[1323] • JUAN PABLO II (1978-2005) • DIRECTRICES PASTORALES SOBRE LA FAMILIA
Del Discurso Before beginning, a los Obispos de Estados Unidos, en Los Ángeles (Estados Unidos), 16 septiembre 1987
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11. Hablando de los laicos, siento un deseo particular de ofreceros mi apoyo en todo lo que hacéis en favor de la vida familiar. El arzobispo Weakland ha hecho referencia “al gran número de divorcios y separaciones de muchas familias”, señalando así un problema que requiere un especial cuidado pastoral. Soy consciente de la gran tristeza y profunda solicitud pastoral que todos nosotros tenemos para con quienes se ven envueltos en sus vidas por estas realidades.
Como podréis recordar, con ocasión de vuestras visitas ad limina, hace ahora cuatro años, os hablé largamente del matrimonio. Sin pararme ahora a repetir todo lo que ya dije en aquella ocasión, deseo animaros a que sigáis esforzándoos continuamente, con celo y generosidad, para ofrecer a las familias una atención pastoral. Os exhorto, además, frente a las tendencias que amenazan la estabilidad del matrimonio, la dignidad del amor humano y de la vida humana así como su transmisión, a no perder nunca la confianza y el coraje. Por medio de la gracia que se nos ha dado como Pastores, debemos esforzarnos por presentar, lo más eficazmente posible, la enseñanza de la Iglesia en su integridad, incluyendo el mensaje profético contenido en la Humanae vitae y en la Familiaris consortio.
La enseñanza fiel de la relación intrínseca entre las dos dimensiones, unitiva y procreativa, del acto conyugal, es ciertamente sólo una parte de nuestra responsabilidad pastoral. Con solicitud pastoral hacia las parejas, la Familiaris consortio subraya que: “la comunidad eclesial, en el tiempo presente, debe preocuparse por suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quienes desean vivir la paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable... Esto significa un compromiso más amplio, decisivo y sistemático en hacer conocer, estimar y aplicar los métodos naturales de regulación de la fertilidad” (n. 35).
Con ocasión de las últimas visitas ad limina os decía: “Las parejas que escogen los métodos naturales perciben la diferencia profunda –tanto antropológica como moral– entre la contracepción y la planificación natural de la familia. Sin embargo, no están exentas de dificultades. En realidad, a menudo pasan por una cierta conversión hasta llegar a comprometerse en el uso de los métodos naturales; por ello necesitan de una adecuada formación, estímulo, consejo y apoyo pastoral. Hemos de ser sensibles a sus esfuerzos y hacernos partícipes de las necesidades que van a encontrar en su camino. Hemos de animarles a seguir adelante con generosidad, confianza y esperanza. Por nuestra condición de obispos, tenemos el carisma y la responsabilidad pastoral de hacer que nuestro pueblo sea consciente del influjo inigualable que la gracia del sacramento del matrimonio ejercita sobre todos los aspectos de la vida conyugal, incluida la sexualidad (Familiaris consortio, 33). La enseñanza de la Iglesia de Cristo no sólo es luz y fuerza para el pueblo de Dios, sino que eleva también los corazones en la alegría y en la esperanza”.
“Vuestra Conferencia Episcopal ha elaborado un programa especial para ampliar y coordinar esfuerzos en las distintas diócesis. Pero el éxito de tantos afanes requiere el interés pastoral constante y la ayuda de cada obispo en su diócesis, y os estoy muy agradecido por cuanto estáis haciendo en este importante apostolado” (Discurso del 24 de septiembre de 1983: L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de enero de 1984, pág. 12).
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12. Mi gratitud profunda para con vosotros se extiende a otros muchos sectores en los que, con generoso empeño, habéis ido llevando a cabo vuestra actividad para y con los laicos. Ello incluye vuestros incesantes esfuerzos por promover la paz y la justicia y el sostenimiento de las misiones. En el ámbito de la defensa de la vida humana habéis trabajado con excepcional dedicación y constancia. Ya con ocasión de las visitas ad limina de 1978, Pablo VI llamó vuestra atención sobre esta actividad, dándoos así garantías del aprecio de la Santa Sede. Dada su excepcional importancia, deseo citar aquí algunas palabras suyas en las que con fuerza os invita a seguir adelante y, al citarlas, las hago también mías:
“En el nombre de Jesucristo os damos las gracias por vuestro ministerio al servicio de la vida. Sabemos que os habéis afanado para que las palabras del Buen Pastor se cumplan: ‘que tengan vida y la tengan sobreabundante’. Muchos católicos –sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos– bajo vuestra guía se han unido a los numerosos proyectos encaminados a defender, cuidar y promover la vida humana”.
“Con la iluminación de la fe, el estímulo del amor y la conciencia de vuestra responsabilidad pastoral os habéis opuesto a cuanto hiere, debilita u ofende la vida humana. Vuestra caridad pastoral ha encontrado muchos modos de manifestarse con acierto en relación al tema de la vida, con medios dirigidos a proteger la vida en sus facetas múltiples. Os habéis esforzado en proclamar con los hechos que todos los aspectos de la vida humana son sagrados”.
“Por ello vuestros trabajos han buscado desterrar el hambre, iluminar situaciones vitales infrahumanas, organizar obras en favor de los pobres, los ancianos y las minorías. Habéis trabajado por mejorar el orden social en sí mismo. Sabemos igualmente que habéis ido señalando al mismo tiempo a vuestra gente la meta a que Dios la llama: la vida de arriba en Cristo Jesús (cfr. Flp 3, 14)”.
“Entre vuestras actividades múltiples al servicio de la vida hay una que en esta coyuntura de la historia merece sobre todas nuestra recomendación fuerte y nuestro apoyo firme; es la lucha continua contra lo que el Concilio Vaticano II llamó el ‘abominable crimen’ del aborto (Gaudium et spes, 51). El menosprecio del carácter sagrado de la vida en el seno materno hiere la estructura misma de la civilización; prepara una mentalidad y hasta una actitud pública que pueden abocar a aceptar prácticas ofensivas de los derechos fundamentales del individuo. Esta mentalidad puede socavar por ejemplo el interés de los necesitados y manifestarse en insensibilidad ante las necesidades sociales; puede llevar al desprecio de los ancianos hasta el extremo de defender la eutanasia; puede preparar el camino a formas de manipulación genética que van contra la vida y cuyos riesgos no son aún completamente conocidos por el gran público”.
“Es muy alentador ciertamente ver el gran servicio que prestáis a la humanidad proclamando sin cesar ante vuestro pueblo el valor de la vida humana. Tenemos confianza en que apoyándoos en las palabras del Buen Pastor que impulsa vuestras actividades, continuaréis orientando y guiando en este terreno y sosteniendo a toda vuestra comunidad eclesial en su vocación al servicio de la vida”.
“Es también motivo que os honra ante el mundo entero el hecho de que en vuestro país muchos hombres y mujeres íntegros, de convicciones religiosas diferentes, se unan en el respeto profundo a las leyes del Creador y Señor de la vida, y estén procurando por todos los medios a su disposición, ante toda la historia, tomar posturas definitivas en favor de la vida” (Discurso del 26 de mayo de 1978: L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 11 de junio de 1978, pág. 9).
Nueve años han pasado ya desde cuando estas palabras fueron pronunciadas y siguen siendo hoy todavía válidas, por estas razones: por su visión profética, por las necesidades que expresan, por la defensa de la vida humana.
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13. En su Encíclica Pacem in Terris, el Papa Juan XXIII colocó el problema de la emancipación de la mujer en el contexto de las características del tiempo actual, “los signos de los tiempos”. Nos explicó que el problema en cuestión era un problema de dignidad humana. En realidad, éste es el objetivo de todos los esfuerzos de la Iglesia en favor de las mujeres: la promoción de su dignidad humana. La Iglesia proclama la dignidad personal de la mujer en cuanto mujer, una dignidad idéntica a la del hombre. Esta dignidad debe afirmarse en su carácter ontológico, aún antes de tomar en consideración cualquiera de las funciones especiales y eminentes que las mujeres pueden realizar, tales como ser madres, esposas o personas consagradas.
Otros muchos aspectos están en conexión con la cuestión de la idéntica dignidad y responsabilidad de las mujeres que, sin lugar a dudas, serán tratados oportunamente a lo largo del Sínodo de los Obispos. En el fondo de cualquier consideración existen dos principios esenciales: la igualdad de la dignidad de la mujer y su auténtica humanidad femenina. Sobre la base de estos dos principios, la Familiaris consortio ha dicho ya mucho sobre la actitud de la Iglesia con relación a la mujer, actitud que refleja “el delicado respeto de Jesús hacia las mujeres que llamó a su seguimiento y amistad” (n. 22). Como he afirmado y como ha subrayado el arzobispo Weakland, las mujeres no están llamadas al sacerdocio. Aunque la enseñanza de la Iglesia sobre este punto es clarísima, ello no altera en modo alguno el hecho de que las mujeres verdaderamente forman parte esencial del designio evangélico para extender la Buena Noticia del reino. Y la Iglesia está comprometida irrevocablemente con esta verdad.
[DP (1987), 142]
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11. In speaking of the laity, I feel a particular desire to support you in all you are doing on behalf of family life. Archbishop Weakland has mentioned “the large number of divorces and the breakup of so many families” as a special pastoral problem. I know that all of us feel great sadness and deep pastoral concern for all those whose lives are affected in this way.
As you will recall, on the occasion of your ad limina visits, four years ago, I spoke at some length on the topic of marriage. Without repeating all that I said on that occasion, I wish to encourage you to continue in your many zealous and generous efforts to provide pastoral care to families. I also urge you in the face of all the trends which threaten the stability of marriage, the dignity of human love, and the dignity of human life, as well as its transmission, never to lose confidence and courage. Through the grace given us as pastors we must endeavor to present as effectively as possible the whole teaching of the Church, including the prophetic message contained in Humanae Vitae and in Familiaris Consortio.
The faithful teaching of the intrinsic relationship between the unitive and procreative dimensions of the marriage act is of course only a part of our pastoral responsibility. With pastoral solicitude for couples Familiaris Consortio pointed out that: “the ecclesial community at the present time must take on the task of instilling conviction and offering practical help to those who wish to live out their parenthood in a truly responsible way... This implies a broader, more decisive and more systematic effort to make the natural methods of regulating fertility known, respected and applied” (19).
On the occasion of the last ad limina visits I stated: “Those couples who choose the natural methods perceive the profound difference –both anthropological and moral– between contraception and natural family planning. Yet they may experience difficulties; indeed they often go through a certain conversion in becoming committed to the use of the natural methods, and they stand in need of competent instruction, encouragement and pastoral counselling and support. We must encourage them to continue their efforts with generosity, confidence and hope. As Bishops we have the charism and the pastoral respon sibility to make our people aware of the unique influence that the grace of the sacrament of marriage has on every aspect of married life, including sexuality20. The teaching of Christ’s Church is not only light and strength for God’s people, but it uplifts their hearts in gladness and hope”.
“Your Episcopal Conference has established a special program to expand and coordinate efforts in the various dioceses. But the success of such an effort requires the abiding pastoral interest and support of each Bishop in his own diocese, and I am deeply grateful to you for what you do in this most important apostolate»21.
19. Familiaris consortio, 35 [1981 11 22/35].
20. Cfr. ibidem, 33 [1981 11 22/33].
21. Address of September 24, 1983.
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12. My profound gratitude to you extends to the many other areas in which, with generous dedication, you have worked for and with the laity. These include your persevering efforts at promoting peace, fostering justice and supporting the missions. In the area of the defense of human life, you have worked with exceptional commitment and constancy. Already during the ad limina visits of 1978, Paul VI drew attention to this activity of yours, assuring you of the appreciation of the Holy See. Because of their exceptional importance, I wish to quote at some length his words of strong support for you and make them my own:
“In the name of Jesus Christ, we thank you for your ministry at the service of life. We know that you have labored precisely in order that the words of the Good Shepherd would be fulfilled: ‘that they may have life and have it to the full’. Under your leadership, so many of the Catholic people –priests, deacons, Religious and laity– have joined in numerous initiatives aimed at defending, healing and promoting human life”.
“With the enlightenment of faith, the incentive of love and an awareness of your pastoral accountability, you have worked to oppose whatever wounds, weakens or dishonors human life. Your pastoral charity has found a consistent expression in so many ways –all related to the question of life, all aimed at protecting life in its multiple facets. You have endeavored to proclaim in practice that all aspects of human life are sacred”.
“In this regard, your efforts have been directed to the eradication of hunger, the elimination of subhuman living conditions, and the promotion of programs on behalf of the poor, the elderly and minorities. You have worked for the improvement of the social order itself. At the same time, we know that you have held up to your people the goal to which God calls them: the life above, in Christ Jesus” (22).
“Among your many activities at the service of life there is one which, especially at this juncture of history, deserves our strongest commendation and our firmest support: it is the continuing struggle against what the Second Vatican Council calls the ‘abominable crime’ of abortion (23). Disregard for the sacred character of life in the womb weakens the very fabric of civilization; it prepares a mentality, and even a public attitude, that can lead to the acceptance of other practices that are against the fundamental rights of the individual. This mentality can, for example, completely undermine concern for those in want, manifesting itself in insensitivity to social needs; it can produce contempt for the elderly, to the point of advocating euthanasia; it can prepare the way for those forms of genetic engineering that go against life, the dangers of which are not yet fully known to the general public”.
“It is therefore very encouraging to see the great service you render to humanity by constantly holding up to your people the value of human life. We are confident that, relying on the words of the Good Shepherd, who inspires your activity, you will continue to exercise leadership in this regard, sustaining the entire ecclesial community in their own vocation at the service of life”.
“It is also a source of worldwide honor that, in your country, so many upright men and women of differing religious convictions are united in a profound respect for the laws of the Creator and Lord of life, and that, by every just means at their disposal, they are endeavoring, before the witness of history, to take a definitive stand for human life” (24).
Nine years have passed since these words were spoken and yet they are still relevant today –relevant in their prophetic vision, relevant in the needs they express, relevant in the defense of life.
22. Cfr. Phil. 3: 14.
23. Gaudium et spes, 51 [1965 12 07c/51].
24. Address of May 26, 1978 [1978 05 26/9-10].
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13. In his Encyclical Pacem in Terris, Pope John XXIII placed the question of the advancement of women in the context of the characteristics of the present day, “the signs of the times”. He made it clear that the cause in question was one of human dignity. This is indeed the aim of all the Church’s efforts on behalf of women: to promote their human dignity. The Church proclaims the personal dignity of women as women –a dignity equal to that of men. This dignity must be affirmed in its ontological character, even before consideration is given to any of the special and exalted roles fulfilled by women as wives, mothers or consecrated women.
There are many other aspects involved in the question of women’s equal dignity and responsibility, which will undoubtedly be properly dealt with in the forthcoming Synod of Bishops. At the basis of all considerations are two firm principles: the equal human dignity of women and their true feminine humanity. On the basis of these two principles Familiaris Consortio has already enunciated much of the Church’s attitude toward women, which reflects the “sensitive respect of Jesus toward the women that he called to his following and his friendship” (25). As I have stated and as Archbishop Weakland has pointed out, women are not called to the priesthood. Although the teaching of the Church on this point is quite clear, it in no way alters the fact that women are indeed an essential part of the Gospel plan to spread the Good News of the Kingdom. And the Church is irrevocably committed to this truth.
[AAS 80 (1988), 796-800]
25. Familiaris consortio, 22 [1981 11 22/22].