[1160] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL SIGNO SACRAMENTAL DEL MATRIMONIO
Alocución Nel brano, en la Audiencia General, 30 mayo 1984
1984 05 30 0001
1. Reanudamos nuestro análisis del “Cantar de los Cantares” con el fin de comprender de manera más adecuada y exhaustiva el signo sacramental del matrimonio, tal como lo manifiesta el lenguaje del cuerpo, que es un lenguaje singular de amor engendrado por el corazón.
El esposo, en cierto momento, al expresar una particular experiencia de valores, que irradia sobre todo lo que está en relación con la persona amada, dice:
“Me has enamorado, / hermana y novia mía, / me has enamorado / con una sola de tus miradas, / con una vuelta de tu collar. / ¡Qué bellos tus amores, / hermana y novia mía...” (Cant 4, 9-10).
De estas palabras emerge que es de importancia esencial para la teología del cuerpo –y en este caso para la teología del signo sacramental del matrimonio– saber qué es el “tú” femenino para el “yo” masculino y viceversa.
El esposo del Cantar de los Cantares exclama: “Toda eres hermosa, amada (amiga) mía” (Cant 4, 7), y la llama “hermana mía, novia (esposa)” (Cant 4, 9). No la llama con su nombre propio, sino que usa expresiones que dicen más.
Bajo cierto aspecto, respecto al apelativo de “amada”, el de “hermana” utilizado para la esposa parece ser más elocuente y arraigado en el conjunto del Cantar, que manifiesta cómo el amor revela al otro.
1984 05 30 0002
2. El término “amada” indica lo que siempre es esencial para el amor, que pone el segundo “yo” al lado del propio “yo”. La “amistad” –el amor de amistad (amor amicitiae)– significa en el “Cantar” un particular acercamiento sentido y experimentado como fuerza interiormente unificante. El hecho de que en este acercamiento el “yo” femenino se revele para el esposo como “hermana” –y que precisamente como hermana sea esposa– tiene una elocuencia particular. La expresión “hermana” habla de la unión en la humanidad y, a la vez, de la diversidad y originalidad femenina de la misma con relación no sólo al sexo, sino al mismo modo de “ser persona”, que quiere decir tanto “ser sujeto” como “estar en relación”. El término “hermana” parece expresar, del modo más sencillo, la subjetividad del “yo” femenino en la relación personal con el hombre, esto es, en su apertura hacia los otros, que son entendidos y percibidos como hermanos. La “hermana”, en cierto sentido, ayuda al hombre a definirse y concebirse de este modo, constituyendo para él una especie de desafío en esta dirección.
1984 05 30 0003
3. El esposo del Cantar acepta el desafío y busca el pasado común, como si él y su mujer descendiesen del círculo de la misma familia, como si desde la infancia estuvieran unidos por los recuerdos del hogar común. De este modo se sienten recíprocamente cercanos como hermano y hermana, que deben su existencia a la misma madre. De lo que se deduce un específico sentido de pertenencia común. El hecho de que se sientan hermano y hermana les permite vivir con seguridad la recíproca cercanía y manifestarla, encontrando apoyo en esto y sin temer el juicio inicuo de los otros hombres.
Las palabras del esposo mediante el apelativo “hermana”, tienden a reproducir, diría, la historia de la feminidad de la persona amada, la ven todavía en el tiempo de la infancia y abrazan todo su “yo”, alma y cuerpo, con una ternura desinteresada. De aquí nace esa paz de la que habla la esposa. Se trata de la “paz del cuerpo”, que en apariencia se asemeja al sueño (“no vayáis a molestar, no despertéis al amor hasta que él quiera”). Ésta es sobre todo la paz del encuentro en la humanidad como imagen de Dios, y el encuentro por medio de un don recíproco y desinteresado (“Yo seré para él mensajera de paz”, Cant 8, 10).
1984 05 30 0004
4. En relación con la trama precedente, que podría llamarse trama “fraterna”, surge en el amoroso dúo del Cantar de los Cantares otra trama, digamos: otro substrato del contenido. Podemos examinarla partiendo de ciertas locuciones que parecen tener un significado clave en el poema. Esta trama jamás surge explícitamente, sino a través de toda la composición y se manifiesta expresamente sólo en algunos pasajes. He aquí que habla el esposo:
“Eres jardín cerrado, hermana y novia mía; eres jardín cerrado, fuente sellada” (Cant 4, 12).
Las metáforas que acabamos de leer: “jardín cerrado, fuente sellada” revelan la presencia de otra visión del mismo “yo” feme nino, dueño del propio misterio. Se puede decir que ambas metáforas expresan la dignidad personal de la mujer que, en cuanto sujeto espiritual se posee y puede decidir no sólo de la profundidad metafísica, sino también de la verdad esencial y de la autenticidad del don de sí, que tiende a la unión de la que habla el Libro del Génesis.
El lenguaje de las metáforas –lenguaje poético– en este ámbito parece ser particularmente apropiado y preciso. La “hermana-esposa” es para el hombre dueña de su misterio como “jardín cerrado” y “fuente sellada”. El “lenguaje del cuerpo”, releído en la verdad, va junto con el descubrimiento de la inviolabilidad interior de la persona. Al mismo tiempo, precisamente este descubrimiento expresa la auténtica profundidad de la recíproca pertenencia de los esposos conscientes de pertenecerse mutuamente, de estar destinados el uno a la otra: “Mi amado es mío y yo soy suya” (Cant 2, 16; cfr. 6, 3).
1984 05 30 0005
5. Esta conciencia de la recíproca pertenencia resuena sobre todo en boca de la esposa. En cierto sentido, ella responde con tales palabras a las del esposo con las que él la ha reconocido dueña del propio misterio. Cuando la esposa dice: “Mi amado es mío”, quiere decir, al mismo tiempo: es aquel a quien me entrego yo misma, y por esto dice: “y yo soy suya” (Cant 2, 16). Los adjetivos: “mío” y “mía” afirman aquí toda la profundidad de esa entrega, que corresponde a la verdad interior de la persona.
Corresponde además al significado nupcial de la feminidad en relación con el “yo” masculino, esto es, al “lenguaje del cuerpo” releído en la verdad de la dignidad personal.
El esposo pronuncia esta verdad con las metáforas del “jardín cerrado” y de la “fuente sellada”. La esposa le responde con las palabras del don, es decir, de la entrega de sí misma. Como dueña de la propia opción dice: “Yo soy de mi amado”. El Cantar de los Cantares pone de relieve sutilmente la verdad interior de esta respuesta. La libertad del don es respuesta a la conciencia profunda del don expresada por las palabras del esposo. Mediante esta verdad y libertad se construye el amor, del que hay que afirmar que es amor auténtico.
[OR (ed. esp.), 3.VI. (19)84, 3]
1984 05 30 0001
1. Riprendiamo la nostra analisi del Cantico dei Cantici, al fine di comprendere in modo più adeguato ed esauriente il segno sacramentale del matrimonio, quale lo manifesta il linguaggio del corpo, che è un singolare linguaggio d’amore generato dal cuore.
Lo sposo ad un certo punto, esprimendo una particolare esperienza di valori, che irradia su tutto ciò che è in rapporto con la persona amata, dice: “Tu mi hai rapito il cuore, / sorella mia, sposa, / tu mi hai rapito il cuore / con un solo tuo sguardo, / con una perla sola della tua collana! / Quanto sono soavi le tue carezze, / sorella mia, sposa...” (1).
Da queste parole emerge che è di importanza essenziale per la teologia del corpo –e in questo caso per la teologia del segno sacramentale del matrimonio– sapere chi è il femminile “tu” per il maschile “io” e viceversa.
Lo sposo del Cantico dei Cantici esclama: “Tutta bella tu sei, amica” (2) e la chiama “sorella mia, sposa” (3). Non la chiama col nome proprio, ma usa espressioni che dicono di più.
Sotto un certo aspetto, rispetto all’appellativo di “amica”, quello di “sorella” usato per la sposa sembra essere più eloquente e radicato nell’insieme del Cantico, che manifesta come l’amore riveli l’altro.
1. Cant. 4, 9-10.
2. Cant. 4, 7.
3. Ibid. 4, 9.
1984 05 30 0002
2. Il termine “amica” indica ciò che è sempre essenziale per l’amore, che pone il secondo “io” accanto al proprio “io”. L’“amicizia” –l’amore di amicizia (amor amicitiae)– significa nel “Cantico” un particolare avvicinamento sentito e sperimentato come forza interiormente unificante. Il fatto che in questo avvicinamento quell’“io” femminile si riveli per lo sposo come “sorella” –e che proprio come sorella sia sposa– ha una particolare eloquenza. L’espressione “sorella” parla dell’unione nell’umanità ed insieme della diversità ed originalità femminile della medesima nei riguardi non solo del sesso, ma del modo stesso di “essere persona”, che vuol dire sia “essere soggetto” sia “essere in rapporto”. Il termine “sorella” sembra esprimere, in modo più semplice, la soggettività dell’“io” femminile nel rapporto personale con l’uomo, cioè nell’apertura di lui verso gli altri, che vengono intesi e percepiti come fratelli. La “sorella” in un certo senso aiuta l’uomo a definirsi e concepirsi in tal modo, costituendo per lui una sorta di sfida in questa direzione.
1984 05 30 0003
3. Lo sposo del Cantico accoglie la sfida e cerca il passato comune, come se lui e la sua donna discendessero dalla cerchia della stessa famiglia, come se fin dall’infanzia fossero uniti dai ricordi del comune focolare. Così si sentono reciprocamente vicini come fratello e sorella, che debbono la loro esistenza alla stessa madre. Ne consegue uno specifico senso di comune appartenenza. Il fatto che si sentano fratello e sorella permette loro di vivere in sicurezza la reciproca vicinanza e di manifestarla, trovando in ciò appoggio e non temendo il giudizio iniquo degli altri uomini.
Le parole dello sposo, mediante l’appellativo “sorella”, tendono a riprodurre, direi, la storia della femminilità della persona amata, la vedono ancora nel tempo della fanciullezza ed abbracciano il suo intero “io”, anima e corpo, con una tenerezza disinteressata. Da qui nasce quella pace di cui parla la sposa. Questa è la “pace del corpo”, che in apparenza somiglia al sonno (“non destate, non scuotete dal sonno l’amata, finchè non lo voglia”). Questa è soprattutto la pace dell’incontro nell’umanità quale immagine di Dio –e l’incontro per mezzo di un dono reciproco e disinteressato” (“Così sono ai tuoi occhi, come colei che ha trovato pace”)4.
4. Cant. 8, 10.
1984 05 30 0004
4. In relazione alla precedente trama, che potrebbe essere chiamata trama “fraterna”, emerge nell’amoroso duetto del Cantico dei Cantici un’altra trama, diciamo: un altro sostrato del contenuto. Possiamo esaminarla partendo da certe locuzioni che nel poemetto sembrano avere un significato chiave. Questa trama non emerge mai esplicitamente, ma attraverso tutto il componimento e si manifesta espressamente solo in alcuni passi. Ecco, parla lo sposo: “Giardino chiuso tu sei, / sorella mia, sposa, / giardino chiuso, fontana sigillata” (5).
Le metafore appena lette: “giardino chiuso, fonte sigillata” rivelano la presenza di un’altra visione dello stesso “io” femminile, padrone del proprio mistero. Si può dire che ambedue le metafore esprimono la dignità personale della donna che, in quanto soggetto spirituale si possiede e può decidere non solo della profondità metafisica, ma anche della verità essenziale e dell’autenticità del dono di sè, teso a quell’unione di cui parla il Libro della Genesi.
Il linguaggio delle metafore –linguaggio poetico– sembra essere in questo ambito particolarmente appropriato e preciso. La “sorella-sposa” è per l’uomo padrona del suo mistero come “giardino chiuso” e “fonte sigillata”. Il “linguaggio del corpo” riletto nella verità va di pari passo con la scoperta dell’interiore inviolabilità della persona. Al tempo stesso proprio questa scoperta esprime l’autentica profondità della reciproca appartenenza degli sposi coscienti di appartenersi vicendevolmente, di essere destinati l’uno all’altra: “Il mio diletto è per me e io per lui” (6).
5. Cant. 4, 12.
6. Cant. 2, 16; cfr. 6, 3.
1984 05 30 0005
5. Questa coscienza del reciproco appartenersi risuona soprattutto sulla bocca della sposa. In un certo senso ella risponde con tali parole a quelle dello sposo con cui egli l’ha riconosciuta padrona del proprio mistero. Quando la sposa dice: “Il mio diletto è per me”, vuol dire al tempo stesso: è colui al quale affido me stessa, e perciò dice: “e io per lui” (7). Gli aggettivi: “mio” e “mia” affermano qui tutta la profondità di quell’affidamento, che corrisponde alla verità interiore della persona.
Corrisponde inoltre al significato sponsale della femminilità in relazione all’“io” maschile, cioè al “linguaggio del corpo” riletto nella verità della dignità personale.
Questa verità è stata pronunciata dallo sposo con le metafore del “giardino chiuso” e della “fonte sigillata”. La sposa gli risponde con le parole del dono, cioè dell’affidamento di se stessa. Come padrona della propria scelta dice: “Io sono per il mio diletto”. Il Cantico dei Cantici rileva sottilmente la verità interiore di questa risposta. La libertà del dono è risposta alla profonda coscienza del dono espressa dalle parole dello sposo. Mediante tale verità e libertà si costruisce l’amore, di cui occorre affermare che è amore autentico.
[Insegnamenti GP II, 7/1, 1560-1563]
7. Ibid. 2, 16.