[0440] • PÍO XII, 1939-1958 • MISIÓN DE LA MUJER EN LA FAMILIA Y EN LA SOCIEDAD
Del Discurso La letizia, a la Juventud Femenina de la Acción Católica Italiana, 24 abril 1943
1943 04 24 0007
[La antigua figura de la mujer]
[7.–] El carácter de la vida y la educación cultural de la mujer estaban inspirados, conforme a la más antigua tradición, por su natural instinto que como propio reino de su trabajo le señalaba la familia, siempre que por amor de Cristo no hubiese preferido la virginidad. Apartada de la vida pública y fuera de las públicas profesiones, la joven, cual flor en crecimiento, guardada y protegida, por su vocación estaba destinada a ser esposa y madre. Junto a su madre aprendía las labores femeninas, el cuidado y las faenas de la casa y participaba en la vigilancia de sus hermanos y hermanas menores, desarrollando así sus energías, su ingenio, e instruyéndose en el arte y en el gobierno del hogar doméstico. [...] Las formas sencillas y naturales en que se desarrolla la vida del pueblo; la íntima y práctica educación religiosa, que hasta muy entrado el siglo XIX todo lo animaba, la costumbre de contraer matrimonio muy pronto, cosa posible entonces por las circunstancias sociales y económicas, la preeminencia que la familia tenía en el movimiento del pueblo, todo esto y otras circunstancias más, que con el correr del tiempo se han cambiado radicalmente, constituían el primer alimento y la defensa de aquel carácter y de aquel modo de ser cultural de la mujer.
1943 04 24 0008
[El carácter moderno de la cultura femenina]
[8.–] Hoy, por lo contrario, la antigua figura femenina hállase en rápida transformación. Veis que la mujer, y sobre todo la joven, sale de su retiro y entra en casi todas las profesiones, campo antes reservado exclusivamente a la vida y a la actividad del hombre. Comienzos tímidos en un principio, y después cada vez más fuertes, de esta evolución, se venían manifestando desde hace ya bastante tiempo, debidos principalmente al desarrollo de la industria en el progreso moderno. Pero, desde hace algunos años, cual proceloso río que, desbordando sus diques, vence toda resistencia, la falange femenina parece haber penetrado en todo el terreno de la vida del pueblo. Si tal corriente no se ha difundido con igual ritmo por todas las regiones, no es difícil encontrar su curso hasta por las más remotas aldeas montañesas; mientras que, en el laberinto de las grandes ciudades, así como en los talleres y en las industrias, las antiguas costumbres y tendencias han tenido que ceder incondicionalmente el camino al movimiento moderno.
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[Consideraciones en torno a la nueva condición social de la mujer]
[9.–] ¿Qué cabía a la Iglesia ante esa nueva condición social de la mujer? ¿Podía negar o ignorar el hecho y no cuidarse de él? Ya en otra ocasión, y considerando su aspecto moral, señalamos las consecuencias derivadas para la virtud de las personas en particular. Decíamos que esa nueva complicación de la vida no es en sí un mal, pero ordinariamente no está libre de peligros. No podemos excluir ni siquiera atenuar la moderna situación de la mujer en lo que atañe al bien común y a las futuras costumbres de la propia nación o de otros pueblos.
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[10.–] La estructura moderna de la sociedad, que tiene por fundamento la casi absoluta paridad entre la mujer y el hombre, apóyase en un falaz supuesto. Es verdad que el hombre y la mujer son, en lo que se refiere a la personalidad, de igual dignidad y honor, consideración y estima. Pero no son iguales en todo. Determinadas dotes, inclinaciones y disposiciones naturales son propias exclusivamente del hombre o de la mujer, o les están atribuidas en grado y valor distintos, unas más al varón, otras más a la mujer, según aquella peculiar manera con que la naturaleza misma les ha dado diversos campos y oficios de actividad. No se trata aquí de la capacidad o de las disposiciones naturales secundarias, como serían la propensión o la aptitud para las letras, las artes o las ciencias; sino de las dotes de eficacia esencial en la vida de la familia y del pueblo. Y ¿quién no sabe que la naturaleza, aunque sea violentamente rechazada, siempre volverá, sin embargo, tamen usque recurret? Queda, pues, por ver y esperar si ella misma no llegará a imponer, sea cuando fuere, una corrección a la actual estructura social.
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[Un triple peligro]
[11.–] Bien veis ya el triple peligro que caracteriza a nuestro tiempo:
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a) para la mujer
[12.–] 1. Ante todo, un peligro que se refiere a la mujer. Indiquémoslo inmediatamente en su forma extrema. Conocéis la suerte de las jóvenes que, especialmente en las grandes ciudades, apenas han llegado a la edad de la adolescencia, dejan la familia para buscarse una colocación. El espejismo es alucinador: independencia de toda sujeción, posibilidad de satisfacer el afán de lujo, libertad sin freno, facilidad para trabar amistades, para frecuentar cines, para dedicarse a los deportes, para marchar el sábado en grupos alegres, volviendo el lunes y rehuyendo siempre la mirada de los propios familiares. La alta retribución, de que gozan con frecuencia, es a veces el precio de la pérdida de su inocencia y de su pureza. ¿Dónde van a parar las fuerzas naturales, que en ellas había depositado la naturaleza para fundar más tarde un hogar? Todas se malbaratan en culpables placeres. Naturalmente que, junto a este cortejo de esas jóvenes irreflexivas y desgraciadas, hay una serie de otras, desde las que cada vez están menos atenazadas por tan gran mal, hasta las que, aun en medio de todos los peligros, saben mantenerse puras y fuertes. Ilusión, sin embargo, sería el creer que aquella extrema clase sólo se encuentra en lejanas regiones o ciudades del mundo. Por desgracia, las encontráis también en medio de nuestro pueblo, y vosotras mismas estáis viendo su fatal camino.
1943 04 24 0013
b) para el matrimonio
[13.–] 2. Nace de ahí otro peligro para el matrimonio. Jóvenes como las descritas poco ha, no son escogidas ordinariamente para el matrimonio; y aun menos para el matrimonio según la ley de Cristo. Más aún; con frecuencia son ellas mismas quienes lo rechazan como una cadena. Y ¡cuántas otras están contaminadas por el mismo mal, siquiera en menor grado! Por otra parte, también el hombre que en el vigor de su juventud ha llevado una vida disoluta, ¿cómo podría constituir con fidelidad conyugal un santo y “casto matrimonio”?1. Conocéis vosotras el ideal de las bodas cristianas, que Nos mismo procuramos enseñar a los recién casados que vienen a Nos. ¿Cómo podría resplandecer y prosperar este ideal, si su indispensable condición –la impronta cristiana en la vida y en la cultura– tendiese cada vez más a desaparecer?
1. Encicl. di S. S. Pio XI, 31 dicembre 1930 [1930 12 31/1 ss].
1943 04 24 0014
c) para el pueblo
[14.–] 3. Finalmente, el tercer peligro se refiere al pueblo, que siempre ha sacado su fuerza, su vigor y su honor de la familia sana y virtuosa. Si a ésta se le arrebatan sus fundamentos religiosos y morales, ábrese el camino a los mayores daños para las instituciones sociales y para la misma patria.
1943 04 24 0015
[Sobre el programa para los segundos veinticinco años de la Juventud Femenina de la Acción Católica Italiana. Conservación y defensa de la familia cristiana]
[15.–] Esperáis ahora, amadas hijas, la palabra del Vicario de Cristo para los segundos veinticinco años de la Juventud Femenina de Acción Católica Italiana. Después de lo dicho, ella no puede resonar sino como estímulo a la conservación, preservación y defensa de la familia cristiana. Vuestra actividad podrá muy bien extenderse a una gran variedad de fines, y esforzarse por conseguirlos. Mas el primer cuidado debe, al presente, dirigirse a la familia, como lo indicáis vosotras mismas en vuestro programa. Es una consigna urgente y al mismo tiempo saturada de esperanzas. El pueblo italiano posee todavía poderosas fuerzas religiosas, así como una voluntad y un sentimiento católicos en alto grado. Confirmadas y guiadas por este pensamiento, será para vosotras una gran gloria, a la par que un vivo consuelo, el cooperar a que en vuestra patria se conserve y se robustezca firme y austero el vigor de la familia.
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[La educación cristiana de la juventud]
[16.–] Mas, ¿cómo y por dónde comenzar? Vosotras mismas lo habéis señalado ya en vuestro plan para los próximos veinticinco años. Se ha de comenzar por la educación cristiana de la juventud, que es el fruto y la raíz de la familia. ¿Podemos demorarla, por esperar, con incertidumbre, a que las sanas fuerzas de la naturaleza y el desarrollo social hayan encontrado un equilibrio ideal entre la antigua forma de la vida femenina y su actual extremo contraste? Pero lo que urge es disponerse para asegurar, en la mejor forma posible, a la grandeza de la familia cristiana, y a sus elementos esenciales y siempre indispensables según la antigua tradición católica, su propia fuerza aun en las nuevas condiciones de la vida. Para obtener esto, ¿bastará quizás enseñar y explicar a los esposos, con motivo de su boda, el sentido y la dignidad del matrimonio cristiano y los deberes de los esposos católicos? Por muy importantes y eficaces que sean ese ministerio y tal enseñanza, sólo producirán ventaja profunda y duradera cuando los jóvenes a su tiempo hayan sido formados y educados en la fe viva, en la pureza moral y en el señorío de sí mismos.
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[Formación de la juventud]
a) En la fe viva
[17.–] 1. Educación, ante todo, en la fe; y fe viva. Entendemos Nos esta palabra en un doble sentido. En primer lugar, en el sentido de una fe constante y sentida. Pero el ejercicio de la fe y su prontitud puede variar, así en los hombres como en los tiempos y según las diversas condiciones de la sociedad. En tiempo de vuestros abuelos cada uno era como llevado e impulsado, por el caudaloso torrente de la vida religiosa, a mostrarse y obrar claramente como católico. Hoy, si no en todos los países y regiones –principalmente en Italia, dadas sus tradiciones católicas tan profundas como nobilísimas–, en muchas partes se ha debilitado el influjo público de la fe. Conviene, por lo tanto, que la juventud no sea ignorante, antes se halle muy penetrada de su fe, y que sienta tan fuertemente en su conciencia la dignidad de ser y de vivir como católica que pueda decir en la edad madura: Sé en quién he puesto la fe1.
1. 2 Tim. 1, 12.
1943 04 24 0018
[18.–] Pero, además, la fe ha de ser, sobre todo en los jóvenes, viva; viva por la esperanza, viva por la caridad con que obra. Éste es el segundo sentido en que Nos tomamos la palabra “fe”. Quien se propone llevar una vida íntegramente católica, ha de hallarse en estado de gracia, entregado a la oración y en íntima unión con Cristo. ¿No es acaso el soplo del Espíritu Santo el que resucita y reanima hoy tan sensiblemente en la cristiandad el celo de la oración y el que llama y excita a los fieles a las fuentes eucarísticas de la gracia, las cuales purifican y dominan el fermento de las pasiones en su origen y alimentan las raíces de todas las virtudes? Que vuestra palabra educadora sea una invitación y un estímulo, de tal suerte que ya desde su niñez la joven saboree la práctica de la oración como una delicia del corazón, que surge de un grave deber cotidiano.
1943 04 24 0019
b) En la pureza moral; [dignidad de la mujer]
[19.–] 2. De la fe, si es fe viva, ha de proceder la pureza moral. En torno al misterio de la nueva vida y de sus fuentes naturales, edúquese la juventud a pensar siempre santamente, recordando que es obra del Creador y meditando cómo Cristo, que elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento, también santificó la maternidad y le confirió su más alta nobleza al dignarse morar en el seno de la Virgen. De ahí podéis vosotras argüir cuán fuerte, activa y constante ha de ser la actitud de la joven católica contra las publicaciones y representaciones en cuyo desarrollo no aparece sino una audaz sensualidad, el enredo de violaciones de la fidelidad conyugal, un lenguaje equívoco, y en ocasiones también una manifiesta procacidad de escenas. Para oponerse a semejantes manifestaciones que, al menos en muchos casos, son a su vez una transgresión de las previsoras leyes del Estado, siempre hay un arma poderosa: ¡la abstención absoluta! Si a tal fin se encaminaran vuestro trabajo y vuestro apostolado junto a la juventud, vuestro celo y vuestra prudencia, ¡una gran victoria sería el premio de vuestro trabajo y de vuestro esfuerzo en pro de la tutela y de la santidad del matrimonio, y, por lo tanto, del bien común de vuestra patria!
1943 04 24 0020
[20.–] Educad, pues, a la juventud femenina católica en aquella elevada y santa dignidad en que se encuentra esa tan franca y fuerte defensa de la integridad física y espiritual. Esta virtuosa e indómita altanería y estimación es un gran valor del espíritu, que no se deja reducir a esclavitud; que refuerza el vigor moral de la mujer, la cual, intacta, no se entrega sino a su esposo para fundar una familia, o a Dios; que como orgullo y gloria suya proclama la vocación sobrenatural y eterna, según ya escribía San Pablo a los primeros cristianos: Habéis sido comprados a gran precio; glorificad, por lo tanto a Dios y llevadlo en vuestro cuerpo1.
1. I Cor. 6, 20.
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[21.–] ¡Dignidad y libertad de la mujer, que no se hace esclava ni aun de la moda! Materia ésta delicada, pero atractiva, en la cual vuestra actuación incesante permite esperar éxitos bienhechores. Pero vuestro celo contra los vestidos y los modales inmodestos no se contentará con reprobar, sino que deberá edificar, mostrando prácticamente al mundo femenino cómo una joven puede armonizar muy bien en sus vestidos y en su porte las leyes superiores de la virtud con las normas de la higiene y de la elegancia. De esperar es que una parte no pequeña de las mujeres italianas, siquiera todas aquéllas –¡y son tantas!– que se han mantenido sanas en el pensamiento y en el corazón, no tardarán ni dudarán en seguir vuestro ejemplo.
[EyD, 2028-2033]
1943 04 24 0007
L’antica figura della donna
[7.–] Il carattere della vita e l’avviamento della cultura della donna erano, secondo l’antichissima tradizione, ispirati dal suo naturale istinto che per proprio regno delle sue opere le assegnava la famiglia, quando per amore di Cristo non avesse preferito la verginità. Ritirata dalla vita pubblica e fuori delle pubbliche professioni, la giovane, come fiore crescente, custodito e riserbato, era destinata per sua vocazione a sposa e a madre. Al fianco della mamma apprendeva i lavori famminili, la cura e le faccende della casa e partecipava alla sorveglianza dei fratelli e delle sorelle minori, svolgendo così le sue forze, il suo ingegno, e istruendosi nell’arte e nel governo del focolare domestico.[...] Le forme semplici e naturali, in cui la vita del popolo si svolgeva, l’intima e pratica educazione religiosa, che fin nel secolo decimonono inoltrato tutto animava, l’uso di contrarre ben presto il matrimonio, ancora possibile in quelle condizioni sociali ed economiche, la preminenza, che la famiglia aveva nel movimento del popolo, tutto ciò ed altre circostanze ancora, che nel frattempo si sono radicalmente mutate, costituivano il primo alimento e sostegno per quel carattere e quel modo di cultura della donna.
1943 04 24 0008
Il carattere moderno della cultura femminile
[8.–] Oggi al contrario l’antica figura femminile è in rapida trasformazione. Voi vedete la donna, e soprattutto la giovane, uscire dal suo ritiro ed entrare in quasi tutte le professioni, dianzi campo di vita e di azione esclusivo dell’uorno. Inizi prima timidi, poi sempre più forti di questo rivolgimento, si erano venuti manifestando da tempo abbastanza lungo, causati principalmente dallo sviluppo dell’industria nel progresso moderno. Ma da alcuni anni, quale fiumana che, travolti gli argini, vince ogni resistenza, la schiera femminile pare che sia penetrata in tutto il terreno della vita del popolo. Che se una tale corrente non si è ancora ugualmente diffusa dappertutto, non è difficile incontrarne il corso anche nel più remoto villaggio montano; mentre nel labirinto delle grandi città, come nelle officine e nelle industrie, l’antico costume e indirizzo ha dovuto incodizionatamente cedere la via al movimento moderno.
1943 04 24 0009
Considerazioni intorno ala nuova condizione sociale della donna
[9.–] Dinanzi a questa nuova condizione sociale della donna che doveva fare la Chiesa? Poteva negare o ignorare il fatto e non curarlo? In altra occasione, considerandone il lato morale, ne additammo le conseguenze derivanti per la virtù delle singole persone. Dicemmo cioè che un tale nuovo intreccio di vita non è un male in se stesso, ma ordinariamente non va scevro di pericoli. Questi pericoli non possiamo escludere nè attenuare neppur quando, come facciamo oggi, intendiamo di esaminare la moderna situazione della donna in ciò che si riferisce al bene comune e al costume avvenire del proprio Paese e degli altri popoli.
1943 04 24 0010
[10.–] L’odierna struttura della società, che ha per fondamento la quasi assoluta parità fra la donna e l’uomo, si appoggia sopra un fallace presupposto. È vero che l’uomo e la donna sono, in quel che riguarda la personalità, di uguale dignità e onore, pregio e stima. Ma non si pareggiano in tutto. Determinate doti, inclinazioni e disposizioni naturali sono proprie soltanto dell’uomo o della donna, ovvero si trovano loro attribuite in grado e valore diversi, le une più all’uomo, le altre più alla donna, a quel modo che ad essi la natura ha dato anche distinti campi e uffici di attività. Non si tratta qui di capacità o disposizioni naturali secondarie, come sarebbero propensioni o attitudini alle lettere, alle arti o alle scienze; bensì di doti di efficacia essenziale nella vita della famiglia e del popolo. Ora chi non sa che la natura, anche se cacciata con la violenza, tuttavia sempre ritornerà, tamen usque recurret? Rimane quindi da vedere e da attendere se essa non imporrà, quando che sia, una correzione della odierna struttura sociale.
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Un triplice pericolo:
[11.–] Di qui voi scorgete il triplice pericolo che distingue il nostro tempo:
1943 04 24 0012
a) per la donna
[12.–] 1. Innanzi tutto un pericolo concernente la donna. Indichiamolo subito nella sua forma estrema. Voi conoscete la sorte delle fanciulle, che, specialmente nelle grandi città, appena raggiunta l’età dell’adolescenza, lasciano la famiglia per cercarsi un posto. Il miraggio è allucinante: indipendenza da ogni soggezione, possibilità di sfoggiare lusso, libertà senza ritegno, facilità di stringere amicizie, di frequentare cinematografi, di darsi agli sports, di partire il sabato in liete comitive, facendo ritorno il lunedì e sfuggendo sempre all’occhio dei propri familiari. L’alta retribuzione, che esse di frequente godono, è spesso il prezzo della perdita della loro innocenza e purezza. Le forze della natura, che erano in loro riservate per fondare più tardi una famiglia, dove vanno a finire? Vengono dissipate nei piaceri e nella colpa. Naturalmente, accanto a questo corteo di giovani sconsigliate e infelici, vi è una serie di altre, che vengono sempre meno afferrate da così gran male, fino a quelle, che in mezzo a tutti i pericoli si sanno matenere pure e forti. Sarebbe tuttavia un’illusione il credere che quella classe estrema si aduni soltanto in lontane regioni e città del mondo. Sventuratamente voi la trovate anche in mezzo al nostro buon popolo, e ne vedete il fatale cammino.
1943 04 24 0013
b) per il matrimonio
[13.–] 2. Da ciò nasce un altro pericolo per il matrimonio. Giovani donne, come quelle testè descritte, ordinariamente non vengono scelte per il matrimonio, ancor meno per il matrimonio secondo la legge di Cristo. Spesso anzi esse stesse lo respingono come una catena. E quante altre sono contaminate dal medesimo male, sia pure in grado minore! D’altra parte, anche l’uomo, che nel vigore della sua giovane età ha condotto una vita dissoluta, come potrebbe poi costituire nella fedeltà coniugale un santo e casto connubio?1. Voi conoscete l’ideale delle nozze cristiane, che Noi stessi cerchiamo d’insegnare agli sposi novelli, i quali vengono a Noi. Come potrebbe questo ideale splendere e prosperare, se il suo presupposto, l’impronta cristiana della vita e della cultura, tendesse sempre più a scomparire?
1. Encicl. di S. S. Pio XI, 31 dicembre 1930 [1930 12 31/1 ss].
1943 04 24 0014
c) per il popolo
[14.–] 3. Infine il terzo pericolo riguarda il popolo, il quale ha sempre attinto la sua forza, il suo incremento, il suo onore dalla sana e virtuosa famiglia. Se questa è scalzata nei suoi fondamenti religiosi e morali, si apre la via ai peggiori danni per le istituzioni sociali e per la stessa patria.
1943 04 24 0015
Sul programma per il secondo venticinquennio della Gioventù Femminile di Azione Cattolica Italiana. Conservazione e difesa della famiglia cristiana.
[15.–] Voi attendete ora, dilette figlie, la parola del Vicario di Cristo per il secondo venticinquennio della Gioventù Femminile di Azione Cattolica Italiana. Dopo quanto abbiamo detto, essa non potrebbe sonare altrimenti, se non come impulso alla conservazione, preservazione, difesa della famiglia cristiana. La vostra azione può ben comprendere tutta una varietà di altri scopi, e sforzarsi di raggiungerli. Ma la prima cura deve presentemente essere rivolta alla famiglia, come indicate voi stesse nel vostro programma. È una consegna urgente e al tempo stesso ricca di speranze. Il popolo italiano possiede ancora potenti forze religiose e in alto grado il volere e il sentimento cattolico. Sorrette e guidate da questo pensiero, deve essere per voi un vanto e un vivo conforto il cooperare a conservare e a rafforzare nella vostra patria il saldo e austero vigore della famiglia.
1943 04 24 0016
Educazione cristiana della gioventù
[16.–] Ma come e da che incominciare? Voi lo avete già fissato nelle vostre intenzioni per i prossimi venticinque anni. L’inizio ha da prendersi dalla educazione cristiana della gioventù, che è il frutto e la radice della famiglia. Possiamo noi tardare, nell’incerta attesa che le sane forze della natura e lo sviluppo sociale abbiano trovato un equilibrio ideale fra l’antica forma di vita femminile e l’odierno estremo contrasto? Occorre invece adoperarsi per assicurare nel miglior modo possibile alla grandezza della famiglia cristina, e ai suoi elementi essenziali e sempre indispensabili secondo l’antica tradizione cattolica, la loro forza anche nelle nuove condizioni di vita. A ciò ottenere è forse bastevole d’insegnare e spiegare agli sposi in occasione delle loro nozze il senso e la dignità del matrimonio cristiano e i doveri dei coniugi cattolici? Per importanti ed efficaci che siano un tale ministero e un tale insegnamento, solo allora arrecheranno un vantaggio profondo e durevole, quando i giovani verranno tempestivamente informati ed educati alla fede viva, alla purezza morale, alla padronanza di sè.
1943 04 24 0017
Formazione della gioventù
a) alla fede viva
[17.–] 1. Educazione dapprima alla fede, e fede viva. Noi intendiamo questa parola in un duplice senso. In primo luogo nel senso di una fede cosciente e sentita. Ma l’esercizio della fede e la sua prontezza può variare, come negli uomini, così anche nei tempi e secondo le diverse condizioni della società. All’età dei vostri avi ciascuno veniva come portato e trascinato del largo torrente della vita religiosa, a dimostrarsi e agire apertamente da cattolico. Oggi, se non in ogni paese e regione –massime in questa Italia dalle profonde e nobilissime tradizioni cattoliche– in molte parti l’influsso pubblico della fede è scemato. Conviene pertanto che la gioventù sia non ignara, bensì penetrata della sua fede, e così senta fortemente nella coscienza la dignità di essere e di vivere cattolica e possa dire nell’età matura: Scio cui credidi: “So in chi ho posto fede” (1).
1. 2 Tim. 1, 12.
1943 04 24 0018
[18.–] Ma inoltre la fede, principalmente nei giovani, ha da essere viva, viva per la speranza, viva per la carità con cui opera. Questo è il secondo senso in cui Noi prendiamo la parola “fede”. Chi si propone di condurre una vita interamente cattolica, deve essere in stato di grazia, dedito alla preghiera e in intima unione con Cristo. Non è forse il soffio dello Spirito Santo, che risuscita e rianima oggidì sensibilmente nella cristianità lo zelo della preghiera e chiama ed eccita i fedeli alle fonti eucaristiche della grazia, le quali purificano e dominano il fermento delle passioni nascenti e alimentano le radici di tutte le virtù? Sia la vostra parola educatrice un invito e uno sprone, di modo che fin dalla fanciullezza l’adolescente gusti la pratica dell’orazione come una delizia del cuore, sgorgante da un grave dovere quotidiano.
1943 04 24 0019
b) alla purezza morale – Dignità della donna
[19.–] 2. Dalla fede, se è fede viva, deve procedere la purezza morale. Intorno al mistero della nuova vita e delle sue fonti naturali si educhi la gioventù a pensare sempre santamente, ricordando che è opera del Creatore e meditando che Cristo, come ha elevato il matrimonio alla dignità di sacramento, così con la sua dimora nel seno della Vergine ha santificato la maternità e le ha conferito una nobiltà così alta. Donde voi potete arguire quale debba essere il forte, operoso e costante contegno della giovane cattolica contro pubblicazioni e rappresentazioni, nel cui svolgimento altro non appare se non audace sensualità, intreccio di violazioni della fedeltà coniugale, equivoco linguaggio, quando non anche aperta procacità di scene. Per opporsi a siffatte manifestazioni, che, almeno in molti casi, sono al tempo stesso una trasgressione di provvide leggi dello Stato, vi è sempre un’arma potente: astensione assoluta! Se a questo scopo il vostro lavoro e il vostro apostolato presso la gioventù, il vostro zelo e la vostra prudenza conducessero, una grande vittoria sarebbe la corona dell’opera vostra e dei vostri sforzi per la tutela e la santità del matrimonio, e quindi per il bene stesso del vostro Paese!
1943 04 24 0020
[20.–] Educate quindi la gioventù femminile cattolica in quella elevata e santa dignità, in cui sta una così franca e valida difesa della integrità fisica e spirituale. Questa virtuosa e indomita alterezza e fierezza è un gran pregio dello spirito, che non si lascia ridurre in servitù; che rafforza il vigore morale della donna, la quale, intatta, non si dona se non al suo sposo per la fondazione di una famiglia o a Dio; che proclama suo vanto e gloria la vocazione soprannaturale ed eterna, come già S. Paolo scriveva ai primitivi cirstiani: Empti estis pretio magno. Glorificate et portate Deum in corpore vestro: “Siete stati comprati a caro prezzo. Glorificate dunque Dio e portatelo nel vostro corpo” (1).
1. I Cor. 6, 20.
1943 04 24 0021
[21.–] Dignità e libertà della donna, che non si fa schiava neanche della moda! Argomento delicato, ma impellente è questo, nel quale la vostra azione incessante permette di attendere benefici successi. Il vostro zelo però contro gli abbigliamenti e gli atteggiamenti immodesti, non riprovi solo, ma edifichi, mostrando praticamente al mondo femminile come una giovane possa ben armonizzare nei suoi vestiti e nel suo portamento le leggi superiori della virtù con le norme dell’igiene e dell’eleganza. È da sperare che una parte non piccola delle donne italiane, quelle cioè (e sono pur tante) che si sono mantenute sane nel pensiero e nel cuore, non tarderanno nè dubiteranno di seguire il vostro essempio.
[AAS 35 (1943), 136-142]