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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1401] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, PILAR FUNDAMENTAL DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA SOCIEDAD

Del Discurso Siate i benvenuti, a los participantes en la II Conferencia Europea de las Familias (COFACE), 28 septiembre 1990

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2. La presencia en este Simposio de una representación tan numerosa de expertos procedentes de todas partes de Europa es motivo de alegría y de gran esperanza. La necesidad que sentís de reuniros para concordar una acción solidaria en los respectivos países, es signo del camino irreversible que nuestro Continente está recorriendo hacia una integración cada vez más profunda, y es motivo de confianza para cuantos miran con preocupación las dificultades a las cuales está expuesta la familia en el mundo contemporáneo.

En esta perspectiva es significativo el tema en torno al cual habéis elegido aplicar vuestros esfuerzos. Ciertamente, el papel de la familia en la construcción de la nueva sociedad es primordial. Por tanto, es justo interrogarse acerca de las expectativas, esperanzas y también obviamente de los compromisos que a ella le competen en el contexto de las situaciones culturales, políticas, económicas y sociales de las actuales comunidades estatales.

Una respuesta seria se puede ofrecer sólo basándose en el análisis atento de los datos concretos, en el contexto de las estructuras sociales y de las actividades laborales y productivas, tanto industriales como agrícolas. La apertura de las fronteras favorecerá un diálogo intenso y una comunión de experiencias que serán determinantes para que se afirme la nueva fisonomía del continente, y esto naturalmente, no sucederá sin vistosos reflejos sobre la vida de todos. Una intervención mayor competerá a las estructuras que más inciden en la vida social: la escuela, que necesita nuevas programaciones; las organizaciones laborales y los sindicatos, llamados a insertarse en un horizonte más amplio; y, de modo especial, la familia. En efecto, ella será siempre la “escuela del más rico humanismo”, donde “las distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente... a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social” (Gaudium et spes, 52).

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3. Esto vale, en especial, para las jóvenes generaciones, que encuentran en la familia el contexto natural para su desarrollo. Los jóvenes de hoy serán los ciudadanos europeos del mañana. Es más, en cierto sentido, viven ya en la dimensión de una comunidad humana mayor y sin fronteras. Muchos de ellos, pensando en el futuro, buscan ya profesiones y experiencias, intercambios científicos y culturales abiertos a una colaboración que sobrepasa las fronteras nacionales. Con naturalidad, respetando la diversidad, con amplio espíritu de tolerancia, con optimismo y confianza, persiguen el proyecto de una Europa unida, de la que se sienten idealmente ciudadanos.

Está claro que todo esto impone exigencias inéditas a la nueva familia, que debe mostrarse a la altura de estas nuevas tareas. En efecto, las grandes posibilidades que ofrece el futuro van acompañadas de no pocos riesgos. Están en juego valores fundamentales, de los que dependen las características de la futura sociedad europea que se pretende construir. La familia no puede ser abandonada a sí misma, y mucho menos ser obstaculizada en el desarrollo de los deberes que le competen constitucionalmente. Sólo si los individuos, las asociaciones, los partidos y las estructuras públicas hacen frente, cada uno según su competencia, a los problemas que atañen a la familia, se puede esperar que se obtenga una solución positiva.

La Iglesia, por su parte, no dejará de intensificar su compromiso en un sector de importancia tan vital. Consciente como es de que “el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente ligado al bien de la familia”, ella “siente de modo más vivo y apremiante su misión de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, asegurándole la plena vitalidad y promoción humana y cristiana, y contribuyendo así a la renovación de la sociedad y del mismo pueblo de Dios” (Familiaris consortio, n. 3).

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4. La sociedad herida en la familia no tiene futuro. Por esta razón la nueva Europa, que todos deseamos, hará bien en poner gran atención en la tutela y en la promoción de esta célula fundamental de la sociedad, a la luz de las propias tradiciones más verdaderas, que están imbuidas profundamente por los valores cristianos. En esta perspectiva, invoco sobre todos vosotros, sobre las naciones que representáis y sobre la actividad de vuestras asociaciones la protección del Dios Altísimo, creador del hombre y de la familia, misericordioso dador de una ley de sabiduría y de santidad, inscrita en el corazón de todo ser humano.

Que el Señor conforte vuestro empeño en pro del desarrollo de una vida familiar sana y alegre, alimentada por una constante circulación de fe y de amor.

[DP-151 (1990), 217-218]