[0232] • PÍO IX, 1846-1878 • INSEPARABILIDAD ENTRE CONTRATO MATRIMONIAL Y SACRAMENTO
De la Carta La lettera –sobre el matrimonio civil–, al rey Víctor Manuel, 9 septiembre 1852
1852 09 09 0003
[3.–] Es dogma de fe que el matrimonio fue elevado por Jesucristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento; y es doctrina de la Iglesia Católica que el sacramento no es una cualidad accidental sobreañadida al contrato, sino que es la esencia misma del matrimonio, de tal suerte que la unión conyugal entre cristianos no es legítima sino en el matrimonio-sacramento, fuera del cual no hay más que puro concubinato.
Una ley civil que, suponiendo que –para los católicos– el sacramento es separable del contrato de matrimonio, pretendiera regular la validez de éste, contradice a la doctrina de la Iglesia, usurpa sus inalienables derechos, y, en la práctica, pone al mismo nivel el concubinato y el sacramento del matrimonio, al sancionar al uno y al otro como igualmente legítimos.
1852 09 09 0004
[4.–] La doctrina de la Iglesia no estaría a salvo, y los derechos de la Iglesia no quedarían suficientemente garantizados por la adopción, después de la discusión que ha de tener lugar en el Senado, de dos condiciones indicadas por los ministros de Vuestra Majestad: 1.º que la ley reconocerá como válidos los matrimonios celebrados regularmente ante la Iglesia; y 2.º que, cuando se celebre un matrimonio, cuya validez no sea reconocida por la Iglesia, cualquiera de las dos partes que desee más tarde conformarse a los preceptos de la Iglesia, no estará obligada a perseverar en una cohabitación condenada por la religión.
En cuanto a la primera condición, una de dos: o se entiende por matrimonios válidos a los matrimonios celebrados regularmente ante la Iglesia, y, en este caso, no sólo la distinción de la ley sería superflua, sino que habría verdadera usurpación del poder legítimo, si la ley civil pretendiera entender y juzgar los casos en que el sacramento del matrimonio ha sido o no ha sido celebrado regularmente ante la Iglesia; o bien se entiende únicamente por matrimonios válidos ante la Iglesia los matrimonios contraídos regularmente, e. d. conforme a las leyes civiles, y, en esta hipótesis, se está violando un derecho que pertenece exclusivamente a la competencia de la Iglesia.
1852 09 09 0005
[5.–] En cuanto a la segunda condición, si se dejara a una de las dos partes la libertad de no perseverar en una cohabitación ilícita, considerada la nulidad del matrimonio que no hubiese sido celebrado ni ante la Iglesia, ni conforme a sus leyes: no por eso se permitiría menos que subsistiera como legítima ante el poder civil una unión condenada por la religión.
Por lo demás, ninguna de estas dos condiciones ni ambas juntas destruyen el supuesto que sirve de punto de partida al proyecto de ley, en todas sus disposiciones, a saber: que, en el matrimonio, el sacramento está separado del contrato. Y, por este motivo, dichas condiciones permiten que subsista la oposición ya indicada entre este proyecto de ley y la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio.
1852 09 09 0006
[6.–] ¡César conserve lo que es del César, y deje a la Iglesia lo que es de la Iglesia! No hay otra posibilidad de conciliación. El poder civil puede dar disposiciones sobre los efectos civiles que se deriven del matrimonio. Pero debe dejar a la Iglesia que reglamente la validez del matrimonio entre cristianos. La ley civil ha de tomar como punto de partida la validez o invalidez del matrimonio, tal como la Iglesia las determina. Y, partiendo de este hecho, que ella no puede constituir (porque es algo que queda fuera de su esfera), debe reglamentar los efectos civiles del mismo.
1852 09 09 0011
[11.–][...] Si por las palabras “incitación a la revuelta” se aludiera a los escritos que el clero piamontés ha publicado para oponerse al proyecto de ley sobre el matrimonio, Nos diremos, prescindiendo de la manera concreta que algunos hayan podido emplear, que el clero –en este punto– ha cumplido con su deber. Nos escribíamos a Vuestra Majestad que la ley no es católica. Ahora bien: si la ley no es católica, el clero está obligado a prevenir de ello a los fieles, aunque, haciéndolo, se exponga a los mayores peligros. ¡Majestad! Os estamos hablando en nombre de Jesucristo, de quien somos Vicario, a pesar de nuestra indignidad; y os decimos en su nombre sagrado que no concedáis vuestra sanción a esta ley que será fuente de mil desórdenes.
[EM, 94-99]
1852 09 09 0003
[3.–] È domma di fede essere stato elevato il matrimonio da N. S. Gesù Cristo alla dignità di Sacramento, ed è dottrina della Chiesa cattolica che il Sacramento non è una qualità accidentale aggiunta al contratto, ma è di essenza al matrimonio stesso, cosicchè l’unione coniugale tra i cristiani non è legittima, se non nel matrimonio Sacramento, fuori del quale non vi è che un pretto concubinato. Una legge civile che, supponendo divisibile pei cattolici il Sacramento dal contratto di matrimonio, pretenda di regolarne la validità, contraddice alla dottrina della Chiesa, invade i diritti inalienabili della medesima, e praticamente parifica il concubinato al Sacramento del matrimonio, sanzionando legittimo l’uno come l’altro.
1852 09 09 0004
[4.–] Nè la dottrina della Chiesa sarebbe posta in salvo, nè bastantemente sarebbero garantiti i diritti della Chiesa stessa, ove venissero adottate nella discussione del Senato le due condizioni accennate dai ministri della M. V.: 1.º cioè, che la legge tenga per validi i matrimonii regolarmente celebrati al cospetto della Chiesa; 2.º che quando siasi celebrato un matrimonio, che la Chiesa non riconosce per valido, la parte che più tardi vuole uniformarsi al suoi precetti non sia tenuta di perseverare in una convivenza condannata dalla religione. Imperocchè in quanto alla prima condizione, o s’intendono per validi i matrimonii regolarmente celebrati avanti alla Chiesa, e in questo caso la disposizione della legge è superflua, che anzi sarebbe una vera usurpazione del potere legittimo, se la legge civile pretendesse di conoscere e giudicare se il Sacramento del matrimonio sia stato regolarmente celebrato in faciem Ecclesiae, o si vogliono intendere per validi avanti la medesima quei soli matrimonii contratti regolarmente, cioè secondo le leggi civili, ed anche in questo caso si va a violare un diritto, che è di esclusiva competenza della Chiesa.
1852 09 09 0005
[5.–] Per la seconda condizione poi, lasciandosi ad una delle parti la libertà di non perseverare in una convivenza illecita, stante la nullità del matrimonio, perchè non celebrato innanzi la Chiesa, nè in conformità alle sue leggi, si lascierebbe sussistere come legittima avanti al potere civile una unione che viene dalla religione condannata. Ambedue poi le condizioni non distruggendo il supposto, dal quale parte la legge in tutte le sue disposizioni, di separare cioè il Sacramento dal contratto, lasciano sussistere la opposizione di sopra ricordata tra la legge stessa e la dottrina della Chiesa intorno al matrimonio.
1852 09 09 0006
[6.–] Non vi è pertanto altro mezzo di conciliazione che, ritenendo Cesare quello che è suo, lasci alla Chiesa ciò che ad essa appartiene. Il potere civile disponga pure degli effetti civili, che derivano dalle nozze, ma lasci alla Chiesa il regolarne la validità tra i cristiani. La legge civile prenda le mosse dalla validità, od invalidità del matrimonio, come sarà dalla Chiesa determinata, e partendo da questo fatto, che è fuori della sua sfera il costituirlo, disponga allora degli effetti civili.
1852 09 09 0011
[11.–][...] Se mai però s’intendessero per eccitamento alla rivolta gli scritti che per parte del Clero sono comparsi per opporsi al progetto di legge sul matrimonio, diremo che, prescindendo dai modi che qualcuno avesse potuto adoperare, il Clero ha fatto il suo dovere. Noi scrivemmo a V. M. che la legge non è cattolica, e se la legge non è cattolica è obbligato il Clero di avvertire i fedeli anche a fronte del pericolo che incorre. Maestà, noi Le parliamo anche a nome di Gesù Cristo, del quale siamo Vicario, quantunque indegni, e nel suo santo Nome Le diciamo di non sanzionare questa legge che è fertile di mille disordini.
[Pii IX Acta 2, 295-297, 301]