[1164] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL DIÁLOGO ENTRE LA CIENCIA, LA ÉTICA Y LA TEOLOGÍA EN RELACIÓN CON LA PROCREACIÓN RESPONSABLE
Del Discurso It gives me great, a los participantes en el Congreso Internacional de Filosofía y Teología sobre la Procrea ción responsable, organizado por el Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, y en el II Congreso Internacional sobre la Procreación responsable, organizado por el Centro de Estudios e Investigación sobre la Regulación Natural de la Fertilidad, de la Universidad del Sacro Cuore, 8 junio 1984
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2. Durante estos días de vuestro Congreso habéis planteado un diálogo entre la ciencia, la ética y la teología a propósito de un tema de decisiva importancia; la procreación responsable. Este diálogo responde a una urgente necesidad de nuestro tiempo, reconocida por los científicos mismos: la necesidad que el conocimiento científico y sus aplicaciones tienen de ser dirigidos por la ética. Esta “regulación por la ética” no supone de ninguna manera un menosprecio hacia la independencia epistemológica del conocimiento científico. Más bien, ayuda a la ciencia en el cumplimiento de su más profunda vocación en servicio de la persona humana. Todo conocimiento de la verdad –incluida la verdad científica– es un bien de la persona humana y un bien para la humanidad entera. Pero, como sabéis, la verdad adquirida por la ciencia puede ser usada, por la humana libertad, para propósitos que se oponen al bien del hombre; al bien que enseña la ética. Cuando en una civilización la ciencia se llega a separar de la ética, el hombre se ve continuamente expuesto a graves riesgos. El amor a la persona humana procede de una visión de la verdad del hombre, de su dignidad e incomparable precio. Esta verdad y dignidad son eternas, pues la persona está llamada a la visión beatífica de Dios mismo.
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3. Vosotros, científicos aquí presentes, habéis concentrado vuestra búsqueda en un punto concreto: el conocimiento de los períodos fértiles e infértiles en el ciclo humano, para descubrir métodos de diagnóstico que los determinen con seguridad.
Y todo lo que he dicho antes se aplica de un modo señalado a este punto. Puesto que ese conocimiento y los métodos anejos a él pueden usarse también para propósitos moralmente ilícitos. En este momento es donde debe situarse el encuentro con la ética y la teología. En razón de vuestra preparación y de vuestros conocimientos previos, estáis en situación de prestar una especial contribución en este campo.
La ética filosófica y teológica sitúa al conocimiento científico en camino de llegar a ser la senda para que la libertad de la persona humana logre una procreación responsable. Solamente por ese camino los matrimonios, que poseen los conocimientos necesarios, realizan una armonización de todas las dimensiones de su humanidad, y salvaguardan la verdad entera acerca del amor matrimonial. Vosotros cuidáis de que cada saber concreto –científico, filosófico o teológico– dentro de sus competencias propias, se dirijan al mismo objetivo: el valor moral de la procreación responsable; y que cada uno de esos aspectos se complemente con los otros dentro de una jerarquía bien precisa.
La experiencia que habéis realizado durante estos días debe continuar. La enseñanza de los métodos naturales es sumamente vital para el bienestar humano y cristiano de tantas parejas; lo que nunca puede ser algo meramente técnico. Debe regularse según la verdadera ciencia y según una visión completa de la persona humana.
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4. En vuestro Congreso habéis dedicado una amplia atención a la reflexión tanto antropológica como filosófica y teo lógica. En el fondo de los argumentos que habéis discutido y discutiréis, siempre se vuelve a esta sola cuestión: ¿quién es el hombre? El hombre en la unidad de su ser personal, en la verdad de su relación con Dios, en la bondad de su relación matrimonial. Cuando se oscurece la respuesta a esta pregunta, la ética del matrimonio se ve desprovista de sus bases. Por otra parte, la verdad completa sobre la creación y la Redención es una luz de incomparable brillo que sitúa la ética del matrimonio en su perspectiva adecuada.
Vuestro trabajo se sitúa, por tanto, en el servicio a la persona humana, dentro de una civilización que a menudo ha reemplazado el criterio de lo bueno por el criterio de lo útil. Empeñaos en continuar ese trabajo con una gran unidad entre vosotros, con ánimo, puesto que la verdad y el bien son más fuertes que el error y el pecado.
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5. Quiero llamar especialmente la atención hacia las implicaciones pastorales de vuestros estudios sobre la procreación responsable y sobre la promoción de los métodos naturales de planificación de la familia. El estudio teológico es básico, porque “la pedagogía concreta de la Iglesia debe estar siempre unida y nunca separada de su doctrina” (Familiaris consortio, 33). Además, ese estudio lleva a una clara comprensión de que la planificación de la familia no es un fin en sí misma, sino una de las muchas dimensiones de la pastoral de la Iglesia acerca de los matrimonios. La reflexión teológica es también un gran beneficio para las numerosas parejas casadas que dedican su tiempo y energía generosamente, a menudo al precio de un sacrificio personal, para enseñar los programas de los métodos naturales. Esas personas no se comprometen en una actividad privada, sino que sus esfuerzos, junto con el de los Pastores de las Iglesias, forman parte de la responsabilidad pastoral de la Iglesia, a fin de proporcionar convicciones y ofrecer ayuda práctica a los matrimonios de forma que puedan vivir su paternidad de un modo verdaderamente cristiano y responsable (cfr. Familiaris consortio, 35). La promoción y enseñanza de los métodos naturales es, pues, una verdadera pastoral que concierne o implica la colaboración de sacerdotes, religiosos, especialistas y matrimonios, trabajando todos ellos en colaboración con el Obispo de la Iglesia local de quien reciben apoyo y asistencia.
En vuestro trabajo con los matrimonios, os insto a que conservéis siempre una especial sensibilidad hacia sus necesidades, hacia la fidelidad a la Iglesia, y hacia los sacrificios que tan voluntariamente hacen cuando proclaman el mensaje del Señor en y a través de su amor conyugal y de su vida familiar. La Iglesia no asegura que la paternidad responsable sea fácil, pero la gracia del sacramento del matrimonio proporciona a los cónyuges cristianos una prontitud y una capacidad para vivir sus compromisos con fidelidad y alegría. Al mismo tiempo, el uso de los métodos naturales proporciona a los cónyuges una apertura a la vida que es verdaderamente un espléndido don de la bondad divina. También les ayuda a su profunda comunicación conyugal y les estrecha en su unión, con una proximidad que perdura a través de sus vidas.
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6. Debemos también estar convencidos de que es providencial el que existan varios métodos naturales de planificación fa miliar que permitan satisfacer las necesidades de las diferentes parejas. La Iglesia no da su aprobación exclusiva a uno u otro de los métodos naturales sino que urge para que todos ellos se hagan viables y se respeten. La razón definitiva para uno u otro método no es su efectividad biológica o su viabilidad, sino su acuerdo con la visión cristiana de la sexualidad como expresión del amor conyugal. La sexualidad refleja la intimidad del ser personal humano como tal: y se realiza de modo humano sólo si forma parte integralmente del amor por el cual el hombre y la mujer se comprometen mutuamente, de modo total, el uno al otro, hasta la muerte (cfr. Familiaris consortio, 11).
En estos esfuerzos pastorales, pues, es importante que los diversos grupos de planificación familiar natural trabajen unidos y desarrollen sus investigaciones y estudios de forma que quede de manifiesto la unidad de propósito y de compromiso. En este sentido la Iglesia mostrará mejor al mundo el valor de los métodos naturales, y reducirá la fuerza de la contracepción, esterilización y aborto que a menudo se encuentra en el mundo. En el centro de este trabajo sobre la planificación natural de la familia debe hallarse una visión cristiana de la persona humana y la convicción de que la pareja conyugal puede realmente alcanzar, a través de la gracia de Dios y según los métodos naturales, una más profunda y estrecha unión conyugal. Su mutua unión, respeto y autocontrol, que son alcanzables con la práctica de la planificación natural de la familia.
[DP (1984), 192]
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2. During these days of your Congress you have set up a dialogue between science, ethics and theology on a subject of decisive importance: responsible procreation. This dialogue answers an urgent need of our time, one that is recognized by scientists themselves: the need for scientific knowledge and its applications to be ruled from within by ethics. This “rule by ethics” does not of course in any way detract from the epistemological independence of scientific knowledge. Rather, it assists science in fulfilling its most profound vocation of service to the human person. All knowledge of truth –including scientific truth– is a good of the human person and for the whole of humanity. But, as you know, truth known through science can be used by human freedom for purposes that are opposed to man’s good –the good that ethics knows. When, in a civilization, science becomes separated from ethics, man becomes continually exposed to grave risks. Love for the human person comes from a vision of man’s truth, dignity and incomparable preciousness. This truth and dignity are eternal, for the person is called to the beatific vision of God himself.
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3. You scientists here present have concentrated your research upon a precise point: knowledge of the fertile and infertile periods in the woman’s cycle, in order to discover diagnostic methods of discerning them with certainty.
What I have just said finds a particularly important application here. For this knowledge and the methods connected with it can also be used for purposes which are morally illicit. It is on this point that the meeting with ethics and theology must take place. By reason of your training and background you are in a position to make a very special contribution in this field.
Philosophical and theological ethics takes up scientific knowledge in such a way that this latter becomes the path whereby the freedom of the human person achieves responsible procreation. Only in this way do married couples, possessing the necessary knowledge, accomplish a “harmonization” of all the dimensions of their humanity, and safeguard the whole truth of married love. You are aware that each individual –scientist, philosopher or theologian– according to his or her own competence, is directed towards the same objective: the moral value of responsible procreation, and each complements the others, in a precise hierarchy.
The experience which you are having during these present days must continue. The teaching of natural methods is extremely vital for the human and Christian well-being of so many couples, and hence it must never be something purely technical. It must be rooted in true science and in a complete view of the human person.
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4. In your Congress you have rightly given ample time to anthropological reflection, both philosophical and theological. For in the end all the matters which you have discussed and will discuss entirely come back to this one question: who is man? –man in the unity of his personal being, in the truth of his relationship with God, in the goodness of the married relationship. When the answer to this question is obscured, the ethics of marriage is deprived of its basis. On the other hand, the full truth of the Creation and Redemption is a light of incomparable brightness that places the ethics of marriage in proper perspective.
Your work is therefore in the service of the human person, in a civilization that has often replaced the criterion of what is good with the criterion of what is useful. Strive to pursue it in great unity among yourselves, with courage, for the truth and the good are stronger than error and evil.
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5. I wish to call special attention to the pastoral implications of your studies of responsible procreation and your promotion of the natural methods of family planning. The theological study is basic because “the concrete pedagogy of the Church must always remain linked to her doctrine and never separated from it” (1). Moreover, this study leads to a clearer understanding that natural family planning is not an end in itself but is one of the many dimensions of the Church’s pastoral concern for married couples. The theological reflection is also a great benefit for the many dedicated married couples who give their time and energy generously, and often at the cost of personal sacrifice, to teaching programmes in the natural methods. For these couples are not engaged in a private activity, but their efforts, joined with those of the Church’s pastors, are a part of the Church’s pastoral responsibility to instil conviction and offer practical help to all married couples so that they may live their parenthood in a truly Christian and responsible manner (2). The promotion and teaching of the natural methods is, then, a truly pastoral concern, one that involves cooperation on the part of priest and religious, specialists and married couples, all working in cooperation with the Bishop of the local Church and receiving support and assistance from him.
In your own work with married couples, I urge you always to maintain a special sensitivity to their needs, their fidelity to the Church, and the sacrifices they so willingly make in proclaiming the Lord’s message in and through their conjugal love and family life. The Church does not claim that responsible parenthood is easy, but the grace of the sacrament of marriage gives Christian couples a readiness and a capacity to live out their commitments with fidelity and joy. At the same time, the use of the natural methods gives a couple an openness to life, which is truly a splendid gift of God’s goodness. It also helps them deepen their conjugal communication and draw closer to one another in their union –a closeness that lasts throughout their lives.
1. Cfr. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 33 [1981 11 22/33].
2. Cfr. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 35 [1981 11 22/35].
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6. We must also be convinced that it is providential that various natural family planning methods exist so as to meet the needs of different couples. The Church does not give exclusive approval to any one natural method, but urges that all be made available and be respected. The ultimate reason for any natural method is not simply its biological effectiveness or reliability, but its consistency with a Christian view of sexuality as expressive of conjugal love. For sexuality reflects the innermost being of the human person as such, and is realized in a truly human way only if it is an integral part of the love by which a man and woman commit themselves totally to one another until death 3.
In this pastoral effort, then, it is important that the various natural family planning groups should work together and share their research and studies so as to manifest a unity of purpose and commitment. In this way the Church is better able to present to the world the values of the natural methods, and reduce the strong emphasis on contraception, sterilization and abortion that we often encounter in the world. At the heart of this work in natural family planning must be a Christian view of the human person and the conviction that married couples can really attain, through God’s grace and commitment to the natural methods, a deeper and stronger conjugal unity. This unity flows from and is enhanced by the dialogue, shared responsibility, mutual respect and self-control which are achieved in their practice of natural family planning.
[Insegnamenti GP II, 7/1, 1638-1642]
3. Cfr. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 11 [1981 11 22/11].