[0988] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, EL TRABAJO Y LA CULTURA
Del Discurso C’est toujours, al Pontificio Consejo para los Laicos, 5 octubre 1981
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3. Entre los vastos campos de acción del laicado cristiano, vuestra asamblea se ha fijado en tres fundamentales: la familia, el trabajo y la cultura.
Una vez más, os doy las gracias por vuestra elección, pues pone de manifiesto el deseo de hacer vuestras algunas de las mayores preocupaciones de mi pontificado, tenerlas en cuenta y llevarlas a la práctica.
La familia, el trabajo y la cultura son tres ejes esenciales sobre los que gira la vida del hombre, se realiza su humanidad y se construye su personalidad cristiana de hijo de Dios, hermano de sus semejantes y señor de la creación. Son lazos universales, determinantes en el desarrollo integral del hombre y en el aporte original del Evangelio a la vida social; son lazos que interpelan.
Comprenderéis que no me es posible hablar aquí con detalle de sus inmensas posibilidades, ni de los problemas y retos que plantean.
Pero quisiera recordaros la importancia –de la que, sin duda, sois conscientes– de la opción preferencial hecha por el Magisterio pontificio y el Magisterio episcopal en favor de la familia, lugar de origen del hombre, célula-base de la sociedad, cuna de la civilización, comunidad llamada a ser Iglesia doméstica. Y también quisiera recomendaros que aprovechéis lo más posible la rica herencia que nos ha dejado el último Sínodo de los Obispos. Sabed que precisamente, al considerar el carácter prioritario de la pastoral familiar, he sentido la necesidad de crear el Pontificio Consejo para la Familia, que contará, sin duda alguna, con la colaboración activa de vuestro dicasterio.
Para todas las cuestiones referentes al trabajo, me permito remitiros a mi última encíclica: Laborem exercens. Por otra parte, su contenido subyace en vuestros trabajos, como indica el programa. Para mí, los temas que trata revisten hoy gran importancia. Por ello, os exhorto no sólo a estudiarla atentamente, sino a ponerla en práctica, pues su fecundidad depende y dependerá del compromiso eclesial y cristiano de los laicos en el mundo del trabajo. Abrid los ojos y ved; los tiempos están maduros para que el Evangelio produzca cada vez más fruto en los distintos sectores del mundo del trabajo y en los movimientos de trabajadores, ahora que están en crisis las sociedades de toda índole que se ocupan de la organización del trabajo, y se basan en el materialismo y “economismo”, y cuando están resultando ilusorias las utopías de salvación que no respetan las virtualidades y todas las dimensiones de la humanidad.
Os invito también a contribuir con todas las fuerzas a la renovación de la cultura, que, cual expresión del hombre integral, debe estar al servicio de éste, radicada en las tradiciones mejores de los pueblos y las naciones, abierta a la trascendencia y basada en las costumbres populares y, a la vez, en las realizaciones científicas y técnicas más nobles. Sólo esta renovación tendrá capacidad de dar sentido nuevo a la vida humana, hará brotar nuevos proyectos y esperanzas nuevas a nivel personal y colectivo y llevará a un mañana más digno del hombre.
[Enseñanzas 10, 342-343]