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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1094] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, ESCUELA DE HUMANISMO

Del Saludo en el rezo del Ángelus, 26 diciembre 1982

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1. “Bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su Madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2, 51). El misterio de la Navidad del Señor encierra en sí el Evangelio de la familia. Y hoy lo revela y lo proclama de modo particular.

El domingo de la octava de navidad está dedicado a la veneración de la Santa Familia de Jesús, María y José: la Sagrada Familia de Nazaret.

A través de este misterio divino, contemplamos hoy a cada una de las familias humanas considerándola la más pequeña Iglesia doméstica, donde deben recibir la necesaria veneración los valores humanos más profundos: los valores de la vida y del amor, mediante los cuales nace y se desarrolla la humanidad de cada hombre.

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2. La palabras tomadas del Evangelio de San Lucas hablan de las leyes fundamentales de este desarrollo. Ved a Jesús que retorna a Nazaret y está sometido a ellos, a María y José. Esta “sumisión” significa obediencia filial, pero también simultáneamente apertura obediente a la humanidad, que necesita aprender siempre, sobre todo en la familia. Los padres deben comportarse de tal manera que los hijos encuentren en ellos un modelo vivo de humanidad madura, y puedan, basándose en este modelo, construir gradualmente la propia madurez humana y cristiana. En efecto, así se expresan las últimas palabras del Evangelio de hoy: “Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2, 52).

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3. A esta primera ley del desarrollo del hombre en la familia corresponde otra. El Evangelista dice que “su Madre conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2, 51).

Para que en la familia se pueda realizar el desarrollo de la personalidad, es necesaria una gran sensibilidad hacia los demás. Ante todo, la de la madre y el padre para con el hijo, pero también la debida sensibilidad en cada una de las relaciones recíprocas. Esta sana sensibilidad crea un clima de amor, en el que se desarrolla el hombre. Como una planta requiere luz y calor para su desarrollo, así también el hombre tiene necesidad del amor.

[DP (1982), 388]