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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0932] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA CASTIDAD, UN VALOR NOBILÍSIMO

Del Discurso Vi esprimiamo, a la Acción Católica de la diócesis de Senigallia (Italia),  18 octubre 1980

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2. [...] En efecto, María Goretti fue una mártir de la castidad, es decir de un comportamiento moral virtuoso específico, que en la historia del Cristianismo siempre se ha honrado mucho, incluso aunque tanto en el nuestro como en otros tiempos se le hayan inferido muchos atentados para depreciar su valor. Ciertamente, el mensaje que proviene de la historia de María Goretti no es de tipo maniqueo, de desprecio del cuerpo y de la sexualidad, puesto que es propia de la revelación bíblica toda una profunda y sana teología del cuerpo. Se trata, más bien, de un mensaje que se refiere tanto a la dignidad personal a un simple nivel humano, que debe defenderse de todo vejamen y de toda violencia, como a la consagración de las propias energías, incluso físicas, al Señor y a la Iglesia, en obediencia radical a la ley de Dios. El cristiano no cultiva la castidad o cualquier otra virtud sólo por sí misma, haciendo de ella un fin aislado o un ideal absoluto. San Pablo nos advierte: “Y si entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha” (1 Cor 13, 3). La castidad es un valor nobilísimo, si está ordenada a Cristo Señor e inserta en todo el contexto de vida cristiana típica, a la que el Espíritu Santo confiere el propio sello fundamental e inconfundible, que tiene entre sus propios frutos también “el dominio de sí” (Gál 5, 22), precedido y rodeado de muchos otros.

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3. Por ello, la invitación que María Goretti nos hace a todos, y de modo especial a los jóvenes, es la de cuidar profundamente la propia identidad bautismal e insertar en esta formación, como uno de sus componentes, todo el cultivo recio y celoso de la íntegra dignidad propia, no sólo cristiana sino también humana, de la que la castidad es una expresión de primera importancia.

En este sentido, queridos hermanos y hermanas, no debéis hacer otra cosa más que proseguir e intensificar toda la actividad de vida diocesana, que ya os distingue. En efecto, estoy informado de que está floreciente entre vosotros la Acción Católica de Jóvenes, con sus diversas y fecundas iniciativas pedagógicas, que estimulan a experiencias comunitarias de alegría y de trabajo, y preparan a una vida de responsabilidad tanto eclesial como civil.

Un sector decisivo, mimado por vosotros, es el de los Catequistas. A ellos deseo recordar la extrema seriedad de esta función, tan determinante para el crecimiento de los jóvenes en la fe. Todo lo que se hace por los catequistas y para los catequistas ciertamente es digno de las más excelente gracias, y recompensas celestiales. Seguramente la fuerza de María Goretti hundió sus raíces también en aquella enseñanza catequética que tuvo la fortuna de recibir en la propia familia.

Y a vosotros padres, y no sólo a los que están aquí presentes, se dirige mi urgente y estimulante invitación para que dediquéis vuestra inteligencia cristiana a la familia y a los hijos. María Goretti que salió analfabeta de Corinaldo, encontró en su padre y en su madre la mejor escuela, porque ellos se habían formado con la asidua participación en la catequesis parroquial y en la vida litúrgica del país de origen. Se trata de un ejemplo, que se encuentra perfectamente en el marco del actual Sínodo de Obispos, que precisamente en estos días está estudiando los diversos aspectos y problemas de la familia en el mundo contemporáneo.

[DP (1980), 270]