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[1141] • JUAN PABLO II (1978-2005) • RENOVACIÓN DEL HOMBRE, LA FAMILIA Y LA SOCIEDAD

Del Discurso Ringrazio cordialmente, al Sacro Colegio y a la Curia Romana, 22 diciembre 1983

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6. En efecto, nos hallamos hoy en una situación de dramática división a todos los niveles, que induce a reflexionar a las personas que piensan sobre el porvenir de la humanidad.

El hombre está desgarrado interiormente por las tensiones contrarias que siente dentro, como afirma la Constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II en términos sumamente clarividentes, cuando trata de la situación del hombre en el mundo contemporáneo (nn. 4-10). Según indica el hombre, “enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo (cfr. Rom 7, 14 ss.). Por ello siente en sí mismo la división que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad” (ib. 10).

Este desgarro se refleja dolorosamente en el ambiente en que el hombre vive. En primer lugar en la familia, de modo más inmediato y de forma más sensible revela el hondo malestar del hombre. Junto a grandes e innegables aspectos positivos que indiqué en la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”, escribí también: “No faltan, sin embargo, signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí, las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos, las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores, el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional” (n. 6: AAS 74, 1982, pág. 87; L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 20 de diciembre, 1981, pág. 6).

Son factores negativos que inciden en la célula vital más importante, en la que se desarrolla el hombre, y demuestran que la crisis de la persona, necesitada de redención, se extiende en primer término a la familia, la cual también necesita que se restablezca el orden querido por Dios, si es que desea recobrar su dignidad de vida y su función de plasmadora de conciencias.

1983 12 22 0010

10. [...] Es la renovación de la familia, que en Belén y en Nazaret encuentra el modelo perfecto de su vida y la inspiración y fuerza para los heroísmos diarios a que está llamada. La reciente “Carta de la Familia”, publicada hace poco por esta Santa Sede, ha vuelto a afirmar que “la familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y la transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad” (Carta de los Derechos de la Familia, 22 de octubre de 1983, Preámbulo E: L’Osservatore Romano. Edición en Lengua Española, 27 de noviembre de 1983, pág. 9). Y este amor y esta solidaridad reciben de la Navidad el aliciente fuerte y suave, el ambiente ideal y la justificación suprema.

[DP (1983), 353]