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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0456] • PÍO XII, 1939-1958 • LA MUJER EN LA FAMILIA

De la Alocución Assai numerose, a las Mujeres de la Asociación Cristiana de Trabajadoras Italianas, 15 agosto 1945

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[3.–] La mujer es el corazón de la familia. El cuidado de la casa, donde ella es la reina, forma el centro y el campo de su actividad principal. Pero en este orden de cosas, la industria, con sus poderosos y portentosos progresos, ha traído una transformación sin precedentes en la historia de la civilización humana. Ha reservado para sí, como perfectamente sabéis, una parte notable en los trabajos domésticos que por su naturaleza correspondían a la mujer y, por el contrario, ha obligado a grandes multitudes del mundo femenino a salir del hogar doméstico y a trabajar en las fábricas, en las oficinas y en las empresas. Muchos se lamentan de este cambio, que es un hecho consumado del que hoy no es posible volverse atrás.

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[4.–] Hemos indicado ya otras veces las profundas repercusiones que esta transformación ha producido en el pueblo italiano. Aquí, acaso más que en otros países, la tradicional limitación de las actividades femeninas era un elemento fundamental de la sanidad y de la moralidad pública, de tal manera que este cambio ha podido revestir el asenso de una verdadera revolución social.

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[5.–] ¿Cuál es, pues, vuestro deber en tales condiciones? Haced ahora más que nunca que la familia sea el santuario de vuestra vida. Las que no están casadas de vosotras, permanecen, generalmente, en la intimidad de la casa paterna; dedican con gusto sus ganancias y su tiempo libre en primer lugar a los suyos: padres, hermanos, hermanas, aunque esto les suponga la renuncia a una vida más independiente y a los placeres a los que tantas compañeras suyas se dan despreocupadamente. Así se trata, amadas hijas, de nadar contra la corriente si se ha de permanecer fieles al deber cristiano. Pero en el cumplimiento de este deber hallaréis la felicidad y la paz del corazón y él atraerá sobre vuestro porvenir, como lluvia de primavera, las bendiciones del cielo.

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[6.–] A las que entre vosotras sois ya esposas y madres os decimos ahora: bien sabemos lo difícil que es cumplir, permaneciendo fieles a la ley de Dios, los deberes de trabajadora en una empresa pública y al mismo tiempo los de madre de familia. Y no ignoramos que muchas no resisten a la tensión que se deriva de este doble deber y ceden a ella. Los esfuerzos de la Iglesia en favor de un salario suficiente para el mantenimiento del obrero y de su familia tenían y tienen precisamente, también la finalidad muchas veces bien difícil de conseguir, de devolver la esposa y la madre a su propia vocación en el hogar doméstico.

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[7.–] Pero si vosotras, amadas hijas, tenéis también que ganaros el pan de cada día en las fábricas o en las empresas, dad en las horas que os queden para la casa a vuestro marido y a vuestros hijos con redoblado fervor el consuelo del buen ejemplo, de los cuidados afectuosos, del amor constante. Haced que vuestra casa sea, para usar la expresión del apóstol San Pablo, un lugar de vida quieta y pacífica, con toda piedad y dignidad (I a Timoteo II, 2), movidas siempre por el propósito de garantizar vosotras mismas a vuestra familia aquellos saludables efectos de las viejas costumbres cristianas, que ahora van desapareciendo. De la santificación de las fiestas, de la devota asistencia al santo sacrificio de la misa, de la frecuencia a la Mesa eucarística, sacaréis el valor en la profesión de vuestra fe, la generosa longanimidad en las travesías y en las contrariedades de la vida, la fuerza para mantener la pureza de la mente y de las costumbres, la fidelidad conyugal, el amor maternal dispuesto a todas las renuncias y, sobre todo, abundará la gracia de Cristo en vosotras, en vuestra familia y en vuestras compañeras de trabajo para que la rectitud y la lealtad, el respeto al derecho y a la dignidad de los demás, la pronta disposición a ayudarse mutuamente, sean las cualidades características de vuestras mutuas relaciones.

[E 5 (1945/II), 173]

2. 1 Tim. 2, 2.