[1121] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA CONFIANZA RECÍPROCA, BIEN FUNDAMENTAL DE LAS RELACIONES EN LA FAMILIA
De la Homilía en la Misa en honor de Santa Eduvigis, en el hipódromo de Wroclaw (Polonia), 21 junio 1983
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6. “En ella confía el corazón del esposo” (Prov. 31, 11): así habla el Libro de los Proverbios de la “mujer perfecta”. Tenemos que traer a los ojos del alma la imagen de esta casa de los Piast, de la familia en la que Eduvigis fue esposa y madre. La comunidad matrimonial y familiar se edifica en la confianza recíproca. Éste es el bien fundamental de las mutuas relaciones en la familia: la relación recíproca de los esposos y la relación de los padres y los hijos. El fundamento más profundo de estas relaciones es en definitiva la confianza que Dios mismo nutre para con los esposos, creándolos y llamándolos a la vida en la comunidad conyugal y familiar.
Precisamente sobre esta confianza en los padres Dios ha basado la relación entre los hijos y los padres. “En ellos confía el corazón de Dios”. En su confianza, particularmente en la madre, Dios ha basado la relación hijo-madre. “¡En ella confía el corazón de Dios!”. Dios Padre ha querido así asegurar la vida del niño, su tesoro, que esa vida, desde el momento de su concepción, sea confiada a la solicitud del ser más cercano al niño: a su propia madre, “En ella confía el corazón de Dios”. Una familia es ella misma si se construye sobre tales relaciones, sobre la confianza recíproca, sobre la consagración mutua. Sólo sobre tal fundamento se puede construir también el proceso de educación, que constituye el objetivo esencial de la familia y su tarea principal. En el cumplimiento de tal tarea los padres no pueden ser sustituidos por nadie, y nadie puede tampoco quitar a los padres esta tarea suya primordial. Al mismo tiempo, no es nunca inútil recordar que el cumplimiento de esta tarea plantea a los padres importantes exigencias. Los mismos padres deben ser educados para poder educar, y deben también constantemente educarse a sí mismos para poder educar a los demás. Sólo con estas condiciones, con esa actitud interior, el proceso de educación puede ser fructífero. Si tanto puede depender hoy –en la Baja Silesia y en toda Polonia– de un fructífero y eficaz proceso educativo en la familia, es porque todo esto tiene una importancia fundamental para el futuro de toda la nación, y –casi diría– para el bien del Estado polaco.
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7. “En ella confía el corazón del marido...”, leemos en la liturgia de la fiesta de Santa Eduvigis ¿Por qué confía el corazón del marido en la mujer? ¿Por qué confía el corazón de la mujer en el marido? ¿Por qué confían los corazones de los hijos en los padres? Ésta es ciertamente una expresión del amor, sobre el que se edifica todo en la moral y en la cultura desde los fundamentales lazos interhumanos. Sin embargo, este amor depende aún de la verdad. Los esposos tienen una confianza recíproca, porque creen el uno en el otro. Porque se encuentran en la verdad. Los hijos se fían de los padres porque esperan de ellos la verdad, y se fían en tanto en cuanto reciben de ellos la verdad. La verdad, pues, es el fundamento de la confianza. Y la verdad es también la fuerza del amor. A su vez el amor es la fuerza de la verdad. En la fuerza del amor el hombre está dispuesto a aceptar hasta la más difícil, la más exigente verdad. Enrique estuvo dispuesto a aceptar la verdad de que había que dar la vida, y su madre, Santa Eduvigis, supo aceptar la verdad de la muerte del hijo.
[DP (1983), 190]
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