[1469] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA ESTERILIZACIÓN DIRECTA, OFENSA GRAVE A LA DIGNIDAD HUMANA
Del Discurso Saluto cordialmente, a la Sociedad Italiana de Ginecología y Obstetricia, 5 diciembre 1992
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2. Al servicio de la vida que nace: ésta es vuestra misión diaria. Con gran complacencia he comprobado que los temas de la prevención, que el congreso desea someter a un estudio más profundo, interesan mucho a vuestra Sociedad de Ginecología y Obstetricia. De acuerdo con el correcto interés de la medicina moderna, el estudio de esos problemas, con el objetivo de lograr las mejores condiciones de desarrollo en favor del nuevo ser humano, contribuye ciertamente a promover la defensa auténtica de la vida humana en su fase inicial. En este contexto es de alabar, por tanto, la atención que dirigís a la fisiopatología de la reproducción y a la perinatología, pues con ella confirmáis vuestra gran estima hacia la madre, así como vuestro respeto profundo hacia la vida que nace. Igualmente interesante es vuestra investigación en el campo de la oncología ginecológica. Los estudios realizados hasta la fecha ponen de manifiesto la creciente amenaza del cáncer para la mujer y, cuando se manifiesta en el curso del embarazo, también el grave peligro para el niño que va a nacer. Contra ese mal tan temible están surgiendo hoy, al parecer, métodos eficaces de diagnóstico precoz, y por ese camino queréis avanzar. Os deseo de corazón que vuestra investigación obtenga resultados alentadores, también gracias a los trabajos de este vuestro congreso nacional, que resulta aún más interesante por la colaboración de más de veinte relatores, algunos de ellos procedentes de Europa oriental. Ilustres señores, es grande el interés que rodea a vuestro estudio, del que se esperan con confianza soluciones nuevas y eficaces. Os sostenga la certeza de trabajar para el bien y el auténtico progreso del hombre y de la sociedad. Al tiempo que os expreso a cada uno de vosotros mi más vivo aprecio y aliento, no puedo menos de recordar cuán valioso es también el servicio diario que realizáis en las clínicas y en los hospitales junto a los enfermos y en favor de la promoción de la vida humana.
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3. Conocéis muy bien el respeto que la Iglesia siente hacia la vida y cómo promueve su defensa y protección, sobre todo, cuando es débil y cuando sufre. Se trata de un principio irrenunciable, que se apoya en una razón sencilla y, al mismo tiempo, sublime: la vida, desde la concepción hasta su término natural, es siempre don espléndido de Dios. Desde el momento de la concepción y en todas sus etapas sucesivas, la vida humana es sagrada. Su transmisión está encomendada a un acto de amor de los esposos llamados a ser colaboradores de Dios, libres y responsables en esta misión de suma importancia para el destino de la humanidad. Al defender la dignidad de la vida, de toda vida que surge, la Iglesia obedece el mandato supremo de Dios. Por esto, condena como ofensa grave a la dignidad humana las prácticas de la esterilización directa, tanto perpetua como temporal, en el hombre al igual que en la mujer. Por esa razón, no admite la interrupción directa del proceso generativo ya comenzado y, sobre todo, rechaza las diversas prácticas abortivas directamente queridas y procuradas, sea cual fuere su motivación. Por el mismo motivo, rechaza toda puesta en marcha del proceso generativo que se coloque fuera del contexto plenamente humano de aquel encuentro de amor que, en el don recíproco total, hace de los dos cónyuges una sola carne.
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4. Ilustres señores, esta doctrina de la Iglesia, firme y constante, no admite replanteamientos ni incertidumbres. Partiendo de la visión integral del hombre y de su vocación, tanto natural y terrena como sobrenatural y eterna, el Magisterio eclesial funda su doctrina “sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (Familiaris consortio, 32). Eso es lo que Dios mismo ha establecido al crear al hombre y a la mujer a su imagen. Siendo Amor, él vive en sí mismo un misterio de comunión personal y cuando creó al hombre a su imagen, inscribió “en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión” (ib., 11). Así pues, todo lo que constituya una violación de esa comunión personal va contra el proyecto divino y, consiguientemente, quebranta la norma moral. Ningún hombre, ninguna autoridad, ninguna ciencia, ninguna técnica pueden interferir legítimamente en este designio divino para desfigurarlo.
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5. Ilustres señores, en este tiempo nuestro, abierto a perspectivas exaltantes, pero sobre el que se ciernen también amenazas sombrías, es de suma importancia reafirmar con vigor el valor intocable de la vida, don del Creador y fundamento de la dignidad humana.
En cien años, vuestra Sociedad italiana de ginecología y obstetricia, defendiendo la dignidad de la mujer y de su maternidad, así como la dignidad de la vida naciente, ha acumulado ciertamente muchos méritos ante los hombres y también ante Dios, dador de todo bien.
Os invito a proseguir por este camino de civilización y de amor, proporcionando nuevas esperanzas a las mujeres afectadas por enfermedades para las que no existen hoy remedios eficaces y consuelo seguro a las madres que esperan poder abrazar al fruto de su amor.
A María, Madre del Dios que se hizo hombre y apoyo de nuestra esperanza, le encomiendo vuestra asociación y sus proyectos, mientras de corazón invoco sobre cada uno de vosotros y sobre vuestros seres queridos la Bendición de Dios, que ilumina y otorga riqueza espiritual.
[DP-163 (1992), 349]
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2. Servire la vita nascente: è questa la vostra quotidiana missione. Con vivo compiacimento ho potuto notare come le tematiche della prevenzione, che il Congresso intende sottoporre a più approfondito studio, stiano a cuore alla vostra Società di Ginecologia e Ostetricia. In conformità col giusto interesse della medicina moderna, lo studio di tali problemi, mirando a realizzare le migliori condizioni di sviluppo a favore del nuovo essere umano, contribuisce certamente a promuovere l’autentica difesa della vita umana nella sua fase iniziale. In questo contesto merita pertanto un particolare plauso l’attenzione da voi rivolta alla fisiopatologia della riproduzione e alla perinatologia, perchè in essa si conferma la vostra grande stima per la madre, come pure il vostro profondo rispetto per la vita che nasce. Parimenti interessante è la vostra ricerca in materia di oncologia ginecologica. Gli studi sinora condotti mettono in evidenza la crescente minaccia del cancro per la donna e, qualora si manifesti nel corso della gravidanza, anche il grave pericolo per il nascituro. Contro tale temibile male sembrano oggi affacciarsi efficaci metodi di diagnosi precoce e su tale strada voi intendete procedere. Auguro di cuore che la vostra indagine possa ottenere risultati incoraggianti, grazie anche ai lavori di questo vostro Convegno Nazionale, reso ancor più interessante dalla collaborazione di oltre 20 relatori, alcuni dei quali provenienti dall’Est europeo. Illustri Signori, grande interesse circonda il vostro studio da cui si attendono con fiducia soluzioni nuove ed efficaci. Vi sostenga la certezza di operare per il bene, per l’autentico progresso dell’uomo e della società. Mentre esprimo a ciascuno di voi il mio più vivo apprezzamento e incoraggiamento, non posso non ricordare quanto prezioso sia anche il servizio quotidiano che voi svolgete nelle cliniche e negli ospedali accanto agli ammalati e a promozione della vita umana.
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3. A voi è ben noto il rispetto che la Chiesa nutre per la vita, e come essa ne incoraggi la difesa e la protezione, soprattutto quando è debole e sofferente. Si tratta di un principio irrinunciabile, che poggia su una ragione semplice e, allo stesso tempo, sublime: la vita, dal concepimento al suo termine naturale, è sempre splendido dono di Dio. Dal momento del concepimento e in tutti i suoi successivi stadi, la vita umana è sacra. La sua trasmissione è affidata a un atto d’amore dei coniugi, chiamati ad essere liberi e responsabili collaboratori di Dio in questo compito di fondamentale importanza per le sorti dell’umanità. Sostenendo la dignità della vita, di ogni vita nascente, la Chiesa obbedisce al supremo comando di Dio. Per questo condanna come grave offesa alla dignità umana le pratiche della sterilizzazione diretta, sia perpetua che temporanea, tanto dell’uomo quanto della donna. Per questo non ammette l’interruzione diretta del processo generativo già iniziato e, soprattutto, respinge le varie pratiche abortive direttamente volute e procurate, qualunque ne sia la motivazione. Per lo stesso motivo essa respinge ogni avvio del processo generativo che si ponga al di fuori del contesto pienamente umano di quell’incontro d’amore che, nel dono reciproco totale, fa dei due coniugi una sola carne.
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4. Illustri Signori, tale ferma e costante dottrina della Chiesa non conosce ripensamenti né incertezze. Muovendo dalla visione integrale dell’uomo e della sua vocazione, sia naturale e terrena che soprannaturale ed eterna, il Magistero ecclesiale fonda la sua dottrina “sulla connessione inscindibile, voluta da Dio e che l’uomo non può infrangere di sua iniziativa, tra i due significati dell’atto coniugale: il significato unitivo e quello procreativo” (1). Così Dio stesso ha stabilito creando l’uomo e la donna a sua immagine. Essendo Amore, egli vive in se stesso un mistero di comunione personale, e quando creò l’uomo a sua immagine, iscrisse “nell’umanità dell’uomo e della donna la vocazione, e quindi la capacità e la responsabilità dell’amore e della comunione” (2). Pertanto, tutto ciò che viola tale comunione personale, intacca il progetto divino e offende, conseguentemente, la norma morale. Nessun uomo, nessuna autorità, nessuna scienza, nessuna tecnica possono legittimamente interferire in questo disegno divino per deturparlo.
1. Familiaris consortio, 32 [1981 11 22/ 32].
2. Ivi, 11 [1981 11 22/ 11].
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5. Illustri Signori è quanto mai importante, in questo nostro tempo aperto su esaltanti prospettive ma insidiato anche da oscure minacce, riaffermare con vigore il valore intangibile della vita, dono del Creatore e fondamento dell’umana dignità.
In cento anni la vostra Società italiana di Ginecologia e Ostetricia, difendendo la dignità della donna, della sua Maternità e quella della vita nascente, ha certamente accumulato molti meriti non solo dinanzi agli uomini, ma anche davanti a Dio, datore di ogni bene.
Il mio invito è a proseguire su questo cammino di civiltà e di amore, recando nuove speranze alle donne colpite da malattie oggi senza rimedi efficaci e sicuro conforto alle mamme in attesa di poter abbracciare il frutto del loro amore.
A Maria, Madre del Dio fatto uomo e sostegno della nostra speranza, affido la vostra Associazione e i suoi progetti, mentre di cuore invoco su ciascuno di voi qui presenti e sui vostri cari la benedizione di Dio, apportatrice di luce e di spirituale ricchezza.
[Insegnamenti GP II, 15/2, 823-826]