[0947] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PROBLEMAS DE PASTORAL FAMILIAR
Del Discurso Il mio saluto, a los participantes en el II Congreso Nacional Italiano de la Confederación de los Consultores Familiares de inspiración cristiana, 29 noviembre 1980
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1. [...] La familia constituye un capítulo fundamental de la pastoral, a la cual toda la comunidad cristiana, en el momento histórico actual, está llamada a prestar particular atención. No en vano el reciente Sínodo de los Obispos se ha detenido a reflexionar sobre la “Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo”, con el fin de individuar los problemas, analizar las componentes, indicar las soluciones. Nunca como hoy se ha advertido la urgencia de una intervención más adecuada y puntual en este sector de la experiencia humana, que las transformaciones culturales de nuestra época han sacudido y puesto en crisis de manera particularmente profunda.
De muchas partes se proponen “modelos” de interpretación de la realidad conyugal, que excluyen cualquier referencia a los valores superiores de la ética y de la religión. Los comportamientos prácticos que se deducen de estos modelos se revelan, por consiguiente, en contraste no sólo con el mensaje cristiano, sino también con una visión auténticamente humana de esa “íntima comunidad de vida y de amor” que es el matrimonio (Cfr. Gaudium et spes, 48).
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2. Es tarea de la comunidad cristiana proclamar con fuerza frente a la sociedad actual, el anuncio gozoso del amor humano redimido. Cristo ha “liberado” al hombre y a la mujer para que puedan amarse en verdad y plenitud. El gran peligro para la vida de la familia, en una sociedad cuyos ídolos son el placer, las comodidades, la independencia, está en el hecho de que los hombres se vean inducidos a cerrar su corazón frente a semejante posibilidad, resignándose a un “ideal reducido” de vida en pareja. La comunidad cristiana debe oponerse a una visión de la relación conyugal que, en lugar del don recíproco sin reservas, proponga la simple coexistencia de dos amores, preocupados en definitiva sólo de sí mismos.
“Si el matrimonio cristiano –he dicho durante mi peregrinación en tierras de África– es comparable a una montaña muy alta que sitúa a los esposos en las inmediatas cercanías de Dios, hay que reconocer que la ascensión a dicha montaña exige mucho tiempo y mucha fatiga. Pero ¿podría ser ésta una razón para suprimirla o rebajar su altura?” (Kinshasa, Homilía en la Misa para las Familias, 3 de mayo de 1980; L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de mayo de 1980, p. 5). Es necesario ayudar a cada pareja a interpretar rectamente su amor y a fortalecer sus propias convicciones, profundizando en las intrínsecas razones que justifican la visión cristiana del matrimonio y de la familia y captando sus íntimas conexiones con las exigencias esenciales de una antropología verdaderamente humana.
Con este fin, la comunidad debe ponerse junto a la pareja con la ofrenda de ayudas concretas en el camino que ella recorre, para alcanzar la realización cada vez más plena del ideal entrevisto con esa profundidad de intuición que el amor da a los ojos del corazón. El hombre es un ser histórico, que se hace y se construye día a día gracias a un empeño múltiple y progresivo. También la vida conyugal es un camino, y un camino que no carece de obstáculos. Es importante que los esposos estén sostenidos y alentados, de manera que no se dobleguen hacia una perspectiva angosta, que no conoce los “espacios dilatados de la caridad” (AGUSTíN).
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3. Una de las maneras concretas con que la comunidad cristiana se hace presente junto a la pareja en su crecimiento y maduración está constituida indudablemente por el instituto de los Consultorios Familiares. En estos años se han ido multiplicando y vuestra Confederación cuenta ya con unos noventa. Y llegarán más, como espero. Me es grato reconoceros, carísimos, la función verdaderamente importante que estáis llamados a realizar al servicio de la familia, “célula primera y vital de la sociedad”, “santuario doméstico de la Iglesia” (Apostolicam actuositatem, 11).
El vuestro es un compromiso que bien merece la calificación de misión, por lo noble que son las finalidades que persigue y lo determinantes, para el bien de la sociedad y de la misma comunidad cristiana, que son los resultados que derivan de ellas.
Sin embargo, con el fin de poder desempeñar con eficacia su función, los consultorios de inspiración cristiana deberán ser rigurosamente coherentes con su identidad, que es la de contribuir a la formación de familias cristianas, conocedoras de su específica vocación. Así, en el planteamiento de su trabajo abierto ciertamente a la realidad global del matrimonio y de la familia, no podrá faltar una atención privilegiada hacia el aspecto ético-religioso que caracteriza su fisonomía.
En efecto, sólo privilegiando por encima de cualquier otro el aspecto moral, se resuelven los problemas de la pareja. El llamamiento a la norma ética, que debe regular el comportamiento de los cónyuges, es conditio sine qua non del servicio eclesial al que están llamados los consultorios. Este llamamiento, por otra parte, debe ser realizado en plena conformidad con la enseñanza del Magisterio, que repetidamente se ha expresado a este respecto, excluyendo, entre otras cosas, tanto las relaciones prematrimoniales como las extramatrimoniales, y condenando la contracepción y el aborto. Tarea de los consultorios es ayudar a superar las dificultades, no secundar la rendición frente a ellas.
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4. En esta perspectiva deseo subrayar la urgencia de un testimonio inequívoco de servicio a la vida. Los componentes del consultorio no sólo deben comprometerse a prestar interés y asistencia a quien recurre a su ayuda, sino que deben sentirse del mismo modo, en el deber de excluir toda forma de participación en procesos que tienen como finalidad intervenciones abortivas. Los obispos italianos han hablado claramente a propósito de esto: hay que seguirlos, sin dejarse desviar por otros maestros.
Semejante actitud de coherente rectitud entra, por otro lado, en el ámbito de esa autónoma libertad de elección que también la ley civil reconoce.
Por otra parte, la inspiración cristiana deberá estimular a cada uno de vosotros a poner el máximo empeño en contribuir a hacer del consultorio una institución ejemplar en su género, es decir, capaz de desempeñar su acción de manera altamente cualificada. Esto no dejará de atraeros el aprecio y la simpatía de las personas y de las parejas necesitadas de ayuda, y ejercerá también, con el tiempo, una benéfica influencia sobre organizaciones similares, empujándolas a asumir criterios de intervención que estén más de acuerdo con una visión plenamente humana de la realidad conyugal.
Continuad, pues, con confianza y entusiasmo en vuestra acción, digna de la más alta estima. El Papa os alienta y, con él, os alientan vuestros obispos y la entera comunidad cristiana. Todo lo que consigáis hacer en apoyo de la familia está destinado a tener una eficacia que, sobrepasando su ámbito propio, alcanza también otras personas e incide sobre la sociedad. El futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia.
[Enseñanzas 8, 870-872]
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1. [...] La famiglia constituisce un capitolo fondamentale della Pastorale, a cui l’intera Comunità cristiana nell’attuale momento storico è chiamata a prestare particolarmente attenzione. Non a caso il recente Sinodo dei Vescovi si è soffermato a riflettere sui “compiti della famiglia cristiana nel mondo contemporaneo”, allo scopo di individuare i problemi, analizzare le componenti, indicare le soluzioni. Mai come oggi si è avvertita l’urgenza di un intervento più adeguato e puntuale in questo settore dell’esperienza umana, che le trasformazioni culturali della nostra epoca hanno scosso e messo in crisi in modo particolarmente profondo.
Da molte parti vengono proposti “modelli” di interpretazione della realtà coniugale, che escludono qualsiasi riferimento ai valori superiori dell’etica e della religione. I comportamenti pratici, che ne vengono dedotti, si rivelano conseguentemente in contrasto non soltanto col messaggio cristiano, ma anche con una visione autenticamente umana di quell’“intima comunità di vita e d’amore”, che è il matrimonio (1).
1. Cf. Gaudium et spes, 48 [1965 12 07c/48].
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2. È compito della Comunità cristiana proclamare con forza, di fronte alla società odierna, l’annuncio gioioso dell’amore umano redento. Cristo ha “liberato” l’uomo e la donna alla possibilità di amarsi in verità e pienezza. Il grande pericolo per la vita della famiglia, in una società i cui idoli sono il piacere, le comodità, l’indipendenza, sta nel fatto che gli uomini siano indotti a chiudere il loro cuore di fronte ad una simile possibilità, rassegnandosi ad un “ideale ridotto” di vita di coppia. La Comunità cristiana deve contestare una visione del rapporto coniugale che, in luogo del dono reciproco senza riserve, proponga la semplice coesistenza di due amori, preoccupati in definitiva soltanto di se stessi.
“Se il matrimonio cristiano –ho detto nel corso del mio pellegrinaggio in terra d’Africa– può essere paragonato ad una montagna molto alta che pone gli sposi nell’immediata vicinanza di Dio, bisogna riconoscere che la sua scalata richiede molto tempo e molta fatica. Ma sarà questa una ragione per sopprimere o per abbassare tale vetta?” (2). È necessario aiutare le singole coppie ad interpretare rettamente il loro amore ed a fortificare le proprie convinzioni, approfondendo le intrinseche ragioni che giustificano la visione cristiana del matrimonio e della famiglia e cogliendone le intime connessioni con le esigenze essenziali di un’antropologia veramente umana.
A tal fine la Comunità deve porsi accanto alla coppia con l’offerta di aiuti concreti nel cammino, che essa percorre, per giungere all’attuazione sempre pù piena dell’ideale intravvisto con quella profondità di intuizione, che l’amore dà agli occhi del cuore. L’uomo è un essere storico, che diviene e si costruisce giorno per giorno grazie ad un impegno molteplice e progressivo. Anche la vita coniugale è un cammino, ed un cammino non privo di ostacoli. È importante che gli sposi siano sorretti ed incoraggiati, così che non abbiano a piegarsi verso una prospettiva angusta, che non conosce gli “spazi dilatati della carità” (3).
2. IOANNIS PAULI PP. II, Allocutio ad christianos sponsos, Kinsasae in ecclesia S. Petri Ap. congregatos, habita, 1, die 3 maii 1980: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, III, 1 (1980) 1075 [1980 05 03a/1].
3. S. Augustinus.
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3. Uno dei modi concreti con cui la Comunità cristiana si rende presente accanto alla coppia nella sua crescita e maturazione, è costituito indubbiamente dall’istituto dei Consultorii Familiari. In questi anni essi sono andati moltiplicandosi e la vostra Confederazione ne conta ormai una novantina. Altri ne verranno ancora, come auguro. Mi è caro darvi atto, carissimi, della funzione veramente importante che siete chiamati a svolgere al servizio della famiglia, “prima e vitale cellula della società”, “santuario domestico della Chiesa” (4).
È un impegno, il vostro, che ben merita la qualifica di missione, tanto nobili sono le finalità che persegue e tanto determinanti, per il bene della società e della stessa Comunità Cristiana, sono i risultati che ne derivano.
Al fine, tuttavia, di poter svolgere efficacemente la loro funzione, i Consultorii di ispirazione cristiana dovranno essere rigorosamente coerenti con la loro identità, che è quella di contribuire alla formazione di famiglie cristiane, conscie della loro specifica vocazione. Non potrà quindi mancare nella impostazione del loro lavoro, pur aperto sulla realtà globale del matrimonio e della famiglia, un’attenzione privilegiata all’aspetto etico-religioso, che ne caratterizza la fisionomia.
Infatti, solo privilegiando su ogni altro l’aspetto morale, si risolvono i problemi della coppia. Il richiamo alla norma etica, che deve regolare il comportamento dei coniugi, è “conditio sine qua non” del servizio ecclesiale, a cui sono chiamati i Consultorii. Tale richiamo, peraltro, deve essere fatto in piena conformità con l’insegnamento del Magistero, che si è ripetutamente espresso a questo riguardo, escludendo tra l’altro sia i rapporti prematrimoniali che quelli extramatrimoniali e condannando la contraccezione e l’aborto. Compito dei Consultorii è di aiutare a superare le difficoltà, non di assecondare la resa di fronte ad esse.
4. Apostolicam actuositatem, 11 [1965 11 18/11].
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4. In questa prospettiva desidero sottolineare l’urgenza di una testimonianza inequivocabile di servizio alla vita. I componenti del Consultorio non solo debbono impegnarsi nel prestare interessamento ed assitenza a chi ricorre al loro aiuto, ma si devono sentire, altresì, in dovere di escludere ogni forma di partecipazione a procedure finalizzate ad interventi abortivi. I Vescovi italiani hanno parlato chiaro a questo proposito: occorre seguirli, senza lasciarsi sviare da altri maestri.
Un simile atteggiamento di coerente linearità rientra, peraltro, nell’ambito di quell’autonoma libertà d’indirizzo che anche la legge civile riconosce.
L’ispirazione cristiana dovrà d’altra parte, stimolare ciascuno di voi a porre il massimo impegno nel contribuire a fare del Consultorio un’istituzione esemplare nel suo genere, capace cioè di svolgere la sua azione in forma altamente qualificata. Ciò non mancherà di attirarvi l’apprezzamento e la simpatia delle persone e delle coppie bisognose di aiuto ed eserciterà anche, col tempo, una benefica influenza sulle organizzazioni similari, spingendole ad assumere criteri di intervento più consentanei con una visione pienamente umana della realtà coniugale.
Proseguite, dunque, con fiducia ed entusiasmo nella vostra azione altamente meritevole. Il Papa vi incoraggia e, con lui, vi incoraggiano i vostri Vescovi e l’intera Comunità cristiana. Tutto quello che riuscirete a fare a sostegno della famiglia è destinato ad avere una efficacia che, travalicando il suo ambito proprio, raggiunge anche altre persone ed incide sulla società. Il futuro del mondo e della Chiesa passa attraverso la famiglia.
[Insegnamenti GP II, 3/2, 1451-1454]