[0223] • GREGORIO XVI, 1831-1846 • ASISTENCIA DEL PÁRROCO CATÓLICO A LOS MATRIMONIOS MIXTOS
De la Carta Apostólica Quas vestro, a los Obispos de Hungría, 30 abril 1841
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[1.–][...] Es sobradamente conocido el pensamiento de la Iglesia acerca de los matrimonios entre católicos y no católicos.
La Iglesia ha considerado siempre tales uniones como ilícitas y sumamente perniciosas, no sólo por la indigna participación en las cosas sagradas –que por tales uniones se realiza–, sino, además, por el peligro de perversión en que sitúan al cónyuge católico y por la mala educación de los hijos.
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2.–De ahí se sigue que, si bien atenuando un poco la severidad de los sagrados cánones, esta Santa Sede ha autorizado alguna vez tales matrimonios, no lo ha hecho sino de mala gana y por graves motivos, y siempre con la condición expresa de obtener antes del matrimonio las garantías necesarias, no sólo para evitar la perversión del cónyuge católico por parte de heréticos (la parte católica debe en cambio ocuparse, con todas sus fuerzas, de convertir a la herética), sino además para asegurar la educación católica de los hijos que naciesen de tal matrimonio, sean varones o hembras. Quien se expone temerariamente –a sí mismo o a sus hijos– al peligro de perversión, peca gravemente contra la ley divina e incluso contra la ley natural que también exige estas garantías.
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6.–Así, pues, si –en las diócesis de ese reino– sucede a veces, en razón de las condiciones especiales de tiempos, lugares y personas, que resulte absolutamente imposible impedir el matrimonio entre católico y no católico, sin correr el riesgo de un mayor daño o escándalo para la religión; y, aunque no se hayan podido obtener las cauciones exigidas por la Iglesia, si al mismo tiempo (para emplear los mismos términos de Pío VII en su carta al obispo de Maguncia [1]) parece útil a la Iglesia y al bien común que tales matrimonios –por más que estén prohibidos y sean ilícitos– se celebren ante el párroco más bien que ante el ministro herético, a quien las partes contrayentes recurrirían fácilmente: en este caso, el párroco católico o su sustituto podrá asistir al matrimonio. Pero deberá contentarse con una presencia puramente material, con exclusión de todo rito eclesiástico, como simple testigo cualificado o autorizado según la expresión tradicional: de suerte que, después de haber escuchado el consentimiento del uno y del otro cónyuge, pueda luego –conforme a su función– consignar en el libro de matrimonios la válida realización del acto.
[1]. [Cf. Epist. Etsi fraternitatis: 1803 10 08/4-7].
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7.–Sin embargo, en tales circunstancias, siguiendo igualmente las recomendaciones oportunas de Nuestro Predecesor, los obispos y párrocos deberán esforzarse más todavía por alejar de la parte católica el peligro de perversión, y por asegurar la educación católica a todos los hijos. Finalmente, deberán advertir al cónyuge católico de la obligación en que se halla de preocuparse de la conversión del otro cónyuge: lo cual será un medio oportunísimo para alcanzar más fácilmente de Dios el perdón de los pecados.
[EM, 86-89]
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[1.–][...] Exploratum porro satis superque est, quid Ecclesia de matrimoniis catholicos inter et acatholicos perpetuo senserit. Ipsa nimirum tamquam illicitas planeque perniciosas semper habuit eiusmodi nuptias tum ob flagitiosam in divinis rebus communionem, tum ob impendens catholico coniugi perversionis periculum, pravamque sobolis institutionem.
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[2.–] Hinc etiam accidit, ut, si aliquid de canonum severitate remittens haec Apostolica Sedes mixta istiusmodi matrimonia quandoque permisit, id gravibus dumtaxat de causis, aegreque admodum fecerit, et nonnisi expressa sub conditione de praemittendis opportunis cautionibus, non modo ut coniux catholicus ab acatholico perverti non posset, quin potius ille teneri se sciret ad hunc pro viribus ab errore retrahendum, sed insuper ut proles utriusque sexus ex his coniugiis procreanda in catholicae religionis sanctitate omnino educaretur. Quae certe cautiones in ipsa divina et naturali lege fundantur, in quam, procul dubio gravissime peccat quisquis se vel futuram sobolem perversionis periculo temere committit.
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[6.–] Si quidem igitur, Venerabiles Fratres, in regni istius dioecesibus ex temporum, locorum, ac personarum conditione quandoque contingat, ut matrimonium acatholici viri cum catholica muliere, et vicissim, deficientibus licet cautionibus ab Ecclesia praescriptis, absque maioris mali scandalique periculo, in religionis perniciem interverti omnino non possit, simulque (verbis utimur gloriosae memoriae Pii VII in supranunciata epistola ad Archiepiscopum Moguntinum [1]) in Ecclesiae utilitatem et commune bonum vergere posse dignoscatur, si huiusmodi nuptiae, quantumlibet vetitae et illicitae, coram catholico parocho potius quam coram ministro haeretico, ad quem partes facile confugerent, celebrentur: tunc parochus catholicus aliusve sacerdos eius vice fungens poterit iisdem nuptiis materiali tantum praesentia, excluso quovis ecclesiastico ritu, adesse, perinde ac si partes unice ageret meri testis, ut aiunt, qualificati seu auctorizabilis, ita scilicet, ut utriusque coniugis audito consensu, deinceps pro suo officio actum valide gestum in matrimoniorum librum referre queat.
[1]. [Cf. Epist. Etsi fraternitatis: 1803 10 08/4-7].
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[7.–] His tamen in circumstantiis, uti idem Decessor Noster apposite commendabat, haud impari, imo maiori etiam conatu et studio per Episcopos et parochos elaborandum est, ut a catholica parte perversionis periculum quoad fieri poterit, amoveatur, ut prolis utriusque sexus educationi in religione catholica, quo meliori modo fas erit, cautum sit, atque ut coniux catholicae fidei adhaerens serio admoneatur de obligatione, qua tenetur, curandi pro viribus acatholici coniugis conversionem, quod ad veniam patratorum criminum facilius a Deo obtinendam erit opportunissimum.
[Gregorii XVI Acta 3, 122-124]