[1146] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PROMOCIÓN DE LA FAMILIA
Del Discurso Al recibiros, a los Obispos de El Salvador, en la visita ad limina, 24 febrero 1984
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2. Y ahora permitidme que llame vuestra atención sobre algunos temas cruciales, que tocan muy de cerca vuestra realidad social y las necesidades de vuestras comunidades eclesiales.
Quiero referirme ante todo al tema de la familia, que he puesto en el centro de mis preocupaciones pastorales con la celebración del Sínodo de los Obispos de 1980 y con la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio”, así como con otras intervenciones e iniciativas.
La promoción de la familia, la salvaguardia de sus valores, la armonía entre los cónyuges y la serena presencia de los hijos, constituyen la base de una convivencia enriquecedora, que a su vez repercute en una conducta social ordenada e influye positivamente en toda la vida de la comunidad (3). Por el contrario, la inestabilidad familiar, con toda la secuela de consecuencias morales y sociales, favorece la disgregación, las tensiones genera cionales, la insatisfacción y la rebeldía, que engendran a su vez comportamientos violentos e injustos.
En la gran tarea de reconciliación y pacificación de la nación no se puede olvidar esa célula fundamental de la sociedad que es la familia (4). Con la predicación de la doctrina católica sobre el matrimonio; con la pastoral familiar, que busca la buena preparación de los jóvenes al matrimonio, que favorece la educación de los hijos y crea puentes entre las familias para una ayuda mutua espiritual y material, la Iglesia construye y promociona también la sociedad; especialmente en los países donde las leyes civiles no salvaguardan y reconocen elementos esenciales del orden natural, que corresponde al proyecto del Creador acerca de la familia y del matrimonio.
3. Cfr. Gaudium et spes, 4, 7.
4. Cfr. ibid. [1965 12 07c/52, 61].
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3. Las comunidades eclesiales, los movimientos apostólicos, especialmente los de carácter familiar, pueden ofrecer una amplia colaboración en la actividad de la Iglesia (5), de manera que sean los mismos laicos los que se conviertan en evangelizadores y promotores de un servicio a la familia en vastos campos de la pastoral del matrimonio: la preparación humana, ética y espiritual al sacramento del matrimonio; la ayuda personal a las parejas que están en dificultad, para que puedan superar las normales crisis de crecimiento; la preocupación por acercar a la vida de la Iglesia a aquellos que viven de manera irregular y que hay que conducir al matrimonio canónico; la ayuda en la educación de los hijos; la adopción de niños que han quedado sin padres; la promoción de una auténtica y gozosa espiritualidad familiar, que tanto influye para que la misma Iglesia adquiera la dimensión de lo que es a los ojos de Dios: la familia del Señor.
5. Cfr. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 40, 45, 75 [1981 11 22/40, 45, 75].
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4. Desde esta perspectiva, eminentemente positiva, se podrán aliviar indirectamente los graves problemas que hoy atraviesan muchas familias en El Salvador, a causa de los recientes acontecimientos; especialmente los de aquellas que han perdido alguno de sus miembros, que han quedado divididas, desplazadas, desmoralizadas, sin casa, sin trabajo ni recursos, a veces sin esperanza en un futuro mejor.
En el diálogo constructivo que los mismos matrimonios sean capaces de entablar, con la guía de la enseñanza de la Iglesia y el respaldo de la propia conducta positiva, se podrán abordar esos temas delicados e insoslayables de la educación a la castidad matrimonial, de la integración afectiva de los cónyuges, del encuentro espiritual de las personas, de la oración comunitaria en familia, que son la base de una conducta moral cristiana; y que hacen del matrimonio y de la familia un camino de santidad, accesible a todos los que viven con fidelidad su propia vocación en la Iglesia.
Del ejemplo positivo de las familias cristianas cabe esperar un auténtico movimiento de renovación humana y espiritual que pueda afectar a todo el pueblo de El Salvador; especialmente a los jóvenes y a los niños, crecidos en las difíciles circunstancias de los últimos años, y que son la esperanza de la Iglesia y de la patria salvadoreña para un futuro mejor.
[Insegnamenti GP II, 7/1, 487-488]