[1417] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, SANTUARIO DE LA VIDA Y SEDE DE LA CULTURA DE LA VIDA
De la Encíclica Centesimus annus, en el Centenario de la Rerum novarum, 1 mayo 1991
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39. La primera estructura fundamental a favor de la “ecología humana” es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente qué quiere decir en concreto ser una persona. Se entiende aquí la familia fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e irrepetible. En cambio, sucede con frecuencia que el hombre se siente desanimado a realizar las condiciones auténticas de la reproducción humana y se ve inducido a considerar la propia vida y a sí mismo como un conjunto de sensaciones que hay que experimentar más bien que como una obra a realizar. De aquí nace una falta de libertad que le hace renunciar al compromiso de vincularse de manera estable con otra persona y engendrar hijos, o bien le mueve a considerar a éstos como una de tantas “cosas” que es posible tener o no tener, según los propios gustos, y que se presentan como otras opciones.
Hay que volver a considerar la familia como el santuario de la vida. En efecto, es sagrada: es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida.
El ingenio del hombre parece orientarse, en este campo, a limitar, suprimir o anular las fuentes de la vida, recurriendo incluso al aborto, tan extendido por desgracia en el mundo, más que a defender y abrir las posibilidades a la vida misma. En la Encíclica Sollicitudo rei socialis han sido denunciadas las campañas sistemáticas contra la natalidad, que, sobre la base de una concepción deformada del problema demográfico y en un clima de “absoluta falta de respeto por la libertad de decisión de las personas interesadas”, las someten frecuentemente a “intolerables presiones... para plegarlas a esta forma de opresión” (78). Se trata de políticas que con técnicas nuevas extienden su radio de acción hasta llegar, como en una “guerra química”, a envenenar la vida de millones de seres humanos indefensos.
Estas críticas van dirigidas no tanto contra un sistema económico como contra un sistema ético-cultural. En efecto, la economía es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios (79).
Todo esto se puede resumir afirmando, una vez más, que la libertad económica es solamente un elemento de la libertad humana. Cuando aquélla se vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir, entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina por alienarla y oprimirla (80). [...]
78. Sollicitudo rei socialis, 25 [1987 12 30/ 25].
79. Sollicitudo rei socialis, 34.
80. Redemptor hominis, 15.
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49. En este campo, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, su Fundador, está presente desde siempre con sus obras que tienden a ofrecer al hombre necesitado un apoyo material que no lo humille ni lo reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de su situación precaria, promoviendo su dignidad de persona. Gracias a Dios, hay que decir que la caridad operante nunca se ha apagado en la Iglesia y, es más, tiene actualmente un multiforme y consolador incremento. A este respecto, es digno de mención especial el fenómeno del voluntariado, que la Iglesia favorece y promueve, solicitando la colaboración de todos para sostenerlo y animarlo en sus iniciativas. Para superar la mentalidad individualista, hoy día tan difundida, se requiere un compromiso concreto de solidaridad y caridad, que comienza dentro de la familia con la mutua ayuda de los esposos y, luego, con las atenciones que las generaciones se prestan entre sí. De este modo la familia se cualifica como comunidad de trabajo y de solidaridad. Pero ocurre que cuando la familia decide realizar plenamente su vocación, se puede encontrar sin el apoyo necesario por parte del Estado, que no dispone de recursos suficientes. Es urgente, entonces, promover iniciativas políticas no sólo en favor de la familia, sino también políticas sociales que tenga como objetivo principal a la familia misma, ayudándola mediante la asignación de recursos adecuados e instrumentos eficaces de ayuda, bien sea para la educación de los hijos, bien sea para la atención de los ancianos, evitando su alejamiento del núcleo familiar y consolidando las relaciones entre las generaciones (101).
Además de la familia, desarrollan también funciones primarias y ponen en marcha estructuras específicas de solidaridad otras sociedades intermedias. Efectivamente, éstas maduran como verdaderas comunidades de personas y refuerzan el tejido social, impidiendo que caiga en el anonimato y en una masificación impersonal, bastante frecuente por desgracia en la sociedad moderna. En medio de esa múltiple interacción de las relaciones vive la persona y crece la “subjetividad de la sociedad”. El individuo hoy día queda sofocado con frecuencia entre los dos polos del Estado y del mercado. En efecto, da la impresión a veces de que existe sólo como productor y consumidor de mercancías, o bien como objeto de la administración del Estado, mientras se olvida que la convivencia entre los hombres no tiene como fin ni el mercado ni el Estado, ya que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio deben estar el Estado y el mercado. El hombre es, ante todo, un ser que busca la verdad y se esfuerza por vivirla y profundizarla en un diálogo continuo que implica a las generaciones pasadas y futuras (10)2. [...]
101. Familiaris consortio, 45 [1981 11 22/ 45].
102. Cfr. Allocutio Lutetiae Parisiorum ad eos qui conventui Consilii ab exsecutione internationalis organismi compendiariis litteris UNESCO nuncupati affuere, die 2 iun. 1980: AAS 72 [1980] 735-752.
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51. Toda la actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene una recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica también su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibilidad para promover el bien común. Por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino. Es a este nivel donde tiene lugar la contribución específica y decisiva de la Iglesia en favor de la verdadera cultura. Ella promueve el nivel de los comportamientos humanos que favorecen la cultura de la paz contra los modelos que anulan al hombre en la masa, ignoran el papel de su creatividad y libertad y ponen la grandeza del hombre en sus dotes para el conflicto y para la guerra. La Iglesia lleva a cabo este servicio predicando la verdad sobre la creación del mundo, que Dios ha puesto en las manos de los hombres para que lo hagan fecundo y más perfecto con su trabajo, y predicando la verdad sobre la Redención, mediante la cual el Hijo de Dios ha salvado a todos los hombres y al mismo tiempo los ha unido entre sí haciéndolos responsables unos de otros. La Sagrada Escritura nos habla continuamente del compromiso activo en favor del hermano y nos presenta la exigencia de una corresponsabilidad que debe abarcar a todos los hombres.
Esta exigencia no se limita a los confines de la propia familia, y ni siquiera de la Nación o el Estado, sino que afecta ordenadamente a toda la humanidad, de manera que nadie debe considerarse extraño o indiferente a la suerte de otro miembro de la familia humana. En efecto, nadie puede afirmar que no es responsable de la suerte de su hermano (cfr Gn 4, 9; Lc 10, 29-37; Mt 25, 31-46). La atenta y premurosa solicitud hacia el prójimo, en el momento mismo de la necesidad facilitada incluso por los nuevos medios de comunicación que han acercado más a los hombres entre sí, es muy importante para la búsqueda de los instrumentos de solución de los conflictos internacionales que puedan ser una alternativa a la guerra. No es difícil afirmar que el ingente poder de los medios de destrucción, accesibles incluso a las medias y pequeñas potencias, y la conexión cada vez más estrecha entre los pueblos de toda la tierra, hacen muy arduo o prácticamente imposible limitar las consecuencias de un conflicto.
[E 51 (1991) 735, 742-743]
1991 05 01 0039
39. Prima et fundamentalis “oecologiae humanae” serviens compages est familia, in qua homo primas et praecipuas notiones recipit de veritate deque bono, discit quid sit amare et amari et idcirco, quid sit re esse personam. Intellegenda est hic familia matrimonio innisa, in qua mutuum viri et mulieris sui donum condicionem gignit vitae, in qua infans nasci potest et suas educare facultates, suae dignitatis conscius fieri et se praeparare ad sortem suam obeundam unicam ut quae iterari non possit. Saepe contra accidit ut homo deterreatur ab implendis condicionibus humanae procreationis, et inducatur ad putandum seipsum suamque vitam potius summam esse sensuum experiendorum quam opus efficiendum. Oritur hinc quaedam lacuna libertatis, quae perducit ad respuendum officium quo se perpetuo quis coniungat cum alia persona et filios generet, aut perducit ad liberos aestimandos unam ex totis “rebus” quae haberi possunt aut non haberi secundum propriam libidinem, quaeque cum aliis opportunitatibus certant.
Oportet rursus familia existimetur vitae sacrarium. Ea enim sacra est; locus est ubi vita Dei donum apte potest accipi et defendi contra multiplices incursiones quibus obicitur, et crescere valet prout verus humanus postulat auctus. Adversus culturam mortis, quae dicitur, familia culturae ipsius vitae est sedes.
Humana mens hac in re propendere potius videtur ad imminuendos tollendos vel delendos vitae fontes, etiam abortione adhibenda in mundo quidem diffusa, quam ad defendendas et aperiendas vias vitae. In Encyclicis “Sollicitudo Rei Socialis” vituperatae sunt constantes venditationes contra natorum numerum secundum falsam notionem quaestionis demographicae. Ibi namque “summa violatio patratur liberi eorum consilii, quorum interest,... qui coercitionibus intolerabilibus... haud raro sollicitantur, ut novae huic succumbant formae oppressionis” (78). Scilicet de agendi rationibus agitur quae per novas technicas ita se extendunt ut, quasi in “chemico bello”, pluries centenorum milium hominum vitam corrumpant indefensorum.
Hae improbationes non tantum impugnant rationem oeconomicam, quantum rationem ethicam-culturalem. Oeconomia namque solummodo aspectus est et modus multiplicis humanae industriae. Si ea absoluta ducitur, si mercium confectio et consumptio principem locum tenent vitae socialis et evadunt unicum societatis bonum nulli alii obnoxium, hoc fit non solum nec tantopere propter rationem oeconomicam, quam ob id, quod ratio socialis-culturalis ignorans pondus ethicum et religiosum imminuta est et soli bonorum ac servitiorum effectioni vim tribuit (79).
Haec omnia contrahi possunt rursus si affirmatur libertatem oeconomicam solummodo esse libertatis humanae partem. Cum ea autonoma fit, cum scilicet homo censetur confector aut consumptor bonorum potius quam persona quae efficit res et consumit ut vivat, tunc suam amittit cum persona humana necessariam coniunctionem et tandem eam abalienat et opprimit (80). [...]
78. Sollicitudo rei socialis, 25 [1987 12 30/ 25].
79. Sollicitudo rei socialis, 34.
80. Redemptor hominis, 15.
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49. Suis quidem operibus hac in provincia semper adsistit Ecclesia, quae Christi mandato Conditoris sui obtemperans indigenti homini ad opem ferendam re semper praesto adest, ne ipse ulla afficiatur contumelia neque solummodo tutelae videatur obiectum, sed ut de suo statu attollatur per dignitatis personae provectum. Gratiis Deo immensis actis, est omnino asseverandum curiosam caritatem nunquam in Ecclesia defuisse, immo vero hisce temporibus varium exhibere et magnum incrementum. Peculiariter est de voluntariis ministeriis dicendum, quibus favet Ecclesia et, dum omnes ad consociatam operam concitat ut fulciantur augeanturque, eadem provehit. Ut mens autem suis ipsius finibus saepta quae nuper invaluit evincatur, solidum solidarietatis officium requiritur et caritatis quod intra familiam ex mutuo scilicet coniugum adiumento initium ducit, deinde ex cura quam inter se adhibent suboles. Hac via familia veluti operis communitas ostenditur et solidarietatis. Verumtamen plene congruere suae vocationi cum decernit familia, accidit ut subtrahi possit ipsa de necessariis Civitatis adiumentis, quae proinde consentaneis careat praesidiis. Instat igitur omnino illud: ut de familia ratio politica promoveatur itemque de societate, in qua ipsa familia principem obtineat locum quam convenientibus subsidiis efficientibusque instrumentis fulciri oportet, sive in liberis instituendis sive in senibus curandis, declinata eorum de familia expulsione et inter aetates vinculis necessitudinum confirmatis (101).
Extra familiam vero, primas partes agunt nexusque aptant proprios solidarietatis aliae interpositae societates. Suo etenim fungentes munere, omnes hae societates veluti personarum communitates adolescunt quae veluti nervos socialis corporis paene texunt prohibentes quominus in ignota illud decidat et inter multitudines sine nomine misceatur, id quod tamen in hodierna societate percrebro, proh dolor, accidit. Inter necescitudinum nexus persona aetatem agit et “societatis subiectivitas” invalescit. Hodie homo saepe a duobus coangustatur lateribus, Civitate scilicet et mercatu. Tamquam enim solus rerum effector exstare interdum videtur et consumptor mercium vel Civitatis subiectum administrationis, dum illud ex animo excidit: hominum convictum neque ad mercatum referri neque ad Civitatem, cum in se collocet ipse peculiare bonum, cuitum a Civitate tum mercatu est serviendum. Is quidem est homo quiante omnia veritatem perquirat quique similiter vivendo eandem complere contendat eandemque altius percipere dialogo nempe cum praeteritis usque instituto ac venturis saeculis (110)2. [...]
101. Familiaris consortio, 45 [1981 11 22/ 45].
102. Cfr. Allocutio Lutetiae Parisiorum ad eos qui conventui Consilii ab exsecutione internationalis organismi compendiariis litteris UNESCO nuncupati affuere, die 2 iun. 1980: AAS 72 [1980] 735-752.
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51. Cuncta hominis actio intra aliquam humani cultus compagem explicatur et ibidem reciprocatur. Ut congruus efformetur huiusmodi cultus, homo totus implicatur qui in hac re creatricem vim suam insumit et intellectum et mundi hominumque cognitionem, quique ibidem exinde dominationem sui ac sua sacrificia, solidarietatem ac voluntatem ad bonum commune prosperandum adfert. Quapropter primum magisque praecipuum opus in hominis corde fit ac modus vero, quo futurum tempus proprium studet aedificare, pendet ex sui aestimatione propriaeque sortis. Hoc quidem loco Ecclesiae opera locatur peculiaris et decretoria pro cultu et humanitate. Ipsa enim excellentiam sustinet humanorum habituum qui pacis cultui favent, adversus specimina illa quae hominem cum multitudine miscent, cum eius partes non agnoscant eiusdemque libertatem, quae autem illius granditatem in certaminis artibus figunt et belli. Ecclesia ministerium suum reddit veritatem denuntians de mundi creatione, quem Deus hominum manibus commendavit, ut eundem fecundum efficerent suisque operibus perfectiorem, atque veritatem edicens de redemptione, qua Dei Filius omnes homines servavit et eadem opera homines inter se coniunxit ut alii aliorum sustinerent partes. Sacra Biblia de sollicito ministerio usque loquuntur in fratrem, quae item in omnes homines ad officium nos compellunt.
Haec profecto necessitas haud finibus continetur familiae et ne Nationis quidem Civitatisve, sed cunctam humanam familiam ordinate ita complectitur ut nemo a sorte alterius membri generis hominum videatur alienus vel exsors. Nemo asseverare potest se sui fratris fati non esse participem!103. Prompta sane studiosaque sollicitudo de proximo instantibus necessitatibus hodie etiam novis expedita communicationis instrumentis, quae propiores inter se homines reddiderunt, peculiarem habet vim si rationes respiciuntur quibus pro bello inter Nationes solvantur contentiones. Nulla autem difficultate affirmatur internecionis apparatuum terrificam potentiam qui quidem minoribus quoque Nationibus praesto nunc sint, atque magis ac magis inter totius mundi populos necessitudinem efficere ut difficilius, vel potius omnino inverisimiliter, belli consectaria terminis quibusdam circumscribantur.
[AAS 83 (1991), 841-843, 854-857]
103. Cfr. Gen 4, 9; Lc 10, 29-37; Mt. 25,31-46.