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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0624] • PAULO VI, 1963-1978 • COMPLEJIDAD Y GRAVEDAD DEL PROBLEMA DE LA REGULACIÓN DE LA NATALIDAD

De la Alocución La vostra visita, al LII Congreso Nacional de la Sociedad Italiana de Obstetricia y Ginecología, 29 octubre 1966

1966 10 29 0004

[4.–] Pero existe un punto en el cual las dos competencias, la nuestra y la vuestra, podrían ponerse en contacto y dialogar. Nos referimos al problema de la regulación de la natalidad; problema vastísimo, delicadísimo y problema en el cual Nos mismo, por sus implicaciones religiosas y morales, tenemos título, más aún, obligación de tomar la palabra. Problema de actualidad. Sabemos que se espera de Nos, sí, una palabra decisiva acerca del pensamiento de la Iglesia en este problema. Pero, como es obvio, no la podemos pronunciar en estas circunstancias.

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[5.–] Recordaremos aquí solamente cuanto expusimos en nuestro discurso del 23 de junio de 1964[1]; es decir, el pensamiento y la norma de la Iglesia no han cambiado; son las vigentes en la enseñanza tradicional de la Iglesia. El Concilio Ecuménico, hace poco celebrado, ha aportado algunos elementos de juicio muy útiles para integrar la doctrina de la Iglesia en este tema tan importante, pero no suficientes para cambiar sus términos sustanciales, apropiados más bien para ilustrarla, y demostrar, con argumentos autorizados, el sumo interés que la Iglesia pone en los problemas concernientes al amor, al matrimonio, la natalidad y la familia.

[1]. [1964 06 23/36-37].

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[6.–] Con ello todavía no se ha pronunciado la nueva palabra que se espera de la Iglesia sobre el problema de la regulación de la natalidad por el hecho de que Nos mismo, habiéndola prometido y habiéndonosla reservado, hemos querido hacer un atento examen de las instancias doctrinales y pastorales que a lo largo de estos últimos años han surgido a propósito de este problema, estudiándolas en confrontación con los datos de la ciencia y de la experiencia que nos han sido presentados de todos los campos, especialmente de vuestro campo médico y del demográfico, para dar al problema una solución verdadera y buena que necesariamente ha de ser integralmente humana; es decir, moral y cristiana. Creemos haber asumido objetivamente el estudio de estas instancias y de los elementos de juicio. Nos ha parecido nuestro deber; y hemos tratado de llevarlo a cabo de la forma mejor, encargándolo a una amplia, variada y versada Comisión internacional, la cual, en sus diversas secciones, y a lo largo de amplias discusiones, ha llevado a cabo un gran trabajo, y nos ha remitido sus conclusiones, las cuales, sin embargo, nos parece no pueden ser consideradas como definitivas por presentar graves implicaciones con otros problemas, no pocos ni leves, de orden doctrinal, pastoral y social, que no pueden quedar aislados y acantonados, sino que exigen una lógica consideración en el contexto del problema sometido a estudio. Este hecho indica, una vez más, la enorme complejidad y la tremenda gra vedad del tema relacionado con la regulación de la natalidad e impone a nuestra responsabilidad un nuevo estudio, al que estamos dedicándonos resueltamente, con gran reverencia para quienes le han dedicado ya su atención y su esfuerzo, pero también con sentido de las obligaciones de nuestro oficio apostólico. Éste es el motivo que ha retrasado nuestra respuesta, y que la diferirá todavía por algún tiempo.

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[7.–] Entretanto, como decíamos en el citado discurso, las normas enseñadas por la Iglesia, integradas por las sabias instrucciones del Concilio, exigen una fiel y generosa observancia; no pueden considerarse como no obligatorias, como si el magisterio de la Iglesia estuviera ahora dudando sobre ellas, mientras dura el estudio y la reflexión sobre cuanto se ha observado digno de atenta consideración.

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[8.–] Esto quiere decir, señores, que, quizá nos tengamos que volver a encontrar para reanudar la conversación sobre tema de tanta importancia; pero desde ahora expresamos nuestra confianza en vuestra autorizada comprensión y en vuestra libre colaboración en una norma que más que por Nuestra autoridad, por la de la ley de Dios, y más que por cualquier interés parcial, por el supremo de la vida humana, contemplada en su integridad, en su dignidad, en su destino, resulta óptima y sagrada para todos.

[E 26 (1966), 2470]