[1243] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA DEFENSA DE LA VIDA HUMANA
Del Discurso I am pleased, a los participantes en el Seminario Internacional “Pro vita”, 1 marzo 1986
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1. Me complace daros la bienvenida al Vaticano como participantes en el Seminario patrocinado por la Federación Internacional del Derecho a la Vida. Además de vuestro común interés por la vida humana, os ha traído a Roma el deseo de profundizar en vuestro conocimiento sobre los aspectos críticos concernientes a la protección de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Os urge a ello la fuerte convicción de la gran dignidad y valor de toda vida humana al margen de lo débil o desprotegida por la ley, que se encuentre. Me alegra esta ocasión de ofreceros aliento y oración que os apoyen en vuestros importantes esfuerzos.
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2. El trabajo en el que estáis comprometidos requiere una clara comprensión de todos los aspectos implicados, así como una fortaleza personal y una paciente perseverancia. Procedéis de muy variados ambientes y situaciones sociales; pero en vuestro esfuerzo de proteger el derecho a la vida todos habéis experimentado críticas y oposición organizada. En muchos lugares por el mundo, el movimiento pro-vida choca directamente con algunas tendencias corrientes en la sociedad. En este contexto, la advertencia de San Pablo en su Epístola a los Romanos parece adquirir especial relieve para vosotros. Escribe: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta” (Rom 12, 2).
Lo que se necesita es la audacia de decir la verdad claramente, sencillamente y con valentía, pero nunca con odio o falta de respeto hacia las personas. Debemos estar firmemente convencidos de que la verdad libera a la gente (cfr. Jn 8, 32). Lo que constituye la primera fuente de libertad y justicia no es nuestra persuasiva argumentación o la elocuencia personal, por útiles que puedan ser, sino la verdad misma. Ser, pues, pro-vida, defender el derecho a la vida significa apoyar la verdad, especialmente la verdad sobre el don divino de la dignidad y valor de todo ser humano. Resulta muy estimulante ver cuánta gente de buena voluntad, por todo el mundo, acepta de todo corazón la verdad, cuando se le presenta con hechos y con razonamientos convincentes científicos y morales.
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3. Os alabo en vuestro deseo de promover la colaboración de todos los individuos y grupos interesados en el movimiento del derecho a la vida. Puesto que los objetivos deseados sólo se conseguirán mediante esfuerzos cooperativos y una efectiva solidaridad.
Vuestra organización tiene que ver directamente con un amplio abanico de aspectos relativos a la vida humana. Al mismo tiempo conocéis la necesidad de centrarse sobre algunos problemas específicos que requieren una urgente atención y acción, tales como los males del aborto, infanticidio, eutanasia y contracepción, todos los cuales están íntimamente conectados con la enseñanza de la Iglesia. Todos los esfuerzos que acometéis deben ser la sólida expresión de una completa filosofía de la vida basada sobre la convicción de que Dios es el Señor y dador de toda vida.
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4. Sabéis que la Iglesia comparte vuestros intereses. Considera como una parte importante de su misión el trabajar para la protección y dignidad de la vida humana y oponerse a la mentalidad anti-vida que amenaza a todos los derechos humanos. Como indicaba en mi Exhortación Apostólica sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual: “La Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel ‘Sí’, y de aquel ‘Amén’ que es Cristo mismo. Al ‘No’ que invade y aflige al mundo, contrapone este ‘Sí’ viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y rebajan la vida” (n. 30).
Estad, pues, seguros de mi gran interés en vuestros dignos esfuerzos y planes. Estoy convencido de que la magnitud de la influencia del movimiento pro-vida en el mundo y el gran valor de su contribución a la humanidad únicamente serán adecuadamente comprendidos cuando se escriba la historia de esta generación. Que vuestra importante contribución será bendecida por Dios, “en quien nos movemos y existimos” (Act 17, 28). Que Él os fortalezca con su gracia y amor. Que Él os bendiga a vosotros y a vuestras familias con su paz.
[DP (1986), 49]
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1. I am pleased to welcome you to the Vatican as participants in the Seminar sponsored by the International Right to Life Federation. You have come to Rome out of a common concern for human life, seeking to deepen your understanding of critical issues pertaining to the protection of human life from the moment of conception to natural death. In this you are urged on by a strong conviction of the great dignity and value of every human person, no matter how weak or unprotected by law. I am happy to have this occasion to offer you encouragement and prayerful support in your important efforts.
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2. The work in which you are engaged requires a clear understanding of all the issues involved, as well as personal fortitude and patient perseverance. You come from a variety of backgrounds and social situations, but in your efforts to protect the right to life you have all experienced criticism and organized opposition. In numerous places around the world, the pro-life movement runs directly contrary to certain current trends in society. In such a context, the advice of Saint Paul in his Letter to the Romans seems particularly relevant for you. He writes: “Do not be conformed to this world but be transformed by the renewal of your mind, that you may prove what is the will of God, what is good and acceptable and perfect” (1).
What is needed is the courage to speak the truth clearly, candidly and boldly, but never with hatred or disrespect for persons. We must be firmly convinced that the truth sets people free (2). It is not our own persuasive argumentation or personal eloquence, however helpful these may be, but the truth itself, which is the primary source of freedom and justice. To be pro-life then, to defend the right to life, means to stand up for the truth, especially the truth about the God-given dignity and worth of every human being. It is very encouraging to see how many people of good will throughout the world embrace the truth wholeheartedly when they are presented with facts and with convincing scientific and moral reasons.
1. Rom. 12:2.
2. Cfr. Io. 8:32.
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3. I commend you in your desire to promote collaboration among all individuals and groups who are involved in the right to life movement. For it is only through cooperative efforts and effective solidarity that the desired objectives will be achieved.
Your organization is rightly concerned with a broad range of issues related to human life. At the same time, you know the necessity of focusing on specific problems which demand urgent attention and action, such as the evils of abortion, infanticide, euthanasia and con traception, all of which are intimately connected with the Church’s teaching. Whatever endeavours you undertake should be a consistent expression of an integral philosophy of life based on the belief that God is the Lord and Giver of all life.
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4. You know that the Church shares your concerns. She considers it an important part of her mission to work for the protection and dignity of human life and oppose the anti-life mentality which threatens the cause of all human rights. As I stated in my Apostolic Exhortation on the Role of the Christian Family in the Modern World: “The Church firmly believes that human life, even if weak and suffering, is always a splendid gift of God’s goodness. Against the pessimism and selfishness which cast a shadow over the world, the Church stands for life: in each human life she see the splendour of that ‘Yes’, that ‘Amen’, who is Christ himself. To the ‘No’ which assails and afflicts the world, she replies with this living ‘Yes’, thus defending the human person and the world from all who plot against and harm life” (3).
Be assured, then, of my great interest in your worthy endeavours and plans. I am convinced that the magnitude of the influence of the pro-life movement on the world and the full value of its contribution to humanity will be adequately spelled out only when the history of this generation is written. May your own vital contribution be truly blessed by God, “in whom we live and move and have our being” (4). May he strengthen you with his grace and love. May he bless you and your families with his peace.
[Insegnamenti GP II, 9/1, 562-564]
3. IOANNIS PAULI PP. II, Familiaris consortio, 30 [1981 11 22/30].
4. Act. 17, 28.