[1331] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA MALFORMACIÓN NO PUEDE SIGNIFICAR UNA CONDENA A MUERTE
Discurso Sono lieto, al XI Congreso Europeo de Medicina Prenatal, 14 abril 1988
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1. [...] Vuestra presencia, ilustres señores, evoca en mi pensamiento el compromiso científico y curativo que, sobre todo en estos últimos decenios, ha caracterizado vuestra especialidad. La medicina prenatal se justifica y se centra en el esfuerzo cualificado y permanente de salvar, proteger y favorecer la vida y la salud del “nascituro” y del recién nacido y, al mismo tiempo, la vida y la salud de la madre. Vuestra especialidad está totalmente dominada por este ethos en favor de la vida naciente: Ha sido esta finalidad la que ha permitido a la disciplina realizar progresos científicos y mejorar la calidad de la asistencia antes del parto, en el parto y después del parto.
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2. El amplio programa de vuestro congreso internacional ilustra plenamente, incluso a quien no posea vuestras competencias, la densidad moral, el valor científico y los resultados esperanzadores de vuestro trabajo. Mi pensamiento se dirige ahora a aquellos a quienes vosotros habéis conducido a la luz de la vida, a pesar de los obstáculos de la gestación difícil, ofreciéndolos a la mirada, a los brazos y a la espera emocionada de sus padres y familiares.
Deseo daros las gracias juntamente con todos los que han gozado con el nacimiento de estas nuevas vidas y las han acogido con afecto profundo y siempre nuevo de vuestras manos expertas y benéficas.
Quiero deciros que esta labor al servicio de la vida y de la maternidad habla por sí misma ante el Creador y atrae sobre vosotros, sobre vuestras familias y vuestra actividad, la bendición del Creador.
Deseo también interpretar la voz de la Iglesia, madre y maestra, para alentaros a mantener intacta e inviolada vuestra experiencia y vuestra arte médica de ciertas presiones sociales o ideológicas, de las tentaciones de la fragilidad humana y de los abusos de las tecnologías innovadoras, para que vuestro mismo ethos médico, que se alimenta con una larga tradición de humanidad, y vuestras conciencias se mantengan siempre en conformidad con la norma moral y la voluntad paternal del Creador.
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3. Es sabido, por desgracia, que en esta delicadísima fase de la existencia del nascituro se ha manifestado la funesta tentación de interrumpir la vida inocente, especialmente cuando ésta se presenta no perfecta y no del todo sana, y a veces también por razones todavía más inconsistentes y, en general, jamás justificativas.
Oportunamente, por tanto, la reciente instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe “Donum Vitae” reafirma: “El ser humano debe ser respetado –como una persona– desde el primer instante de su existencia” (P. I, n. 1). Es la doctrina del Concilio, según la cual, “la vida humana, una vez concebida, ha de ser salvaguardada con extremados cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables” (Gaudium et spes, 51). Ésta es la doctrina y la práctica constante de la Iglesia.
La instrucción, que acabo de recordar, ofrece, por otra parte, indicaciones preciosas sobre las condiciones requeridas para la licitud del diagnóstico prenatal y para las intervenciones terapéuticas sobre los embriones y sobre los fetos antes de su nacimiento, al tiempo que subraya explícitamente la prohibición moral relativa a las experimentaciones sobre fetos y sobre los embriones.
El grado de respeto a la vida naciente en todas sus fases de vida en el seno materno es la premisa de aquel respeto que debe continuar en la fase de la vida recién nacida, también y sobre todo respecto a aquellos prematuros graves y los recién nacidos malformados. Es la lógica de muerte, inherente a la legitimación del aborto, la que hoy, en algunas partes, impulsa a algunos a solicitar la legalización de la eutanasia de los recién nacidos y a organizar la práctica de la misma a cargo de fetos portadores de minusvalía y de aquellos otros cuya existencia, inmediatamente después del nacimiento, a causa del nacimiento prematuro, resulta, aunque posible, no carente de alguna dificultad y de algún riesgo.
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4. Se avanza, por parte de algunos, el presunto “derecho al hijo sano” y se considera la así llamada “calidad de vida”, como criterio dirimente para que sea aceptada la vida.
Es necesario reafirmar con claridad que toda vida es sagrada y que la existencia de una eventual malformación no puede constituir motivo de una condena a muerte, ni siquiera cuando sean los padres mismos, dominados por la emotividad y golpeados en las esperanzas, los que soliciten la eutanasia mediante la suspensión de los cuidados y de la alimentación.
La calidad de vida debe buscarse, en la medida de lo posible, mediante cuidados proporcionados y adecuados, pero dicha calidad supone la vida y el derecho a vivir para todos y para cada uno, sin discriminación y sin abandonos.
La historia misma de vuestra disciplina, multiforme y admirable por recursos y por avances, se opone a la aquiescencia a planes de muerte como el aborto y la eutanasia de los recién nacidos.
Aquellos hijos que pasan por vuestras manos y que salen de la cuna de vuestros nidos y de vuestros hospitales son los que os bendecirán juntamente con sus padres; pero sobre todo os bendice el Señor Jesús, Verbo hecho Carne, que se sacrificó voluntariamente por los hombres y resucitó al tercer día para dar vida y resurrección a todos los hombres.
En su nombre, y como prenda de esta alabanza y señal de su aprobación por todo lo que hacéis y hagáis y enseñéis en defensa de la vida naciente, imparto a vosotros, reiterando el deseo de paz del Señor resucitado, mi Bendición.
[E 48 (1988), 1662]
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1. [...] La vostra presenza, illustri Signori, evoca al mio pensiero l’impegno scientifico e curativo che, soprattutto in questi ultimi decenni, ha caratterizzato questa vostra specialità. La medicina perinatale si giustifica e si incentra nello sforzo qualificato e assiduo di salvare, proteggere e promuovere la vita e la salute del “nascituro” e del neonato e, simultaneamente, la vita e la salute della madre. La vostra specialità è tutta pervasa da questo ethos in favore della vita nascente: è stata questa finalità a far compiere progressi scientifici alla disciplina e a rendere migliore la qualità dell’assistenza prenatale, perinatale e neonatale.
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2. L’ampio programma del vostro convegno internazionale rende evidente, anche a chi non possiede la vostra competenza, la densità morale, il valore scientifico ed i risultati incoraggianti del vostro lavoro. Il mio pensiero va ora a tutti quei bambini che voi avete condotto alla luce e alla vita, nonostante le difficoltà della gestazione difficile, offrendoli allo sguardo, alle braccia e all’attesa trepida dei loro genitori e familiari.
Desidero dirvi grazie insieme con tutti coloro, che hanno goduto della nascita di queste nuove vite e le hanno accolte con affetto profondo e sempre nuovo dalle vostre mani esperte e benefiche.
Voglio dirvi che quest’opera a servizio della vita e della maternità parla da se stessa davanti al Creatore e attira su di voi, sulle vostre famiglie e sulla vostra attività la benedizione del Creatore.
Desidero anche interpretare la voce della Chiesa, madre e maestra, per incoraggiarvi a mantenere intatta e inviolata la vostra esperienza e la vostra arte medica da certe pressioni sociali o ideologiche, dalle tentazioni della fragilità umana e dagli abusi delle tecnologie innovative, perchè il vostro stesso ethos medico, che si alimenta ad una lunga tradizione di umanità, e le vostre coscienze siano sempre in conformità con la norma morale e la Volontà paterna del Creatore.
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3. È noto purtroppo che in questa delicatissima fase dell’esistenza del nascituro si è insinuata la nefasta tentazione di interrompere la vita innocente, specialmente quando questa si presenta non perfetta e non del tutto sana, e talvolta anche per ragioni ancor più inconsistenti e, comunque, non mai giustificative.
Opportunamente, pertanto, la recente Istruzione della Congregazione per la Dottrina della fede “Donum Vitae” ribadisce: “L’essere umano è da rispettare –come una persona– fin dal primo istante della sua esistenza” (1). È l’insegnamento del Concilio, secondo il quale “la vita umana, una volta concepita, dev’essere protetta con la massima cura; e l’aborto come l’infanticidio, sono abominevoli delitti” (2) ed è la dottrina e la prassi costante della Chiesa.
L’Istruzione, che ora ho richiamato, offre peraltro indicazioni preziose circa le condizioni richieste per la liceità della diagnosi prenatale e per gli interventi terapeutici sugli embrioni e sui feti prima della loro nascita, mentre esplicitamente richiama il divieto morale relativo alla sperimentazione sui feti e sugli embrioni.
Il grado di rispetto alla vita nascente in tutte le sue fasi di vita nel seno materno è la premessa di quel rispetto che deve proseguire nella fase neonatale anche e soprattutto verso gli immaturi gravi e i neonati malformi. È la logica di morte, insita nella legittimazione dell’aborto, che spinge oggi in qualche parte alcuni a chiedere la legalizzazione dell’eutanasia neonatale e ad avviarne la pratica a carico dei feti portatori di handicap e di quelli la cui esistenza neonatale, a causa della loro nascita prematura, risulta, anche se possibile, non priva di qualche difficoltà e di qualche rischio.
1. P. I, 1 [1987 02 22/7].
2. Gaudium et spes, 51 [1965 12 07c/51].
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4. Si avanza, da parte di alcuni, il presunto “diritto al figlio sano” e si colloca la così detta “qualità di vita” come criterio dirimente perchè venga accettata la vita.
Occorre riaffermare con chiarezza che ogni vita è sacra e che la esistenza di una eventuale malformazione non può costituire motivo di una condanna a morte, neppure quando siano i genitori stessi, presi dall’emotività e colpiti nelle attese, a chiedere l’eutanasia attraverso la sospensione delle cure e dell’alimentazione.
La qualità di vita è da perseguire, per quanto è possibile, mediante cure proporzionate e appropriate, ma essa suppone la vita e il diritto di vivere per tutti e per ognuno, senza discriminazione e senza abbandoni.
La storia stessa della vostra disciplina, multiforme e ammirevole per risorse e per progressi, si oppone all’acquiescenza a disegni di morte quali l’aborto e l’eutanasia neonatale.
Quei figli che passano fra le vostre mani e che escono dalla culla dei vostri nidi e dalle vostre corsie, sono coloro che vi benediranno insieme con i loro genitori; ma soprattutto vi benedice il Signore Gesù, Verbo fatto Carne, sacrificatosi volontariamente per gli uomini, e risorto il terzo giorno per dare vita e risurrezione a tutti gli uomini.
Nel suo Nome, e come pegno di questa lode e segno della sua approvazione per quanto fate e farete e insegnerete a difesa della vita nascente, imparto a voi, rinnovando l’augurio di pace del Signore risorto, la mia Benedizione.
[AAS 80 (1988), 1424-1427]