[1067] • JUAN PABLO II (1978-2005) • ASPECTOS MORALES DE LA VOCACIÓN DE LOS CRISTIANOS
Alocución Abbiamo davanti, en la Audiencia General, 15 septiembre 1982
1982 09 15 0001
1. Nos encontramos ante el texto de la Carta a los Efesios 5, 22-33, que ya, desde hace algún tiempo, estamos analizando debido a su importancia para el problema del matrimonio y del sacramento. En el conjunto de su contenido comenzando por el capítulo primero, la Carta trata, sobre todo, del misterio “escondido desde los siglos en Dios”, como don destinado eternamente al hombre. “Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; por cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e inmaculados ante Él, y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia. Por esto nos hizo gratos en su amado” (Ef 1, 3-6).
1982 09 15 0002
2. Hasta ahora, se habla del misterio escondido “desde los siglos” (Ef 3, 9) en Dios.
Las frases siguientes introducen al lector en la fase de la realización de ese misterio en la historia del hombre: el don, destinado a él “desde los siglos” en Cristo, se hace parte real del hombre en el mismo Cristo: “...en quien tenemos la redención por virtud de su sangre, la remisión de los pecados, según las riquezas de su gracia, que superabundantemente derramó sobre nosotros en perfecta sabiduría y prudencia. Por éstas nos dio a conocer el misterio de su voluntad, conforme a su beneplácito, que se propuso realizar en Cristo en la plenitud de los tiempos, recapitulando todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, en Él” (Ef 1, 7-10).
1982 09 15 0003
3. Así el eterno misterio ha pasado del estado de “ocultamiento en Dios”, a la fase de revelación y realización. Cristo, en quien la humanidad ha sido “desde los siglos” elegida y bendecida “con toda bendición espiritual” del Padre –Cristo, destinado, según el “designio” eterno de Dios, para que en Él, como en la Cabeza, “fueran recapituladas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra”, en la perspectiva escatológica– revela el misterio eterno y lo realiza entre los hombres. Por esto, el autor de la Carta a los Efesios, en la continuación de la misma Carta, exhorta a aquellos a quienes ha llegado esta revelación, y a todos los que la han acogido en la fe, a modelar su vida en el espíritu de la verdad conocida. De modo particular exhorta a lo mismo a los esposos cristianos, maridos y mujeres.
1982 09 15 0004
4. En la mayor parte del contexto la Carta se convierte en instrucción, o sea, parénesis. El autor parece hablar, sobre todo, de los aspectos morales de la vocación de los cristianos, haciendo, sin embargo, referencia continua al misterio que ya actúa en ellos gracias a la redención de Cristo, y obra con eficacia sobre todo en virtud del bautismo. Efectivamente, escribe: “En Él también vosotros, que escucháis la palabra de la verdad, el Evangelio de nuestra salud, en el que habéis creído, fuisteis sellados con el sello del Espíritu Santo prometido” (Ef 1, 13). Así, pues, los aspectos morales de la vocación cristiana permanecen vinculados no sólo con la revelación del eterno misterio divino en Cristo y con su aceptación en la fe, sino también con el orden sacerdotal, que, aun cuando no aparezca en primer plano en toda la Carta, sin embargo, parece estar presente en ella de manera discreta. Por lo demás, no puede ser de otro modo, ya que el Apóstol escribe a los cristianos que, mediante el bautismo, se harían miembros de la comunidad eclesial. Desde este punto de vista, el pasaje de la Carta a los Efesios cap. 5, 22-33, analizado hasta ahora, parece tener una importancia particular. Efectivamente, arroja una luz especial sobre la relación esencial del misterio con el sacramento y especialmente sobre la sacramentalidad del matrimonio.
1982 09 15 0005
5. En el centro del misterio está Cristo. En Él –precisamente en Él–, la humanidad ha sido eternamente bendecida “con toda bendición espiritual”. En Él –en Cristo–, la humanidad ha sido elegida “antes de la creación del mundo”, elegida “en la caridad” y predestinada a la adopción de hijos. Cuando después, con la “plenitud de los tiempos”, este misterio eterno se realiza en el tiempo, se realiza también en Él y por Él; en Cristo y por Cristo. Por medio de Cristo se revela el misterio del amor divino. Por Él y en Él queda realizado: en Él “tenemos la redención por la virtud de su sangre, la remisión de los pecados...” (Ef 1, 7). De este modo los hombres que aceptan mediante la fe el don que se les ofrece en Cristo, se hacen realmente partícipes del misterio eterno, aunque actúe en ellos bajo los velos de la fe. Esta donación sobrenatural de los frutos de la redención hecha por Cristo adquiere, según la Carta a los Efesios 5, 22-33, el carácter de una entrega nupcial de Cristo mismo a la Iglesia, a semejanza de la relación nupcial entre el marido y la mujer. Por lo tanto, no sólo los frutos de la redención son don, sino sobre todo lo es Cristo: Él se entrega a Sí mismo a la Iglesia, como a su Esposa.
1982 09 15 0006
6. Debemos preguntamos si en este punto tal analogía nos permite penetrar más profundamente y con mayor precisión en el contenido esencial del misterio. Debemos hacernos esta pregunta, tanto más cuanto que ese pasaje “clásico” de la Carta a los Efesios (5, 22-33) no aparece en abstracto y aislado, sino que forma una continuidad, en cierto sentido, una continuación de los enunciados del Antiguo Testamento, que presentaban el amor de Dios-Yahvé al pueblo-Israel, elegido por Él, según la misma analogía. Se trata en primer lugar de los textos de los Profetas que en sus discursos han introducido la semejanza del amor nupcial para caracterizar de modo particular el amor que Yahvé nutre por Israel, el amor que, por parte del pueblo elegido, no encuentra comprensión y correspondencia; más aún, halla infidelidad y traición. La manifestación de infidelidad y traición fue ante todo la idolatría, culto a los dioses extranjeros.
1982 09 15 0007
7. A decir verdad, en la mayoría de los casos se trataba de poner en relieve de manera dramática precisamente esa traición y esa infidelidad, llamadas “adulterio” de Israel; sin embargo, en la base de todos estos enunciados de los Profetas está la convicción explícita de que el amor de Yahvé al pueblo elegido puede y debe ser comparado con el amor que une al esposo con la esposa, al amor que debe unir a los cónyuges. Convendría citar aquí numerosos pasajes de los textos de Isaías, Oseas, Ezequiel (algunos de ellos ya se han citado anteriormente, al analizar el concepto de “adulterio” teniendo como base las palabras que pronunció Cristo en el Sermón de la Montaña). No se puede olvidar que al patrimonio del Antiguo Testamento pertenece también el “Cantar de los Cantares”, donde la imagen del amor nupcial está delineada –es verdad– sin la analogía típica de los textos proféticos, que presentaban en ese amor la imagen del amor de Yahvé a Israel, pero también sin ese elemento negativo que en los otros textos constituye el motivo de “adulterio”, o sea, de infidelidad. Así, pues, la analogía del esposo y de la esposa, que ha permitido al autor de la Carta a los Efesios definir la relación de Cristo con la Iglesia, posee una rica tradición en los libros de la Antigua Alianza. Analizando esta analogía en el “clásico” texto de la Carta a los Efesios, no podemos menos de remitirnos a esa tradición.
1982 09 15 0008
8. Para iluminar esta tradición nos limitaremos de momento a citar un pasaje del texto de Isaías. Dice el Profeta: “Nada temas, que no serás confundida; no te avergüences, que no serás afrentada. Te olvidarás de la vergüenza de la juventud y perderás el recuerdo del oprobio de tu viudez. Porque tu marido es tu Hacedor, que se llama Yahvé Sebaot, y tu redentor es el Santo de Israel, que es el Dios del mundo todo. Sí, Yahvé te llamó como a mujer abandonada y desolada. La esposa de la juventud, ¿podrá ser repudiada?, dice tu Dios. Por una hora, por un momento te abandoné pero en mi gran amor vuelvo a llamarte. /.../. No se apartará más de ti mi misericordia, y mi alianza de paz será inquebrantable, dice Yahvé, que te ama” (Is 54, 4-7. 10).
[DP (1982), 249]
1982 09 15 0001
1. Abbiamo davanti a noi il testo della Lettera agli Efesini 5, 22-33, che già da qualche tempo stiamo analizzando a motivo della sua importanza per il problema del matrimonio e del sacramento. Nell’insieme del suo contenuto, a cominciare dal primo capitolo, la lettera tratta soprattutto del mistero “da secoli” “nascosto in Dio”, come dono eternamente destinato all’uomo. “Benedetto sia Dio, Padre del Signore nostro Gesù Cristo, che ci ha benedetti con ogni benedizione spirituale nei cieli, in Cristo. In lui ci ha scelti prima della creazione del mondo, per essere santi e immacolati al suo cospetto nella carità, predestinandoci a essere suoi figli adottivi per opera di Gesù Cristo, secondo il beneplacito della sua volontà. E questo a lode e gloria della sua grazia, che ci ha dato nel suo Figlio diletto” (1).
1. Eph. 1, 3-6.
1982 09 15 0002
2. Finora si parla del mistero nascosto “da secoli” in Dio (2).
Le frasi successive introducono il lettore nella fase di attuazione di quel mistero nella storia dell’uomo: il dono, destinato a lui “da secoli” in Cristo, diviene parte reale dell’uomo nello stesso Cristo: “...nel quale abbiamo la redenzione mediante il suo sangue, la remissione dei peccati secondo la ricchezza della sua grazia. Egli l’ha abbondantemente riversata su di noi con ogni sapienza e intelligenza, poichè egli ci ha fatto conoscere il mistero della sua volontà, secondo quanto, nella sua benevolenza, aveva in lui prestabilito per realizzarlo nella pienezza dei tempi: il disegno cioè di ricapitolare in Cristo tutte le cose, quelle del cielo come quelle della terra” (3).
2. Ibid. 3, 9.
3. Eph. 1, 7-10.
1982 09 15 0003
3. Così l’eterno mistero è passato dallo stato del “nascondimiento in Dio” alla fase di rivelazione ed attuazione. Cristo, nel quale l’umanità è stata “da secoli” scelta e benedetta “di ogni benedizione spirituale” del Padre –Cristo, destinato, secondo l’eterno “disegno” di Dio, affinchè in Lui, come nel Capo “fossero ricapitolate tutte le cose, quelle del cielo come quelle della terra” nella prospettiva escatologica –rivela l’eterno mistero e lo attua tra gli uomini. Perciò l’Autore della Lettera agli Efesini, nel seguito della Lettera stessa, esorta coloro ai quali è giunta questa rivelazione e quanti l’hanno accolta nella fede, modellare la loro vita nello spirito della verità conosciuta. Alla stessa cosa esorta in modo particolare i coniugi cristiani, mariti e mogli.
1982 09 15 0004
4. Per la massima pane del contesto, la Lettera diviene istruzione, ossia parenesi. L’Autore sembra parlare soprattutto degli aspetti morali della vocazione dei cristiani, tuttavia facendo continuo riferimento al mistero, che già opera in loro in virtù della redenzione di Cristo, e opera con efficacia soprattutto in virtù del battesimo. Scrive infatti: “In lui anche voi, dopo aver ascoltato la parola della verità, il vangelo della vostra salvezza e avere in esse creduto, avete ricevuto il suggello dello Spirito Santo che era stato promesso” (4). Così dunque gli aspetti morali della vocazione cristiana rimangono collegati non soltanto con la rivelazione dell’eterno mistero divino in Cristo e con l’accettazione di esso nella fede, ma anche con l’ordine sacramentale, che, pur non ponendosi al primo piano in tutta la lettera, sembra tuttavia esservi presente in modo discreto. Del resto, non può essere diversamente dato che l’Apostolo scrive ai cristiani i quali, mediante il battesimo, erano divenuti membri della comunità ecclesiale. Da questo punto di vista, il brano della Lettera agli Efesini 5, 22-33, finora analizzato, sembra avere una importanza particolare. Getta infatti una luce speciale sull’essenziale rapporto del mistero col sacramento e specialmente sulla sacramentalità del matrimonio.
4. Eph. 1, 13.
1982 09 15 0005
5. Al centro del mistero è Cristo. In Lui –proprio in Lui– l’umanità è stata eternamente benedetta “con ogni benedizione spirituale”. In Lui –in Cristo– l’umanità è stata scelta “prima della creazione del mondo”, scelta “nella carità” e predestinata all’adozione di figli. Quando in seguito, con la “pienezza dei tempi”, questo eterno mistero viene realizzato nel tempo, ciò si attua anche in Lui e per Lui; in Cristo e per Cristo. Per mezzo di Cristo viene rivelato il mistero dell’Amore divino. Per Lui e in Lui, esso viene reso compiuto: in Lui “abbiamo la redenzione mediante il suo sangue, la remissione dei peccati...” (5). In tal modo gli uomini che accettano mediante la fede il dono offerto loro in Cristo, divengono realmente partecipi dell’eterno mistero, sebbene esso operi in loro sotto i veli della fede. Questo soprannaturale conferimento dei frutti della redenzione compiuta da Cristo acquista, secondo la Lettera agli Efesini 5, 22-33, il carattere di un darsi sponsale di Cristo stesso alla Chiesa a somiglianza del rapporto sponsale tra il marito e la moglie. Quindi non solo i frutti della redenzione sono dono, ma soprattutto lo è il Cristo: Egli dà se stesso alla Chiesa, come a sua sposa.
5. Eph. 1, 7.
1982 09 15 0006
6. Dobbiamo porre la domanda, se in questo punto tale analogia non ci consenta di penetrare più profondamente e con maggior precisione nel contenuto essenziale del mistero. Dobbiamo porci tale domanda, tanto più che quel “classico” passo della Lettera agli Efesini (6) non appare in astratto e isolato, ma costituisce una continuità, in un certo senso un seguito degli enunciati dell’Antico Testamento, i quali presentavano l’amore di Dio-Jahvè verso il popolo-Israele da lui eletto secondo la stessa analogia. Si tratta in primo luogo dei testi dei Profeti che nei loro discorsi hanno introdotto la somiglianza dell’amore sponsale per caratterizzare in modo particolare l’amore che Jahvè nutre verso Israele, l’amore che da parte del popolo eletto non trova comprensione e contraccambio; anzi, incontra infedeltà e tradimento. L’espressione di infedeltà e tradimento fu anzitutto l’idolatria, culto reso agli dèi stranieri.
6. Cfr. Eph. 5, 22-33.
1982 09 15 0007
7. Per dire il vero, nella maggior parte dei casi si trattava di rilevare in modo drammatico proprio quel tradimento e quella infedeltà denominati “adulterio” di Israele; tuttavia, alla base di tutti questi enunciati dei Profeti sta l’esplicita convinzione che l’amore di Jahvè verso il popolo eletto può e deve essere paragonato all’amore che unisce lo sposo con la sposa, l’amore che deve unire i coniugi. Converebbe qui citare numerosi passi dei testi di Isaia, Osea, Ezechiele (alcuni di essi sono stati già riportati in precedenza quando è stato analizzato il concetto di “adulterio” sullo sfondo delle parole pronunciate da Cristo nel Discorso della Montagna). Non si può dimenticare che al patrimonio dell’Antico Testamento appartiene anche il “Cantico dei Cantici” in cui l’immagine dell’amore sponsale è stata delineata –è vero– senza l’analogia tipica dei testi profetici, che presentavano in quell’amore l’immagine dell’amore di Jahvè verso Israele, ma anche senza quell’elemento negativo che negli altri testi costituisce il motivo di “adulterio” ossia di infedeltà. Così dunque l’analogia dello sposo e della sposa, che ha consentito all’Autore della Lettera agli Efesini di definire il rapporto di Cristo con la Chiesa, possiede una ricca tradizione nei libri dell’Antica Alleanza. Analizzando questa analogia nel “classico” testo della Lettera agli Efesini, non possiamo non riportarci a quella tradizione.
1982 09 15 0008
8. Per illustrare tale tradizione ci limiteremo per il momento a citare un brano del testo di Isaia. Il profeta dice: “Non temere, perchè non dovrai più arrossire; non vergognarti, perchè non sarai più disonorata; anzi, dimenticherai la vergogna della tua giovinezza e non ricorderai più il disonore della tua vedovanza. Poichè tuo sposso è il tuo creatore, Signore degli eserciti è il suo nome; tuo redentore è il Santo di Israele, è chiamato Dio di tutta la terra. Come una donna abbandonata e con l’animo afflitto, il Signore ti ha richiamata. Viene forse ripudiata la donna sposata in gioventù? Dice il tuo Dio. Per un breve istante ti ho abbandonata, ma ti riprenderò con immenso amore. /.../ Non si allontanerebbe da te il mio affetto, né vacillerebbe la mia alleanza di pace; dice il Signore che ti usa misericordia” (7).
[Insegnamenti GP II, 5/3, 459-463]
7. Is. 54, 4-7. 10.