[1437] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, ESPACIO FUNDAMENTAL PARA LA REALIZACIÓN DE LA VOCACIÓN DE LA PERSONA HUMANA
Del Discurso Grazie per questo, al Clero de la diócesis de Roma, 5 marzo 1992
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Gracias por este encuentro, ya tradicional y muy bien enmarcado en la primera semana de Cuaresma, especialmente después de la visita al Seminario romano, el sábado pasado, y después del encuentro con estos protagonistas de las confrontaciones con la ciudad.
[1.–] Quisiera ahora ofreceros una síntesis, tal como se me ha ocurrido al ir escuchando vuestras intervenciones. Vuelve la palabra clave: Spiritus loquitur Ecclesiae. El Espíritu habla a la Iglesia. Ésta es la definición del Concilio Vaticano II: el Espíritu que ha hablado a la Iglesia en su dimensión universal.
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[2.–] Lo encontramos también muchas veces en la Escritura: el Espíritu habla a las Iglesias; una consecuencia de esta dimensión universal son los sínodos. El sínodo es también un lugar en el que el Espíritu Santo habla a las Iglesias particulares y a las Iglesias locales; naturalmente, por Iglesia entendemos sobre todo la diócesis, pero también, dentro de la diócesis, toda parroquia que participa en la unidad de esta Iglesia particular, diocesana y también de esta Iglesia universal, a través de la diócesis.
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[3.–] El Espíritu ha hablado a la Iglesia universal, sobre todo, de la Iglesia. La pregunta que constituyó el punto de partida durante la primera sesión del Concilio fue ésta: Ecclesia, quid dicis de te ipsa? Realmente, ésta fue la pregunta fundamental, que orientó después todo el Concilio, todos los trabajos del Concilio. En cierto sentido, todo el Concilio fue una respuesta a esa pregunta, dirigida a la Iglesia, que encontró respuesta a esa pregunta. Sucede lo mismo que cuando le dirigieron a Juan Bautista la pregunta: Quid dicis de te ipso? Esa misma pregunta, dirigida a la Iglesia, encontró respuesta en el Concilio Vaticano II. Y esa respuesta está siempre ante nosotros; no ha perdido su actualidad; adquiere cada vez más actualidad a través de los sínodos. Los sínodos, las asambleas sinodales, deben plantearse la misma pregunta: Quid dicis de te ipsa, Ecclesia Romae? Quid dicis de te ipsa?
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[4.–] Y, como se hizo durante el Concilio, hay que elaborar de forma sistemática una respuesta a esa pregunta.
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[5.–] Aquí debemos volver a la respuesta que dio el Concilio. Esa respuesta se halla en todos los documentos, pero sobre todo en los dos principales: Lumen gentium y Gaudium et spes. Esos dos documentos –como dije hace dos días a mis huéspedes que me explicaban los temas de la confrontación con Roma– son complementarios: la Iglesia en sí misma, Lumen gentium, y la Iglesia en el mundo, Gaudium et spes. No puede existir la Iglesia en sí misma sin estar en el mundo. Aquí encontramos también la lógica interna del Sínodo romano.
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[6.–] Creo que los trabajos realizados hasta ahora por el Sínodo romano se centraban sobre todo en la Iglesia en sí misma; podemos decir que ha estado profundizando el capítulo de la Lumen gentium. Ahora, con estas confrontaciones, la Iglesia de Roma pasa a la Gaudium et spes, es decir, a afrontar los problemas del mundo contemporáneo, del mundo de hoy. Esos problemas, que son universales en el documento del Vaticano II, Gaudium et spes, y los que debe estudiar el Sínodo de Roma, son los mismos. Tratemos de identificar la estructura de estos problemas, que nos señala la Gaudium et spes.
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[7.–] Sabemos que la primera parte está dedicada a la vocación de la persona humana. La segunda parte se divide en cuatro o cinco capítulos, que analizan las diversas dimensiones de esta vocación del hombre, y el primer capítulo es la familia, el matrimonio y la familia; luego, vienen los demás; la cultura, la vida social, la vida económica, la vida política y la vida internacional.
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[8.–] Podemos decir que estos capítulos se basan en una cierta analogía, pues se pueden leer no sólo del primero al último, sino también del último al primero, y se deben leer así. Se deben leer del último al primero porque, si consideramos la dimensión de la vida internacional, de la vida política y de la cultura, volvemos a la vocación del hombre, de la persona humana. La vocación de la persona humana se realiza sobre todo en la familia. Así lo leemos, desde el inicio, en el Génesis. Hablando con los líderes de los diversos grupos de confrontación, que eran diez –entre ellos había obispos, y otros colaboradores, que son como los asistentes de esos grupos de trabajo, de confrontación, de estudio– vimos que existían diversos problemas, más o menos como en la segunda parte de la Gaudium et spes, pero que al final todo se debe reducir y ha de confluir en la familia. Eso mismo se ve también en la estructura de los trabajos del Sínodo romano; y eso se ha visto asimismo hoy en esta asamblea del clero de Roma.
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[9.–] En efecto, la estructura lógica corresponde a la estructura de los principales documentos del Concilio Vaticano II y, en este sentido, también podemos confirmar nuestra fe, nuestra convicción de que “Spiritus loquitur Ecclesiae Romae”, habla a la Iglesia de Roma, porque mediante esta lógica interna del Vaticano II, en la que entramos con nuestra lógica del Sínodo, se ve casi la misma mano. No es sólo la mano de los artífices humanos, de los obispos o los teólogos, sino también una mano invisible.
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[10.–] En la discusión se vio sobre todo que la familia es sujeto y objeto de la evangelización; más aún, de una vasta evangelización. Lo hemos comprobado durante este debate; y no sólo durante este debate, pues lo vemos todos los días, lo vemos en la experiencia de la vida social, de la vida de Roma, de toda parroquia; lo vemos también en las estadísticas, en los periódicos. Podríamos decir que en estas fuentes se encuentra más lo que es anti-evangelio, anti-evangelización, que evangelización. Contribuyen, más bien, a la anti-evangelización que a la evangelización. Nuestro encuentro ha resultado útil, porque en él se ha hablado no sólo de lo que es evidente –los frutos de la anti-evangelización, que es también sistemática, incluso guiada por un centro, a veces anónimo–, sino también de la evangelización y sus frutos, porque donde abunda el pecado –y abunda ciertamente– debe sobreabundar la gracia. Este principio paulino es el principio primero y principal de nuestra evangelización y de nuestro apostolado, de nuestra labor pastoral.
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[11.–] Ciertamente, la anti-evangelización busca los puntos débiles del hombre. No sólo busca estos puntos débiles del hombre para destruirlo y para destruir, a través de él y de su debilidad, los valores de la familia: la unidad, la fidelidad, el amor, la castidad. Quiere hacer de eso un programa: quiere convencer a la humanidad, a la sociedad, a los ambientes y a las personas, de que la verdadera realidad del hombre es la del pecado, la de la destrucción.
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[12.–] Es interesante constatar cómo también Jesús dijo a los Apóstoles que el Espíritu Santo nos convencerá del pecado. Es verdad, pero este convencimiento del pecado –convencimiento que viene del Espíritu Santo– es precisamente la evangelización, porque el Espíritu Santo, si convence del pecado, convence para sacar al hombre de él, para salvarlo, para sanarlo y santificarlo. Y éste es el núcleo de la evangelización.
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[13.–] He escuchado con preocupación los datos estadísticos sobre los frutos de la anti-evangelización o del pecado, codificado en cierto sentido por la mentalidad, por las ideologías actuales, a veces anónimas. Pero, al mismo tiempo, he escuchado con gran esperanza todo lo que se refiere a los esfuerzos de la evangelización y sobre todo de la gran disponibilidad que tienen los mismos interesados, los mismos novios, los mismos esposos, las mismas familias, para afrontar este problema que atañe a su vocación humana, a la persona humana en la familia. Están dispuestos a asumir en sus manos esa responsabilidad; sienten el peligro y quieren defenderse. Y esto ya constituye un paso adelante.
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[14.–] Aquí se ha hablado –paso ahora a los problemas concretos– de la preparación para el sacramento del matrimonio. Los cursos de preparación tienen diversos sistemas. Hay varios centros de espiritualidad en diferentes lugares de Roma. Yo creo que existen dos sacramentos que tienen una gran importancia para el pueblo de Dios como pueblo, como sociedad, los sacramentos llamados sociales: el sacerdocio y el matrimonio.
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[15.–] Entonces, si tomamos como punto de referencia la preparación normal, común, para el sacerdocio, es preciso constatar que la preparación normal, común, para el matrimonio, para ser marido o mujer, padre o madre de familia, es relativamente escasa. Sería conveniente tener seis años de preparación, pero ¿cómo lograrlo? Ciertamente, el proceso vocacional –vocación sacerdotal o religiosa– es un proceso más largo y más profundo. La vocación matrimonial parece un proceso más breve, más espontáneo: comienza por el enamoramiento de los jóvenes que quieren casarse. Es el período en que se piensa: debemos prepararnos. Pero, tal vez, se podría también pensar en el modo en que conviene encauzar esa preparación al sacramento. Es muy positivo algo que noté ya en mi diócesis de Polonia, Cracovia, y que noto también aquí: esta preparación más sistemática para el sacramento del matrimonio, esta preparación más completa, ya se considera como una regla, y nadie quiere eximirse de ella. Todos ven que les sirve: incluso quisieran tener más. Esta disponibilidad es una gran esperanza, es muy significativa, aunque naturalmente nos proporciona más trabajo, gracias a Dios. Ya sabemos que en este trabajo pastoral, dedicado a la familia, a la preparación de la familia, nos ayudan nuestros laicos, muchos laicos que están capacitados para colaborar en este campo.
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[16.–] Luego están, naturalmente, los problemas que nuestra civilización incrementa, como frutos de la anti-evangelización. Al hablar de esta anti-evangelización, no debemos pensar sólo en algo que viene de fuera. Esta anti-evangelización viene también de dentro, pues en cada uno de nosotros encontramos el “fomes peccati”. El problema es éste: la evangelización consiste en cómo vencer el “fomes peccati”, cómo vencer el pecado con el amor. El de la anti-evangelización consiste en cómo destruir el amor con el pecado, aprovechando este “fomes peccati”, que está en cada uno.
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[17.–] Veamos algunos problemas específicos. Está el caso de las personas divorciadas que se han vuelto a casar. Todos los obispos europeos que vienen –ahora están viniendo los franceses– hablan de eso como un problema de suma importancia pastoral. Yo creo que la propuesta de uno de vosotros es muy buena: se debe estudiar este problema y sus posibles soluciones, no para facilitar los divorcios, sino tratando de hallar una comprensión más profunda y más amplia de la inmadurez de los novios, de los esposos jóvenes, etc.
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[18.–] Otro problema, parecido al anterior, es el de los ancianos. Es el problema del envejecimiento de la sociedad. Ciertamente, una sociedad demasiado envejecida no es una sociedad sana. Según los principios de la ideología laica, ese proceso es inevitable y necesario, pero tal vez, convendría comenzar por poner en tela de juicio esos principios, ya que en ese caso estaríamos encaminándonos a una sociedad cada vez menos sana, cada vez más en peligro. En varias sociedades europeas se están produciendo fenómenos de partidos políticos un poco problemáticos, orientados más bien contra los extranjeros, contra los inmigrantes, con principios de tipo nazi. Son consecuencias de la situación no sana y cada vez menos sana de la sociedad.
[OR (e. c.), 20.III.1992, 5 y 6]
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Grazie per questo incontro, ormai tradizionale e molto ben inquadrato nella prima settimana della Quaresima, specialmente dopo la visita al Seminario Romano, sabato scorso, e dopo l’incontro con questi protagonisti dei confronti con la città.
[1.–] Vorrei ora offrire una sintesi, come mi è venuta seguendo i vostri interventi. Ritorna la parola-chiave: “Spiritus loquitur Ecclesiae”. Lo Spirito parla alla Chiesa. È questa, io penso, la definizione del Concilio Vaticano II, lo Spirito che ha parlato alla Chiesa nella sua dimensione universale.
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[2.–] Lo incontriamo anche nella Scrittura, molte volte: lo Spirito parla alle Chiese, e una conseguenza di questa dimensione universale sono i Sinodi. Il Sinodo è anche un luogo in cui lo Spirito Santo parla alle Chiese particolari e alle Chiese locali; naturalmente per Chiesa vogliamo intendere soprattutto la Diocesi, ma anche, dentro la Diocesi, ogni parrocchia che partecipa all’unità di questa Chiesa particolare, diocesana e anche di questa Chiesa Universale, attraverso la Diocesi.
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[3.–] Lo Spirito ha parlato alla Chiesa Universale soprattutto della Chiesa. C’era questa domanda di partenza durante la prima sessione del Concilio: Ecclesia, quid dicis de te ipsa? È veramente la domanda fondamentale che ha poi orientato tutto il Concilio, tutti i lavori del Concilio. Tutto il Concilio è, in qualche senso, risposta a questa domanda. Come una volta la domanda è stata indirizzata a Giovanni Battista: quid dicis de te ipso? Così è anche la stessa domanda indirizzata alla Chiesa che ha trovato risposta nel Concilio Vaticano II. E questa risposta sta sempre davanti a noi, non è una risposta che già abbia perso la sua attualità; acquista sempre di più la sua attualità e acquista questa attualità soprattutto attraverso i Sinodi. I Sinodi, le Assemblee Sinodali, devono porsi la stessa domanda: quid dicis de te ipsa, Ecclesia Romae? Quid dicis de te ipsa?
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[4.–] E poi si deve elaborare sistematicamente, in un modo un po’ analogo come si faceva nel Concilio, una risposta a questa domanda.
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[5.–] Qui dobbiamo tornare alla risposta che il Concilio ha dato. Questa risposta si articola in tutti i Documenti, ma soprattutto nei due centrali: Lumen gentium e Gaudium et spes. E sono –come ho detto ai miei ospiti di due giorni fa che mi spiegavano la tematica dei confronti con Roma– Documenti complementari: la Chiesa in se stessa, Lumen gentium, e la Chiesa nel mondo, Gaudium et spes; non può essere la Chiesa in se stessa senza essere nel mondo. Io penso che qui troviamo anche la logica interna del Sinodo romano, qui ci troviamo davanti a questa logica interna.
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[6.–] Io penso che i lavori finora compiuti dal Sinodo romano si centravano soprattutto sulla Chiesa in se stessa, possiamo dire che era il capitolo della Lumen gentium che essa già ha approfondito. Adesso, con questi confronti, la Chiesa di Roma passa alla “Gaudium et spes”, a incontrare i problemi del mondo contemporaneo, del mondo di oggi. Quei problemi che sono universali nel Documento del Vaticano II, “Gaudium et spes”, e quelli che devono essere più localizzati nel Sinodo di Roma, ma sono gli stessi problemi. Cerchiamo di identificare la struttura di questa problematica tipica per la “Gaudium et spes”.
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[7.–] Sappiamo bene che la prima parte è dedicata alla vocazione della persona umana. La seconda parte si articola in quattro o cinque capitoli che toccano le diverse dimensioni di questa vocazione dell’uomo e il primo capitolo è la famiglia, il matrimonio e la famiglia; poi seguono gli altri, la cultura, la vita sociale, la vita economica, la vita politica, la vita internazionale.
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[8.–] Possiamo dire che questi capitoli sono basati su una certa analogia perchè si possono leggere non solamente dal primo all’ultimo, ma anche dall’ultimo al primo e si devono leggere così. Si devono leggere dall’ultimo al primo perchè se prendiamo la dimensione della vita internazionale, della vita politica, della vita economica e della cultura, torniamo sempre alla famiglia, perchè torniamo alla vocazione dell’uomo, della persona umana. La vocazione della persona umana si realizza soprattutto nella famiglia. Così dall’inizio, dalla Genesi lo leggiamo subito. Allora anche qui io vedo, parlando con i diversi capi dei gruppi di confronto, erano dieci, c’erano anche i Vescovi e altri collaboratori che sono un po’ gli assistenti di questi gruppi di lavoro, di confronto, di studio, allora, c’erano le diverse problematiche un po’ come nella parte seconda della “Gaudium et spes”, ma alla fine tutto deve essere ridotto e ricondotto alla famiglia e così si vede anche nella struttura dei lavori del Sinodo romano e così si è visto soprattutto oggi, in questa nostra adunanza del clero di Roma.
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[9.–] Ecco, la struttura logica corrisponde alla struttura dei principali Documenti del Concilio Vaticano II e in questo senso possiamo anche confermare la nostra fede, la nostra convinzione che “Spiritus loquitur Ecclesiae Romae”, parla alla Chiesa di Roma, perchè attraverso questa logica interna del Vaticano II in cui noi entriamo con la nostra logica del Sinodo, attraverso questo, si vede quasi la stessa mano. Non è solamente la mano degli artefici umani, dei Vescovi, dei teologi, è anche questa mano invisibile.
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[10.–] Si è visto nella discussione soprattutto che la famiglia è soggetto-oggetto dell’evangelizzazione, ma ancora di più, di un’ampia evangelizzazione. Ancora di più, e lo abbiamo toccato con le mani o piuttosto con le parole in questo dibattito. Lo abbiamo toccato e lo vediamo non solamente in questo dibattito, ma lo vediamo ogni giorno, lo vediamo nell’esperienza della vita sociale, della vita di Roma, di ogni parrocchia, lo vediamo anche guardando le statistiche, i giornali. Io direi che in queste fonti si trova più ciò che è anti-Vangelo, anti-evangelizzazione che evangelizzazione. Servono piuttosto all’anti-evangelizzazione che all’evangelizzazione. Il nostro incontro si è rivelato utile, perchè qui si è parlato non solamente di ciò che è evidente –i frutti dell’anti-evangelizzazione, che è anche sistematica, anche guidata da un centro qualche volta anonimo– ma si sono visti anche l’evangelizzazione e i suoi frutti, perchè dove abbonda il peccato, e così abbonda certamente, deve sovrabbondare la grazia. Questo principio paolino è il principio primo e principale della nostra evangelizzazione e del nostro apostolato, della nostra opera pastorale.
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[11.–] Certamente, l’anti-evangelizzazione cerca i punti deboli dell’uomo. Non solamente cerca questi punti deboli dell’uomo per distruggerlo e per distruggere, attraverso lui e la sua debolezza, i valori della famiglia: l’unità, la fedeltà, l’amore, la castità. Vuol fare un programma di questo: vuol convincere l’umanità, la società, gli ambienti, le persone che la vera realtà dell’uomo è quella del peccato, della distruzione.
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[12.–] È interessante come anche Gesù abbia detto agli apostoli che lo Spirito Santo ci convincerà sul peccato. È vero, ma questo convincimento sul peccato che viene dallo Spirito Santo è appunto l’evangelizzazione perchè lo Spirito Santo se convince del peccato, convince per tirare fuori, per salvare, per sanare e santificare. E questo è il nucleo dell’evangelizzazione.
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[13.–] Io ho sentito con preoccupazione grande i dati statistici su quelli che sono i frutti dell’anti-evangelizzazione o del peccato anche in qualche senso codificato dalla mentalità, dalle ideologie, anche anonime, odierne. Ma ho sentito nello stesso tempo con grande speranza tutto quello che riguarda gli sforzi dell’evangelizzazione e soprattutto della disponibilità grande da parte degli stessi interessati, degli stessi fidanzati, degli stessi sposi, delle stesse famiglie, di assumere questo problema che appartiene alla loro vocazione umana, la persona umana nella famiglia. Sono pronti, dunque, ad assumere questa responsabilità nelle loro mani, sentono il pericolo, vogliono difendersi. E questo è già un grande passo avanti.
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[14.–] Qui si è parlato –passo un po’ ai problemi concreti– della preparazione al sacramento del matrimonio. I corsi di preparazione hanno diversi sistemi. Ci sono poi, per esempio, diversi centri di spiritualità e molti già impiantati in diversi posti di Roma. Io penso sempre questo: ci sono due sacramenti che hanno una grande importanza per il popolo di Dio, come popolo, come società, i sacramenti cosiddetti sociali, il sacerdozio e il matrimonio.
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[15.–] Allora, se noi prendiamo la preparazione normale, consueta, ad essere sacerdote, si deve constatare che la preparazione consueta, normale, ad essere coniuge, marito o moglie, ad essere padre o madre di famiglia, è relativamente molto scarsa. Si dovrebbero avere sei anni di preparazione, ma come poterlo fare? Certamente, il processo vocazionale –vocazione sacerdotale o religiosa–, è un processo più lungo, più profondo. La vocazione matrimoniale sembra un processo più breve, più spontaneo: viene da quell’innamoramento dei giovani che vogliono essere sposi e questo è il periodo in cui si pensa: ecco, dobbiamo prepararci. Ma, forse, si potrebbe ancora pensare al modo come strutturare più pienamente questa preparazione al sacramento. È una cosa molto positiva che io già ho notato nella mia Diocesi in Polonia, Cracovia, e che noto anche qui: questa preparazione più sistematica al sacramento del matrimonio, questa preparazione più completa è già trattata come regola e nessuno cerca di dispensarsi. Tutti vedono che questo serve a loro, anzi, forse vorrebbero avere di più. Questa disponibilità è una grande speranza, ci dice molte cose, anche se naturalmente questa crea per noi un lavoro di più, grazie a Dio. Noi sappiamo bene che questo lavoro pastorale in più, che è dedicato alla famiglia, alla preparazione della famiglia, è molto condiviso dai nostri laici, dai tanti laici che sono già pronti a collaborare in questo campo.
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[16.–] Ci sono poi naturalmente i problemi che nella nostra civiltà, come frutti dell’anti-evangelizzazione, sono accresciuti, sono aumentati. Se si tratta di questa anti-evangelizzazione noi non dobbiamo pensare solamente che viene dall’“extra”. Questa evangelizzazione viene dall’“intra”, soprattutto in ciascuno di noi troviamo quel “fomes peccati”. Il problema è questo: l’evangelizzazione è come vincere il “fomes peccati”, come vincere il peccato. Con l’amore o “anti” come distruggere l’amore col peccato, approfittando di questo “fomes peccati” che è in ciascuno.
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[17.–] Ci sono questi casi, questi problemi specifici, come per esempio le persone divorziate, risposate. Tutti i Vescovi europei che vengono, adesso ci sono i francesi, tutti parlano della stessa cosa come un problema di grandissima importanza pastorale. Io penso che la proposta fatta da uno dei confratelli è molto giusta, si deve studiare questo problema, le possibili soluzioni, la sistemazione di questo problema, non per facilitare i divorzi, ma cercando una più profonda, una più ampia comprensione per l’immaturità dei fidanzati, dei giovani sposi, eccetera.
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[18.–] C’è ancora un problema che è molto vicino a questo, il problema degli anziani. È il problema dell’invecchiamento della società. Certamente una tale società troppo invecchiata non è una società sana. E penso che quel processo, che poi è un processo inevitabile e necessario secondo i principi cosiddetti della ideologia laica o laicista, allora questo processo è inevitabile, ma forse potrebbero anche incominciare un ripensamento sugli stessi principi perchè se è così andremo sempre di più verso una società meno sana, più in pericolo. Si vedono, in diverse società europee, fenomeni di partiti politici un po’ problematici, orientati piuttosto in senso anti-straniero, anti-immigrazione, con principi quasi nazisti. Tutte queste sono le conseguenze della situazione non sana e sempre meno sana della società.
[Insegnamenti GP II, 15/1, 552-558]