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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1011] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, SANTUARIO DEL AMOR Y DE LA VIDA

Saludo en el rezo del Ángelus, 27 diciembre 1981

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1. Hoy nuestros pensamientos y nuestros corazones se dirigen hacia la Sagrada Familia de Nazaret. Mediante el misterio de la Navidad del Señor, el Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre, viniendo a formar parte de la familia humana. Dios, que es amor, ha entrado en una familia, queriendo hacer así de ella un lugar particular del amor y una verdadera “Iglesia doméstica”.

Sólo conocemos algunos hechos de la historia de la Familia nazarena; sin embargo, cada uno de ellos está lleno de elocuencia. El pasaje del evangelio de San Lucas que leemos hoy recuerda la presentación del Niño en el templo de Jerusalén a los cuarenta días de su nacimiento en Belén: “Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor” (Lc 2, 22). De este modo cumplieron el deber previsto por la ley de la Antigua Alianza, que establecía: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor” (cf. Éx 13, 2).

Sin embargo, ninguno de los hijos de los hombres que ha venido al mundo en cualquier tiempo, en cualquier familia humana, ha sido tan consagrado a Dios como Jesús, ya en la misma concepción y en su nacimiento. Por tanto, Él revela más plenamente a la humanidad esta verdad, a saber, que la familia humana es la comunidad en la que nace el hombre a fin de vivir para Dios y para los hombres. Nace para vivir a medida de estos destinos, que tienen su comienzo en el Amor eterno.

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2. Durante el Sínodo de los Obispos de 1980, dedicado a la misión de la familia cristiana, la Iglesia rezó la siguiente oración, que yo mismo compuse, y que ahora os invito a seguir mientras la repito ante vosotros: “¡Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra; / Padre, que eres Amor y Vida!, / haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta, / por medio de tu Hijo, Jesucristo, “nacido de Mujer” / y mediante el Espíritu Santo, fuente de caridad divina, / en verdadero santuario de la vida y del amor / para las generaciones que siempre se renuevan. / Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos / hacia el bien de sus familias / y de todas las familias del mundo. / Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo / para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. / Haz que el amor corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio / se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis / por las que a veces pasan nuestras familias. / Haz, finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, / que la Iglesia en todas las naciones de la tierra / pueda cumplir fructíferamente su misión / en la familia y por medio de la familia. / Por Cristo nuestro Señor, que es el camino, la verdad y la vida / por los siglos de los siglos. Amén”.

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3. Los frutos del Sínodo que se celebró en octubre de 1980, conforme al deseo de los obispos que participaron en él, han encontrado su expresión en la exhortación apostólica Familiaris consortio. Juntamente con esta exhortación, se han enviado al Consejo para la Familia, instituido recientemente, todas las “Proposiciones” del Sínodo, a fin de que todas juntas constituyan un fundamento para el trabajo con el que la Iglesia quiere manifestar su amor por la familia.

“Amar a la familia significa saber estimar sus valores y posi bilidades, promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo. Finalmente, una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades crecientes, razones de confianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia, en la misión que Dios le ha confiado: ‘Es necesario que las familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario que sigan a Cristo’” (exh. apost. Familiaris consortio, 86).

En este espíritu oremos hoy, abrazando con el pensamiento y con el corazón a todas las familias del mundo entero.

[Enseñanzas 10, 187-188]