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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0639] • PAULO VI, 1963-1978 • VALORES DE LA FAMILIA AFRICANA

Del Mensaje Africae Terrarum –sobre la promoción religiosa, civil y social de África–, 29 octubre 1967

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10.–El elemento propio de la tradición africana es también el sentido de la familia. En este aspecto nos urge poner de relieve el valor moral y aun religioso del cariño a la familia, demostrado también por el vínculo con los antepasados, que encuentra expresión en tantas y tan difusas manifestaciones de culto.

Para los africanos la familia viene a ser el ambiente natural en el que el hombre nace y obra, encuentra la necesaria protección y seguridad y tiene, en fin, su continuidad más allá de la vida terrena por medio de la unión con los antepasados.

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11.–En el ámbito familiar, es de notar también el respeto de la función y de la autoridad del padre de familia, cuyo reconocimiento, aun cuando no se da en todas partes en la misma medida, está tan extraordinariamente difundido y arraigado que ha de considerarse justamente como un signo característico de la tradición africana en general.

La “patria potestas” es también profundamente respetada en las sociedades africanas gobernadas por el matriarcado, donde, aun estando reglamentadas en el ámbito de la casa materna la propiedad de los bienes y la condición social de los hijos permanece todavía intacta la autoridad moral del padre en la organización doméstica.

Del mismo concepto viene también el hecho de que en algunas culturas africanas al padre de familia se le atribuye una función típicamente sacerdotal, por la que obra como mediador no sólo entre los antepasados y su familia, mas también entre Dios y su familia, cumpliendo los actos de culto establecidos por la costumbre.

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33.–Las actuales transformaciones culturales y sociales de África interesan íntimamente a las concepciones y costumbres que se refieren a la familia.

Antes prevalecía la estructura social de la parentela y de la descendencia, y el matrimonio era considerado de interés común de la parentela misma. Todo esto ahora está experimentando un cambio profundo. En algunas naciones de África se han dado leyes que renuevan la condición jurídica de la familia, con oportunas reformas de las antiguas instituciones de las tribus, en particular de la llamada “dote”, que, en tiempos recientes, se había prestado a abusos gravemente nocivos al tranquilo y sereno desarrollo de la familia natural y cristiana. También el sistema de la poligamia, difundido en las sociedades anteriores o extrañas al cristianismo, ya no se da más, como en el pasado, en la estructura social actual, ni ya corresponde –afortunadamente– a la mentalidad dominante entre los africanos. En una palabra, en la familia africana se ha ensanchado mucho el campo de la libertad y de la autonomía de cada uno de los cónyuges.

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34.–[...] Todo esto es de considerar como altamente positivo. Todavía, aun en la afirmación de la responsabilidad personal, es necesario respetar la ley de Dios porque no puede ser anulada por ninguna transformación cultural o social.

Por tanto, la familia debe ser celosa de defender y afirmar las propiedades fundamentales del matrimonio: monogámico e indisoluble. Es, además, un sagrado deber, sancionado por el cuar to mandamiento, honrar al padre y a la madre; por esto, mientras es justo que los jóvenes sean libres en las elecciones inherentes a su matrimonio, no por eso deben aflojar sus lazos con la propia parentela. Consideren, por tanto, como una herencia preciosa el participar en la suerte común de la familia, y estén dispuestos a asistir con filial generosidad a los padres, y si es necesario, y en la medida que sus medios lo consientan, también a los demás parientes.

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35.–Para los cónyuges cristianos, además, la unión familiar se amplía, y los fieles forman la familia de Dios. Su asociación en la oración y en el servicio de Dios se hace sagrada. Según la enseñanza del Concilio Vaticano II, “los cónyuges y padres cristianos, siguiendo su propio camino, se ayuden el uno al otro en la gracia, con la fidelidad en su amor a lo largo de toda la vida, y eduquen en la doctrina cristiana y en las virtudes evangélicas a la prole que el Señor amorosamente les ha dado. De esta manera ofrecen al mundo el ejemplo de un incansable y generoso amor, construyen la fraternidad de la caridad y se presentan como testigos y cooperadores de la fecundidad de la Madre Iglesia, como símbolo y, al mismo tiempo, participación del amor con que Cristo amó a su Esposa y se entregó a sí mismo por ella” (30).

Nuestro Señor Jesucristo se ha presentado a los hombres como Maestro, reformador y renovador de la familia. No sólo Él ha conducido de nuevo a la familia a su primitiva pureza (31), sino que ha hecho del matrimonio un sacramento; es decir, un medio de la gracia.

Nos hacemos votos y oramos para que todos los africanos sepan comprender la enseñanza del Divino Maestro y a su luz se muevan a aplicarla en la legislación y en la vida. Esta enseñanza tiene valor para todos, ya que tiene sus raíces en la naturaleza humana, eleva el amor conyugal, hace a la familia sana e idónea a la buena educación de los hijos, con beneficios incalculables para la sociedad y el Estado.

[E 27 (1967), 1688, 1693]

30. Cost. dogm. Lumen gentium, n. 41: A. A. S. 57, 1965, p. 47 [1964 11 21a/41].

31. Cfr. Mt. 19, 8.