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[0833] • JUAN PABLO II (1978-2005) • ORIENTACIONES DOCTRINALES, Y PASTORALES SOBRE EL MATRIMONIO, LA VIDA Y LA SEXUALIDAD

Del Discurso May I tell you, a los Obispos estadounidenses reunidos en Chicago (Estados Unidos), 5 octubre 1979

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Llamada de atención sobre algunos puntos de la enseñanza católica

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6. [...] Con la sencillez de los Evangelios, la compasión de Pastores y la caridad de Cristo, os habéis enfrentado con la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio, afirmando justamente: “La alianza entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio cristiano es tan indisoluble e irrevocable como el amor de Dios por su pueblo y el amor de Cristo por su Iglesia”.

Exaltando la belleza del matrimonio, habéis tomado postura justa, sea contra la teoría de la contraconcepción, sea contra los actos anticonceptivos, cual lo hizo la Encíclica Humanae vitae[1]. Yo mismo, hoy, con la misma convicción de Pablo VI, ratifico la enseñanza de esta Encíclica, escrita por mi Predecesor, “en virtud del mandato que nos ha confiado Cristo” (AAS 60 [1968] 485).

Describiendo la unión sexual entre marido y mujer como una expresión especial de su alianza de amor, habéis dicho justamente: “La relación sexual es un bien humano y moral solamente en el ámbito del matrimonio; fuera del matrimonio es inmoral”.

Como hombres que tienen “palabras de veracidad en el poder de Dios” (2 Cor 6, 7), como auténticos maestros de la ley de Dios y Pastores compasivos, habéis dicho también justamente: “El comportamiento homosexual..., en cuanto diverso de la tendencia homosexual, es moralmente deshonesto”. Con la claridad de esta verdad habéis ejemplificado la efectiva caridad de Cristo; no habéis traicionado a aquellos a quienes por razones de homosexualidad se hallan frente a difíciles problemas morales, como hubiera sucedido si, en nombre de la comprensión o por otros motivos, hubierais suscitado una falsa esperanza entre algún hermano o hermana. Más bien, con vuestro testimonio en favor de la verdad de la humanidad según el plan de Dios, habéis manifestado realmente amor fraterno, alentando la verdadera dignidad, la verdadera dignidad humana de aquéllos que miran a la Iglesia de Cristo por la norma que viene de la Palabra de Dios.

Habéis dado asimismo testimonio en favor de la verdad, sirviendo así a toda la humanidad, cuando, haciéndoos eco de la enseñanza del Concilio (“la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado”: Gaudium et spes, 51)[2], habéis reafirmado también el derecho a la vida y a la inviolabilidad de toda vida humana, incluida la vida de los niños aún no nacidos. Habéis dicho claramente: “Matar a estos niños inocentes, no nacidos aún, es un crimen indecible... Su derecho a la vida debe ser reconocido y plenamente protegido por la ley”.

Y como habéis defendido a los niños aún no nacidos según la verdad de su ser, así habéis hablado también claramente en favor de los ancianos, afirmando que “la eutanasia o la muerte por piedad... es un grave mal moral...; tal muerte es incompatible con el respeto a la vida humana y la veneración por la vida”. [...]

El desafío de seguir a Cristo

11. [...] Oremos y dediquemos un esfuerzo especial a promover y mantener las vocaciones al sagrado presbiterio, de modo que la cura pastoral del ministerio sacerdotal pueda ser asegurada a las generaciones futuras. Os pido que hagáis una llamada a los padres y a las familias, a los sacerdotes, a los religiosos y a los seglares, para unirse en cumplimiento de esta responsabilidad vital de toda la comunidad. Y entre los mismos jóvenes mantengamos despierto el desafío a seguir a Cristo y a secundar su invitación con plena generosidad.

[Enseñanzas 4b, 718-720, 725]

[1]. [1968 07 25/6].

[2]. [1965 12 07c/51].

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra