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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1353] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LOS DERECHOS Y LA DIGNIDAD DE LA MUJER

De la Carta  On April, a los Obispos de Estados Unidos, 22 febrero 1989

1989 02 22 0024

[24.–] Tanto el informe de la Comisión como vuestras cartas hablan de los tópicos feministas. Estoy de acuerdo con vosotros en promover los derechos y la dignidad de la mujer. Reconozco y aprecio las extraordinarias aportaciones de millares de celosas y competentes religiosas. Éstas continúan jugando un papel vital en la vida de la Iglesia.

1989 02 22 0025

[25.–] Sin embargo, un feminismo radical, que busca los derechos de las mujeres atacando y negando enseñanzas morales fundamentales, claras y constantes, no refleja o promueve la plena realidad y la auténtica dignidad de las mujeres, que no solamente tienen un valor temporal, sino también un destino eterno en el Plan Divino. María, Madre de Jesús, Madre de la Iglesia, mujer por excelencia, personifica la dignidad radical de las mujeres. Ella ha tenido un papel decisivo, por el hecho de que ha cambiado toda la historia; Ella continúa hoy influyendo en nuestras vidas.

1989 02 22 0026

[26.–] La igualdad entre hombres y mujeres debe ser continuamente reconocida, como he puesto de relieve en la “Mulieris dignitatem”. Dicha igualdad jamás debe eclipsar o ignorar la realidad de que hombres y mujeres son distintos. Ninguno es mejor que el otro, pero en ningún caso son idénticos. Su complementariedad es un bien precioso para la Iglesia y para la sociedad.

1989 02 22 0027

[27.–] Querría pediros que, al apoyar y promover los valores de la vida religiosa, los veáis aplicados tanto a los religiosos como a las religiosas. La vida religiosa no debe ser considerada como si tuviera dos realidades distintas y diversas, una para los hombres y otra para las mujeres. Los elementos fundamentales de la vida religiosa pertenecen a todos los religiosos, hombres y mujeres. En las obras de apostolado a las que invitamos a los religiosos debemos ser sensibles a sus obligaciones y a sus necesidades particulares de religiosos y religiosas consagrados a la misión. Debemos considerarlos y sostenerlos tanto por lo que son, como religiosos, y por lo que hacen, como colaboradores en el apostolado.

[E 49 (1989), 633-634]