecipit, aut omnino negligunt, aut in longum tempus differunt: interim vero, perinde ac si legitimi Coniuges iam forent, non dubitant omnem Coniugalem consuetudinem inter se habere. Quaesivistis deinde, quid de illo consensu sentiendum sit, coram Civili Magistratu aut haeretico Ministello praestito: num scilicet satis fuerit ad perficiendum Matrimonium validum, saltem in ratione contractus, quod alter ex vobis affirmat, alter inficiatur; etsi ad Sacramenti dignitatem non assurgat, quod nemo vestrum in quaestionem adducit; si enim res ita se haberet, uti primus existimat, subsequens inter consentientes copula, etiam ante renovatum coram Parocho Catholico consensum, omni flagitio vacaret, et suscepta exinde proles, absque ulla dubitatione, esset legitima reputanda.
[1]. De ref. Mat. c. 1 [1563 11 11c/4].
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§ 3.–Sciant itaque Catholici vestrae curae concrediti, cum Civili Magistratui, aut haeretico Ministello Matrimonii celebrandi causa se sistunt, actum se mere civilem exercere, quo suum erga Leges et Instituta Principum obsequium ostendunt: caeterum tunc quidem nullum a se contrahi Matrimonium. Sciant, nisi coram Ministro Catholico et duobus Testibus nuptias celebraverint, numquam se, neque coram Deo, neque coram Ecclesia, veros et legitimos Coniuges fore: nec, si interim coniugalem inter se consuetudinem habuerint, eam gravi culpa carituram. Sciant denique, si qua ex huiusmodi coniunctione orietur soboles, eam, utpote ex non legitima uxore natam, in oculis Dei fore illegitimam, et nisi coniuges consensum ex Ecclesiae praescripto renovaverint, illegitimam perpetuo futuram etiam in Ecclesiae foro.
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§ 4.–Erit porro officii vestri, haec omnia, cum commoda se obtulerit occasio, atque ea, quam rerum circumstantiae vobis adhibendam suaserint, circumspectione et cautela, singulis explicare prolixius, simulque omnes commonere, ut siquidem Regionis consuetudini, et terreni Principis sanctionibus obtemperare coguntur, faciant illi quidem, sed Religione salva, potioresque ducant sanctissimas Ecclesiae leges, quibus fidelium Matrimonia constringuntur. Illud praeterea vobis curandum est, ne, etiamsi duo Catholici civilem illam ac mere politicam coram haereticis caeremoniam peregerint, nimium inter se familiariter agant, aut sub eodem tecto in communi habitent, nisi se prius veris et legitimis nuptiis, ex norma Tridentini alligaverint; quamquam enim ea familiaritas esse possit sine flagitio, flagitii certe periculo et suspicione non vacat: utrumque autem probis et bene moratis Christifidelibus cavendum est. Ad eiusmodi porro evitanda pericula, cognoscimus, consultius utique fore, ut Catholici, nonnisi Matrimonio iam antea in faciem Ecclesiae inter se legitime celebrato, ad illam explendam civilem caeremoniam, saecularem Magistratum, seu haereticum Ministellum adirent; sed quoniam ex vestris litteris deprehendimus, id non sine periculo, et perturbationibus posse adimpleri, id saltem pro viribus satagite, ut, postquam Reipublicae morem illi gesserunt, non diu differant Ecclesiae legibus parere, et coniugale foedus iuxta praescriptam a Tridentino normam rite et sancte inire.
[CICF 2, 42-43]