[0806] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA CASA, TEMPLO DE LA FAMILIA
De la Homilía durante la Misa en la parroquia de San José, Roma (Italia), 18 marzo 1979
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3. El centro de todo este esfuerzo apostólico, de esta obra evangelizadora, es la casa de Dios, la casa del Padre. En torno a esta casa se han multiplicado las casas en que habitan los hombres, cada una de las familias. La importancia de la casa para la vida familiar es enorme. Inmensa. Fundamental. Muchas circunstancias condicionan el desarrollo correcto de la vida de una familia; pero entre ellas ciertamente ocupa el primer puesto la casa familiar.
Vosotros sabéis que sobre este tema: “Una casa para cada familia”, la diócesis de Roma se ha comprometido a reflexionar en estos días de Cuaresma, con la intención de sensibilizar las conciencias de los fieles y de favorecer en cada uno y en la comunidad el asumir las oportunas decisiones aptas para contribuir a la solución justa de problema tan grave.
Es una acción que debe encontrar correspondencia responsable y generosa por parte de todos. Por lo demás, constituye justamente objeto de solicitud de las autoridades. Las casas se construyen para el hombre, para satisfacer sus necesidades fundamentales. No se puede alterar esta finalidad fundamental suya por otros fines o motivos. En una sociedad honestamente solidaria no pueden faltar casas para las familias de las que depende el futuro de esta misma sociedad.
Ni tampoco puede faltar la casa para Dios, para el Padre de los hombres y de las familias. No ocurra jamás que nuestra civilización ceda a la tentación: “Necesitamos casas, no necesitamos iglesias”.
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4. La casa es la morada del hombre. Es una condición necesaria para que el hombre pueda venir al mundo, crecer, desarrollarse, para que pueda trabajar, educar y educarse, para que los hombres puedan constituir esa unión más profunda y más fundamental que se llama “familia”.
Se construyen las casas para las familias. Después, las mismas familias se construyen en las casas sobre la verdad y el amor. El fundamento primero de esta construcción es la alianza matrimonial, que se expresa en las palabras del sacramento con las que el esposo y la esposa se prometen recíprocamente la unión, el amor, la fidelidad conyugal. Sobre este fundamento se apoya ese edificio espiritual, cuya construcción no puede cesar nunca. Los cónyuges, como padres, deben aplicar constantemente a la propia vida de constructores sabios, la medida de la unión, del amor, de la honestidad y de la fidelidad matrimonial. Deben renovar cada día esa promesa en sus corazones y a veces recordarla también con las palabras. Hoy, con ocasión de esta visita pastoral, yo les invito a hacerlo de modo particular, porque la visita pastoral debe servir para la renovación de ese templo que formamos todos en Cristo crucificado y resucitado. San Pablo dice que Cristo es “poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 24). Sea Él vuestro poder y vuestra sabiduría, queridos esposos y padres. Lo sea para todas las familias de esta parroquia. ¡No os privéis de este poder y de esta sabiduría! Consolidaos en ellos. Educad en ellos a vuestros hijos y no permitáis que este poder y esta sabiduría, que es Cristo, les sea quitado un día. Por ningún ambiente y por ninguna institución. No permitáis que alguien pueda destruir ese “templo” que vosotros construís en vuestros hijos. Éste es vuestro deber, pero éste es también vuestro sacrosanto derecho. Y es un derecho que nadie puede violar sin cometer una arbitrariedad.
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5. La familia está construida sobre la sabiduría y el poder del mismo Cristo, porque se apoya sobre un sacramento. Y está construida también y se construye constantemente sobre la ley divina, que no puede ser sustituida en modo alguno por cualquier otra ley. ¿Acaso puede un legislador humano abolir los mandamientos que nos recuerda hoy la lectura del libro del Éxodo: “No matar, no cometer adulterio, no robar, no decir falsos testimonios” (Éx 20, 13-16)? Todos sabemos de memoria el Decálogo. Los diez mandamientos constituyen la concatenación necesaria de la vida humana personal, familiar, social. Si falta esta concatenación, la vida del hombre se hace inhumana. Por esto el deber fundamental de la familia, y después de la escuela, y de todas las instituciones, es la educación y consolidación de la vida humana sobre el fundamento de esta ley, que a nadie es lícito violar.
[Enseñanzas 2, 313-315]