[0619] • PAULO VI, 1963-1978 • SOLICITUD DE LA IGLESIA POR LA FAMILIA
De la Alocución Salutiamo con compiacenza, al Congreso Nacional del Centro Femenino Italiano, 12 febrero 1966
1966 02 12 0003
Las perspectivas conciliares
[3.–] [...] No ha sido posible en el Concilio tratar de modo exhaustivo la materia, especialmente el grave y complejo problema de las normas referentes a la natalidad. Todavía no podemos desentrañar las reservas que manifestábamos en Nuestro discurso de junio de 1964; pero a la espera de poder dar más precisas enseñanzas, creemos oportuno, por Nuestra parte, decir a este respecto unas palabras de exhortación pastoral. Pensamos ahora, especialmente, en los esposos y padres cristianos, que por primera vez en la historia de la Iglesia han sido admitidos a participar activamente en un Concilio Ecuménico, como intérpretes y representantes de todos los esposos y padres católicos, más aún de todas las familias del mundo.
1966 02 12 0004
[4.–] Vuestra presencia en el Concilio, queridísimos hijos, significa que la Iglesia mira hoy de forma particular, llena de solicitud y amor, a la familia y sus problemas. Siempre ha bendecido a la familia y al amor humano, siguiendo el ejemplo de su divino Fundador; pero hoy más que nunca advierte que de la salubridad y plenitud de vida espiritual de la familia dependen la vida física y moral de la humanidad, más aún, la extensión real del reino de Dios. También conoce la Iglesia los peligros que amenazan, y las dificultades que intentan minar la solidez de la familia y su moralidad. Por esto los padres conciliares han dedicado una atención especial al capítulo de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, que habla del matrimonio, de la familia y de sus problemas.
1966 02 12 0005
[5.–] No han podido ser afrontados todos los problemas, decíamos, sobre los que los esposos y padres cristianos esperan y desean una palabra; algunos de ellos, por su complejidad y delicadeza, no podían ser discutidos fácilmente por una asamblea numerosa; otros requerían y requieren estudios profundos; para ellos se ha constituido, como es sabido, una comisión pontificia especial, que ha sido encargada de profundizar en el estudio de estos problemas en sus diversos aspectos: científicos, históricos, sociológicos y doctrinales, sirviéndose también de amplias consultas a obispos y expertos. Os invitamos a aguardar el resultado de estos estudios, acompañándolos con la oración; el Magisterio de la Iglesia no puede proponer normas morales, mas que cuando está cierto de interpretar la voluntad de Dios; y para conseguir esta certeza, la Iglesia no está dispensada de investigar ni de examinar muchos problemas propuestos a su consideración de todas las partes del mundo; operaciones éstas quizá largas y no fáciles.
1966 02 12 0006
[6.–] Entretanto el Concilio ha aprobado un texto que Nos, en plena comunión de pensamiento con los padres conciliares, hemos promulgado: el capítulo primero de la segunda parte de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia y el mundo actual, dedicado precisamente a la consideración de la gran dignidad que la Iglesia atribuye al matrimonio y a la familia. Queremos ahora resaltar aquí algunos principios fundamentales de la doctrina de la Iglesia, capaces de iluminar el camino a recorrer en bien de la familia y de todos sus miembros, que son como el mensaje del Concilio a los esposos y a las familias del mundo, y particularmente a los esposos cristianos; y os encargamos que vosotras lo pongáis en conocimiento de todos, y que seáis sus primeras y fieles intérpretes con la palabra y el ejemplo de la vida.
1966 02 12 0007
El matrimonio y la familia, obra de Dios
[7.–] 1. El matrimonio y la familia no son solamente obra del hombre, logro humano producido y dominado en su íntima esencia por las condiciones históricas y ambientales, y mutable como éstas. El matrimonio y la familia proceden de Dios, son obra de Dios y responden a un designio esencial, que Él mismo trazó y que sobrepasa las mudables condiciones de los tiempos, persistiendo inmutable a través de ellos. Dios, por medio de éstos, quiere hacer al hombre partícipe de sus prerrogativas más elevadas, de su amor a los hombres y de su poder creador de vida. Por eso el matrimonio y la familia tienen una relación trascendente con Dios: de Él proceden y a Él están encaminados; las familias se fundan y viven inicialmente sobre la tierra, pero están destinadas a reunirse en el cielo.
1966 02 12 0008
[8.–] Cualquier concepción o doctrina que no tenga suficientemente presente esta relación esencial del matrimonio y de la familia con su origen divino y su destino, que trasciende la experiencia humana, no comprendería su más profunda realidad y no podría encontrar el camino exacto para resolver sus problemas.
1966 02 12 0009
Una ley fundamental
[9.–] 2. Por medio del matrimonio y de la familia Dios ha unido sabiamente dos de las mayores realidades humanas: la misión de transmitir la vida y el amor mutuo y legítimo del hombre y la mujer, para lo cual han sido llamados a completarse mutuamente en una entrega recíproca no sólo física, sino sobre todo espiritual. O mejor dicho, Dios ha querido hacer partícipes a los esposos de su amor, del amor personal que Él tiene a cada uno de ellos y para lo cual los llama a ayudarse y entregarse mutuamente para conseguir la plenitud de su vida personal; y del amor que tiene a la humanidad y a todos sus hijos, y por ello quiere multiplicar los hijos de los hombres para hacerlos partícipes de su vida y felicidad eterna.
1966 02 12 0010
[10.–] Nacido del amor creador y paternal de Dios, el matrimonio encuentra en el amor humano, que corresponda al designio y a la voluntad de Dios, la ley fundamental de su valor moral, en el amor mutuo de los esposos, en virtud del cual cada uno se compromete con todo su ser a ayudar al otro a ser como Dios lo quiere; con el deseo común de interpretar fielmente el amor de Dios creador y padre, engendrando nuevas vidas.
1966 02 12 0011
[11.–] “Que los esposos, por medio de su tarea de transmitir la vida y formarla mediante la educación –que debe considerarse como su misión propia– sepan ser cooperadores del amor de Dios creador y sus intérpretes” (Const. Past. n. 50).
1966 02 12 0012
[12.–] Con esta luz los esposos encontrarán normales y necesarias las leyes de unidad, indisolubilidad y fidelidad mutua, que cuando falta el amor pueden manifestarse como un peso; y encontrarán energías de generosidad, sabiduría y fortaleza insospechadas, para dar la vida a los demás.
1966 02 12 0013
Conciencia de la responsabilidad
[13.–] 3. La misión recibida de Dios, de interpretar su amor creador y paternal, exige hoy a los esposos un crecido conocimiento de su responsabilidad, humana y cristiana, en la transmisión de la vida.
1966 02 12 0014
[14.–] Las condiciones de la vida actual, distintas en muchos aspectos de las de otros tiempos, y distintas en los diversos países, no justifican ciertamente el egoísmo o un temor sin confianza en Dios en el cumplimiento de esta primordial misión de los esposos, sino que requieren una decisión madura y consciente de todos los aspectos, particularmente de la responsabilidad educativa, para buscar el bien mayor.
1966 02 12 0015
[15.–] También en este problema, que Dios quiso estuviera regulado también por sus leyes, autor del matrimonio y de la familia, e inscritas en la misma naturaleza y en la múltiple finalidad de estas instituciones, los esposos cristianos encontrarán en el deber de la candad la luz para resolver sus problemas personales. En la observancia de la ley divina, pues Dios ha confiado a su responsable decisión la tarea y el gozo de transmitir la vida, y nadie puede sustraerse a ella ni coartar su voluntad. Sino que tendrán que poner la mira en una caridad verdaderamente plena y universal, en la caridad para con Dios en primer lugar, cuya gloria y expansión del reino tendrán que buscar; en segundo lugar, en la caridad con los hijos, llevando a la práctica el principio “la caridad... no busca su propio interés...” (1 Cor 13, 5); en la caridad mutua, en virtud de la cual cada uno busca el bien del otro y se anticipa a sus buenos deseos, en lugar de imponer su voluntad. Esta actitud de caridad, iluminada por la ley de Dios, facilitará el camino hacia la verdad, es decir, hacia la solución exacta de sus problemas, que es consecuente con la voluntad de Dios sobre ellos, que les librará de remordimientos al final de su vida, y cuyos frutos gozarán por toda la eternidad.
1966 02 12 0016
[16.–] Que el Concilio Vaticano II apenas concluido difunda en los esposos cristianos este espíritu de generosidad para ensanchar los límites del nuevo pueblo de Dios; y suscite en ellos también el deseo de tener hijos para ofrecer a Dios en la vida sacerdotal y religiosa para la salvación y servicio de los hermanos y su mayor gloria. Que siempre recuerden que la expansión del reino de Dios y la posibilidad de penetración de la Iglesia en la humanidad para su salvación, eterna y terrena, también está confiada a su generosidad.
1966 02 12 0017
Camino hacia la santificación
[17.–] 4. La ley de la caridad para con Dios, con el cónyuge y con los hijos, y sus consiguientes responsabilidades, indica claramente que el matrimonio y la familia cristiana exigen un compromiso moral, no son un camino fácil de vida cristiana, aunque sea el más ordinario, el que la mayor parte de los hijos de Dios está llamado a recorrer. Más bien es un largo camino hacia la santificación, que se alimenta con las alegrías y los sacrificios de cada día, con la vida más normal aparentemente, si está guiada por la ley de Dios y empapada por el amor.
1966 02 12 0018
[18.–] Sin embargo, los esposos cristianos saben que nunca están solos. El Concilio les recuerda que: “El Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, por medio del sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece con ellos, para que se amen el uno al otro con fidelidad perpetua, como Él ama a la Iglesia y se entrega a sí mismo por Ella. El legítimo amor conyugal queda absorbido por el amor divino y es dirigido y enriquecido por la fuerza redentora de Cristo y por la obra salvífica de la Iglesia, para conducir eficazmente hacia Dios a los esposos y ayudarles y confirmarles en la sublime misión de padre y de madre” (Const. Past. n. 48).
1966 02 12 0019
[19.–] Os confiamos a vosotros, esposos y padres cristianos, y a las muchas iniciativas que se promueven hoy en la Iglesia, la espiritualidad de la vida conyugal, la tarea de estudiar de un modo cada vez más profundo las riquezas del sacramento del matrimonio, su repercusión en la vida de los esposos, de la familia y de la sociedad; y la tarea de ayudar a todos los esposos cristianos a tomar conciencia de este don.
1966 02 12 0020
La castidad conyugal
[20.–] 5. Dentro del marco de este obligado empeño moral y de la grandeza del don del matrimonio, el Concilio recuerda a los esposos cristianos otra virtud que han de cultivar: la virtud de la castidad conyugal, enérgicamente delineada por su Santidad Pío XI y reclamada por Pío XII.
1966 02 12 0021
[21.–] No es una ley nueva ni inhumana, es la doctrina de la honestidad y de la sabiduría, que siempre ha enseñado la Iglesia iluminada por Dios, y que ata entre sí con lazos indisolubles las legítimas expresiones del amor conyugal con el servicio de Dios en la misión que de Él procede de transmitir la vida; es la doctrina que ha ennoblecido y santificado el amor conyugal cristiano, purificándolo de los egoísmos de la carne y de los egoísmos del espíritu, de la búsqueda superficial de las realidades efímeras de este mundo para dar preferencia a la entrega propia a algo eterno. Es la doctrina que a lo largo de los siglos ha redimido a la mujer de la esclavitud de un deber sufrido a la fuerza y con humillación; y que en cambio ha perfilado el sentido del respeto mutuo y la estima recíproca entre los cónyuges. Comprendan los esposos la fuerza moral que estimula, y la riqueza espiritual que alimenta la virtud de la pureza de la vida conyugal fielmente guardada según la ley de Dios: ¡la serenidad, la paz, la grandeza de espíritu, la limpieza de alma! Que comprendan el inestimable valor que posee para prepararlos a su tarea de educadores. Hoy, como ayer y como siempre, es verdad: los hijos encuentran en la vida de los padres la formación más profunda en la fidelidad a Dios; al paso que los padres encuentran en la obediencia a Dios la certeza de la gracia, que precisan para la tarea de educadores cristianos, hoy tan difícil.
1966 02 12 0022
[22.–] Que no se desalienten por las dificultades que puedan encontrar, y no abandonen por esto la fidelidad a la Iglesia; sino que entregándose con confianza a la fuerza de la gracia divina, que pedirán insistentemente en la oración, en lugar de arreglar la ley divina a la medida de su propia voluntad, alcancen las alturas del ideal divino; y renovando cada día su buena voluntad, cada día recomiencen serenamente desde la primera etapa su camino, que tiene como meta una eternidad de vida con Dios, y como premio aquí en la tierra un amor más profundo y más dichoso. “Bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios” (Mat 5, 8).
1966 02 12 0023
[23.–] El nuevo Pentecostés de la Iglesia, que todo el pueblo de Dios ha pedido intensamente en la oración de estos años, y que esperamos que la misericordia de Dios tenga a bien dar a su Iglesia, no podrá ser un tiempo de mayores facilidades morales, sino más bien de mayor empeño en todos, y también en los esposos cristianos. “Entrad por la puerta estrecha..., estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida” (Mat 7, 13-14).
1966 02 12 0024
[24.–] 6. Nuestras palabras van dirigidas, en primer término, a los esposos cristianos, pero quisieran llegar a todos los esposos. Y esperamos que todos los hijos de la Iglesia escuchen la voz de su madre, y que su generosidad logre para todo el pueblo de Dios, para todos los hombres, la luz necesaria para comprender bien las leyes de Dios que regulan el matrimonio, y consigan a la Iglesia la luz necesaria para resolver las dificultades y los problemas, que todavía se están estudiando, de acuerdo con la voluntad de Dios.
1966 02 12 0025
[25.–] Por ello pedimos a los esposos cristianos que con su espíritu de fe, su confianza en Dios, su verdadera caridad con Dios, mutua y para con los hijos, sean en el mundo una “prueba” de la santidad de la Iglesia, esposa fiel y gloriosa “sin tacha y sin defecto... santa e inmaculada” de Cristo (Ef 5, 27).
1966 02 12 0026
[26.–] Y pronunciamos estas palabras ante esta hermosa asamblea del Centro Femenino Italiano, que cuenta entre sus méritos y actividades, también la de honrar, asistir, instruir y defender a la familia, y en la familia a la mujer especialmente, que en ella encuentra con sus afanes y cuidados su más natural y amorosa misión, su más reconocida dignidad, su más segura garantía de salvación y de premio: “Su salvación, dice San Pablo de la mujer, estará en la maternidad, permaneciendo santamente honesta en la fe y en la caridad” (1 Tim 2, 15).
[E 26 (1966), 313-315]
1966 02 12 0003
Le prospettive conciliari
[3.–] [...] Non è stata possibile in sede conciliare una trattazione esauriente della materia, specialmente, circa il grave e complesso problema sulle norme relative alla natalità. Non è ancora possibile sciogliere la riserva enunciata nel Nostro discorso del giugno 1964; ma in attesa di poter dare più precisi insegnamenti, crediamo opportuno da parte Nostra dire in proposito una parola di esortazione pastorale. Il Nostro pensiero si rivolge ora in modo particolare agli sposi e ai genitori cristiani, che per la prima volta nella storia della Chiesa sono stati ammessi a partecipare attivamente ad un Concilio ecumenico, come interpreti e rappresentanti di tutti gli sposi e genitori nella Chiesa, anzi di tutte le famiglie del mondo.
1966 02 12 0004
[4.–] La vostra presenza al Concilio, dilettissimi figli, significa che la Chiesa rivolge oggi uno sguardo particolare, pieno di sollecitudine e di amore, alla famiglia ed ai suoi problemi. Essa ha sempre benedetto la famiglia e l’amore umano, seguendo l’esempio del suo divino Fondatore; ma oggi più che mai avverte che dalla sanità e dalla pienezza di vita spirituale della famiglia dipendono la vita fisica e morale dell’umanità: più ancora, la dilatazione reale del regno di Dio. Conosce la Chiesa anche i pericoli che minacciano, e le difficoltà che tentano di minare la saldezza della famiglia e la sua sanità morale. Per questo i Padri Conciliari hanno dedicato una attenzione particolare al capitolo della Costituzione Pastorale sulla Chiesa nel mondo attuale, che parla del matrimonio e della famiglia e dei loro problemi.
1966 02 12 0005
[5.–] Non tutti i problemi, dicevamo, sui quali gli sposi e i genitori cristiani attendono e desiderano una parola, hanno potuto essere affrontati: alcuni di essi, per la loro complessità e delicatezza, non potevano venire discussi facilmente in una assemblea numerosa; altri richiedevano e richiedono studi approfonditi, per i quali è stata costituita, com’è noto, una speciale Commissione pontificia, la quale è stata incaricata di approfondire lo studio di questi problemi nei loro vari aspetti: scientifici, storici, sociologici e dottrinali, avvalendosi anche di larghissime consultazioni di Vescovi e di esperti. Noi invitiamo ad attendere i risultati di questi studi, accompagnandoli con la preghiera: il Magistero della Chiesa non può proporre norme morali, se non quando è certo di interpretare il volere di Dio; e per raggiungere questa certezza la Chiesa non è dispensata dalle ricerche, nè dall’esame delle molte questioni da ogni parte del mondo proposte alla sua considerazione: operazioni queste talvolta lunghe e non facili.
1966 02 12 0006
[6.–] Intanto però il Concilio ha già approvato un testo che Noi, in piena comunione di pensiero con i Padri Conciliari, abbiamo promulgato: il capitolo primo della seconda parte della Costituzione Pastorale sulla Chiesa e mondo attuale, dedicato appunto alla considerazione della grande dignità che la Chiesa attribuisce al matrimonio e alla famiglia. Vogliamo ricavarne qui alcuni principî fondamentali della dottrina della Chiesa, capaci di illuminare la via da percorrere per il bene della famiglia e di tutti i suoi membri, quasi come il messaggio del Concilio agli sposi e alle famiglie del mondo, ed in particolare agli sposi cristiani; ed incarichiamo voi di portarlo a conoscenza di tutti, e di esserne le prime, fedeli interpreti con la parola e con ldella vita.
1966 02 12 0007
Il matrimonio e la famiglia, opera di Dio
[7.–] 1. Il matrimonio e la famiglia non sono opera dell’uomo soltanto, una costruzione umana prodotta e dominata nel suo intimo essere dalle condizioni storiche ed ambientali, e mutevole come queste. Il matrimonio e la famiglia vengono da Dio: sono opera di Dio e rispondono ad un disegno essenziale, che Egli stesso ha tracciato e che sovrasta le mutevoli condizioni dei tempi, perdurando immutato attraverso di essi. È Dio che per mezzo di essi vuol rendere l’uomo partecipe delle sue prerogative più alte: del suo amore per gli uomini e della sua facoltà creatrice di vita. Per questo il matrimonio e la famiglia hanno una trascendente relazione con Dio: da Lui vengono ed a Lui sono ordinati: le famiglie si fondano e vivono inizialmente sulla terra, ma sono destinate a ricomporsi in cielo.
1966 02 12 0008
[8.–] Qualunque concezione o dottrina, che non tenga sufficientemente presente questa relazione essenziale del matrimonio e della famiglia con la sua origine divina e il suo destino trascendente l’umana esperienza, non ne comprenderebbe la più profonda realtà e non potrebbe trovare la via esatta per risolverne i problemi.
1966 02 12 0009
Una legge fondamentale
[9.–] 2. Per mezzo del matrimonio e della famiglia Iddio ha sapientemente unite due tra le maggiori realtà umane: la missione di trasmettere la vita e l’amore vicendevole e legittimo dell’uomo e della donna, per il quale essi sono chiamati a completarsi vicendevolmente in una donazione reciproca non soltanto fisica, ma soprattutto spirituale. O per meglio dire: Dio ha voluto rendere partecipi gli sposi del suo amore: dell’amore personale che Egli ha per ciascuno di essi e per il quale li chiama ad aiutarsi e a donarsi vicendevolmente per raggiungere la pienezza della loro vita personale; e dell’amore che Egli porta all’umanità e a tutti i suoi figli, e per il quale desidera moltiplicare i figli degli uomini per renderli partecipi della sua vita e della sua felicità eterna.
1966 02 12 0010
[10.–] Nato dall’amore creatore e paterno di Dio, il matrimonio trova nell’amore umano, corrispondente al disegno e al volere di Dio, la legge fondamentale del suo valore morale: nell’amore reciproco degli sposi, per cui ciascuno si impegna con tutto se stesso ad aiutare l’altro ad essere quale Dio lo vuole; nel desiderio comune di interpretare fedelmente l’amore di Dio creatore e padre, generando nuove vite.
1966 02 12 0011
[11.–] “Nell’ufficio di trasmettere la vita e di formarla mediante l’educazione –che deve considerarsi come la missione loro propria– gli sposi sappiano di essere i cooperatori dell’amore di Dio creatore e come i suoi interpreti” (1).
1. Const. Past. De Ecclesia in mundo huius temporis, n. 50 [1965 12 07c/50].
1966 02 12 0012
[12.–] In questa luce gli spossi troveranno normali e necessarie quelle leggi di unità, indissolubilità e fedeltà vicendevole, che là dove mancasse l’amore potrebbero apparire soltanto come un peso; e troveranno energie di generosità, di saggezza e di fortezza insospettate, per donare ad altri la vita.
1966 02 12 0013
Coscienza delle responsabilità
[13.–] 3. La missione ricevuta da Dio di interpretarne l’amore creatore e paterno, domanda oggi agli sposi una accresciuta coscienza della loro responsabilità, umana e cristiana, nella trasmissione della vita.
1966 02 12 0014
[14.–] Le condizioni della vita attuale, diverse per molti aspetti da quelle passate, e diverse nei diversi paesi, non giustificano certamente l’egoismo o un timore senza fiducia in Dio nell’adempimento di questa primaria missione degli sposi; ma richiedono pure una decisione matura e consapevole di tutti gli aspetti, particolarmente della responsabilità educativa, per la ricerca del maggior bene.
1966 02 12 0015
[15.–] Anche in questo problema, che Dio ha pure voluto regolato da leggi emananti da Lui, autore del matrimonio e della famiglia, ed inscritte nella natura stessa e nella finalità molteplice di queste divine istituzioni, gli sposi cristiani troveranno nel dovere della carità la luce per risolvere i loro personali problemi. Nell’osservanza della legge divina, Dio infatti ha affidato alla loro responsabile decisione il compito e la gioia di trasmettere la vita, e nessuno può sostituirsi a loro o coartare la loro volontà. Ma essi pure dovranno mirare ad una carità veramente piena ed universale: alla carità verso Dio in primo luogo, di cui devono desiderare la gloria e la dilatazione del regno; alla carità verso i figli in secondo luogo, attuando il principio che “la carità... non cerca il proprio interesse” (2); alla carità vicendevole, per la quale ciascuno cerchi il bene dell’altro e di prevenirne i buoni desideri, piuttosto che imporre il proprio volere. Questo atteggiamento di carità, illuminato dalla legge di Dio, faciliterà la via alla verità, cioè la soluzione esatta del loro problema: quella che corrisponde al volere di Dio su di loro, quella di cui saranno senza rimpianti al termine della loro vita, e di cui godranno i frutti per tutta l’eternità.
2. 1 Cor. 13, 5.
1966 02 12 0016
[16.–] Il Concilio Vaticano II appena concluso diffonda negli sposi cristiani questo spirito di generosità per dilatare il nuovo popolo di Dio; e susciti in essi anche il desiderio di avere dei figli da offrire a Dio nella vita sacerdotale e religiosa per la salvezza e il servizio dei fratelli e per la sua maggior gloria. Ricordino sempre che la dilatazíone del regno di Dio e la possibilità di penetrazione della Chiesa nella umanità per la sua salvezza, eterna e terrena, è affidata anche alla loro generosità.
1966 02 12 0017
Via alla santificazione
[17.–] 4. La legge della carità verso Dio, verso il coniuge e verso i figli, con le conseguenti responsabilità, indica chiaramente che il matrimonio e la famiglia cristiana esigono un impegno morale: non sono una via facile di vita cristiana, sebbene sia la più comune, quella che la maggioranza dei figli di Dio è chiamata a percorrere. È piuttosto un lungo cammino verso la santificazione, che si nutre delle gioie e dei sacrifici di ogni giorno, della vita apparentemente più normale, quando sia guidata dalla legge di Dio e imbevuta dall’amore.
1966 02 12 0018
[18.–] Gli sposi cristiani sanno però di non essere mai soli. Il Concilio ricorda loro che: “il Salvatore degli uomini e lo Sposo della Chiesa per mezzo del sacramento del matrimonio viene incontro agli sposi cristiani. Rimane con loro perchè, come egli ha amato la Chiesa ed ha dato se stesso per essa, così anche gli sposi si amino l’un l’altro con fedeltà perpetua. Il legittimo amore coniugale viene assunto nell’amore divino e viene governato ed arricchito dalla forza redentrice di Cristo e dall’opera salvifica della Chiesa, perchè gli sposi siano condotti efficacemente verso Dio e siano aiutati e confortati nella sublime missione di padre e di madre” (3).
3. Const. Past. supra memorata, n. 48 [1965 12 07c/48].
1966 02 12 0019
[19.–] Affidiamo a voi, sposi e genitori cristiani, ed alle molte iniziative che promuovono oggi nella Chiesa la spiritualità della vita coniugale, il compito di studiare in modo sempre più approfondito le ricchezze del sacramento del matrimonio, la sua ripercussione nella vita degli sposi, della famiglia e della società; ed il compito di aiutare tutti gli sposi cristiani a prendere coscienza del loro dono.
1966 02 12 0020
La castità coniugale
[20.–] 5. Nel quadro di questo doveroso impegno morale e della grandezza dei dono sacramentale del matrimonio, il Concilio ricorda agli sposi cristiani un’altra virtù che essi devono coltivare: la virtù della castità coniugale, fortemente tracciata da Sua Santità Pio XI e richiamata da Pio XII.
1966 02 12 0021
[21.–] Non è una legge nuova o inumana: è la dottrina dell’onestà e della saggezza, che la Chiesa illuminata da Dio ha sempre insegnato, e che lega fra loro con legame indissolubile le legittime espressioni dell’amore coniugale con il servizio di Dio nella missione da Lui derivante di trasmettere la vita; è la dottrina che ha nobilitato e santificato l’amore coniugale cristiano, punficandolo dagli egoismi della carne e dagli egoismi dello spirito, da una superficiale ricerca delle realtà effimere di questo mondo a preferenza del dono di sè a qualcosa di eterno. È la dottrina e la virtù che nei secoli ha redento la donna dalla schiavitù di un dovere subito per forza e con umiliazione; ed ha affinato invece il senso del rispetto vicendevole e la stima reciproca tra i coniugi. Comprendano gli sposi quale forza morale stimola, e quale ricchezza spirituale alimenta la virtù della purezza della vita coniugale fedelmente osservata secondo la legge di Dio: la serenità, la pace, la grandezza d’animo, la limpidità dello spirito! Comprendano in modo particolare l’inestimabile valore che essa possiede per prepararli al loro compito di educatori! È vero oggi come ieri e come sempre: i figli trovano nella vita dei genitori la formazione più profonda alla fedeltà a Dio; mentre i genitori trovano nella obbedienza a Dio la certezza della grazia, che loro abbisogna per il compito di educatori cristiani, oggi tanto difficile.
1966 02 12 0022
[22.–] Non si scoraggino per le difficoltà che possono incontrare, e non abbandonino la fedeltà alla Chiesa per questo; ma affidandosi con fiducia alla forza della grazia divina, che domanderanno istantemente nella preghiera, piuttosto che ridurre la legge divina alla misura della propria volontà, elevino se stessi all’altezza dell’ideale divino; e rinnovando ogni giorno la propria buona volontà, ogni giorno ricomincino serenamente da capo il proprio cammino, che ha come mèta un’eternità di vita con Dio, e come premio qui sulla terra un amore più profondo e più beatificante. “Beati i puri di cuore perchè vedranno Dio” (4).
4. Matth. 5, 8.
1966 02 12 0023
[23.–] La nuova Pentecoste della Chiesa, che tutto il Popolo di Dio ha domandata intensamente nella preghiera di questi anni, e che speriamo la misericordia di Dio abbia a donare alla sua Chiesa, non potrà essere un tempo di maggiore facilità morale, ma piuttosto di maggiore impegno per tutti, anche per gli sposi cristiani. “Entrate per la porta stretta... stretta è la porta e impervia la via che conduce alla vita” (5).
5. Matth. 7, 13-14.
1966 02 12 0024
[24.–] 6. Queste Nostre parole sono dirette in primo luogo agli sposi cristiani, ma vorrebbero estendersi a tutti gli sposi. E Noi speriamo che tutti i figli della Chiesa ascoltino la voce della loro madre, e che con la loro generosità meritino a tutto il Popolo di Dio, a tutti gli uomini la luce necessaria per comprendere bene le leggi di Dio che regolano il matrimonio, ed ottengano alla Chiesa la luce necessaria per risolvere le difficoltà e i problemi, che ancora sono oggetto di studio, secondo il volere di Dio.
1966 02 12 0025
[25.–] Domandiamo per questo agli sposi cristiani che con il loro spirito di fede, la loro fiducia in Dio, la loro vera carità verso Dio, vicendevole e verso i figli, abbiano ad essere nel mondo un “segno” della santità della Chiesa, sposa fedele e gloriosa “senza macchia e senza difetto... ma santa e immacolata” di Cristo Signore (6).
6. Eph. 5, 27.
1966 02 12 0026
[26.–] E queste Nostre parole pronunciamo davanti a questa bella assemblea del Centro Femminile Italiano, che fra le sue attività, fra le sue benemerenze, iscrive anche quella di onorare, di assistere, di istruire, di difendere la famiglia, e nella famiglia la Donna specialmente, che in essa trova, con una maggiore somma di cure e di affanni, la sua più naturale e amorosa missione, la sua più riconosciuta dignità, la sua più sicura garanzia di salvezza, e di premio: “la sua salvezza, dice San Paolo della Donna, sarà nella maternità, purchè dimori santamente pudica nella fede e nella carità” (7).
[AAS 58 (1966), 218-224]
7. 1 Tim. 2, 15.