[1069] • JUAN PABLO II (1978-2005) • AMOR ESPONSAL Y ALIANZA EN LA TRADICIÓN DE LOS PROFETAS
Alocución La Lettera agli Efesini, en la Audiencia General, 22 septiembre 1982
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1. La Carta a los Efesios, mediante la comparación de la relación entre Cristo y la Iglesia con la relación nupcial de los esposos, hace referencia a la tradición de los Profetas del Antiguo Testamento. Para ilustrarlo, citamos el siguiente texto de Isaías: “Nada temas, que no serás confundida: no te avergüences, que no serás afrentada. Te olvidarás de la vergüenza de la juventud y perderás el recuerdo del oprobio de tu viudez. Porque tu marido es tu Hacedor, que se llama Yahvé Sebaot, y tu Redentor es el Santo de Israel, que es el Dios del mundo todo. Sí, Yahvé te llamó como a mujer abandonada y desolada. La esposa de la juventud, ¿podrá ser repudiada?, dice tu Dios. Por una hora, por un momento te abandoné, pero en mi gran amor vuelvo a llamarte. Desencadenando mi ira, oculté de ti mi rostro; un momento me alejé de ti; pero en mi eterna misericordia me apiadé de ti, dice Yahvé, tu redentor. Será como el tiempo de Noé, en que juré que nunca más el diluvio se echaría sobre la tierra. Así juro yo ahora no volver a enojarme contra ti, no volver a reñirte. Que se muevan los montes, que tiemblen los collados, no se apartará más de ti mi misericordia, y mi alianza de paz será inquebrantable, dice Yahvé, que te ama” (Is 54, 4-10).
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2. El texto de Isaías no contiene en este caso los reproches hechos a Israel como a esposa infiel, que resuenan con tanta fuerza en los otros textos, especialmente en Oseas o Ezequiel. Gracias a esto, resulta más transparente el contenido esencial de la analogía bíblica: el amor de Dios-Yahvé a Israel-pueblo elegido se expresa como el amor del hombre-esposo a la mujer elegida para ser su mujer a través del pacto conyugal. De este modo Isaías explica los acontecimientos que constituyen el curso de la historia de Israel, remontándose al misterio escondido casi en el corazón mismo de Dios. En cierto sentido, nos lleva en la misma dirección, en que nos llevará, después de muchos siglos, el autor de la Carta a los Efesios, que –basándose en la redención realizada ya en Cristo– descubrirá mucho más plenamente la profundidad del mismo misterio.
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3. El texto del Profeta tiene todo el colorido de la tradición y de la mentalidad de los hombres del Antiguo Testamento. El Profeta, hablando en nombre de Dios y como con sus palabras, se dirige a Israel como esposo a la esposa que ha elegido. Estas palabras desbordan de un auténtico ardor de amor y, a la vez, ponen de relieve todo el carácter específico, tanto de la situación como de la mentalidad propias de esa época. Subrayan que la opción por parte del hombre quita a la esposa el “deshonor” que, según la opinión de la sociedad, parecía vinculado al estado núbil, ya sea el originario (la virginidad), ya sea el secundario (la viudez), ya sea, en fin, el derivado del repudio de la mujer no amada (cf. Dt 24, 1) o eventualmente de la mujer infiel. Sin embargo, el texto citado no hace mención de la infidelidad; en cambio, revela el motivo de “amor misericordioso”, indicando con esto no sólo la índole social del matrimonio en la Antigua Alianza, sino también el carácter mismo del don, que es el amor de Dios a Israel-esposa: don que proviene totalmente de la iniciativa de Dios. En otras palabras: indicando la dimensión de la gracia, que desde el principio se contiene en ese amor. Ésta es quizá la más fuerte “declaración de Amor” por parte de Dios, unida con el solemne juramento de fidelidad para siempre.
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4. La analogía del amor que une a los esposos queda fuertemente puesta de relieve en este pasaje. Dice Isaías: “...tu marido es tu Hacedor, que se llama Yahvé Sebaot, y tu Redentor es el Santo de Israel, que es el Dios del mundo todo” (Is 54, 5). Así pues, en ese texto del mismo Dios, con toda la majestad de Creador y Señor de la creación, es llamado explícitamente “esposo” del pueblo elegido. Este “esposo” habla de su gran “afecto”, que no se alejará de Israel-esposa, sino que constituirá un fundamento estable de la “alianza de paz” con él. Así, el motivo del amor nupcial y del matrimonio se vincula con el motivo de la alianza. Además, el “Señor de los ejércitos” se llama a sí mismo no sólo “creador”, sino también “redentor”. El texto tiene un contenido teológico de riqueza extraordinaria.
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5. Confrontando el texto de Isaías con la Carta a los Efesios y constatando la continuidad respecto a la analogía del amor nupcial y del matrimonio, debemos poner de relieve, al mismo tiempo, cierta diversidad de óptica teológica. El autor de la Carta ya en el primer capítulo habla del misterio del amor y de la elección con que “Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo” abraza a los hombres en su Hijo, sobre todo como de un misterio “escondido en la mente de Dios”. Éste es el misterio del amor paterno, misterio de la elección a la santidad (“para que fuésemos santos e inmaculados ante Él”: Ef 1, 4) y de la adopción de hijos en Cristo (“y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo”: 1, 5). En este contexto, la deducción de la analogía sobre el matrimonio, que hemos encontrado en Isaías (“tu esposo es tu Creador, que se llama Yahvé Sebaot”: Is 54, 5) parece ser un detalle que forma parte de la perspectiva teológica. La primera dimensión del amor y de la elección, como misterio escondido desde los siglos en Dios, es una dimensión paterna y no “conyugal”. Según la Carta a los Efesios, la primera nota característica de ese misterio está unida con la paternidad misma de Dios, puesta especialmente de relieve por los Profetas (cf. Os 11, 1-4; Is 63, 8-9; 64, 8; Mal 1, (6)).
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6. La analogía del amor nupcial y del matrimonio aparece solamente cuando el “Creador” y el “Santo de Israel”, del texto de Isaías, se manifiesta como “Redentor”. Isaías dice: “tu marido es tu Hacedor, que se llama Yahvé Sebaot, y tu Redentor es el Santo de Israel” (Is 54, 5). Ya en este texto es posible, en cierto sentido, leer el paralelismo entre el “esposo” y el “Redentor”. Pasando a la Carta a los Efesios, debemos observar que este pensamiento está allí precisamente desarrollado en plenitud. La figura del Redentor se delinea ya en el capítulo primero como propia de Aquel que es el “Hijo amado” del Padre (Ef 1, 6), amado desde la eternidad: de Aquel, en el cual todos hemos sido amados por el Padre “desde los siglos”. Es el Hijo de la misma naturaleza que el Padre, “en quien tenemos la redención por su sangre, la remisión de los pecados, según las riquezas de su gracia” (Ef 1, 7). El mismo Hijo, como Cristo (o sea, como Mesías), “amó a la Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 25).
Esta espléndida formulación de la Carta a los Efesios resume en sí y, a la vez, pone de relieve los elementos del Cántico sobre el Siervo de Yahvé del Cántico de Sión (cf. por ejemplo, Is 52, 1; 53, 8-12; 54, 8).
Y de esta manera la donación de sí mismo por la Iglesia equivale al cumplimiento de la obra de la redención. De este modo el “creador Señor de los ejércitos” del texto de Isaías se convierte en el “Santo de Israel”, del “nuevo Israel”, como Redentor. En la Carta a los Efesios la perspectiva teológica del texto profético se conserva y, al mismo tiempo, se profundiza y se transforma. Entran en ella nuevos momentos revelados: el momento trinitario, cristológico y finalmente escatológico.
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7. Así pues, San Pablo, al escribir la Carta al Pueblo de Dios de la Nueva Alianza y precisamente a la Iglesia de Éfeso, no repetirá más: “Tu marido es tu Hacedor”, sino que mostrará de qué modo el “Redentor”, que es el Hijo primogénito y desde los siglos “amado del Padre”, revela simultáneamente su amor salvífico, que consiste en la entrega de sí mismo por la Iglesia, como amor nupcial con el que desposa a la Iglesia y la hace su propio Cuerpo. Así, la analogía de los textos proféticos del Antiguo Testamento (sobre todo, en el caso del Libro de Isaías), se conserva en la Carta a los Efesios y, a la vez, queda evidentemente transformada. A la analogía corresponde el misterio que, a través de ella, se expresa y, en cierto sentido, se explica. En el texto de Isaías este misterio apenas está delineado, como “semioculto”; en cambio, en la Carta a los Efesios está plenamente desvelado (se entiende que sin dejar de ser misterio) en la Carta a los Efesios es explícitamente distinta la dimensión eterna del misterio en cuanto escondido en Dios (“Padre de nuestro Señor Jesucristo”) y la dimensión de su realización histórica, según su dimensión cristológica y, a la vez, eclesiológica. La analogía del matrimonio se refiere sobre todo a la segunda dimensión. También en los Profetas (en Isaías) la analogía del matrimonio se refería directamente a una dimensión histórica: estaba vinculada con la historia del Pueblo elegido de la Antigua Alianza, con la historia de Israel; en cambio, la dimensión cristológica y eclesiológica, en la realización veterotestamentaria del misterio, se hallaba sólo como en embrión: sólo fue preanunciada.
No obstante, es claro que el texto de Isaías nos ayuda a comprender mejor la Carta a los Efesios y la gran analogía del amor nupcial de Cristo y de la Iglesia.
[DP (1982), 299]
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1. La Lettera agli Efesini, attraverso il paragone del rapporto tra Cristo e la Chiesa con il rapporto sponsale dei coniugi, fa riferimento alla tradizione dei Profeti dell’Antico Testamento. Per illustrarlo, citiamo il seguente testo di Isaia: “Non temere, perchè non dovrai più arrossire; non vergognarti, perchè non sarai più disonorata; anzi, dimenticherai la vergogna della tua giovinezza e non ricorderai più il disonore della tua vedovanza. Poichè tuo sposo è il tuo creatore, Signore degli eserciti è il suo nome; tuo redentore è il Santo di Israele, è chiamato Dio di tutta la terra. Come una donna abbandonata e con l’animo afflitto, il Signore ti ha richiamata. Viene forse ripudiata la donna sposata in gioventù? Dice il tuo Dio. Per un breve istante ti ho abbandonata, ma ti riprenderò con immenso amore. In un impeto di collera ti ho nascosto per un poco il mio volto; ma con affetto perenne ho avuto pietà di te, dice il tuo redentore, il Signore. Ora è per me come ai giorni di Noè, quando giurai che non avrei più riversato le acque di Noè sulla terra; così ora giuro di non più adirarmi con te e di non farti più minacce. Anche se i monti si spostassero e i colli vacillassero, non si allontanerebbe da te il mio affetto, né vacillerebbe la mia alleanza di pace; dice il Signore che ti usa misericordia” (1).
1. Is. 54, 4-10.
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2. Il testo di Isaia non contiene in questo caso i rimproveri fatti ad Israele come a sposa infedele, che echeggiano con tanta forza negli altri testi, in particolare di Osea o di Ezechiele. Grazie a ciò, diventa più trasparente il contenuto essenziale dell’analogia biblica: l’amore di Dio-Jahvè verso Israele-popolo eletto è espresso come l’amore dell’uomo-sposo verso la donna eletta per essergli moglie attraverso il patto coniugale. In tal modo Isaia spiega gli avvenimenti che compongono il corso della storia di Israele, risalendo al mistero nascosto quasi nel cuore stesso di Dio. In certo senso, egli ci conduce nella medesima direzione, in cui ci condurrà, dopo molti secoli, l’autore della Lettera agli Efesini, il quale –basandosi sulla redenzione già compiuta in Cristo– svelerà molto più pienamente la profondità dello stesso mistero.
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3. Il testo del Profeta ha tutto il colorito della tradizione e della mentalità degli uomini dell’Antico Testamento. Il Profeta, parlando a nome di Dio e quasi con le sue parole, si rivolge ad Israele come sposo alla sposa da lui eletta. Queste parole traboccano di un autentico ardore d’amore e nello stesso tempo pongono in rilievo tutta la specificità sia della situazione sia della mentalità proprie di quell’epoca. Esse sottolineano che la scelta da parte dell’uomo toglie alla donna il “disonore”, che, secondo l’opinione della società, sembrava connesso allo stato nubile sia originario (la verginità), sia secondario (la vedovanza), sia infine quello derivato dal ripudio della moglie non amata (2) o eventualmente della moglie infedele. Tuttavia, il testo citato non fa menzione dell’infedeltà; rileva invece il motivo di “amore misericordioso” (3), indicando con ciò non soltanto l’indole sociale del matrimonio nell’Antica Alleanza, ma anche il carattere stesso del dono, che è l’amore di Dio verso Israele-sposa: dono, che proviene interamente dall’iniziativa di Dio. In altre parole: indicando la dimensione della grazia, che dal principio è contenuta in quell’amore. Questa è forse la più forte “dichiarazione di amore” da parte di Dio, collegata con il solenne giuramento di fedeltà per sempre.
2. Cfr. Deut. 24, 1.
3. Nel testo ebraico abbiamo le parole hesed-rahamim, che appaiono insieme più di una volta.
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4. L’analogia dell’amore che unisce i coniugi è in questo brano fortemente rilevata. Isaia dice: “...Tuo sposo è il tuo creatore, Signore degli eserciti è il suo nome; tuo redentore è il Santo di Israele, è chiamato Dio di tutta la terra” (4). Così, dunque, in quel testo lo stesso Dio, in tutta la sua maestà di Creatore e Signore della creazione, viene esplicitamente chiamato “sposo” del popolo eletto. Questo “esposo” parla del suo grande “affetto”, che non si “allontanerà” da Israele-sposa, ma costituirà un fondamento stabile dell’“alleanza di pace” con lui. Così il motivo dell’amore sponsale e del matrimonio viene collegato con il motivo dell’alleanza. Inoltre il “Signore degli eserciti” chiama se stesso non soltanto “creatore”, ma anche “redentore”. Il testo ha un contenuto teologico di ricchezza straordinaria.
4. Is. 54, 5.
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5. Confrontando il testo di Isaia con la Lettera agli Efesini e costatando la continuità riguardo all’analogia dell’amore sponsale e del matrimonio, dobbiamo rilevare al tempo stesso una certa diversità di ottica teologica. L’autore della Lettera già nel primo capitolo parla del mistero dell’amore e dell’elezione, con cui “Dio Padre del Signore nostro Gesù Cristo” abbraccia gli uomini nel suo Figlio, soprattutto come di un mistero “nascosto nella mente di Dio”. Questo è il mistero dell’amore paterno, mistero dell’elezione alla santità (“per essere santi e immacolati al suo cospetto” (5)) e dell’adozione a figli in Cristo (“predestinandoci a essere suoi figli adottivi per opera di Gesù Cristo” (6)). In tale contesto, la deduzione dell’analogia circa il matrimonio, che abbiamo trovato in Isaia (“tuo sposo è il tuo creatore, Signore degli eserciti è il suo nome” (7)), sembra essere uno scorcio facente parte della prospettiva teologica. La prima dimensione dell’amore e dell’elezione, come mistero da secoli nascosto in Dio, è una dimensione paterna e non “coniugale”. Secondo la Lettera agli Efesini, la prima nota caratteristica di quel mistero resta connessa con la paternità stessa di Dio, messa particolarmente in rilievo dai profeti (8).
5. Eph. 1, 4.
6. Ibid. 1, 5.
7. Is. 54, 5.
8. Cfr. Os. 11, 1-4; Is. 63, 8-9; 64, 8; Mal. 1, 6.
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6. L’analogia dell’amore sponsale e del matrimonio appare soltanto quando il “Creatore” e il “Santo di Israele” del testo di Isaia si manifesta come “Redentore”. Isaia dice: “Tuo sposo è il tuo creatore, Signore degli eserciti è il suo nome; tuo redentore è il Santo di Israele” (9). Già in questo testo è possibile, in certo senso, leggere il parallelismo tra lo “sposo” e il “Redentore”. Passando alla Lettera agli Efesini, dobbiamo osservare che questo pensiero vi è appunto pienamente sviluppato. La figura del Redentore (10) si delinea già nel I capitolo come propria di colui che è il primo “Figlio diletto” del Padre (11) diletto dall’eternità: di colui, nel quale noi tutti siamo stati “da secoli” amati dal Padre. È il Figlio della stessa sostanza del Padre, “nel quale abbiamo la remissione mediante il suo sangue, la remissione dei peccati secondo la ricchezza della sua grazia” (12). Lo stesso Figlio, come Cristo (ossia come Messia), “ha amato la Chiesa e ha dato se stesso per lei” (13).
Questa splendida formulazione della Lettera agli Efesini riassume in sè e insieme mette in rilievo gli elementi del canto sul servo di Jahvè e del Canto di Sion (14).
E così la donazione di se stesso per la Chiesa equivale al compimento dell’opera della redenzione. In tal modo, il “creatore Signore degli eserciti” del testo di Isaia diviene il “Santo di Israele”, del “nuovo Israe le”, quale Redentore. Nella Lettera agli Efesini la prospettiva teologica del testo profetico è conservata ed insieme approfondita e trasformata. Vi entrano nuovi momenti rivelati: il momento trinitario, cristologico (15) e infine escatologico.
9. Is. 54, 5.
10. Sebbene nei più antichi libri biblici il “redentore” (ebr. g˜o’˜el) significasse la persona obbligata per legami di sangue a vendicare il parente ucciso (cfr., ex. gr., Num. 35, 19), a portare aiuto al parente sfortunato (cfr., ex. gr., Ru. 4, 6) e specialmente a riscattarlo dalla schiavitù (cfr., ex. gr., Lev. 25, 48), con l’andar del tempo questa analogia venne applicata a Jahvè, “il quale ha riscattato Israele dalla condizione servile, dalla mano del faraone, re di Egitto” (Deut. 7, 8).
Particolarmente nel Deutero-Isaia l’accento si sposta dall’azione di riscatto alla persona del Redentore, che personalmente salva Israele, quasi soltanto mediante la sua stessa presenza, “senza denaro e senza regali” (Is. 45, 13).
Perciò il passaggio dal “Redentore” della profezia di Isaia 54 alla Lettera agli Efesini ha la stessa motivazione dell’applicazione, nella suddetta lettera, dei testi del Canto sul Servo di Jahvè (cfr. Is. 53, 10-12; Eph. 5, 23. 25-26).
11. Eph. 1, 6.
12. Ibid. 1, 7.
13. Eph. 5, 25.
14. Cfr., ex. gr., Is. 52, 1; 53, 8-12; 54, 8.
15. Al posto della relazione “Dio-Israele”, Paolo introduce il rapporto “Cristo-Chiesa”, applicando a Cristo tutto ciò che nell’Antico Testamento si riferisce a Jahvè (Adonai-K´yrios). Cristo è Dio, ma Paolo gli applica anche tutto ciò che si riferisce al Servo di Jahvè nei quattro Canti (Is. 42; 49; 50; 52-53), interpretati nel periodo intertestamentario in senso messianico.
Il motivo del “Capo” e del “Corpo” non è di derivazione biblica, ma probabilmente ellenistica (stoica?). Nella Lettera agli Efesini questo tema è stato utilizzato nel contesto del matrimonio (mentre, nella prima Lettera ai Corinzi il tema del “Corpo” serve a dimostrare l’ordine che regna nella società).
Dal punto di vista biblico l’introduzione di questo motivo è una novità assoluta.
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7. Così dunque San Paolo, scrivendo la lettera al popolo di Dio della Nuova Alleanza e precisamente alla Chiesa di Efeso, non ripeterà più: “Tuo sposo è il tuo creatore”, ma mostrerà in che modo il “Redentore”, che è il Figlio primogenito e da secoli “diletto del Padre”, rivela contemporaneamente il suo amore salvifico, che consiste nella donazione di se stesso per la Chiesa, come amore sponsale con cui egli sposa la Chiesa e la fa proprio Corpo. Così l’analogia dei testi profetici dell’Antico Testamento (nel caso, soprattutto del Libro di Isaia) rimane nella Lettera agli Efesini conservata e nello stesso tempo evidentemente trasformata. All’analogia corrisponde il mistero, che attraverso essa viene espresso e in certo senso spiegato. Nel testo di Isaia questo mistero è appena delineato, quasi “socchiuso”; nella Lettera agli Efesini, invece, è pienamente svelato (s’intende, senza cessare di esser mistero). Nella Lettera agli Efesini è esplicitamente distinta la dimensione eterna del mistero in quanto nascosto in Dio (“Padre del Signore nostro Gesù Cristo”) e la dimensione della sua realizzazione storica, secondo la sua dimensione cristologica e insieme ecclesiologica. L’analogia del matrimonio si riferisce soprattutto alla seconda dimensione. Anche nei Profeti (in Isaia) l’analogia del matrimonio si riferiva direttamente ad una dimensione storica: era collegata con la storia del popolo eletto dell’Antica Alleanza, con la storia di Israele; invece, la dimensione cristologica ed ecclesiologica, nell’attuazione veterotestamentaria del mistero, si trovava solo come in embrione: fu soltanto preannunziata.
Nondimeno è chiaro che il testo di Isaia ci aiuta a comprendere meglio la Lettera agli Efesini e la grande analogia dell’amore sponsale di Cristo e della Chiesa.
[Insegnamenti GP II, 5/3, 517-522]