[1170] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA NORMA MORAL SOBRE LA VIDA MATRIMONIAL
Alocución Nell’Enciclica, en la Audiencia General, 18 julio 1984
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1. En la Encíclica Humanae vitae leemos: “Al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural, interpretada por su constante doctrina, la Iglesia enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (Humanae vitae, 11).
Contemporáneamente el mismo texto considera e incluso pone de relieve la dimensión subjetiva y psicológica, al hablar del “significado”, y exactamente, de los “dos significados del acto conyugal”.
El significado surge en la conciencia con la relectura de la verdad (ontológica) del objeto. Mediante esta relectura, la verdad (ontológica) entra, por así decirlo, en la dimensión cognoscitiva: subjetiva y psicológica.
La “Humanae Vitae” parece dirigir particularmente nuestra atención hacia esta última dimensión. Esto se confirma por lo demás, indirectamente, también con la frase siguiente: “Nos pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental” (Humanae vitae, 12).
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2. Este “carácter razonable” hace referencia no sólo a la verdad en la dimensión ontológica, o sea, a lo que corresponde a la estructura real del acto conyugal. Se refiere también a la misma verdad en su dimensión subjetiva y psicológica, es decir, a la recta comprensión de la íntima estructura del acto conyugal, o sea, a la adecuada relectura de los significados que corresponden a tal estructura y de su inseparable conexión, en orden a una conducta moralmente recta. En esto consiste precisamente la norma moral y la correspondiente regulación de los actos humanos en la esfera de la sexualidad. En este sentido, decimos, que la norma moral se identifica con la relectura, en la verdad, del “lenguaje del cuerpo”.
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3. La Encíclica “Humanae Vitae” contiene por tanto, la norma moral y su motivación, o al menos, una profundización de lo que constituye la motivación de la norma. Por otra parte, dado que en la norma se expresa de manera vinculante el valor moral, se sigue de ello que los actos conformes a la norma son moralmente rectos: y en cambio, los actos contrarios, son intrínsecamente ilícitos. El autor de la Encíclica subraya que tal norma pertenece a la “ley natural”, es decir, que está en conformidad con la razón como tal. La Iglesia enseña esta norma, aunque no esté expresada formalmente (es decir, literalmente) en la Sagrada Escritura; y lo hace con la convicción de que la interpretación de los preceptos de la ley natural pertenece a la competencia del Magisterio.
Podemos, sin embargo, decir más. Aunque la norma moral, formulada así en la Encíclica “Humanae Vitae”, no se halla literalmente en la Sagrada Escritura, sin embargo, por el hecho de estar contenida en la Tradición y –como escribe el Papa Pablo VI– haber sido “otras muchas veces expuesta por el Magisterio” (Humanae vitae, 12) a los fieles, resulta que esta norma corresponde al conjunto de la doctrina revelada contenida en las fuentes bíblicas (cfr. Humanae vitae, 4).
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4. Se trata aquí no sólo del conjunto de la doctrina moral contenida en la Sagrada Escritura, de sus premisas esenciales y del carácter general de su contenido, sino también de ese conjunto más amplio, al que hemos dedicado anteriormente numerosos análisis, al tratar de la “teología del cuerpo”.
Propiamente, desde el fondo de este amplio conjunto, resulta evidente que la citada norma moral pertenece no sólo a la ley moral natural, sino también al orden moral revelado por Dios: también desde este punto de vista ello no podría ser de otro modo, sino únicamente tal cual lo han transmitido la Tradición y el Magisterio y, en nuestros días, la Encíclica “Humanae Vitae”, como documento contemporáneo de este magisterio.
Pablo VI escribe: “Nos pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental” (Humanae vitae, 12). Podemos añadir: ellos pueden comprender, también, su profunda conformidad con todo lo que transmite la Tradición, derivada de las fuentes bíblicas. Las bases de esta conformidad deben buscarse particularmente en la antropología bíblica. Por otra parte, es sabido el significado que la antropología tiene para la ética, o sea, para la doctrina moral. Parece, pues, que es del todo razonable buscar precisamente en la “teología del cuerpo” el fundamento de la verdad de las normas que se refieren a la problemática tan fundamental del hombre en cuanto “cuerpo”: “los dos serán una misma carne” (Gén 2, 24).
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5. La norma de la Encíclica “Humanae Vitae” afecta a todos los hombres, en cuanto que es una norma de la ley natural y se basa en la conformidad con la razón humana (cuando ésta, se entiende, busca la verdad). Con mayor razón ella concierne a todos los fieles, miembros de la Iglesia, puesto que el carácter razonable de esta norma encuentra indirectamente confirmación y sólido sostén en el conjunto de la “teología del cuerpo”. Desde este punto de vista hemos hablado, en anteriores análisis, del “ethos” de la redención del cuerpo.
La norma de la ley natural, basada en este “ethos”, encuentra no solamente una nueva expresión, sino también un fundamento más pleno antropológico y ético, bien sea en la palabra del Evangelio, bien sea en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.
Hay, pues, razones suficientes para que los creyentes y, en particular, los teólogos relean y comprendan cada vez más profundamente la doctrina moral de la Encíclica en este contexto integral.
Las reflexiones, que desde hace tiempo venimos haciendo, constituyen precisamente un intento de una relectura así.
[DP (1984), 226]
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1. Nell’Enciclica “Humanae Vitae” si legge: “Richiamando gli uomini all’osservanza delle norme della legge naturale interpretata dalla sua costante dottrina, la Chiesa insegna che qualsiasi atto matrimoniale deve rimanere per sè aperto alla trasmissione della vita” (1).
In pari tempo lo stesso testo considera e perfino pone in rilievo la dimensione soggettiva e psicologica, quando parla del “significato”, ed esattamente dei “due significati dell’atto coniugale”.
Il “significato” nasce nella coscienza con la rilettura della verità (ontologica) dell’oggetto. Mediante questa rilettura, la verità (ontologica) entra per così dire nella dimensione conoscitiva: soggettiva e psicologica.
L’“Humanae Vitae” sembra volgere particolarmente la nostra attenzione verso quest’ultima dimensione. Ciò è confermato tra l’altro, indirettamente, anche dalla frase seguente: “Noi pensiamo che gli uomini del nostro tempo sono particolarmente in grado di afferrare il carattere profondamente ragionevole ed umano di questo fondamentale prin cipio” (2).
1. PAULI VI, Humanae vitae, 11 [1968 07 25/11].
2. PAULI VI, Humanae vitae, 12 [1968 07 25/12].
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2. Quel “carattere ragionevole” riguarda non soltanto la verità nella dimensione ontologica, ossia ciò che corrisponde alla struttura reale dell’atto coniugale. Esso riguarda anche la stessa verità nella dimensione soggettiva e psicologica, vale a dire la retta comprensione dell’intima struttura dell’atto coniugale, cioè l’adeguata rilettura dei significati corrispondenti a tale struttura e della loro connessione inscindibile, in vista di un comportamento moralmente retto. In questo consiste appunto la norma morale e la corrispondente regolazione degli atti umani nella sfera della sessualità. In tale senso diciamo che la norma s’identifica con la rilettura, nella verità, del “inguaggio del corpo”.
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3. L’Enciclica “Humanae Vitae” contiene dunque la norma morale e la sua motivazione, o almeno un approfondimento di ciò che costituisce la motivazione della norma. Poichè, per altro, nella norma si esprime in modo vincolante il valore morale, ne segue che gli atti conformi alla norma sono moralmente retti, gli atti contrari sono invece intrinsecamente illeciti. L’Autore dell’Enciclica sottolinea che tale norma appartiene alla “legge naturale”, vale a dire, che essa è conforme alla ragione come tale. La Chiesa insegna questa norma, sebbene essa non sia espressa formalmente (cioè letteralmente) nella Sacra Scrittura; e ciò fa nella convinzione che l’interpretrazione dei precetti della legge naturale appartenga alla competenza del Magistero.
Possiamo tuttavia dire di più. Anche se la norma morale, in tal modo formulata nell’Enciclica “Humanae Vitae”, non si trova letteralmente nella Sacra Scrittura, nondimeno dal fatto che essa è contenuta nella Tradizione e –come scrive il Papa Paolo VI– è stata “più volte esposta dal Magistero” (3) ai fedeli, risulta che questa norma corrisponde all’insieme della dottrina rivelata contenuta nella fonti bibliche 4.
3. PAULI VI, Humanae vitae, 12 [1968 07 25/12].
4. Cfr. ibid. 4 [1968 07 25/4].
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4. Si tratta qui non solo dell’insieme della dottrina morale racchiusa nella Sacra Scrittura, delle sue premesse essenziali e del carattere generale del suo contenuto, ma di quel complesso più ampio, al quale abbiamo dedicato in precedenza numerose analisi trattando della “teologia del corpo”.
Proprio sullo sfondo di tale ampio complesso si rende evidente che la menzionata norma morale appartiene non soltanto alla legge mo rale naturale, ma anche all’ordine morale rivelato da Dio: anche da questo punto di vista essa non potrebbe essere diversa, ma unicamente quale la tramandano la Tradizione e il Magistero e, ai giorni nostri, l’Enciclica “Humanae Vitae”, come documento contemporaneo di tale Magistero.
Paolo VI scrive: “Noi pensiamo che gli uomini del nostro tempo sono particolarmente in grado di afferrare il carattere profondamente ragionevole ed umano di questo fondamentale principio” (5). Si può aggiungere: essi sono in grado di afferrare anche la sua profonda conformità con tutto ciò che viene trasmesso dalla Tradizione scaturita dalle fonti bibliche. Le basi di questa conformità sono da ricercarsi particolarmente nell’antropologia biblica. D’altronde, è noto il significato che l’antropologia ha per l’etica, cioè per la dottrina morale. Sembra essere del tutto ragionevole cercare proprio nella “teologia del corpo” il fondamento della verità delle norme che riguardano la problematica così fondamentale dell’uomo in quanto “corpo”: “i due saranno una sola carne” (6).
5. Cfr. ibid. 12 [1968 07 25/12].
6. Gen. 2, 24.
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5. La norma dell’Enciclica “Humanae Vitae” riguarda tutti gli uomini, in quanto è norma della legge naturale e si basa sulla conformità con la ragione umana (quando, s’intende, questa cerca la verità). A maggior ragione essa concerne tutti i credenti membri della Chiesa, dato che il carattere ragionevole di questa norma trova indirettamente conferma e solido sostegno nell’insieme della “teologia del corpo”. Da questo punto di vista abbiamo parlato, nelle precedenti analisi, dell’“ethos” della redenzione del corpo.
La norma della legge naturale, basata su questo “ethos”, trova non soltanto una nuova espressione, ma anche un pieno fondamento antropologico ed etico sia nella parola del Vangelo, sia nell’azione purificante e corroborante dello Spirito Santo.
Vi sono tutte le ragioni affinchè ogni credente ed in particolare ogni teologo rilegga e comprenda sempre più profondamente la dottrina morale dell’Enciclica in questo contesto integrale.
Le riflessioni, che da lungo tempo facciamo qui, costituiscono appunto un tentativo di tale rilettura.
[Insegnamenti GP II, 7/2, 101-104]