[1442] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL MATRIMONIO EN LA IGLESIA, COMUNIDAD SACERDOTAL Y SACRAMENTAL
Alocución Secondo il Concilio, en la Audiencia General, 6 mayo 1992
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1. Según el Concilio Vaticano II, la Iglesia es una “comunidad sacerdotal”, cuyo “carácter sagrado y orgánicamente estructurado” se actualiza por los sacramentos, entre los cuales ocupan un puesto especial el del orden y el del matrimonio. A propósito del orden, leemos en la Constitución Lumen gentium: “Aquellos de entre los fieles que están sellados con el orden sagrado son destinados a apancentar la Iglesia por la palabra y gracia de Dios”; y a propósito del matrimonio: “Los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (cfr. Ef 5, 32), se ayudan mutuamente a santificarse” (n. 11). En esta catequesis nos ocuparemos exclusivamente del sacramento del matrimonio. Sobre el sacerdocio ministerial volveremos a su debido tiempo.
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2. Ya hemos recordado en una catequesis anterior que el primer milagro realizado por Jesús tuvo lugar en Caná, durante un banquete de bodas. Aunque el significado de ese milagro, con el que Jesús “manifestó su gloria” (Jn 2, 11), va mucho más allá del hecho narrado, podemos descubrir en él el aprecio del Señor hacia el amor conyugal y hacia la institución del matrimonio, así como su intención de llevar la salvación a este aspecto fundamental de la vida y de la sociedad humana. Cristo da un vino nuevo, símbolo del amor nuevo. El episodio de Caná nos ayuda a caer en la cuenta de que el matrimonio se halla amenazado cuando el amor corre el peligro de agotarse. Con el sacramento, Jesús nos manifiesta de modo eficaz su intervención a fin de salvar y reforzar, mediante el don de la caridad teologal, el amor entre los cónyuges, y a fin de darles la fuerza para la fidelidad. Podemos añadir que el milagro, realizado por Jesús al comienzo de su vida pública, es un signo de la importancia del matrimonio en el plan salvífico de Dios y en la formación de la Iglesia. Y, por último, se puede decir que la iniciativa de María, que pide y obtiene el milagro, anuncia su futuro papel en la economía del matrimonio cristiano: una presencia benévola, una intercesión y una ayuda para superar las dificultades, que nunca han de faltar.
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3. A la luz de Caná, queremos subrayar ahora el aspecto del matrimonio que más nos interesa en este ciclo de catequesis eclesiológicas. Y es que en el matrimonio cristiano el sacerdocio común de los fieles se ejercita de modo notable, porque los cónyuges mismos son los ministros del sacramento. El acto humano, “por el cual los esposos –como dice el Concilio– se dan y se reciben mutuamente” (Gaudium et spes, 48), ha sido elevado a la dignidad de sacramento. Los cónyuges se administran mutuamente el sacramento con su consentimiento recíproco. El sacramento manifiesta el valor del consentimiento libre del hombre y la mujer, como afirmación de su personalidad y expresión del amor mutuo.
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4. Siempre, según el Concilio, los cónyuges cristianos, con el sacramento, “significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia” (cfr. Ef 5, 32) (Lumen gentium, 11). “El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos a fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial” (Gaudium et spes, 48). Es muy importante esta última afirmación de la Gaudium et spes, o sea, que los cónyuges están “como consagrados por un sacramento especial”. Precisamente en esto se manifiesta el ejercicio de su sacerdocio de bautizados y confirmados.
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5. En esta participación especial en el sacerdocio común de la Iglesia, los cónyuges pueden realizar su santidad. En efecto, con el sacramento, reciben la fuerza para cumplir su deber conyugal y familiar, y para progresar en la santificación mutua. “Se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso poseen su propio don, dentro del pueblo de Dios, en su estado y forma de vida (cfr. 1 Co 7, 7)” (Lumen gentium, 11).
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6. El sacramento del matrimonio está orientado hacia la fecundidad. Es una inclinación ya ínsita en la naturaleza humana. “Por su índole natural –dice el Concilio– la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia” (Gaudium et spes, 48). El sacramento les proporciona fuerzas espirituales de fe, caridad y generosidad para el cumplimiento del deber de la procreación y la educación de la prole. Es un recurso de gracia divina, que corrobora y perfecciona la recta inclinación natural y configura la misma psicología de la pareja, que toma conciencia de su propia misión de “cooperadores del amor de Dios creador”, como dice el Concilio (Gaudium et spes, 50). La conciencia de cooperar en la obra divina de la creación, y en el amor que inspira esta obra, ayuda a los cónyuges a entender mejor el carácter sagrado de la procreación y del amor procreante, y refuerza la orientación de su amor hacia la transmisión de la vida.
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8. El Concilio escribe, también, que la unión conyugal “como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad” (Gaudium et spes, 48). La fidelidad y la unidad vienen del “don especial de la gracia y la caridad” (ib., 49) dado por el sacramento. Ese don asegura que, a imitación de Cristo que amó a la Iglesia, “los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad” (ib., 48). Se trata de una fuerza inherente a la gracia del sacramento.
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9. Por último, leemos en el Concilio que “la familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros” (ib., 48).
Así, pues, no sólo todo cristiano, considerado individualmente, sino la familia entera formada por padres e hijos cristianos como tal, está llamada a ser testigo de la vida, del amor y de la unidad que la Iglesia lleva en sí como propiedades derivadas de su naturaleza de comunidad sagrada, constituida, y que vive en la caridad de Cristo.
[DP-60 (1992), 96 y 97]
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1. Secondo il Concilio Vaticano II, la Chiesa è una “comunità sacerdotale”, la cui “indole sacra e organica” viene attuata per mezzo dei sacramenti, tra i quali un posto speciale va attribuito al sacramento dell’Ordine e a quello del matrimonio. A proposito dell’Ordine, leggiamo nella Costituzione Lumen gentium: “Quelli tra i fedeli che vengono insigniti dell’Ordine sacro sono posti in nome di Cristo a pascere la Chiesa con la parola e la grazia di Dio”; e a proposito del matrimonio: “I coniugi cristiani, in virtù del sacramento del matrimonio, col quale significano e partecipano il mistero di unità e di fecondo amore che intercorre tra Cristo e la Chiesa (1), si aiutano a vicenda per raggiungere la santità” (2). Nella presente catechesi ci occuperemo esclusivamente del sacramento del matrimonio. Sul sacerdozio ministeriale torneremo a suo tempo.
1. Cfr. Ef 5,32.
2. LG 11 [1964 11 21ª/ 11].
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2. Abbiamo già ricordato in una precedente catechesi che il primo miracolo operato da Gesù avvenne a Cana, durante un banchetto di nozze. Anche se il significato di questo miracolo, col quale Gesù “ha manifestato la sua gloria” (3), va molto al di là del fatto raccontato, tuttavia vi possiamo ugualmente scoprire l’apprezzamento del Signore per l’amore sponsale e l’istituzione matrimoniale, nonchè la sua intenzione di portare salvezza in questo aspetto fondamentale della vita e della società umana. Egli dà un nuovo vino, simbolo del nuovo amore. L’episodio di Cana ci fa capire come il matrimonio è minacciato, quando l’amore rischia di esaurirsi. Col sacramento, Gesù Cristo manifesta in modo efficace il proprio intervento, per salvare e rafforzare, mediante il dono della carità teologale, l’amore fra i coniugi e per dar loro la forza della fedeltà. Possiamo aggiungere che il miracolo, operato da Gesù all’inizio della sua vita pubblica, è un segno dell’importanza del matrimonio nel disegno salvifico di Dio e nella formazione della Chiesa. E infine: si può dire che l’iniziativa di Maria, che chiede e ottiene il miracolo, annuncia il suo ruolo futuro nella economia del matrimonio cristiano: una presenza benevola, una intercessione e un aiuto per il superamento delle immancabili difficoltà.
3. Gv 2, (11).
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3. Nella luce di Cana, vogliamo ora sottolineare l’aspetto del matrimonio che più ci interessa in questo ciclo di catechesi ecclesiologiche. Ed è che nel matrimonio cristiano il sacerdozio comune dei fedeli si esercita in modo cospicuo, perchè i coniugi stessi sono i ministri del sacramento. L’atto umano, “col quale –come dice il Concilio– i coniugi mutuamente si danno e si ricevono” (4), è stato elevato alla dignità di sacramento. I coniugi si amministrano mutuamente il sacramento con il loro reciproco consenso. Il sacramento manifesta il valore del libero consenso dell’uomo e della donna, come affermazione della loro personalità ed espressione del mutuo amore.
4. GS 48 [1965 12 07c/ 48].
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4. Sempre secondo il Concilio, i coniugi cristiani, col sacramento, “significano e partecipano il mistero di unità e di fecondo amore che intercorre tra Cristo e la Chiesa (5)” (6). “L’autentico amore coniugale è assunto nell’amore divino ed è sostenuto e arricchito dalla forza redentiva del Cristo e dall’azione salvifica della Chiesa, perchè i coniugi, in maniera efficace siano condotti a Dio e siano aiutati e rafforzati nello svolgimento della sublime missione di padre e di madre. Per questo motivo i coniugi cristiani sono corroborati e quasi consacrati da uno speciale sacramento per i doveri e le dignità del loro stato” (7). È molto importante quest’ultima affermazione della Gaudium et spes, ossia che i coniugi sono “quasi consacrati da uno speciale sacramento”. Proprio in questo si manifesta l’esercizio del loro sacerdozio di battezzati e confermati.
5. Cfr. Ef 5,32.
6. LG 11 [1964 11 21ª/ 11].
7. GS 48 [1965 12 07c/ 48].
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5. In questa partecipazione speciale al sacerdozio comune della Chiesa, i coniugi possono realizzare la loro santità. Infatti, col sacramento, essi ricevono la forza di compiere il loro dovere coniugale e familiare, e di progredire nella mutua santificazione. “Si aiutano a vicenda –dice il Concilio– per raggiungere la santità nella vita coniugale e nell’accettazione ed educazione della prole, e hanno così, nel loro stato di vita e nella loro funzione, il proprio dono in mezzo al popolo di Dio (8)” (9).
8. Cfr. 1Cor 7,7.
9. LG 11 [1964 11 21ª/ 11].
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6. Il sacramento del matrimonio è orientato verso la fecondità. È una inclinazione già insita nella natura umana. “Per sua indole naturale, –dice il Concilio– l’istituto stesso del matrimonio e l’amore coniugale, generoso e cosciente, sono ordinati alla procreazione e alla educazione della prole, e in questo trovano il loro coronamento” (10). Il sacramento procura le forze spirituali di fede, carità e generosità per il compimento del dovere della procreazione e della educazione della prole. È una risorsa di grazia divina, che corrobora e perfeziona la retta inclinazione naturale e impronta la stessa psicologia della coppia, resa consapevole della propria missione di “cooperatori dell’amore di Dio creatore”, come dice il Concilio (11). La coscienza di cooperare all’opera divina della creazione, e all’amore che ispira quest’opera, aiuta i coniugi a capire meglio il carattere sacro della procreazione e dell’amore procreante, e rafforza l’orientamento del loro amore verso la trasmissione della vita.
10. GS 48 [1965 12 07c/ 48].
11. GS 50 [1965 12 07c/ 50].
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8. Il Concilio scrive ancora che l’unione coniugale, “in quanto mutua donazione di due persone, come pure il bene dei figli esigono la piena fedeltà dei coniugi, e ne reclamano l’indissolubile unità” (14). La fedeltà e l’unità vengono dallo “speciale dono di grazia e carità” (15) dato dal sacramento. Esso assicura che, a imitazione di Cristo che ha amato la Chiesa, “i coniugi possono amarsi l’un l’altro fedelmente, per sempre, con mutua dedizione” (16). Si tratta ancora di una forza inerente alla grazia del sacramento.
14. GS 48 [1965 12 07c/ 48].
15. GS 49 [1965 12 07c/ 49].
16. GS 48 [1965 12 07c/ 48].
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9. Infine, leggiamo nel Concilio che “la famiglia cristiana che nasce dal matrimonio, come immagine e partecipazione del patto d’amore del Cristo e della Chiesa, renderà manifesta a tutti la viva presenza del Salvatore nel mondo e la genuina natura della Chiesa, sia con l’amore, la fecondità generosa, l’unità e la fedeltà degli sposi, che con l’ammirevole cooperazione di tutti i suoi membri” (17).
Non solo dunque ogni cristiano individualmente considerato, ma l’intera famiglia formata da genitori e figli cristiani, come tale, è chiamata ad essere testimone della vita, dell’amore e dell’unità che la Chiesa porta in sè come proprietà derivanti dalla sua natura di comunità sacra, costituita e vivente nella carità di Cristo.
[Insegnamenti GP II, 15/1, 1354-1358]
17. GS 48 [1965 12 07c/ 48].