[1286] • JUAN PABLO II (1978-2005) • MORAL Y PASTORAL SOBRE LA SEXUALIDAD
Carta Homosexualitatis problema, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 1 octubre 1986
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1. El problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez más en objeto de debate público, incluso en ambientes católicos. En esta discusión frecuentemente se proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la Iglesia católica, que suscitan una justa preocupación en todos aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral. Por consiguiente, esta Congregación ha considerado el problema tan grave y difundido, que justifica la presente carta, dirigida a todos los obispos de la Iglesia católica, sobre la atención pastoral a las personas homosexuales.
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2. En esta sede, naturalmente, no se puede afrontar un desarrollo exhaustivo de tan complejo problema; la atención se concentrará más bien en el contexto específico de la perspectiva moral católica. Ésta encuentra su apoyo también en resultados seguros de las ciencias humanas, las cuales, a su vez, tienen un objeto y un método propio, que gozan de legítima autonomía.
La posición de la moral católica está fundada sobre la razón humana iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer la voluntad de Dios, nuestro Padre. De este modo la Iglesia está en condición no sólo de poder aprender de los descubrimientos científicos, sino también de trascender su horizonte; ella está segura de que su visión más completa respeta la compleja realidad de la persona humana que, en sus dimensiones espiritual y corpórea, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna.
Sólo dentro de este contexto, por consiguiente, se puede comprender con claridad en qué sentido el fenómeno de la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y con sus efectos sobre la sociedad y sobre la vida eclesial, es un problema que concierne propiamente a la preocupación pastoral de la Iglesia. Por lo tanto, se requiere de sus ministros un estudio atento, un compromiso concreto y una reflexión honesta, teológicamente equilibrada.
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3. En la “Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual”, del 29 de diciembre de 1975, la Congregación para la Doctrina de la Fe ya había tratado explícitamente este problema. En aquella Declaración se subrayaba el deber de tratar de comprender la condición homosexual y se observaba cómo la culpabilidad de los actos homosexuales debía ser juzgada con prudencia. Al mismo tiempo la Congregación tenía en cuenta la distinción comúnmente hecha entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales. Estos últimos eran descritos como actos que están privados de su finalidad esencial e indispensable, como “intrínsecamente desordenados” y que en ningún caso pueden recibir aprobación (cfr. n. 8, par. 4).
Sin embargo, en la discusión que siguió a la publicación de la Declaración, se propusieron unas interpretaciones excesivamente benévolas de la condición homosexual misma, hasta el punto que alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada.
Quienes se encuentran en esta condición deben, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable.
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4. Una de las dimensiones esenciales de una auténtica atención pastoral es la identificación de las causas que han creado confusión en relación con la enseñanza de la Iglesia. Entre ellas se señala una nueva exégesis de la Sagrada Escritura, según la cual la Biblia o no tendría nada que decir sobre el problema de la homosexualidad, o incluso le daría en algún modo una tácita aprobación, o en fin ofrecería unas prescripciones morales tan condicionadas cultural e históricamente que ya no podrían ser aplicadas a la vida contemporánea. Tales opiniones, gravemente erróneas y desorientadoras, requieren por consiguiente una especial vigilancia.
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5. Es cierto que la literatura bíblica debe a las varias épocas en las que fue escrita gran parte de sus modelos de pensamiento y de expresión (cfr. Dei Verbum, n. 12). En verdad, la Iglesia de hoy proclama el Evangelio a un mundo que es muy dife rente al antiguo. Por otra parte el mundo en el que fue escrito el Nuevo Testamento estaba ya notablemente cambiado, por ejemplo, respecto a la situación en la que se escribieron o se redactaron las Sagradas Escrituras del pueblo hebreo.
Sin embargo, se debe destacar que, aun en el contexto de esa notable diversidad, existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras mismas sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente la doctrina de la Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de las que se puedan sacar discu tibles argumentaciones teológicas, sino más bien en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico. La actual comunidad de fe, en ininterrumpida continuidad con las comunidades judías y cristianas dentro de las cuales fueron redactadas las antiguas Escrituras, sigue siendo alimentada por esas mismas Escrituras y por el Espíritu de verdad del cual ellas son Palabras. Asimismo es esencial reconocer que los textos sagrados no son comprendidos realmente cuando se interpretan de un modo que contradice la Tradición viva de la Iglesia. La interpretación de la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo con esta Tradición.
El Concilio Vaticano II se expresa al respecto de la siguiente manera: “Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (Dei Verbum, n. 10). A la luz de estas afirmaciones se traza ahora brevemente la enseñanza bíblica al respecto.
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6. La teología de la creación, presente en el Libro del Génesis, suministra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de los problemas puestos por la homosexualidad. Dios, en su infinita sabiduría y en su amor omnipotente, llama a la existencia a toda la creación como reflejo de su bondad. Crea al hombre a su imagen y semejanza como varón y hembra. Los seres humanos, por consiguiente, son creaturas de Dios, llamadas a reflejar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador. Ellos realizan esta tarea de manera singular, cuando cooperan con Él en la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal.
El capítulo tercero del Génesis muestra cómo esta verdad sobre la persona humana, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original. De allí se sigue inevitablemente una pérdida de la conciencia del carácter de alianza que tenía la unión de las personas humanas con Dios y entre sí. Aunque el cuerpo humano conserve aún su “significado nupcial” éste ahora se encuentra oscurecido por el pecado. Así el deterioro debido al pecado continúa desarrollándose en la historia de los hombres de Sodoma (cfr. Génesis 19, 1-11). No puede haber duda acerca del juicio moral expresado allí contra las relaciones homosexuales. En el Levítico 18, 22 y 20, 13, cuando se indican las condiciones necesarias para pertenecer al pueblo elegido, el autor excluye del Pueblo de Dios a quienes tienen un comportamiento homosexual.
Teniendo como telón de fondo esta legislación teocrática, San Pablo desarrolla una perspectiva escatológica, dentro de la cual propone de nuevo la misma doctrina, catalogando también a quien obra como homosexual entre aquellos que no entrarán en el reino de Dios (cfr. 1 Cor 6, 9). En otro pasaje de su epistolario, fundándose en las tradiciones morales de sus antepasados, pero colocándose en el nuevo contexto de la confrontación entre el cristianismo y la sociedad pagana de su tiempo, presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la ceguera en la que ha caído la humanidad. Suplantando la armonía originaria entre el Creador y las creaturas, la grave desviación de la idolatría ha conducido a toda suerte de excesos en el campo moral. San Pablo encuentra el ejemplo más claro de esta desavenencia precisamente en las relaciones homosexuales (cfr. Rom 1, 18-32). En fin, en continuidad perfecta con la enseñanza bíblica, en el catálogo de aquellos que obran en forma contraria a la sana doctrina, se mencionan explícitamente como pecadores los que efectúan actos homosexuales (cfr. 1 Tim 1, 10).
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7. La Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y la ha enriquecido con el don de la vida sacramental, celebra en el sacramento del matrimonio el designio divino de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y capaz de dar vida. Sólo en la relación conyugal puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. Por consiguiente, una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente.
Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale a anular el rico simbolismo y el significado, para no hablar de los fines, del designio del Creador en relación con la rea lidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esta forma de auto-donación que, según el Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. Esto no significa que las personas homosexuales no sean a menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se empeñan en una actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinación sexual desordenada, en sí misma caracterizada por la autocomplacencia.
Como sucede en cualquier otro desorden moral, la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación con la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico.
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8. La enseñanza de la Iglesia de hoy se encuentra, pues, en continuidad orgánica con la visión de la Sagrada Escritura y con la constante tradición. Aunque el mundo de hoy desde muchos puntos de vista verdaderamente ha cambiado, la comunidad cristiana es consciente del lazo profundo y duradero que la une a las generaciones que la han precedido “en el signo de la fe”.
Sin embargo, en la actualidad un número cada vez mayor de personas, aun dentro de la Iglesia, ejercen una fortísima presión para llevarla a aceptar la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales. Quienes dentro de la comunidad de fe incitan en esta dirección tienen a menudo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella. Ahora bien, estos grupos externos se mueven por visión opuesta a la verdad sobre la persona humana, que nos ha sido plenamente revelada en el misterio de Cristo. Aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan una ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana, como también la vocación sobrenatural de todo individuo.
Los ministros de la Iglesia deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por estas opiniones, tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo el riesgo es grande y hay muchos que tratan de crear confusión en relación con la posición de la Iglesia y de aprovechar esta confusión para sus propios fines.
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9. Dentro de la Iglesia se ha formado también una tendencia, constituida por los grupos de presión con diversos nombres y diversa amplitud, que intenta acreditarse como representante de todas las personas homosexuales que son católicas. Pero el hecho es que sus seguidores, generalmente, son personas que, o ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan subvertirla de alguna manera. Se trata de mantener bajo el amparo del catolicismo a personas homosexuales que no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento homosexual. Una de las tácticas utilizadas es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica, o reserva en relación con las personas homosexuales, con su actividad y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación.
En algunas naciones se realiza, por consiguiente, un verdadero y propio intento de manipular a la Iglesia conquistando el apoyo de sus Pastores, frecuentemente de buena fe, en el esfuerzo de cambiar las normas de la legislación civil. El fin de tal acción consiste en conformar esta legislación con la concepción propia de estos grupos de presión, para quienes la homosexualidad es, si no totalmente buena, al menos una realidad perfectamente inocua. Aunque la práctica de la homosexualidad amenace seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas, los partidarios de esta tendencia no desisten de sus acciones y se niegan a tomar en consideración las proporciones del riesgo allí implicado.
La Iglesia no puede dejar de preocuparse de todo esto y por consiguiente mantiene firme su clara posición al respecto, que no puede ser modificada por la presión de la legislación civil o de la moda del momento. Ella se preocupa sinceramente también de muchísimas personas que no se sienten representadas por los movimientos pro-homosexuales y de aquellos que podrían estar tentados a creer en su engañosa propaganda. La Iglesia es consciente de que la opinión, según la cual la actividad homosexual sería equivalente, o por lo menos igualmente aceptable, a la expresión sexual del amor conyugal, tiene una incidencia directa sobre la concepción que la sociedad tiene acerca de la naturaleza y de los derechos de la familia, poniéndolos seriamente en peligro.
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10. Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los Pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones.
Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación se acoge y, por consiguiente, la actividad homosexual se acepta como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual nadie puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto debería luego sorprenderse de que también ganen terreno otras opiniones y prácticas desviadas y aumenten los comportamientos irracionales y violentos.
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11. Algunos sostienen que la tendencia homosexual, en ciertos casos, no es el resultado de una elección deliberada y que la persona homosexual no tiene alternativa, sino que está forzada a comportarse de una manera homosexual. Como consecuencia se afirma que ella, no siendo verdaderamente libre, obraría sin culpa en estos casos.
Al respecto es necesario volver a referirse a la sabia tradición moral de la Iglesia, la cual pone en guardia contra generalizaciones en el juicio de los casos particulares. De hecho en un caso determinado pueden haber existido en el pasado o pueden todavía subsistir circunstancias tales que reducen y hasta quitan la culpabilidad del individuo; otras circunstancias, por el con trario, pueden aumentarla. De todos modos se debe evitar la presunción infundada y humillante de que el comportamiento homosexual de las personas homosexuales esté siempre y totalmente sujeto a coacción y por consiguiente sin culpa. En realidad también en las personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversión del mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permitirles evitar la actividad homosexual.
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12. ¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca seguir al Señor? Sustancialmente, estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición. Para el creyente la cruz es un sacrificio fructuoso, puesto que de esa muerte provienen la vida y la redención. Aun si toda invitación a llevar la cruz o a entender de este modo el sufrimiento del cristiano será presumiblemente objeto de mofa por parte de algunos, se deberá recordar que ésta es la vía de la salvación para todos aquellos que son seguidores de Cristo.
Esto no es otra cosa, en realidad, que la enseñanza del apóstol Pablo a los Gálatas, cuando dice que el Espíritu produce en la vida del creyente: “amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí” y aún más: “No podéis pertenecer a Cristo sin crucificar la carne con sus pasiones y sus deseos” (Gál 5, 22. 24).
Esta invitación, sin embargo, se interpreta mal cuando se la considera solamente como un inútil esfuerzo de auto-renuncia. La cruz constituye ciertamente una renuncia de sí, pero en el abandono a la voluntad de aquel Dios que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en Él para que puedan practicar la virtud en cambio del vicio.
El Misterio Pascual se celebra verdaderamente sólo si se deja que empape el tejido de la vida cotidiana. Rechazar el sacrificio de la propia voluntad en la obediencia a la voluntad del Señor constituye de hecho poner un obstáculo a la salvación. Así como la Cruz es el centro de la manifestación del amor redentor de Dios por nosotros en Jesús, así la conformidad de la auto- renuncia de los hombres y de las mujeres homosexuales con el sacrificio del Señor constituirá para ellos una fuente de auto- donación que los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente con destruirlos.
Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad. Si se dedican con asiduidad a comprender la naturaleza de la llamada personal de Dios respecto a ellas, estarán en condición de celebrar más fielmente el sacramento de la Penitencia y de recibir la gracia del Señor, que se ofrece generosamente en este sacramento para poderse convertir más plenamente caminando en el seguimiento de Cristo.
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13. Es evidente, además, que una clara y eficaz transmisión de la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto depende en gran parte de la correcta enseñanza y de la fidelidad de quien ejercita el ministerio pastoral. Los obispos tienen la responsabilidad particularmente grave de preocuparse de que sus colaboradores en el ministerio, y sobre todo los sacerdotes, estén rectamente informados y personalmente bien dispuestos para comunicar a todos la doctrina de la Iglesia en su integridad.
Es admirable la particular solicitud y la buena voluntad que demuestran muchos sacerdotes y religiosos en la atención pastoral a las personas homosexuales, y esta Congregación espera que no disminuirá. Estos celosos ministros deben tener la certeza de que están cumpliendo fielmente la voluntad del Señor cuando estimulan a la persona homosexual a conducir una vida casta y le recuerdan la dignidad incomparable que Dios le ha dado también a ella.
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14. Al hacer las anteriores consideraciones, esta Congregación quiere pedir a los obispos que estén particularmente vigilantes en relación con aquellos programas que de hecho intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para que cambie su doctrina, aunque a veces se niegue de palabra que sea así. Un estudio atento de las declaraciones públicas y de las actividades que promueven esos programas revela una calculada ambigüedad, a través de la cual buscan confundir a los Pastores y a los fieles. Presentan a veces, por ejemplo, la enseñanza del Magisterio, pero sólo como una fuente facultativa en orden a la formación de la conciencia, sin reconocer su peculiar autoridad. Algunos grupos suelen incluso calificar como “católicas” a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio, por el contrario, a veces lo atacan abiertamente. Aunque sus miembros reivindiquen que quieren conformar su vida con la enseñanza de Jesús, de hecho abandonan la enseñanza de su Iglesia. Este comportamiento contradictorio de ninguna manera puede tener el apoyo de los obispos.
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15. Esta Congregación, por consiguiente, anima a los obispos para que promuevan en sus diócesis una pastoral que, en relación con las personas homosexuales, esté plenamente de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Ningún programa pastoral auténtico podrá incluir organizaciones en las que se asocien entre sí personas homosexuales, sin que se establezca claramente que la actividad homosexual es inmoral. Una actitud verdaderamente pastoral comprenderá la necesidad de evitar las ocasiones próximas de pecado a las personas homosexuales.
Deben ser estimulados aquellos programas en los que se evitan estos peligros. Pero se debe dejar bien claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, so pretexto de ofrecer un cuidado pastoral, no constituye una forma de auténtica atención ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia se impide que los hombres y las mujeres homosexuales reciban aquella atención que necesitan y a la que tienen derecho.
Un auténtico programa pastoral ayudará a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular a través de la frecuente y sincera confesión sacramental, mediante la oración, el testimonio, el consejo y la atención individual. De este modo la entera comunidad cristiana puede llegar a reconocer su vocación a asistir a estos hermanos y hermanas, evitándoles ya sea la desilusión, ya sea el aislamiento.
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16. De esta aproximación diversificada se pueden derivar muchas ventajas, entre las cuales es ciertamente importante la constatación de que una persona homosexual, como por lo demás todo ser humano, tiene una profunda exigencia de ser ayudada contemporáneamente a distintos niveles.
La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva sólo a su orientación sexual. Cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene problemas y dificultades personales, pero también tiene oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. La Iglesia ofrece para la atención a la persona humana ese contexto del que hoy se siente una extrema exigencia, precisamente cuando rechaza el que se considere la persona simplemente como un “heterosexual” o un “homosexual” y cuando subraya que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser creatura y, por gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna.
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17. Ofreciendo estas clarificaciones y orientaciones pastorales a la atención de los obispos, esta Congregación desea contribuir a sus esfuerzos en relación a asegurar que la enseñanza del Señor y de su Iglesia sobre este importante tema sea transmitida de manera íntegra a todos los fieles.
A la luz de cuanto se ha expuesto ahora, se invita a los ordinarios del lugar a valorar, en el ámbito de su competencia, la necesidad de particulares intervenciones. Además, si se retiene útil, se podrá recurrir a una ulterior acción coordinada a nivel de las Conferencias Episcopales nacionales.
En particular, los obispos deben procurar sostener con los medios a su disposición el desarrollo de formas especializadas de atención pastoral para las personas homosexuales. Esto podría incluir la colaboración de las ciencias psicológicas y médicas, manteniéndose siempre en plena fidelidad con la doctrina de la Iglesia.
Los obispos, sobre todo, no dejarán de solicitar la colaboración de todos los teólogos católicos para que éstos, enseñando lo que la Iglesia enseña y profundizando con sus reflexiones el significado auténtico de la sexualidad humana y del matrimonio cristiano en el plan divino, como también de las virtudes que éste comporta, pueden ofrecer una válida ayuda en este campo específico de la actividad pastoral.
Particular atención deberán tener, pues, los obispos en la selección de los ministros encargados de esta delicada tarea, de tal modo que éstos, por su fidelidad al Magisterio y por su elevado grado de madurez espiritual y psicológica, puedan prestar una ayuda efectiva a las personas homosexuales en la consecución de su bien integral. Estos ministros deberán rechazar las opiniones teológicas que son contrarias a la enseñanza de la Iglesia y que, por lo tanto, no pueden servir de normas en el campo pastoral.
Será conveniente además promover programas apropiados de catequesis, fundados sobre la verdad concerniente a la sexualidad humana, en su relación con la vida de la familia, tal como es enseñada por la Iglesia. Tales programas, en efecto, suministran un óptimo contexto, dentro del cual se puede tratar también la cuestión de la homosexualidad.
Esta catequesis podrá ayudar asimismo a las familias, en las que se encuentran personas homosexuales, a afrontar un problema que les toca tan profundamente.
Se deberá retirar todo apoyo a cualquier organización que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aun su apariencia, puede dar origen a graves malentendidos. Una especial atención se deberá tener en la práctica de la programación de celebraciones religiosas o en el uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos, incluida la posibilidad de disponer de las escuelas y de los institutos católicos de estudios superiores. El permiso para hacer uso de una propiedad de la Iglesia les puede parecer a algunos solamente un gesto de justicia y caridad, pero en realidad constituye una contradicción con las finalidades mismas para las cuales estas instituciones fueron fundadas y puede ser fuente de malentendidos y escándalo.
Al evaluar eventuales proyectos legislativos, se deberá poner en primer plano el empeño de defender y promover la vida de la familia.
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18. El Señor Jesús ha dicho: “Vosotros conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32). La Escritura nos manda realizar la verdad en la caridad (cfr. Ef 4, 15). Dios que es a la vez Verdad y Amor llama a la Iglesia a ponerse al servicio de todo hombre, mujer y niño con la solicitud pastoral del Señor misericordioso. Con este espíritu la Congregación para la Doctrina de la Fe ha dirigido esta Carta a ustedes, obispos de la Iglesia, con la esperanza de que les sirva de ayuda en la atención pastoral a personas, cuyos sufrimientos pueden ser agravados por doctrinas erróneas y ser aliviados en cambio por la palabra de la verdad.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el transcurso de la audiencia concedida al Prefecto que suscribe [Card. Ratzinger], ha aprobado la presente Carta acordada en la reunión ordinaria de esta Congregación y ha ordenado su publicación.
Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 1 de octubre de 1986.
[DP (1986), 204]
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1. Homosexualitatis problema ac morale iudicium de actibus homosexualibus crebrius in dies publicarum disceptationum argumentum praebent, etiam apud catholicos coetus. In hisce autem disceptationibus saepe rationes adducuntur ac proferuntur sententiae, quae cum Catholicae Ecclesiae doctrina non congruunt, idque causa est cur ii omnes qui pastorali ministerio sunt addicti, iusta sollicitudine teneantur. Quare haec Congregatio censuit problema huiusmodi tam grave tamque late diffusum iam esse, ut postulare videatur has litteras de pastorali personarum homosexualium cura ad universos Catholicae Ecclesiae Episcopos destinatas.
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2. Patet de tam implexo problemate pertractationem undique expletam et perfectam per has litteras haberi non posse. Attentio potius dirigenda erit ad contextum proprium catholicae doctrinae de moribus. Quae doctrina confirmata atque locupletata est elementis desumptis e certis progressibus scientiarum humanarum, quae et ipsae propria habent obiectum et methodum quibus legitima autonomia est tribuenda.
Catholica doctrina de moribus ratione humana innititur lumine fidei illustrata et scienter perducta ad voluntatem Dei, Patris nostri, faciendam. Hoc modo Ecclesia valet non solum scientifica inventa in suum usum convertere, sed etiam eorundem prospectum trascendere; ipsa pro certo habet prospectum suum, latius patentem, plene respondere implexae realitati personae humanae, quae pro sua parte spirituali et corporea a Deo creata est et, per Ipsius gratiam, ad vitae aeternae hereditatem vocata.
Solummodo igitur intra huius doctrinae contextum clare intellegi potest, quonam sensu factum homosexualitatis, cum multiplicibus suis aspectibus et effectibus in societate et in vita ecclesiali, problema sit, quod proprie pertinet ad pastoralem Ecclesiae sollicitudinem. Ab eius igitur administris postulatur diligens studium, operosa cura et consideratio quae recto animo et theologica prudentia peragatur.
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3. Iam in Declaratione “De quibusdam quaestionibus ad sexualem ethicam spectantibus”, die 29 Decembris anno 1975 edita, Congregatio pro Doctrina Fidei hoc problema plane pertractaverat. In qua quidem Declaratione affirmabatur contendendum esse ut aequo animo condicio homosexualitatis comprehenderetur, itemque animadvertebatur personae homosexualis culpabilitatem prudenter esse iudicandam. Insimul haec Congregatio debitam habuit rationem distinctionis communiter receptae, quae inter condicionem vel propensionem homosexualem et actus homosexuales intercedit. Qui actus ibidem describebantur ut actus qui sua necessaria et essentiali ordinatione privantur, scilicet “suapte intrinseca natura” inordinati, ac proinde tales ut numquam ullo modo approbari possint (cfr. n. 8, § 4).
Attamen in disceptationibus, quae post editam Declarationem habitae sunt, interpretationes praeter modum benevolae sunt propositae de ipsa condicione homosexuali, ac quispiam eo processit, ut eam indifferentem ac vel etiam bonam declaraverit. Ex contrario, clara in luce ponendum est peculiarem personae homosexualis propensionem, quamquam per se ipsa peccatum non est, nihilominus inclinat plus minus vehementer ad agendi rationem quae, ordine morali spectato, intrinsece mal habenda est. Hac de causa, ipsa propensio obiective inordinata est iudicanda.
Quae cum ita sint, erga eos qui in hac condicione versantur, peculiaris cura pastoralis est adhibenda, ne iidem, ad putandum inducantur expletionem huiusmodi propensionis in iunctionibus homosexualibus optionem esse, quae moraliter admitti possit.
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4. Inter elementa, quae necessario requiruntur ad curam pastoralem veri nominis instituendam, recensenda est cognitio causarum, quae ad mentium perturbationem perduxerunt in magisterio Ecclesiae interpretando. In hisce causis denotanda est nova quaedam Sacrarum Scripturarum exegeseos forma, cuius fautores autumant Biblia vel nihil dicere de homosexualitatis problemate, vel eam tacite approbare, vel denique continere moralia praecepta, quae adeo dependent a culturae et temporum adiunctis, unde ortum habuerunt, ut hodiernae vitae accommodari iam non possint. Huiusmodi igitur opiniones, cum graviter erroneae sint et a recto itinere discedant, peculiarem vigilantiam requirunt.
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5. Verum quidem est in libris Sacrarum Scripturarum exarandis magna ex parte adhibitos esse sentiendi atque dicendi modos, qui vigebant variis temporibus quibus compositi sunt (cfr. Dei Verbum, n. 12). Ac certe Ecclesia hodie Evangelium annuntiat mundo, qui valde differt a mundo antiquae aetatis. Ceteroquin ipse mundus in quo Novum Testamentum ortum habuit, multum iam mutatus erat, exempli causa, spectatis condicionibus in quibus Scripta Sacra populi ebraici exarata vel redacta sunt.
Adnotandum tamen est, intra Sacrarum Scripturarum contextum, etsi magna partium diversitate distinctum, manifestam vigere cohaerentiam, quod attinet ad mores homosexuales iudicandos. Quapropter Ecclesiae doctrina de hac re non innititur solummodo dictionibus a contextu seiunctis, e quibus erui possunt incerta theologica argumenta, sed potius solido fundamento constantium biblicorum testimoniorum. Hodierna communitas fidei, coniuncta sine ulla intermissione cum iudaicis et christianis communitatibus intra quarum ambitum antiquae Scripturae compositae sunt, pergit alimentum sumere ab iisdem Scripturis et a Spiritu veritatis, cuius ipsae sunt Verbum. Pariter necessarium omnino est agnoscere textus sacros ex veritate intellegi non posse, si interpretatione explicentur, quae vivae Ecclesiae Traditioni contradicat. Scripturarum interpretatio, ut recte fieri possit, cum hac Traditione reapse congruere debet.
Ad rem quod attinet, Concilium Vaticanum II haec habet: “Patet igitur Sacram Traditionem, Sacram Scripturam et Ecclesiae Magisterium, iuxta sapientissimum Dei consilium, ita inter se connecti et consociari, ut unum sine aliis non consistat, omniaque simul, singula suo modo sub actione unius Spiritus Sancti, ad animarum salutem efficaciter conferant” (Dei Verbum, n. 10). Harum sententiarum praelucente lumine, breviter nunc exponitur, quid hac in re Sacrae Scripturae doceant.
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6. Doctrina theologica de creatione, quae in libro Genesis continetur, elementa fundamentalia suppeditat ad recte solvenda problemata, quae homosexualitatis causa in medio ponuntur. Deus, pro sua infinita sapientia et omnipotenti amore, res omnes ad exsistendum vocat, quae in se Eius referant bonitatem. Ad imaginem et similitudinem suam creat hominem, masculum et feminam. Homines igitur creaturae Dei sunt, ad id vocatae, ut per mutuum sexuum complementum interiorem Creatoris unitatem referant. Ipsi hoc munus singulari modo absolvunt, cum una cum Deo ad vitam transmittendam cooperantur per mutuam donationem coniugalem.
In 3.º capite libri Genesis ostenditur quo modo haec veritas de persona humana, prout imagine Dei, obscurata sit peccati originalis causa. Inde necessario sequitur, ut amplius non percipiatur illa foederis nota, quam unio hominum cum Deo et inter se prae se ferebat. Quamquam corpus humanum suam “significationem sponsalem” adhuc servat, haec tamen propter peccatum nunc obscurata est. Quae deterior condicio ob peccatum inducta augeri pergit in historia hominum Sodomae (cfr. Gn 19, 1-11). Nullum dubium esse potest de iudicio morali, quod ibi profertur contra homosexuales iunctiones. In Levitico 18, 22 et 20, 13, ubi condiciones exponuntur quae necessariae sunt ut quis ad populum electum pertinere possit, libri Auctor a populo Dei eos excludit, qui moribus homosexualibus inficiuntur.
Hanc theocraticam legislationem S. Paulus uberius evolvit in eam inducens prospectum eschatologicum; rursus enim eandem doctrinam proponit atque personas homosexuales refert in eorum numerum, qui in regnum Dei non intrabunt (cfr. 1 Cor 6, 9). Alio in loco epistularum suarum ipse, innixus in disciplina morum a maioribus tradita sed spectans ad novum socialem contextum in quo christiana religio cum pagana sui temporis societate conflictatur, homosexuales mores exhibet veluti exemplum caecitatis, in quam hominum genus delapsum est. Gravis idolatriae error, cum submovisset harmonicum rerum ordinem qui inter Creatorem et creaturas initio vigebat, ad extremum cuiusvis licentiae morum disciplinam detorsit. Specimen perturbati huius rerum ordinis a S. Paulo cernitur in ipsis iunctionibus homosexualibus (cfr. Rom 1, 18-32). Denique, plene cohaerens cum biblica disciplina, inter peccatores qui contra sanam doctrinam operantur, eos expressis verbis recenset, qui actus explent homosexuales (cfr. 1 Tim 1, 10).
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7. Ecclesia, Domino obsequens qui eam condidit et donum vitae sacramentalis largitus est, in sacramento matrimonii consilium divinum celebrat circa mutuam et vivificam amoris unionem inter virum et mulierem. Solum in coniugali iunctione sexualis facultatis usus moraliter rectus esse potest. Qui igitur homosexuali modo se gerit, contra regulam morum operatur.
Sexuale commercium eligere cum persona eiusdem sexus idem est ac dissolvere, praeter fines, illam symbolorum et significationum copiam, quae, secundum Creatoris consilium, rei sexuali inhaeret. Commixtio homosexualis nullo modo talem unionem complementarem exprimit, quae valeat vitam transmittere, ac propterea dissentit a vocatione ad vitam ducendam secundum illam formam donationis sui, in qua iuxta Evangelium tota christianae vitae ratio sita est. Hoc non ita est accipiendum, quasi personae homosexuales non sint saepe generosae, nec sui donationem facere valeant; nihilominus ipsae, cum se dant commercio homosexuali, interiorem sexualem propensionem confirmant a recto ordine alienam, quae suapte natura sui delectationem potissimum intendit.
Sicut in qualibet morum inordinatione fieri contingit, ita etiam commercium homosexuale impedit, quominus quis suam perfectionem et felicitatem attingat, quippe quod Dei creatoris sapientiae contradicat. Ecclesia, dum falsas reicit doctrinas de homosexualitate, non coarctat, quin potius defendit humanae personae libertatem ac dignitatem concreto et authentico modo intellectas.
1986 10 01b 0008
8. Quae cum ita sint, hodiernum Ecclesiae magisterium plene et congruenter cohaerere pergit cum iis quae Sacra Scriptura et constans Traditio docent. Etiamsi mundus hodiernus ob multas rationes vere differat, nihilominus christiana communitas probe novit se cum aetatibus, quae ipsam “in signo fidei” praecesserunt, intimo ac numquam perituro vinculo colligari.
Hodie tamen magis magisque augescit eorum numerus qui, etiam intra Ecclesiae saepta, vehementissimis pressuris eam conantur adducere ad condicionem homosexualitatis admittendam quasi inordinata non sit, et ad actus homosexuales legitimos declarandos. Qui intra ambitum communitatis fidei in hanc partem premunt, saepe arcto ligamine coniunguntur cum iis qui extra illam operantur. At hi coetus, qui foris sunt, moventur cogitandi ratione quae repugnat cum veritate de persona humana, qualis per Christi mysterium plene revelata est. Ipsi, etsi modo non prorsus conscio, opiniones manifestant materialismi placitis infectas, quae transcendentem personae humanae naturam negant, omniumque ac singulorum hominum vocationem ad ordinem supernaturalem.
Ecclesiae administros operam dare opus est, ne personae homosexuales suis curis commissae in errorem inducantur per has opiniones magisterio Ecclesiae plane oppositas. Quidquid est, magnum instat periculum, ac multi sunt, qui conantur mentium perturbationem gignere circa Ecclesiae doctrinam, et hanc perturbationem ad suos fines convertere.
1986 10 01b 0009
9. Etiam intra Ecclesiae ambitum quidam opinionum cursus ortus est, cuius fautores, varia appellatione et amplitudine in coetus coalescentes et impetum facientes, fiduciam sibi conciliare conantur quasi nomine omnium personarum homosexualium quae catholicae sunt agerent. At vero qui horum coetuum asseclae sunt, plerumque aut Ecclesiae doctrinam ignorant aut eam aliquo modo subvertere nituntur. Conatus fiunt ut sub catholicae religionis signo congregentur personae homosexuales, quae nullo modo mores suos homosexuales deserere volunt. Quocirca, una ex artibus adhibitis haec est, reclamandi scilicet quamlibet censuram vel exceptionem contra personas homosexuales, earumque actiones ac vivendi modum, nihil aliud esse nisi formam quamdam iniusti discriminis.
Hinc apud nonnullas Nationes vera molimina corrumpendi Ecclesiam habentur, patrocinio obtento sacrorum Pastorum, saepe bona fide dato, ut legum civilium normae mutentur. Huiusmodi actio eo spectat, ut haec legislatio accommodetur ad opiniones horum coetuum, qui contendunt homosexualitatem saltem rem esse prorsus innocuam, si non totaliter bonam. Quamvis praxis homosexualitatis in grave adducat discrimen vitam ac valetudinem ingentis hominum multitudinis, nihilominus fautores harum opinionum ab actione sua non recedunt ac renuunt periculi gravitatem considerare eidem insitam.
Ecclesia de hisce omnibus nequit sollicita non esse, ac propterea firmam retinet claram suam de hac re doctrinam, quae mutari non potest, etiamsi leges civiles aut saeculi mores adversus premant. Ipsa sincere sollicita est etiam de iis multis, qui non agnoscunt statum suum per motus pro homosexualibus expressum, itemque de iis qui inclinari possunt ad fidem praestandam subdolae horum errorum propagationi. Ipsa conscia est opinionem eorum, qui dictitant actionem homosexualem idem valere ac sexualem expressionem amoris coniugalis vel saltem aeque ac illum admitti posse, directe infringere ipsam notionem quam societas habet de natura ac iuribus familiaris convictus, eaque in grave adducere discrimen.
1986 10 01b 0010
10. Firmiter deplorandum est personas homosexuales fuisse et adhuc esse obnoxias verbis malevolis ac violentiae. Huiusmodi agendi rationes, ubicumque eveniunt, postulant ut ab Ecclesiae Pastoribus damnentur, quippe quae ostendant defectum reverentiae erga alios; qui defectus fundamentalia principia laedit, quibus sanum civile consortium innititur. Dignitas propria cuiusvis personae humanae semper observanda est in verbis, et in actionibus et in legibus.
Attamen iusta repulsio iniustitiae actuum qui contra homosexuales positi sunt, nullo modo viam sternere potest ad asserendum condicionem homosexualitatis inordinatam non esse. Si autem fieri contingat ut haec assertio admittatur atque hac de causa commercium homosexuale habeatur bonum, vel leges inducantur ad tuendam talem agendi rationem ad quam nemo ius quodvis vindicare potest, tunc neque Ecclesia neque societas complexive sumpta causam mirandi habebunt, si aliae etiam opiniones aliique agendi modi aberrantes magis magisque invalescant et si mores rationi non consentanei ac violenti increbrescant.
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11. Nonnulli opinantur propensionem homosexualem in quibusdam casibus non esse effectum optionis deliberatae, nec dari aliam optionem personae homosexuali, cum ipsa ad agendum modo homosexuali necessitate cogatur. Inde affirmant personam homosexualem in his casibus agere absque culpa, cum vere libera non sit.
Ad rem quod attinet, necessarium est recolere sapientem de moribus tralaticiam doctrinam Ecclesiae, qua monemur ne iudicium de singulis casibus ad casus universos, ad rem quod attinet, transferatur. Ac revera in aliquo determinato casu potuerunt quidem antehac esse et adhuc exstare possunt talia rerum adiuncta, quae culpabilitatem singularis hominis minuant, immo etiam tollant; ex contrario alia adiuncta eam augere possunt. Utcumque res se habet, semper vitanda est prae sumptio gratuita atque dehonestans, iuxta quam actiones homosexuales eorum qui homosexualitate laborant semper ac omnino coactioni obnoxiae sunt ac propterea culpa carent. Revera iis etiam, qui propensione homosexuali affecti sunt, fundamentalis illa libertas agnoscenda est quae personam humanam distinguit eique propriam tribuit dignitatem. Quemadmodum accidit quotiescumque habetur conversio a malo, vi huius libertatis nisus humani, lumine et robore gratiae Dei suffulti, efficere poterunt ut personae homosexuales valeant se ab actione homosexuali abstinere.
1986 10 01b 0012
12. Quid igitur agere debet persona homosexualis quae Dominum sectari exoptet? Paucis verbis, hae personae vocantur ad perficiendam Dei voluntatem in vita sua, coniungendo omnes poenas ac difficultates, quas ob suam condicionem ipsis experiri contingat, cum sacrificio crucis Domini nostri. Pro christifidelibus crux est salutiferum sacrificium, cum ab illa morte vita ac redemptio proficiscantur. Quamvis omnis invitatio ad ferendam crucem vel ad intellegendum hoc modo christianorum dolorem apud quosdam praevisam irrisionem provocet, nihilominus obliviscendum non est hanc esse viam salutis quae universitis Christi asseclis proponitur.
Ac revera nihil aliud docet Apostolus Paulus, cum in epistula ad Galatas affirmat Spiritum in fidelium vita gignere fructus, qui sunt: “caritas, gaudium, pax, patientia, benignitas, bonitas... fides, modestia, continentia”; atque ulterius: “Qui autem sunt Christi carnem suam crucifixerunt cum vitiis et concupiscentiis” (Gal 5, 22. 24).
Haec autem invitatio in malam interpretationem facile detorqueri potest, si accipiatur veluti inanis conatus sui abnegandi. Crux est quidem abnegatio sui, sed hoc fit sese committendo voluntati Dei, qui ex morte vitam producit atque efficit, ut qui in Eo fiduciam suam reponant, virtutem, relicto vitio, colere valeant.
Mysterium Paschale tunc solum vere celebratur, cum sinitur ut cotidianae vitae contextum pervadat. Qui recusat propriae voluntatis abdicationem, ut oboedientiam praestet Domini voluntati, re vera saluti impedimentum apponit. Quemadmodum in Cruce fastigium attingit manifestatio amoris redemptivi Dei erga nos, ita viri ac mulieres homosexuales, si per sui abnegationem se ad Christi Domini sacrificium conformaverint, inde fontem invenient donationis sui, quae eos liberabit a vivendi genere secumferente iuge periculum ipsorum ruinae.
Personae homosexuales, haud secus ac ceteri christiani, vocantur ad vitam ducendam in castitate. Si assidue attendant ad intellegendam naturam doni vocationis quod Deus ipsis singulis largitus est, ii profecto apti evadent ad sacramentum Paenitentiae fidelius celebrandum, et ad gratiam Domini recipiendam inde largiter oblatam, ut se ad eius sequelam plenius convertere possint.
1986 10 01b 0013
13. Ceterum patet claram atque efficacem doctrinae Ecclesiae transmissionem ad fideles universos et ad societatem generatim spectatam, magna ex parte pendere a recto ac fideli modo quo haec doctrina proponatur ab iis qui in pastorale ministerium incumbunt. In Episcopos potissimum grave recidit onus curandi ut cooperatores in ministerio, sacerdotes in primis, recte instituantur ac singuli prompto sint animo ad integram Ecclesiae doctrinam universis exponendam.
Singularis sollicitudo ac bona voluntas, qua plures sacerdotes ac religiosi in sua cura pastorali personas homosexuales prosequuntur, admiranda sane est, atque haec Congregatio fore confidit, ut in posterum remissior ne evadat. Administri, zelo praestantes in hoc campo, persuasum habeant se fideliter obsequi voluntati Dei, cum personas homosexuales hortantur ad vitam caste ducendam, et inaestimabilem recolunt dignitatem ad quam Deus etiam ipsos evexit.
1986 10 01b 0014
14. Quae supra sunt exposita considerans, haec Congregatio ab episcopis postulare exoptat, ut peculiarem vigilantiam adhibeant circa illa incepta, quae reapse contendunt vim in Ecclesiam facere, ut suam doctrinam mutet, quamvis verbis interdum ab ipsis res ita esse negetur. Diligens consideratio publicarum declarationum ab ipsis prolatarum necnon activitatum quas ipsi promovent, in luce ponit quaesitam ambiguitatem eo spectantem, ut Pastores ac fideles a recto tramite deflectant. Ut exemplum afferatur, iidem interdum Magisterii doctrinam quidem proponunt, sed solum tamquam fontem quem ad arbitrium adhibere liceat, cum agitur de conscientia efformanda. Magisterii peculiarem auctoritatem non agnoscunt. Nonnulli coetus eo procedunt, ut “catholicas” appellent suas organizationes vel personas ad quas sese dirigere volunt, sed re vera neque defendunt neque promovent Magisterii doctrinam, immo eam quandoque aperte impugnant. Quamvis eorum sodales profiteantur se vitam suam conformare ad praecepta Iesu, re vera iidem deserunt magisterium Ecclesiae Ipsius. Haec agendi ratio secum repugnans nullo modo Episcoporum patrocinio perfrui potest.
1986 10 01b 0015
15. Haec igitur Congregatio episcopos hortatur ut in sua cuiusque dioecesi, quod ad personas homosexuales attinet, actionem pastoralem promoveant, quae cum Ecclesiae magisterio plene cohaereat. Nullum authenticum pastoralis navitatis programma admittere poterit organizationes, quae constent ex personis homosexualibus inter se consociatis, nisi in ipsis clare sit statutum exercitium homosexualitatis esse contra regulam morum. Actio vere pastoralis prospicere etiam debebit, ut a personis homosexualibus proximae peccandi occasiones removeantur.
Commendanda sane sunt ea programmata in quibus huiusmodi pericula praecaventur. In luce tamen bene ponendum est quemlibet digressum ab Ecclesiae Magisterio vel de eo silentium, ex sollicitudine curam pastoralem praestandi, nullo modo haberi posse ut formam authenticae sollertiae vel validae navitatis pastoralis. Solummodo id quod verum est, ad ultimum esse potest etiam pastorale. Si ad Ecclesiae magisterium non attenditur, impedimentum obicitur ne viri ac mulieres homosexuales eam curationem recipiant, qua indigent et ad quam recipiendam ius habent.
Pastorale programma veri nominis auxilium praebebit personis homosexualibus in omnibus gradibus ipsarum vitae spiritualis in praebendis sacramentis, ac nominatim frequenti ac sincera Confessione, itemque per precationem, vitae testimonium, consilium atque attentionem singulis praestitam. Hoc modo communitas christiana universa tandem agnoscere poterit vocari ad auxilium ferendum hisce suis fratribus ac sororibus, sive frustrationem sive solitudinem ab eis removendo.
1986 10 01b 0016
16. Ex his pastoralibus inceptis, quae diversas suscipiunt formas, plura oriri possunt commoda, quorum non ultimum hoc est, quod in comperto habeatur personas homosexuales sicut ceteras omnes vehementer necessitatem experiri auxilium coniuncte accipiendi pro variis vitae suae condicionibus.
Persona humana, ad imaginem et similitudinem Dei creata, aeque definiri nequit, si unice ratio habeatur propensionis sexualis. Quilibet homo in hoc mundo vivens problematibus et difficultatibus quidem premitur quae ipsum tangunt, sed etiam spiritualis profectus opportunitates, vires, talenta ac dona ei suppetunt propia. Ecclesia offert illum vitae contextum, quo hodie homines quam maxime indigent pro humanae personae medela, ac tunc potissimum offert, cum renuit in persona unice considerare rationem “heterosexualem” vel “homosexualem”, sed declarat quemlibet hominem prae se ferre fundamentalem identitatem, cum creatura sit et, per gratiam, Dei filius et vitae aeternae heres.
1986 10 01b 0017
17. Haec Congregatio, tales explicationes et directorias pastorales normas episcopis praebens, exoptat eorum nisus adiuvare eo spectantes, ut Doctrina Domini eiusque Ecclesiae de hoc tam gravi argumento ad universos christifideles integre transmittatur.
Sub luce rerum quae supra sunt expositae Ordinarii locorum invitantur, intra ambitum competentiae suae, ad considerandam peculiarium interventuum necessitatem. Praeterea, si id opportunum videatur, iniri poterit amplior consociata actio ab Episcoporum Conferentiis variarum Nationum.
Peculiari modo cordi habeant Episcopi, ope mediorum quae ipsis praesto sunt, illas curae pastoralis formas promovere, quae pro personis homosexualibus conditae sunt. Id complecti poterit adiutricem operam scientiarum quae in re psychologica, sociologica et medica versantur semper fidelitate erga doctrinam Ecclesiae plene servata.
Potissimum Episcopi operam omnium theologorum catholicorum incitare ne omittant, qui veritates docentes, quas Ecclesia docet, suisque investigationibus altius scrutantes germanam significationem sexualitatis humanae christianique matrimonii secundum divinum consilium, necnon virtutes, quae ab eo exiguntur, validum auxilium praebere poterunt in peculiari hoc campo pastoralis navitatis.
Specialem deinde diligentiam Episcopi adhibere debent in seligendis ministris quibus hoc magnae gravitatis munus committatur, ita ut ipsi ob fidelitatem erga Magisterium atque ob praestantiam suae spi ritualis ac psychologicae maturitatis, efficaci adiumento esse possint personis homosexualibus, ad bonum uniuscuiusque personae integre consequendum. Tales ministri opiniones theologicas respuent doctrinae Ecclesiae oppositas, quae proinde adhiberi nequeunt veluti normae directoriae in rei pastoralis provincia.
Praeterea opportunum erit, ut congrua institutionis catecheticae programmata apparentur, quorum fundamentum sit veritas de sexualitate humana spectata in suis relationibus cum familiari convictu, qualis ab Ecclesia proponitur. Haec enim programmata optimum suppeditant contextum, in cuius ambitu quaestio quoque de homosexualitate pertractari potest.
Huiusmodi catechetica institutio illis etiam familiis auxilium afferet, quae inter sua membra personas homosexuales complectuntur, ut problema quod tam penitus eas angit, apte aggredi valeant.
Omne patrocinium removendum est a quibusvis organizationibus quae magisterium Ecclesiae subvertere contendunt, vel quae erga illud ambigue se gerunt, aut illud prorsus neglegunt. Tale patrocinium, ac vel etiam eius adumbratio, graves male detortas interpretationes gignere potest. Peculiaris attentio adhibenda est, cum agitur de religiosis celebrationibus peragendis ac de aedificiis, quae ad Ecclesiam pertinent, in horum coetuum usum concedendis, scholarum sedibus et catholicis altiorum studiorum institutis non exceptis. Concessio huius facultatis utendi sedibus, quae ad Ecclesiam pertinent, cuipiam nonnisi actus iustitiae et caritatis videri poterit; at re vera id opponitur finibus ipsis, ob quos haec instituta condita sunt, atque ambiguitatis ac pravi exempli causa esse potest.
In legum rogationibus aestimandis, quae forte fieri eveniant, in primis studium ponendum erit, ut familiaris vitae consortium defendatur ac promoveatur.
1986 10 01b 0018
18. Dominus Iesus dixit: “Cognoscetis veritatem, et veritas liberabit vos” (Io 8, 32). Sacra Scriptura nos iubet veritatem facere in caritate (cfr. Eph 4, 15).
Deus qui simul veritas et caritas est, advocat Ecclesiam ut minis terium suum exhibeat cuilibet viro, mulieri ac puero, pastorali solli citudine, quae misericordis nostri Domini propria est. Hoc permota spiritu, Congregatio pro Doctrina Fidei has litteras ad vos dirigit, Episcopos Catholicae Ecclesiae universae, fore confisa, ut vobis adiumento sint in pastorali praestanda cura iis, quorum dolores fallacibus doctrinis solummodo ingravescunt, dum verbo veritatis leniri possunt.
Hanc Epistulam in Conventu ordinario huius Congregationis deliberatam, Summus Pontifex Ioannes Paulus II, in Audientia infrascripto Cardinali Praefecto concessa [Card. Ratzinger], adprobavit et publici iuris fieri iussit.
Romae, ex Aedibus Congregationis pro Doctrina Fidei, die 1.º octobris 1986.
[AAS 79 (1987), 543-554]