[0664] • PAULO VI, 1963-1978 • INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL EN LA FAMILIA
Del Mensaje La célébration, a la III Jornada Mundial de Comunicaciones Sociales, 7 abril 1969
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[1.–] [...] Y ¿quién podría decir hoy que no le afecta un fenómeno tan universal como la expansión creciente de la prensa, de la radio, del cine y la televisión, y que no le alcanza la influencia que ejercen en el seno de las familias?
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[2.–] Ya desde el comienzo se impone una constatación, y es que estos instrumentos de comunicación social penetran hasta el corazón de la intimidad familiar, imponen sus horarios, hacen modificar las costumbres, proporcionan abundantes temas de conversación y discusión y, sobre todo, influyen en la psicología de quienes los utilizan, a veces profundamente, tanto bajo el aspecto afectivo e intelectual como en el campo moral y hasta religioso. Puede decirse que ya no hay noticia o problema que no llegue al centro mismo de la vida familiar, sea por medio de la letra impresa, sea por el sonido o la imagen, y que no influya por este medio en la conducta de cada uno, suscitando las reacciones más diversas.
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[3.–] Las ventajas de esta nueva situación son innegables. No hay duda de que se estimula la evolución intelectual de los jóvenes, que su patrimonio cultural se enriquece, que su espíritu y su corazón se abren fácilmente a los grandes problemas de la comunidad humana, la paz, la justicia y el desarrollo. Pero es igualmente evidente que la fuerza de persuasión de estos medios nuevos se puede ejercer para bien o para mal; además de que, por otra parte, el abuso aun simplemente cuantitativo de programas audiovisuales puede llegar a perjudicar los valores de la vida de familia y producir el aislamiento de las personas en vez de la unión. Por ello, es menester enseñar a las almas el uso inteligente de estas fuentes de enriquecimiento cultural, enseñanza que constituirá un nuevo capítulo a añadir en la tarea tradicional de los educadores. Ha llegado la hora de que la familia proceda a su “aggiornamento” en este punto, y con la indispensable colaboración de los educadores, se preocupe cada vez más de educar las conciencias a fin de que sepan emitir juicios personales, serenos y objetivos que les lleven a aceptar o rechazar unos u otros de los varios programas ofrecidos.
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[4.–] Pero no basta esta labor educativa. Es preciso, además, establecer un diálogo permanente entre las familias y los responsables de los medios de comunicación social. Las familias deben, sí, dar a conocer sus deseos y sus críticas, pero también al mismo tiempo, han de mostrar comprensión hacia quienes les proporcionan diariamente elementos de cultura o de diversión a costa de grandes fatigas.
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[5.–] A su vez, los productores deben conocer y respetar las exigencias de la familia. Esto supone en ellos a veces una gran valentía y siempre un hondo sentido de responsabilidad. En efecto, deben oponerse por un lado a cuanto pueda herir la familia en su existencia, su estabilidad, su equilibrio y su felicidad, ya que todo atentado a los valores fundamentales de la familia, se trate de erotismo o de violencia, de apología del divorcio o de actitudes antisociales de los jóvenes, constituye también un atentado al verdadero bien del hombre y de la sociedad. Les incumbe igualmente la difícil tarea de educar al público, a fin de que conozca, aprecie y ame los valores, frecuentemente ignorados o menospreciados, que constituyen la fuerza y la gloria de una sociedad, es decir, el don de sí a un gran ideal, el sentido de sacrificio, el heroísmo oscuro de los deberes cotidianos.
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[6.–] Invitamos a todas las familias a colaborar con las asociaciones que dan a conocer en un diálogo continuado a los responsables de la comunicación social, sus aspiraciones y sus exigencias justas. Ojalá esta “Jornada mundial” señale el comienzo del diálogo fecundo y constructivo, anuncio de un porvenir más sereno en este sector tan atormentado de la vida moderna.
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[7.–] Finalmente, también es preciso afrontar el problema de la presencia de los cristianos en las profesiones que alimentan la comunicación social. Si hay un sector de la vida moderna donde esta presencia se muestre particularmente necesaria y deseable, es precisamente éste. Conviene que las familias no se dejen prevenir por el temor que pudiera inspirarles el acceso de uno de los suyos a dichas profesiones. El mal, que con frecuencia levanta más ruido que el bien, no está más ligado a unas profesiones que a otras. Gracias a Dios, en el mundo de las comu nicaciones sociales, como en otras partes, florecen ejemplos luminosos de vida moral, personal y familiar, y no faltan periodistas, actores, profesionales del cine, que viven su fe en Dios en el ejercicio sereno y concienzudo de su profesión. La historia del cristianismo nos enseña también que la fuerza de la levadura evangélica no sólo no disminuye en proporción a las dificultades que le presenta el ambiente, sino que más bien crece y se desarrolla para vivificarlo y transformarlo. Se debe estimular a jóvenes de sólida formación moral y religiosa, animados de un auténtico ideal, a acceder a las actividades de las comunicaciones sociales.
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[8.–] Hay que ser realistas y prever que, lejos de disminuir, la influencia de las nuevas técnicas irá en aumento en la sociedad de mañana. Por ello, se debe poner todo empeño a fin de que dicha influencia se ejerza de modo positivo en el seno de las familias. Con ocasión de esta “Jornada”, anhelamos que nuestra voz llegue a todos los países, para animar a los buenos obreros de las comunicaciones sociales, y a todos los que procuran encaminarlas al bien de las familias y contribuir así a asegurar un porvenir feliz a toda la gran familia humana.
[E 29 (1969), 667]
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[1.–] [...] Et qui pourrait aujourd’hui prétendre qu’il n’est pas concerné par un phénomène aussi universel que l’expansion croissante de la presse, de la radio, du cinéma et de la télévision, et par la prodigieuse influence qu’ils exercent au sein des familles?
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[2.–] Une constatation, en effet s’impose dès l’abord: ces instruments de la Communication sociale pénètrent désormais jusqu’au coeur de l’intimité familiale, imposent leurs horaires, font modifier les habitudes, alimentent largement conversations et discussions; et surtout ils affectent –profondément parfois– le psychisme des usagers, tant sous l’aspect affectif et intellectuel que dans le domaine moral et même religieux. Il n’est plus d’information ou de question, peut-on dire, qui, par l’imprimé, par le son ou l’image, ne soit portée au coeur de la vie familiale, n’y influe sur le comportement de chacun et ne suscite les réactions les plus diverses.
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[3.–] Les avantages de cette nouvelle situation sont indéniables. Il n’est pas douteux que l’évolution intellectuelle des jeunes n’en soit stimulée, que leur patrimoine culturel n’en soit enrichi, que leur esprit et leur coeur ne s’ouvrent ainsi plus facilement aux grands problèmes de la communauté humaine: la paix, la justice et le développement. Mais il est évident aussi que la force de persuasion de ces moyens nouveaux peut s’exercer en bien et en mal; et par ailleurs un abus, même simplement quantitatif, des programmes audio-visuels peut entraîner une détérioration des valeurs de la vie de famille et avoir pour effet d’isoler les personnes au lieu de les unir. Il faut donc former les âmes à faire de ces sources d’enrichissement culturel un usage intelligent et c’est un nouveau chapitre qui vient s’ajouter ainsi à la tâche traditionnelle des éducateurs. Il est temps que la famille procède sur ce point à son “aggiornamento” et qu’avec l’indispensable collaboration de l’école, elle ait de plus en plus le souci d’éduquer les consciences à porter elles-mêmes des jugements sereins et objectifs qui les amèneront à accepter ou à rejeter tels ou tels des programmes proposés.
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[4.–] Mais cette tâche éducative ne suffit pas. Il faut en outre qu’un dialogue permanent s’institue entre les familles et les responsables des moyens de communication sociale. Les familles doivent non seulement faire connaître leurs désirs ou leurs critiques, mais montrer aussi de la compréhension pour ceux qui, au prix souvent de bien des fatigues, leur fournissent journellement tant d’éléments de culture ou de divertissement.
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[5.–] A leur tour, les producteurs doivent connaître et respecter les exigences de la famille. Et cela suppose parfois chez eux un grand courage et toujours un très haut sens de responsabilité. Ils doivent en effet s’interdire d’une part tout ce qui peut blesser la famille, dans son existence, sa stabilité, son équilibre, son bonheur: car toute atteinte aux valeurs fondamentales de la famille –qu’il s’agisse d’érotisme ou de violence, d’apologie du divorce ou des attitudes antisociales des jeunes– est une atteinte au vrai bien de l’homme et de la société. Et il leur incombe d’autre part la tâche difficile d’éduquer le public à connaître, apprécier, aimer, les valeurs trop souvent ignorées ou méprisées qui sont la force et la gloire d’une société: le don de soi à un gran idéal, le sens du sacrifice, l’héroïsme obscur des tâches quotidiennes.
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[6.–] Nous invitons toutes les familles à collaborer avec les associations qui, dans un dialogue continu, font connaître aux responsables de la communication sociale leurs aspirations et leurs justes requêtes. Puisse cette journée mondiale marquer le début de ce dialogue fécond et constructif, annonce d’un avenir plus serein dans ce secteur si tourmenté de la vie moderne.
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[7.–] Il faut enfin affronter le problème de la presénce des chrétiens dans les professions qui alimentent la communication sociale. S’il est, en effet, un secteur de la vie moderne où cette présence est particulièrement nécessaire et désirable, c’est bien celui-là. Et il ne faut pas que les familles se laissent arrêter par la crainte que pourrait leur inspirer l’accès d’un des leurs à ces professions. Le mal, qui fait bien souvent plus de bruit que le bien, n’est pas lié à telle profession plus qu’à telle autre. Grâce à Dieu, dans le monde des communications sociales comme ailleurs, fleurissent de lumineux exemples de vie morale, et il ne manque pas de journalistes, d’acteurs, de professionnels du cinéma, qui vivent leur foi en Dieu dans l’exercice serein et consciencieux de leur profession. L’histoire du christianisme peut même nous enseigner que la force du levain évangélique, non seulement ne diminue pas à proportion des difficultés que lui suscite le milieu où il est introduit, mais grandit au contraire et se développe en le vivifiant et en le transformant. Des jeunes gens ayant reçu une solide formation morale et religieuse et animés d’un authentique idéal doivent donc être encouragés à accéder aux diverses activités des communications sociales.
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[8.–] Il faut se rendre compte de façon réaliste que, bien loin de diminuer, l’influence de ces nouvelles techniques ne fera que grandir dans la société de demain. Il faut donc tout mettre en oeuvre pour que cette influence s’exerce de façon positive au sein des familles. Nous souhaitons que Notre voix, à l’ocassion de cette Journée, arrive dans tous les Pays, pour y encourager les bons ouvriers des communications sociales et tous ceux qui entendent les faire servir au bien des familles et contribuer par là à assurer un avenir heureux à toute la grande famille humaine.
[AAS 61 (1969), 455-457]