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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0447] • PÍO XII, 1939-1958 • NO ADULTERARÁS: EL “MATRIMONIO DE PELÍCULA”

De la Alocución L’inscrutabile consiglio, a los Párrocos y Cuaresmeros de Roma (Italia), 23 febrero 1944

1944 02 23 0029

[29.–] Dios, el nombre de Dios y el culto de Dios constituyen la “primera tabla”; el prójimo, los deberes y los derechos de la vida humana aparecen en la “segunda tabla”, la cual, con la primera, forma el decálogo, del mismo modo que el amor de Dios y el amor del prójimo se unen para constituir un solo amor que desde Dios se vuelve hacia el prójimo. Los preceptos contenidos en esta “segunda tabla”, que merecerían muchas observaciones, son más numerosos; pero, ¿cómo podremos Nos omitir el recuerdo de las palabras Non moechaberis? (Exod 20, 14). ¿Será mucho decir si Nos lamentamos de que contra tal mandamiento precisamente aquellas naciones, que se enorgullecen de ser más civilizadas, presentan un aspecto de más profunda devastación moral, y si añadimos que sus efectos son visibles hasta en la Ciudad Eterna? Bien sabemos –y de ello hablamos ampliamente en otra ocasión– cuánto conviene que las reformas económicas y sociales influyan eficazmente para salvar el matrimonio y la familia; pero esta salvación, a fin de cuentas, sigue siendo un deber y una obligación religiosa, cuyo proceso curativo ha de comenzar por la raíz. El concepto íntegro del campo de la vida, que se encuentra en el sexto mandamiento, está infectado por lo que se podría llamar “el matrimonio de película”, que no es sino un irreverente y desvergonzado ejemplar de las contaminaciones del matrimonio y de las infidelidades conyugales, que inclinan a ver las nupcias desligadas de todo vínculo moral, tan sólo como escena y fuente del placer sensual, y no como obra de Dios, como santa institución, deber natural y felicidad pura, en la que siempre vence y domina el elemento espiritual, escuela y al mismo tiempo triunfo de un amor fiel hasta la tumba, hasta las puertas de la eternidad. Hacer que semejante visión cristiana del matrimonio reviva entre los fieles, ¿no es, acaso, un deber de la cura de almas?

1944 02 23 0030

[30.–] Es necesario que la vida conyugal sea de nuevo revestida y rodeada de aquel respeto con que la adornaron desde el principio la sana e incorrupta naturaleza y la revelación: respeto a las fuerzas que Dios ha infundido maravillosamente en la naturaleza para suscitar nuevas vidas, para establecer la familia, para la conservación del género humano. La educación de los jóvenes en la castidad de los pensamientos y de los afectos, en la continencia antes del matrimonio, no es la última meta a que tiende y mira la pedagogía cristiana, sino la demostración de su eficacia para formar el espíritu contra los peligros que acechan a la virtud. El joven que afronta y sostiene victoriosamente la lucha por la pureza, observará también los demás mandamientos de Dios y será apto para fundar una familia según los planes del Creador. ¿Cómo se podría, en cambio, esperar castidad y fidelidad conyugal de un joven que nunca supo vencerse a sí mismo y dominar sus pasiones, despreciar las perversas invitaciones y los malos ejemplos y que antes de su boda se ha permitido toda clase de desórdenes morales?

1944 02 23 0031

[31.–] Si el que tiene cura de almas quiere –según es obligación suya sagrada ante Dios y la Iglesia– obtener la victoria contra ese doble cáncer de la familia, a saber, el abuso del matrimonio y la violación de la fidelidad conyugal, debe formar, educar e instruir con las luces de la fe una generación que ya desde los primeros años haya aprendido a pensar santamente, a vivir castamente, a dominarse a sí misma.

1944 02 23 0032

[32.–] Pensar santamente, sobre todo acerca de la mujer. El “matrimonio de película” ha ejercido en esta materia, tal vez, el más funesto influjo; ha quitado al hombre el respeto a la mujer, y después a la mujer el respeto a sí misma. ¡Ojalá puedan la educación y la cura de almas volver las mentes y los corazones al antiguo y puro ideal de la mujer, al mostrarles la Inmaculada, Virgen y Madre de Dios, María, cuya tierna y confiada devoción ha sido siempre la conservación y la defensa del honor femenino!

[DyR 5, 210-212]