[1165] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL AMOR, MÁS FUERTE QUE LA MUERTE
Alocución Commentando, en la Audiencia General, 27 junio 1984
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1. Al comentar, las semanas pasadas, el Cantar de los Cantares, puse de relieve cómo el signo sacramental del matrimonio se constituye sobre la base del “lenguaje del cuerpo” que el hombre y la mujer expresan con la verdad que les es propia. Bajo este aspecto quiero analizar hoy algunos pasajes del Libro de Tobías.
En el relato de los esponsales de Tobías con Sara se encuentra, además de la expresión “hermana” –por la que parece que en el amor nupcial está arraigada una índole fraterna– otra expresión que es también análoga a la del Cantar.
Como recordaréis, en el dúo de los esposos, el amor que se declaran mutuamente, es “fuerte como la muerte” (Cant 8, 6). En el Libro de Tobías encontramos la frase que, al decir que él amó a Sara “y se le apegó su corazón” (Tob 6, 19), presenta una situación que confirma la verdad de las palabras sobre el amor “fuerte como la muerte”.
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2. Para entender mejor, hay que ir a algunos detalles que encuentran explicación teniendo como fondo el carácter específico del Libro de Tobías. Leemos allí que Sara, hija de Raquel, con anterioridad había “sido dada a siete maridos” (Tob 6, 14), pero todos murieron antes de unirse a ella. Esto había acaecido por obra del espíritu maligno y también el joven Tobías tenía razones para temer una muerte análoga.
De este modo, el amor de Tobías debía afrontar desde el primer momento la prueba de la vida y de la muerte. Las palabras sobre el amor “fuerte como la muerte”, que pronuncian los esposos del Cantar de los Cantares en el transporte del corazón, asumen aquí el carácter de una prueba real. Si el amor se muestra fuerte como la muerte, esto sucede sobre todo en el sentido de que Tobías y, juntamente con él, Sara van sin titubear hacia esta prueba. Pero en esta prueba de la vida y de la muerte vence la vida, porque, durante la prueba de la primera noche de bodas, el amor, sostenido por la oración, se manifiesta más fuerte que la muerte.
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3. Esta prueba de la vida y de la muerte tiene también otro significado que nos hace comprender el amor y el matrimonio de los nuevos esposos. Efectivamente, ellos, al unirse como marido y mujer, se hallan en la situación en que las fuerzas del bien y del mal se combaten y se miden recíprocamente. El dúo de los esposos del Cantar de los Cantares parece no percibir en absoluto esta dimensión de la realidad. Los esposos del Cantar viven y se expresan en un mundo ideal o “abstracto”, en el cual parece no existir la lucha de las fuerzas objetivas entre el bien y el mal. ¿Es acaso la fuerza y la verdad interior del amor las que atenúan la lucha que se desarrolla en el hombre y en torno a él?
La plenitud de esta verdad y de esta fuerza propia del amor parece, sin embargo, que es diversa y da la impresión de que tiende más bien allí donde nos conduce la experiencia del Libro de Tobías. La verdad y la fuerza del amor se manifiestan en la capacidad de ponerse entre las fuerzas del bien y del mal, que combaten en el hombre y en torno a él, porque el amor tiene confianza en la victoria del bien y está dispuesto a hacer todo, a fin de que el bien venza. En consecuencia, la verdad del amor de los esposos del Libro de Tobías no se confirma con las palabras expresadas por el lenguaje del transporte amoroso como en el Cantar de los Cantares, sino por las opciones y los actos que asumen todo el peso de la existencia humana en la unión de ambos. El “lenguaje del cuerpo”, aquí, parece usar las palabras de las opciones y de los actos que brotan del amor, que vence porque ora.
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4. La oración de Tobías (Tob 8, 5-8), que es, ante todo, plegaria de alabanza y de acción de gracias, luego de súplica, coloca el “lenguaje del cuerpo” en el terreno de los términos esenciales de la teología del cuerpo. Se trata de un lenguaje “objetivizado”, invadido, no tanto por la fuerza emotiva de la experiencia, cuanto por la profundidad y gravedad de la existencia misma.
Los esposos profesan esta verdad juntos, al unísono, ante el Dios de la Alianza: “Dios de nuestros padres”. Puede decirse que, bajo este aspecto, el “lenguaje del cuerpo” se convierte en el lenguaje de los ministros del sacramento, conscientes de que en el pacto conyugal se manifiesta y se realiza el misterio que tiene su fuente en Dios mismo. Efectivamente, su pacto conyugal es la imagen –y el sacramento primordial de la Alianza de Dios con el hombre, con el género humano– de esa alianza que nace del Amor eterno.
Tobías y Sara terminan su oración con las palabras siguientes: “Ten misericordia de mí y de ella y concédenos a ambos larga vida” (Tob 8, 7).
Se puede admitir (basándose en el contexto) que ellos tienen ante los ojos la perspectiva de perseverar en la comunión hasta el fin de sus días, perspectiva que se abre ante ellos con la prueba de la vida y de la muerte, ya durante la primera noche nupcial. Al mismo tiempo, ven con la mirada de la fe la santidad de esta vocación, en la que –a través de la unidad de los dos, construida sobre la verdad recíproca del “lenguaje del cuerpo”– deben responder a la llamada de Dios mismo, contenida en el misterio del Principio. Y por esto piden: “Ten misericordia de mí y de ella”.
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5. Los esposos del Cantar de los Cantares declaran mutuamente, con palabras fogosas, su amor humano. Los nuevos esposos del Libro de Tobías piden a Dios saber responder al amor. Uno y otro encuentran su puesto en lo que constituye el signo sacramental del matrimonio. Uno y otro participan en la formación de este signo.
Se puede decir que a través de uno y otro el “lenguaje del cuerpo”, releído tanto en la dimensión “subjetiva” de la verdad de los corazones humanos, como en la dimensión “objetiva” del vivir en la comunión, se convierte en la lengua de la liturgia.
La oración de los nuevos esposos del Libro de Tobías parece ciertamente confirmarlo de un modo diverso de como lo hace el Cantar de los Cantares, y también de manera que, sin duda, conmueve más profundamente.
[DP (1984), 213]
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1. Commentando nelle scorse settimane il Cantico dei Cantici ho sottolineato come il segno sacramentale del matrimonio si costituisce sulla base del “linguaggio del corpo”, che l’uomo e la donna esprimono nella verità che gli è propria. Sotto tale aspetto intendo analizzare oggi alcuni brani del Libro di Tobia.
Nel racconto dello sposalizio di Tobia con Sara si trova, oltre l’espressione “sorella” –per cui sembra essere radicata nell’amore sponsale una indole fraterna– anche un’altra espressione anch’essa analoga a quelle del suddetto Cantico.
Come ricorderete, nel duetto degli sposi l’amore, che si dichiarano vicendevolmente, è “forte come la morte” (1). Nel Libro di Tobia troviamo la frase che, dicendo che egli amò Sara “al punto da non saper più distogliere il cuore da lei” (2), presenta una situazione confermante la verità delle parole sull’amore “forte come la morte”.
1. Cant. 8, 6.
2. Tob. 6, 19.
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2. Per capire meglio occorre rifarsi ad alcuni particolari che trovano spiegazione sullo sfondo dello specifico carattere del Libro di Tobia. Vi leggiamo che Sara, figlia di Raguele, in precedenza era “stata data in moglie a sette uomini” (3), ma tutti erano morti prima di unirsi a lei. Ciò era accaduto per opera dello spirito maligno ed anche il giovane Tobia aveva ragioni per temere una morte analoga.
Così l’amore di Tobia doveva fin dal primo momento affrontare la prova della vita e della morte. Le parole sull’amore “forte come la morte”, pronunciate dagli sposi del Cantico dei Cantici nel trasporto del cuore, assumono qui il carattere di una prova reale. Se l’amore si dimostra forte come la morte, ciò avviene soprattutto nel senso che Tobia e, insieme con lui, Sara vanno senza esitare verso questa prova. Ma in questa prova della vita e della morte vince la vita, perchè, durante la prova della prima notte di nozze, l’amore, sorretto dalla preghiera, si rivela più forte della morte.
3. Ibid. 6, 14.
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3. Questa prova della vita e della morte ha pure un altro significato che ci fa comprendere l’amore e il matrimonio degli sposi novelli. Infatti essi, unendosi come marito e moglie, si trovano nella situa zione in cui le forze del bene e del male si combattono e si misurano reciprocamente. Il duetto degli sposi del Cantico dei Cantici sembra non percepire affatto questa dimensione della realtà. Gli sposi del Cantico vivono e si esprimono in un mondo ideale o “astratto”, in cui è come se non esistesse la lotta delle forze oggettive tra il bene e il male. È forse proprio la forza e la verità interiore dell’amore ad attenuare la lotta che si svolge nell’uomo e intorno a lui?
La pienezza di questa verità e di questa forza propria dell’amore sembra tuttavia essere diversa e sembra tendere piuttosto là dove ci conduce l’esperienza del Libro di Tobia. La verità e la forza dell’amore si manifestano nella capacità di porsi tra le forze del bene e del male, che combattono nell’uomo e intorno a lui, perchè l’amore è fiducioso nella vittoria del bene ed è pronto a fare di tutto affinchè il bene vinca. Di conseguenza la verità dell’amore degli sposi del Libro di Tobia non viene confermata dalle parole espresse dal linguaggio del trasporto amoroso come nel Cantico dei Cantici, ma dalle scelte e dagli atti che assumono tutto il peso dell’esistenza umana nell’unione di entrambi. Il “linguaggio del corpo”, qui, sembra usare le parole delle scelte e degli atti scaturiti dall’amore che vince perchè prega.
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4. La preghiera di Tobia (4), che è innanzitutto preghiera di lode e di ringraziamento, poi di supplica, colloca il “linguaggio del corpo” sul terreno dei termini essenziali della teologia del corpo. È un linguaggio “oggettivizzato”, pervaso non tanto dalla forza emotiva dell’esperienza, quanto dalla profondità e gravità della verità dell’esistenza stessa.
Gli sposi professano questa verità insieme, all’unisono davanti al Dio dell’Alleanza: “Dio dei nostri padri”. Si può dire che sotto questo aspetto il “linguaggio del corpo” diventa il linguaggio dei ministri del sacramento consapevoli che nel patto coniugale si esprime e si attua il mistero che ha la sua sorgente in Dio stesso. Il loro patto coniugale è infatti l’immagine –e il primordiale sacramento dell’Alleanza di Dio con l’uomo, con il genere umano– di quell’alleanza che trae la sua origine dall’Amore eterno.
Tobia e Sara terminano la loro preghiera con le parole seguenti: “Degnati di aver misericordia di me e di lei e di farci giungere insieme alla vecchiaia” (5).
Si può ammettere (in base al contesto) che essi hanno davanti agli occhi la prospettiva di perseverare nella comunione sino alla fine dei loro giorni –prospettiva che si apre dinanzi a loro con la prova della vita e della morte, già durante la prima notte nuziale. Al tempo stesso essi vedono con lo sguardo della fede la santità di questa vocazione, in cui– attraverso l’unità dei due, costruita sulla verità reciproca del “linguaggio del corpo”– debbono rispondere alla chiamata di Dio stesso, contenuta nel mistero del Principio. E per questo chiedono: “Degnati di aver misericordia di me e di lei”.
4. Tob. 8, 5-8.
5. Tob. 8, 7.
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5. Gli sposi del Cantico dei Cantici dichiarano vicendevolmente, con parole ardenti, il loro amore umano. Gli sposi novelli del Libro di Tobia chiedono a Dio di saper rispondere all’amore. L’uno e l’altro trovano il loro posto in ciò che costituisce il segno sacramentale del matrimonio. L’uno e l’altro partecipano alla formazione di questo segno.
Si può dire che attraverso l’uno e l’altro il “linguaggio del corpo”, riletto sia nella dimensione “soggettiva” della verità dei cuori umani, sia nella dimensione “oggettiva” della verità del vivere nella comunione, diviene la lingua della liturgia.
La preghiera degli sposi novelli del Libro di Tobia sembra certamente confermarlo in un modo diverso dal Cantico dei Cantici, e anche in modo che senza dubbio commuove più profondamente.
[Insegnamenti GP II, 7/1, 1939-1942]