[1470] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA REGULACIÓN NATURAL DE LA FERTILIDAD, VERDADERA ALTERNATIVA
Discurso I am happy, a los participantes en un Congreso Internacional sobre la regulación natural de la fertilidad, promovido por el Pontificio Consejo para la Familia, 11 diciembre 1992
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1. Me alegra daros la bienvenida a vosotros, expertos procedentes de diversas partes del mundo, reunidos aquí por invitación del Consejo Pontificio para la Familia, para estudiar los últimos resultados del desarrollo de la cuestión de los métodos naturales para la regulación de la natalidad. Juntos poseéis unos conocimientos muy notables en los campos de la investigación, la enseñanza y la promoción de la fertilidad basada en la procreación responsable y en la continencia periódica.
El tema de vuestro encuentro, “La regulación natural de la fertilidad: la auténtica alternativa”, no sólo significa que proponéis una alternativa al anticoncepcionismo, al aborto y a la esterilización, sino también que promovéis una auténtica “humanización” del maravilloso don divino de la procreación. Vuestra propuesta va íntimamente ligada a una antropología eminentemente integral, cuyos fundamentos filosóficos y teológicos estáis examinando atentamente. Vuestros debates están orientados a armonizar el rigor del trabajo científico con las exigencias éticas del amor conyugal. La auténtica alternativa de la que se habla en vuestra Conferencia está profundamente arraigada en la verdad acerca de la persona humana y, por este motivo, es objeto de especial interés y atención por parte de la Iglesia.
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2. En el ejercicio de su misión de transmitir la vida, a los esposos les afectan en gran medida las circunstancias sociales y económicas. A veces, incluso cuando están claramente abiertas a la vida, las parejas se ven obligadas a espaciar los nacimientos, no por motivos egoístas, sino precisamente por un sentido de responsabilidad objetivo. Situaciones de pobreza, o problemas serios de salud, pueden hacer que la pareja no esté preparada para recibir el don de la vida nueva. El hecho de que en algunos casos las mujeres se vean obligadas a trabajar fuera de casa cambia la concepción del papel de la mujer en la sociedad, y en el tiempo y en la atención que dedica a la vida familiar. En especial, algunas políticas familiares establecidas por los legisladores no facilitan los deberes procreativos y educativos de los padres. La Iglesia, por tanto, reconoce que pueden existir razones objetivas para limitar o espaciar los nacimientos pero reafirma, de acuerdo con la Humanae Vitae, que las parejas deben tener “serios motivos” para que sea lícito renunciar al uso del matrimonio durante los períodos fecundos y hacer uso de él durante los períodos agenésicos para manifestarse el afecto y salvaguardar la mutua fidelidad (cfr. n. 16).
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3. La Iglesia, que tiene el deber de enseñar el plan de Dios para la transmisión de la vida, no deja de asistir a las parejas cuando deben decidir qué medios utilizar para cumplir sus obligaciones y responsabilidades. La atención pastoral de la Iglesia trata de sostener a las parejas y ayudarlas, proponiéndoles soluciones correctas, a fin de que puedan comportarse de acuerdo con la dignidad del matrimonio y del amor conyugal.
Es importante dar a conocer el hecho de que los métodos que la Iglesia considera morales y aceptables están recibiendo en la actualidad el apoyo de nuevas confirmaciones científicas. En los últimos años se han llevado a cabo numerosas investigaciones científicas, con resultados notables para un conocimiento más preciso de los ritmos de la fertilidad femenina. Vuestra Conferencia se propone demostrar de modo concreto y eficaz que, como enseña la Iglesia, “no puede haber verdadera contradicción entre las leyes divinas que regulan la transmisión de la vida y aquellas que favorecen un auténtico amor conyugal” (ib., 24). Me complace saber que, como resultado de estos días de estudio, tenéis pensado poner a disposición de las Conferencias Episcopales, de las universidades y de otras instituciones interesadas, informaciones actualizadas.
A este respecto, deseo animar a los pastores de la Iglesia y a otros católicos, médicos, consejeros matrimoniales, educadores, e incluso a los mismos esposos, a promover “un compromiso más amplio, decisivo y sistemático en hacer conocer, estimar y aplicar los métodos naturales de regulación de la fertilidad” (Familiaris consortio, 35). También en este sector es posible llevar a cabo una amplia colaboración interconfesional con todos los que están interesados en el respeto a la vida y a la naturaleza humana. Esa colaboración puede extenderse también a los que, a pesar de no compartir la fe y la visión moral de los cristianos, sostienen los valores humanos que incluye la propuesta de la Iglesia.
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4. Como he señalado, el interés de vuestra Conferencia va más allá de los aspectos científicos de los métodos naturales para la regulación de la fertilidad, pues incluye también el estilo de vida que constituye su complemento necesario. La experiencia muestra que existe una íntima conexión entre la práctica de la regulación natural de la fertilidad y un estilo de vida basado en el respeto mutuo de los cónyuges y en el respeto de las exigencias éticas de la sexualidad humana. Como escribí en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio: “La reflexión teológica puede captar y está llamada a profundizar la diferencia antropológica y al mismo tiempo moral, que existe entre el anticoncepcionismo y el recurso a los ritmos temporales. Se trata de una diferencia bastante más amplia y profunda de lo que habitualmente se cree, y que implica, en resumidas cuentas, dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana, irreconciliables entre sí” (n. 32). El anticoncepcionismo artificial refleja, a menudo, un planteamiento utilitarista de la sexualidad humana, que lleva fácilmente a separar sus aspectos físicos del contexto pleno del amor conyugal como compromiso, fidelidad recíproca, responsabilidad y apertura al misterio de la vida. Por otra parte, el estilo de vida que deriva del ejercicio de la continencia periódica lleva a los cónyuges a profundizar su conocimiento recíproco y a alcanzar una armonía del cuerpo, de la mente y del espíritu que los fortalece y los alienta en su ruta común a través de la vida. Ese estilo se caracteriza por un diálogo constante y enriquecido por la ternura y el afecto que constituyen el núcleo de la sexualidad humana. “De este modo –como pone de relieve la Exhortación Apostólica Familiaris consortio–la sexualidad es respetada y promovida en su dimensión verdadera y plenamente humana, no ‘usada’ en cambio como un ‘objeto’ que, rompiendo la unidad personal de alma y cuerpo, contradice la misma creación de Dios en la trama más profunda entre naturaleza y persona” (ib.).
Gracias a la contribución generosa de científicos, educadores y parejas de esposos, se puede hablar de un viraje en la defensa y en la promoción de la dignidad de la vida conyugal. Existe cada vez mayor conciencia de la verdadera naturaleza del amor conyugal, que puede aportar una auténtica liberación de tantos abusos de poder contra las mujeres y la familia en los países industrializados y, en mayor medida aún, en los países en vías de desarrollo. Los resultados de las investigaciones científicas, la experiencia adquirida en programas de enseñanza en diócesis de diferentes partes del mundo, en asociaciones y movimientos, y de manera especial el testimonio de las mismas parejas, muestran la validez, las ventajas y el valor ético de métodos basados en la continencia periódica. Dichos métodos, junto con el correspondiente estilo de vida libran a las parejas de los condicionamientos culturales, económicos y políticos impuestos por programas de planificación familiar. Y libran a la persona, sobre todo a las mujeres, del recurso a medicamentos u otras formas de interferencia en los procesos naturales vinculados con la transmisión de la vida. Se ha demostrado que no sólo son accesibles a grupos reducidos, sino también a cualquier pareja del mundo, incluidos los países más pobres o menos desarrollados económicamente.
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5. Deseo aseguraros la importancia de vuestra contribución específica al bien del matrimonio y de la familia, y alentaros en vuestro trabajo. Vuestra Conferencia ofrece una respuesta concreta a un llamamiento que dirigí en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio: “Ante el problema de una honesta regulación de la natalidad, la comunidad eclesial, en el tiempo presente, debe preocuparse por suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quienes desean vivir la paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable” (n. 35). Os doy las gracias por haber aceptado la invitación del Consejo Pontificio para la Familia para participar en este encuentro. Sobre vuestro trabajo científico y educativo, intensificado por vuestro compromiso, invoco la Bendición del Señor. Que Él esté con vosotros y con vuestras familias.
[DP-168 (1992), 356-357]
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1. I am happy to welcome you, experts from different parts of the world, gathered under the auspices of the Pontifical Council for the Family to study the latest developments in the question of the natural methods of regulating birth. Together, you represent a very substantial expertise in the fields of research, of teaching and promoting fertility based upon responsible procreation and periodic continence.
The theme of your meeting, “The Natural Regulation of Fertility: The Authentic Alternative”, indicates not just that you propose an alternative to contraception, abortion and sterilization, but also that you promote a true “humanization” of God’s wonderful gift of procreation. Your proposal is anchored in an eminently holistic anthropology, the philosophical and theological foundations of which you are closely examining. Your discussions aim to harmonize the rigour of scientific discourse with the ethical demands of conjugal love. The authentic alternative of which your Conference speaks is profoundly rooted in the truth about the human person and for this reason it is the object of the Church’s keen interest and attention.
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2. In the exercise of their mission to transmit life, married couples are deeply affected by social and economic circumstances. Sometimes, even when they are clearly open to life, couples find themselves obliged to distance births, not for any selfish reason but out of an objective sense of responsibility. Conditions of poverty or serious health problems can cause a couple to be unprepared for the gift of new life. The fact that in certain cases women find it necessary to work outside the home brings a change in the perception of a woman’s role in society and in the time and attention dedicated to family-life. In particular, certain family policies on the part of legislators do not facilitate the procreative and educational duties of parents. The Church therefore recognizes that there can be objective reasons for limiting or spacing births, but she insists, in accordance with “Humanae Vitae”, that couples must have “serious motives” in order for it to be licit to renounce the use of marriage during the fertile days while making use of it during the infertile periods to express their love and safeguard their mutual fidelity (1).
1. Cfr. Pauli VI Humanae vitae, 16 [1968 07 25/ 16].
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3. The Church, which has a duty to teach God’s plan for the transmission of life, does not fail to stand by couples at a time when they must decide about what means are to be used to fulfil their obligations and responsibilities. The Church’s pastoral care seeks to support couples and to help them by offering correct solutions, so that they can act in ways that conform to the dignity of matrimony and married love.
It is important to publicize the fact that the methods which the Church finds moral and acceptable are today receiving the support of ever new scientific confirmations. Recent years have been rich in scientific research, with significant results for a more precise knowledge of the rhythms of female fertility. Your Conference proposes to show in a concrete and factual way that, as the Church teaches, “a true contradiction cannot exist between the divine laws pertaining to the transmission of life and those pertaining to the fostering of authentic conjugal love” (2). I am pleased to know that as a result of these days of study you intend to make updated information available to Episcopal Conferences, universities and other interested institutions.
In this regard I wish to encourage the Church’s pastors and other Catholics –doctors, marriage counsellors, teachers and married couples themselves– to promote “a broader, more decisive and more systematic effort to make the natural methods of regulating fertility known, respected and applied” (3). This is an area in which it is also possible to develop widespread interconfessional collaboration with all those who have at heart respect for life and human nature. Such collaboration can extend also to those who, although they do not share the faith and moral vision of Christians, nevertheless support the human values involved in the Church’s proposal.
2. Pauli VI Humanae vitae, 24 [1968 07 25/ 24].
3. Ioannis Pauli PP. II Familiaris consortio, 35 [1981 11 22/ 35].
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4. As indicated, your Conference’s interest goes beyond the scientific aspects of the natural methods of regulating fertility, to the way of living which is their necessary complement. Experience shows that there is a close connection between the practice of the natural regulation of fertility and a lifestyle based on spouses’ respect for each other and for the ethical demands of human sexuality. As I wrote in “Familiaris Consortio”: “Theological reflection is able to perceive and is called to study further the difference, both anthropological and moral, between contraception and recourse to the rhythm of the cycle: it is a difference which is much wider and deeper than is usually thought, one which involves in the final analysis two irreconcilable concepts of the human person and of human sexuality” (4). Artificial contraception often expresses a utilitarian approach to human sexuality which easily leads to dissociating its physical aspects from the full context of married love as commitment, mutual fidelity, responsibility and openness to the mystery of life. On the other hand, the way of living which follows from the exercise of periodic continence leads the couple to deepen their knowledge of each other and achieve a harmony of body, mind and spirit which strengthens and encourages them on their journey together through life. It is marked by a constant dialogue and enriched by the tenderness and affection which constitute the heart of human sexuality. “In this way”, as “Familiaris Consortio” points out, “sexuality is respected and promoted in its truly and fully human dimension, and is never ‘used’ as an ‘object’ that, by breaking the personal unity of soul and body, strikes at God’s creation itself at the level of the deepest interaction of nature and person” (5).
Because of the generous contribution of scientists, educators and married couples, one can speak of a turning-point in the defence and promotion of the dignity of conjugal life. There is a growing awareness of the true nature of married love, which is capable of bringing about an authentic liberation from so many abuses of power against women and the family both in industrialized countries and, to an even greater degree, in the developing ones. The results of scientific studies, the experience gained in teaching programmes in dioceses in different parts of the world, in associations and movements, and especially the testimony of couples themselves, show the validity, the advantages and the ethical value of methods based upon periodic continence. These methods, with their corresponding way of living, free couples from the cultural, economic and political conditioning imposed by programmes of family planning. They liberate the person, above all women, from recourse to pharmaceutical or other forms of interference in the natural processes connected with the transmission of life. They have proved to be practicable not only for elite groups but for couples everywhere, including the poorest and least economically developed peoples.
4. Ioannis Pauli PP. II Familiaris consortio, 32 [1981 11 22/ 32].
5. Ioannis Pauli PP. II Familiaris consortio, 32 [1981 11 22/ 32].
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5. I wish to assure you of the importance of your specific contribution to the welfare of marriage and the family and to encourage you in your work. Your Conference offers a concrete response to a call I made in the Apostolic Exhortation “Familiaris Consortio”: “With regard to the question of lawful birth regulation, the ecclesial community at the present time must take on the task of instilling conviction and offering practical help to those who wish to live out their parenthood in a truly responsible way” (6). I thank you for having accepted the invitation of the Pontifical Council for the Family to take part in this meeting. Upon your scientific and educational work, intensified by your commitment, I invoke the Lord’s blessings. May he always be close to you and your families.
[AAS 85 (1993), 985-988]
6. Ioannis Pauli PP. II Familiaris consortio, 35 [1981 11 22/ 35].