[1475] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA FAMILIA
Discurso È per me, a la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, 30 enero 1993
1993 01 30 0001
1. Me alegra encontrarme con vosotros como conclusión de vuestra asamblea plenaria, con la que habéis querido comenzar este nuevo año de actividad. A todos dirijo mi saludo deferente y cordial, con especial gratitud al señor cardenal Alfonso López Trujillo, que ha manifestado vuestros sentimientos comunes, exponiendo en una rápida síntesis el desarrollo de vuestros trabajos y subrayando la misión de servicio a la familia y a la vida, en la que está comprometido el Consejo Pontificio por su misma finalidad institucional. El tema que habéis decidido estudiar Las estructuras diocesanas de pastoral familiar reviste un interés especial, entre otras cosas porque ya está muy próximo el Año Internacional de la Familia, que se celebrará en 1994. Sabéis bien cómo la pastoral de la familia y de la vida ocupa un papel privilegiado en la Iglesia y en el ministerio del Vicario de Cristo, sobre todo en el ámbito social de nuestro tiempo. En efecto, también hoy tanto la familia como la vida están sometidas a ataques especialmente insidiosos, procedentes en ocasiones de las mismas instituciones que deberían prestarles protección y apoyo. Con todo, no faltan algunos signos de esperanza, como el que nos ofrece el acontecimiento que, estos días, está suscitando gran eco en la opinión pública: una madre, un padre, un hijo es decir, una familia, que se han encontrado unidos en un conmovedor pacto de amor, para no impedir el acceso a la vida a un nuevo ser humano. Con razón, pues, se insiste mucho hoy en el puesto central que se ha de reservar a la pastoral familiar en la programación de las actividades de las diócesis y de las Conferencias Episcopales. En efecto, la evangelización pasa necesariamente a través de la familia que es, a su vez, objeto y sujeto del anuncio del Evangelio. “En la medida en que la familia cristiana acoge el Evangelio y madura en la fe, se hace comunidad evangelizadora” (Familiaris consortio, 52). La fuerza y la estabilidad del entramado familiar representan condiciones propicias para la salud de la comunidad cristiana y de toda la sociedad.
1993 01 30 0002
2. Los mismos problemas que afrontan el matrimonio y la familia estimulan la creatividad de quienes se ocupan de la pastoral familiar, corazón de la evangelización. Lo recordé en el encuentro con los obispos encargados de las comisiones de pastoral familiar de África reunidos en la sede del Consejo pontificio para la familia, del 28 de septiembre al 2 de octubre de 1992. Aun confiando en la acción del Espíritu, alma y guía de la Iglesia, las diócesis, las parroquias y los movimientos apostólicos no pueden menos de esforzarse por crear estructuras capaces de dar respuestas adecuadas a los desafíos actuales que atañen a la institución de la familia. “Cada Iglesia local –escribí en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio– y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70). Seria útil y oportuno que, en las Conferencias Episcopales, las comisiones para la familia asumieran tareas semejantes a las que la constitución apostólica Pastor bonus señaló para nuestro Consejo Pontificio (cfr. nn. 139-141), con competencias pastorales específicas al servicio de la familia, santuario de la vida. Ello permitiría una relación más articulada dentro de las mismas Conferencias Episcopales y con las comunidades diocesanas. Sería importante, también, que en las diócesis, según las circunstancias y las posibilidades –pues son diversas las exigencias de la pastoral urbana y las de la rural– se constituyan órganos eficientes de coordinación, a fin de reforzar, bajo la acción activa y estimulante de los obispos, el conjunto del cuerpo eclesial, siguiendo las líneas trazadas por la Familiaris consortio y teniendo debidamente en cuenta la riqueza profética de la encíclica Humanae vitae, así como las orientaciones de la Carta de la Santa Sede sobre los derechos de la familia. De esa manera, el Evangelio de la esperanza podría llegar en abundancia a las Iglesias domésticas y, gracias a una evangelización nueva y valiente, que ve a la familia como protagonista del anuncio evangélico, infundir sangre nueva a todo el entramado social.
1993 01 30 0003
3. Compromiso primario es, pues, formar la familia para que sea sujeto responsable y cualificado de la acción evangelizadora. Un instrumento providencial para realizar esa obra, que lleva a los miembros de la familia a crecer en el conocimiento de la fe (cfr. Catechesi tradendae, 68), será el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, a partir del cual se podrá realizar más fácilmente el anhelado Catecismo para las familias, un texto claro, breve y fácil de asimilar. Los padres podrán servirse de él en su ministerio educativo que, “en cuanto enraizado y derivado de la única misión de la Iglesia y en cuanto ordenado a la edificación del único Cuerpo de Cristo”, “ha de quedar en íntima comunión y ha de armonizarse responsablemente con los otros servicios de evangelización y de Catequesis presentes y operantes en la comunidad eclesial, tanto diocesana como parroquial” (Familiaris consortio, 53). Es preciso también ayudar a la familia a insertarse en la vida litúrgica, cuya manifestación más alta y más plena es la Eucaristía, y a descubrir cada vez más el valor y la importancia de la oración familiar. La espiritualidad de la pareja, indispensable para vivir con plenitud la misión evangelizadora típica de la familia, saca su alimento de la Palabra de Dios, interiorizada siguiendo el ejemplo de la Madre del Emmanuel, que “guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19). Quisiera aludir aquí a algunas experiencias significativas de grupos de familias que se reúnen entre sí para madurar en la fe, orar juntas y, a la luz de los valores evangélicos, valorar modalidades e instrumentos operativos, con el fin de intervenir responsablemente en algunas situaciones de riesgo, relacionadas con la acogida de la vida humana. También se podrían mencionar los centros creados para apoyar la vida humana, las iniciativas de ayuda a los ancianos y a los enfermos, los gestos de interés eficaz por los más pobres y, de manera especial, por las familias necesitadas, para hacer que sientan la solidaridad de los que están llamados a defender sus derechos y a promover su dignidad (cfr. Centesimus annus, 28).
1993 01 30 0004
4. La familia, por tanto, debe estar en el centro de las preocupaciones de toda comunidad diocesana, de toda parroquia y estructura pastoral sensible a las exigencias de nuestros tiempos. Se trata de valorar activamente los núcleos familiares en la preparación al matrimonio, acompañar a las parejas jóvenes en su itinerario formativo y esforzarse por llevar a cabo una adecuada pastoral de la infancia y de la tercera edad. A los obispos, primeros responsables de la actividad apostólica en las diócesis, corresponde proveer a la cualificación de todos aquellos que están más específicamente comprometidos en el apostolado familiar. Con ese objetivo surgió, junto a la Universidad Pontificia Lateranense, el Instituto Superior para el estudio de los problemas de la familia, y es de desear que se creen Centros semejantes en otras partes del mundo, para ofrecer a sacerdotes, religiosos y laicos oportunidades concretas de formación, fundadas sólidamente en la doctrina cristiana.
1993 01 30 0005
5. El año 1994, como ya he recordado, será el Año Internacional de la Familia, y representará una ocasión muy propicia para poner de relieve la identidad de una institución que hunde sus raíces en el derecho natural y destacar sus tareas y su misión insustituible.
La Iglesia se prepara para celebrarlo con espíritu abierto a la esperanza: ese año constituirá un tiempo providencial para renovar el anuncio del Evangelio de la familia. Vuestro Consejo Pontificio está ya trabajando para lograr que ese acontecimiento, de alcance mundial, produzca los frutos anhelados de sensibilización y profundización de los valores propios de la institución familiar. Evangelizar la familia nos interesa mucho, y me alegra constatar que en vuestra asamblea plenaria, gracias a la colaboración de numerosos y significativos movimientos apostólicos, habéis buscado el modo mejor para hacer que todos los creyentes sientan ese anhelo de nueva evangelización. La Exhortación Apostólica Familiaris consortio, que recoge el fruto de los trabajos del Sínodo sobre la Familia, constituye una fuente preciosa de inspiración para las recomendaciones y las sugerencias que deseáis dirigir, en esa ocasión, a las Conferencias Episcopales, a las Iglesias locales y a las fuerzas vivas del mundo católico. A diez años de la publicación de la Carta de la Santa Sede sobre los derechos de la familia, el Año Internacional anunciado podrá servir para promover el conocimiento, la asimilación y la actuación práctica de principios tan fundamentales. Conscientes de sus derechos, las familias podrán hacer que se escuche con mayor autoridad su voz en las sedes competentes, donde se elaboran las leyes y las políticas familiares.
1993 01 30 0006
6. Amadísimos hermanos y hermanas, sería de desear que la reflexión de estos días, en la perspectiva del esperado Año Internacional, suscite nuevo interés en torno a la familia, célula fundamental de la sociedad y de la Iglesia. Estoy seguro de que, gracias a vuestro impulso, se intensificarán en las diócesis las iniciativas de apostolado familiar, mirando con ardor misionero al ya próximo tercer milenio. Que María, Virgen y Madre, os acompañe en vuestro trabajo arduo y apasionante, y proteja a las familias cristianas, para que sean de verdad pequeñas Iglesias domésticas y santuarios de la vida. Con estos deseos, que en mi corazón se transforman en oración, imparto a todos con afecto mi bendición.
[E 53 (1993), 393-395]
1993 01 30 0001
1. È per me motivo di gioia incontrarvi a conclusione della Assemblea Plenaria, con la quale avete voluto incominciare questo nuovo anno di attività. A tutti rivolgo il mio saluto deferente e cordiale, con un pensiero di particolare gratitudine al Signor Card. Alfonso Lopez Trujillo, che ha nobilmente espresso i comuni sentimenti, esponendo in rapida sintesi lo svolgimento dei vostri lavori e sottolineando il compito di servizio alla famiglia e alla vita, a cui il Pontificio Consiglio è per finalità istituzionale impegnato. Il tema, su cui avete deciso di riflettere, “Le strutture diocesane di pastorale familiare”, riveste uno speciale interesse, anche perchè è ormai vicino l’Anno Internazionale della Famiglia, che sarà celebrato nel 1994. Voi ben conoscete come la pastorale della famiglia e della vita occupi un ruolo di privilegio nella Chiesa e nel ministero del Vicario di Cristo, soprattutto nell’odierno contesto sociale. Anche oggi, infatti, tanto l’una quanto l’altra realtà è sottoposta ad attacchi particolarmente insidiosi, provenienti a volte da quelle stesse istanze da cui sarebbe legittimo attendersi protezione e sostegno. Non mancano tuttavia, singolari segnali di speranza, come quello offerto dalla vicenda che, in questi giorni, va suscitando vasta eco nell’opinione pubblica: una madre, un padre, un figlio –una famiglia, appunto–, che si sono trovati stretti in un commovente patto d’amore, perchè ad un nuovo essere umano non fosse precluso l’accesso alla vita. Giustamente, pertanto, oggi molto si insiste sul posto centrale che alla pastorale familiare deve essere riservato nella programmazione delle attività delle Diocesi e delle Conferenze Episcopali. L’evangelizzazione infatti passa necessariamente attraverso la famiglia che è, a sua volta, oggetto e soggetto dell’annuncio del Vangelo. “Nella misura in cui la famiglia cristiana accoglie il Vangelo e matura nella fede diventa comunità evangelizzante” (1). La forza e la stabilità del tessuto familiare rappresentano condizioni propizie per la salute della Comunità cristiana e dell’intera società.
1. Familiaris consortio, 52 [1981 11 22/ 52].
1993 01 30 0002
2. I problemi stessi, che il matrimonio e la famiglia incontrano, stimolano la creatività di chi si occupa della pastorale familiare, cuore dell’evangelizzazione. Ho avuto modo di ricordarlo nell’incontro con i Vescovi incaricati delle Commissioni di Pastorale Familiare dell’Africa, riuniti presso il Pontificio Consiglio per la Famiglia, dal 28 settembre al 2 ottobre 1992. Pur fiduciosi nell’azione dello Spirito, anima e guida della Chiesa, le Diocesi, le parrocchie, e i movimenti apostolici non possono non preoccuparsi di predisporre strutture adatte ad assicurare risposte adeguate alle attuali sfide che concernono l’istituto della famiglia. “Ogni Chiesa locale –scrivevo nell’Esortazione apostolica Familiaris consortio– e, in termini più particolari, ogni comunità parrocchiale deve prendere più viva coscienza della grazia e della responsabilità che riceve dal Signore in ordine a promuovere la pastorale della famiglia. Ogni piano di pastorale organica, ad ogni livello, non deve mai prescindere dal prendere in considerazione la pastorale della famiglia” (2). Sarebbe utile ed opportuno che, nelle Conferenze Episcopali, le Commissioni per la Famiglia assumessero compiti simili a quelli che la Costituzione apostolica Pastor bonus ha indicato per il vostro Pontificio Consiglio (3), con competenze pastorali specifiche a servizio della famiglia, santuario della vita. Ciò consentirebbe un rapporto più articolato all’interno delle stesse Conferenze Episcopali e con le singole Comunità diocesane. Nelle Diocesi, poi, sarebbe importante costituire, a seconda delle circostanze e delle possibilità –diverse sono infatti le esigenze della pastorale urbana rispetto a quella rurale– efficienti organi di coordinamento, sì da rafforzare, sotto l’attiva e stimolante azione dei Vescovi, l’insieme del corpo ecclesiale, seguendo le linee tracciate dalla Familiaris consortio e tenendo in debito conto la ricchezza profetica dell’Enciclica Humanae vitae, come pure gli orientamenti della “Carta” della Santa Sede sui Diritti della Famiglia. Il Vangelo della speranza potrebbe così arrivare abbondantemente alle “chiese domestiche” e, grazie ad una nuova e coraggiosa evangelizzazione che vede la famiglia protagonista dell’annuncio evangelico, irrorare di sangue nuovo tutto il tessuto sociale.
2. n. 70 [1981 11 22/ 70].
3. Cfr. nn. 139-141.
1993 01 30 0003
3. Impegno primario, pertanto, è formare la famiglia perchè sia soggetto responsabile e qualificato dell’azione evangelizzatrice. Uno strumento provvidenziale per tale opera, che conduce i membri della famiglia a crescere nella conoscenza della fede (4), è rappresentato anche dal nuovo “Catechismo della Chiesa Cattolica”, a partire dal quale sarà più agevole realizzare l’auspicato “Catechismo per le famiglie”, un testo chiaro, breve e facile da assimilare. I genitori potranno servirsene nel loro ministero educativo che, “in quanto radicato e derivato dall’unica missione della Chiesa ed in quanto ordinato all’edificazione dell’unico Corpo di Cristo”, “deve restare in intima comunione e deve responsabilmente armonizzarsi con tutti gli altri servizi di evangelizzazione e di catechesi, presenti e operanti nella comunità ecclesiale, sia diocesana sia parrocchiale” (5). La famiglia va inoltre aiutata ad inserirsi nella vita liturgica, la cui manifestazione più alta e più piena è l’Eucaristia, e a scoprire sempre maggiormente il valore e l’importanza della preghiera familiare. La spiritualità della coppia, indispensabile per vivere appieno la missione evangelizzatrice tipica della famiglia, trae alimento dalla Parola di Dio, interiorizzata sull’esempio della Madre dell’Emmanuele, la quale “conservava tutte queste cose meditandole in cuor suo” (6). Vorrei qui far cenno a significative esperienze di gruppi di famiglie che si riuniscono tra di loro per maturare nella fede, pregare insieme e, alla luce dei valori evangelici, valutare modalità e strumenti operativi al fine di intervenire responsabilmente in talune situazioni a rischio, connesse con l’accoglienza della vita umana. Si potrebbero, pure, opportunamente menzionare avviati centri di sostegno alla vita umana, iniziative di aiuto agli anziani e ai malati, gesti di fattivo interesse nei confronti dei più poveri e, specialmente, delle famiglie bisognose, per far sentire loro la solidarietà di quanti sono chiamati a tutelarne i diritti e a promuoverne la dignità (7).
4. Cfr. Catechesi tradendae, 68 [1979 10 16/ 68].
5. Familiaris consortio, 53 [1981 11 22/ 53].
6. Lc. 2,19.
7. Cfr. Enciclica Centesimus annus, 28.
1993 01 30 0004
4. La famiglia deve, dunque, stare al centro delle preoccupazioni di ogni Comunità diocesana, di ogni parrocchia e struttura pastorale sensibile alle esigenze dei nostri tempi. Si tratta di valorizzare attivamente i nuclei familiari nella preparazione al matrimonio, di accompagnare le giovani coppie nel loro iter formativo, di avere a cuore una adeguata pastorale dell’infanzia e della terza età. Tocca ai Vescovi, primi responsabili dell’attività apostolica nelle Diocesi, provvedere alla qualificazione di quanti più specificamente sono impegnati nell’apostolato familiare. L’Istituto Superiore per lo studio dei problemi della famiglia è sorto presso la Pontificia Università Lateranense con tale intento ed è auspicabile che Centri simili vengano creati in altre parti del mondo per offrire a sacerdoti, religiosi e laici opportunità concrete di formazione, saldamente ancorate alla dottrina cristiana.
1993 01 30 0005
5. Il 1994, come già ricordato, sarà l’Anno Internazionale della Famiglia, occasione quanto mai propizia per mettere in evidenza l’identità di un istituto le cui radici affondano nel diritto naturale e per lumeggiarne i compiti e la missione insostituibile. La Chiesa si prepara a celebrarlo con spirito aperto alla speranza: esso costituirà un tempo provvidenziale per rinnovare l’annuncio del Vangelo della famiglia. Il vostro Pontificio Consiglio è già all’opera perchè tale evento di portata mondiale possa recare gli auspicati frutti di sensibilizzazione e di approfondimento dei valori propri dell’istituto familiare. Evangelizzare la famiglia: ecco ciò che ci sta a cuore, e sono lieto di costatare che nella vostra Assemblea Plenaria, grazie alla collaborazione di molteplici e significativi Movimenti apostolici, avete cercato il modo migliore per far pervenire a tutti i credenti quest’ansia di nuova evangelizzazione. L’Esortazione apostolica Familiaris consortio, che raccoglie il frutto dei lavori del Sinodo sulla Famiglia, costituisce una preziosa fonte di ispirazione per le raccomandazioni e i suggerimenti che intendete indirizzare, in tale circostanza, alle Conferenze Episcopali, alle singole Chiese locali e alle forze vive del mondo cattolico. A dieci anni, poi, dalla pubblicazione della “Carta” della Santa Sede sui Diritti della Famiglia, l’annunciato Anno Internazionale potrà servire a promuovere la conoscenza, l’assimilazione e la pratica attuazione di così fondamentali principi. Consapevoli dei propri diritti, le famiglie potranno far intendere con maggiore autorevolezza la loro voce nelle sedi competenti, dove vengono elaborate le leggi e le politiche familiari.
1993 01 30 0006
6. Carissimi fratelli e sorelle, il mio auspicio è che la riflessione di questi giorni, nella prospettiva dell’atteso Anno Internazionale, possa suscitare un rinnovato interesse intorno alla famiglia, cellula fondamentale della società e della Chiesa. Grazie al vostro impulso, sono certo che si intensificheranno nelle Diocesi le iniziative di apostolato familiare, guardando con ardore missionario all’ormai prossimo terzo Millennio. Maria, Vergine e Madre, vi accompagni nel vostro lavoro arduo ed appassionante. Protegga le famiglie cristiane perchè siano veramente piccole “chiese domestiche” e santuari della vita. Con tali voti, che nel mio cuore si trasformano in preghiera, imparto a tutti con affetto la mia benedizione.
[AAS 85 (1993), 1260-1264]