[1007] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, SEMILLERO DE VOCACIONES
De la Homilía en la Misa para un grupo de vocaciones del Pontificio Seminario Romano Menor, 20 diciembre 1981
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3. Pero para hacer madurar una vocación es necesario la aportación de la familia. En la reciente exhortación sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, he escrito que ella es “el primero y mejor semillero de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios” (Familiaris consortio, 53); efectivamente, “el servicio llevado a cabo por los cónyuges y padres cristianos en favor del Evangelio es esencialmente un servicio eclesial, es decir, que se realiza en el contexto de la Iglesia entera en cuanto comunidad evangelizada y evangelizadora” (ibid).
Queridos Padres aquí presentes: Os exhorto a continuar siendo cada vez más estos hombres y estas mujeres que sienten a fondo los problemas de la vida de la Iglesia, que se hacen cargo de ellos, y saben transmitir también a los hijos esta sensibilidad con la oración, la lectura de la Palabra de Dios, el ejemplo vivo. Normalmente, una vocación nace y madura en un ambiente familiar sano, responsable, cristiano. Precisamente allí hunde sus raíces y de allí saca la posibilidad de crecer y convertirse en un árbol robusto y cargado de frutos sabrosos. Ciertamente es necesario cooperar en armonía con el seminario diocesano y proceder conjuntamente en la delicada tarea de la educación y formación de los aspirantes al presbiterio. En efecto, el seminario desarrolla un papel único y determinante. Pero todo parte de la familia y todo está condicionado por ella en última instancia.
Por esto, también vosotros, queridos familiares, participáis de la vocación de estos muchachos. También vosotros, en cierto sentido, podéis y debéis responder al Señor: “He aquí... hágase en mí según tu palabra”, permitiéndole y, más aún, entregándole el fruto de vuestro amor recíproco. Y estad seguros que vale la pena comprometerse hasta este punto por el Señor y por su Iglesia.
[Enseñanzas 10, 316]
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3. Ma per far maturare una vocazione è necessario l’apporto della famiglia. Nella recente Esortazione sui compiti della famiglia cristiana nel mondo di oggi, ho scritto che essa è “il primo e il miglior seminario della vocazione alla vita di consacrazione al Regno di Dio” (4); infatti, “il servizio svolto dai coniugi e dai genitori cristiani in favore del Vangelo è essenzialmente un servizio ecclesiale, rientra cioè nel contesto dell’intera Chiesa quale comunità evangelizzata ed evangelizzante” (5).
Cari genitori qui presenti, vi esorto vivamente a continuare sempre più ad essere di questi uomini e di queste donne, che sentono a fondo i problemi della vita della Chiesa, che se ne fanno carico e sanno anche trasmettere ai figli questa sensibilità, con la preghiera, la lettura della Parola di Dio, l’esempio vivo. Normalmente una vocazione nasce e matura in un ambiente familiare sano, responsabile, cristiano. Proprio lì essa affonda le sue radici e di lì trae la possibilità di crescere e diventare un albero robusto e carico di frutti saporosi. Certo sarà necessario cooperare in armonia col Seminario diocesano e procedere di pari passo nel delicato compito dell’educazione e della formazione degli aspiranti al Presbiterio. In effetti, il Seminario svolge un ruolo unico e determinante. Ma tutto parte dalla famiglia e tutto è condizionato in ultima istanza da essa.
Perciò, anche voi, cari Familiari, partecipate della vocazione di questi ragazzi. Anche voi, in un certo senso, potete e dovete rispondere al Signore: “Eccomi, ...avvenga di me quello che hai detto”, concedendo a Lui e anzi donandogli il frutto del vostro amore reciproco. E siate certi che per il Signore e per la sua Chiesa vale la pena di impegnarsi fino a questo punto.
[Insegnamenti GP II, 4/2, 1172]
4. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 53: vide supra, pp. 1005 s. [1981 11 22/53].
5. Ibid.