[1496] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, LUGAR PRIVILEGIADO DEL ANUNCIO EVANGÉLICO
Del Discurso Mi rivolgo, a la XXXVII Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, 13 mayo 1993
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2. Los trabajos de vuestra Asamblea General se desarrollan en torno a un texto de gran importancia, el “Directorio de Pastoral Familiar que os disponéis a enviar a todas las comunidades eclesiales en Italia, a fin de ‘anunciar, celebrar y servir el Evangelio del matrimonio y de la familia’, como ‘proyecto educativo y pastoral esencial para el itinerario de fe de los bautizados en la vocación al matrimonio y para la vida de fe de la familia en conformidad con el Evangelio’” (Directorio, núm. 2).
El “Directorio” representa el compendio orgánico y el replanteamiento de aquel magisterio doctrinal muy rico como también de aquella guía pastoral oportuna y clarividente que vosotros, venerables hermanos, tanto con documentos comunes como con intervenciones destinadas a cada una de las Iglesias particulares, habéis desarrollado en el período postconciliar, en sintonía con la enseñanza del Sucesor de Pedro. Con este texto no pretendéis solamente “completar” y “acompañar”, según una perspectiva más propiamente pastoral, las normas publicadas en el año 1990 con el decreto general sobre el matrimonio canónico, sino también dar respuesta a la solicitud por mí manifestada en la Exhortación Sinodal Familiaris consortio, cuando escribí: “Es de desear que las Conferencias Episcopales... se preocupen de que sea publicado un Directorio para la pastoral de la familia” (n. 66). Esto adquiere un significado peculiar en el contexto tanto del décimo aniversario de la “Carta de los Derechos de la Familia”, publicada por la Santa Sede en el año 1983, como en el del ya próximo Año Internacional de la Familia, que se celebrará en 1994.
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3. El “Directorio” asume, por tanto, el significado de un nuevo testimonio del amor y del interés con el que la Iglesia sigue el matrimonio y la familia, comprometiéndose a defender este “lugar primario de la ‘humanización’ de la persona y de la sociedad” (Christifideles laici, 40) contra las numerosas y graves amenazas que hoy se ciernen sobre él. Es un servicio absolutamente necesario, más aún, un servicio que aparece urgente sobre todo cuando “el egoísmo humano, las campañas antinatalistas, las políticas totalitarias, pero también las situaciones de pobreza y de miseria física, cultural, moral, e igualmente la mentalidad hedonista y consumista pretenden disecar las fuentes de la vida, mientras que las ideologías y los diversos sistemas, juntamente con formas de desinterés y de desamor, atentan contra la función educativa propia de la familia” (Christifideles laici, 40).
Bajo el perfil más propiamente pastoral, el “Directorio”, por el hecho de haber sido publicado por la CEI, y dirigido a todas las diócesis de Italia, representa una expresión privilegiada de la “comunión eclesial” en el ámbito de la pastoral familiar. Es necesario, en efecto, que ésta se torne cada vez más homogénea y convergente en el tejido vivo del Pueblo de Dios, favoreciendo una acción evangelizadora y misionera incisiva y fecunda respecto a la familia.
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4. La familia es lugar privilegiado del anuncio evangélico. Jamás debemos cansarnos, queridísimos hermanos en el Episcopado, de servir a la familia; de dar así respuesta al hambre y a la sed que la misma tiene de sentido, de verdad, de amor profundo, de libertad auténtica y de plenitud de vida.
El primero y fundamental servicio de la Iglesia a los esposos cristianos es invitarlos y acompañarlos a redescubrir, con sorpresa gozosa y grata, el “sacramento grande” (Efes 5, 32), el “don” que les ha sido hecho por el Espíritu de Jesús muerto y resucitado. En un contexto social y cultural en el cual la descristianización y la indiferencia religiosa deterioran profundamente la mentalidad y los comportamientos de las mismas familias cristianas, urge reevangelizar incansablemente a los esposos cristianos, y conseguir que escuchen de nuevo la “buena nueva” del don divino recibido. La conciencia de este misterioso don es raíz y fuerza de la vida moral de los esposos, de su diario camino hacia la santidad conyugal y familiar, como también de su específica participación en la misión de la Iglesia. En el seno de la comunidad eclesial, el matrimonio y la familia cristiana están llamados a recorrer un singular itinerario de fe. Así entre la grande Iglesia y la “pequeña Iglesia” se produce todos los días, en virtud de la presencia del Espíritu, un “intercambio de dones”, que es recíproca comunicación de bienes espirituales.
Al recibir de la Iglesia el triple don de la palabra, del sacramento y de la caridad, la familia es habilitada y comprometida a desarrollar su típico ministerio en favor de los demás (Cfr. 1 Cor 7, 7). Y es justamente a esto a lo que, en definitiva, tiende el “Directorio”; conseguir que todas las familias cristianas asuman el puesto, el papel y la vitalidad que les competen en la Iglesia y en la sociedad.
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5. Venerables hermanos, sois plenamente conscientes de los profundos cambios, de las tensiones y de las crisis a los que, en este momento histórico, está sometida la familia. Comparto vuestro temor por las repercusiones preocupantes que de ahí se derivan para todo el contexto social. Pero me uno a vosotros también al reafirmar la plena esperanza en la presencia victoriosa del Resucitado. Animados por su fuerza, los cónyuges cristianos sabrán dar testimonio de forma clara y fuerte de los fundamentales valores humanos y evangélicos como el amor fiel frente al desprecio de la indisolubilidad, la entrega generosa de la vida en un contexto de miedo y de rechazo de la vida misma, el servicio humilde a la solidaridad desinteresada en una cultura del egoísmo y del beneficio. Y más aún: la reconciliación y la paz en una situación social de conflictividad, la reciprocidad gratuita de la comunicación y del diálogo en un contexto fuertemente marcado por la incomunicabilidad, un estilo de vida sobrio y esencial en el seno de una sociedad consumista. Finalmente, la moralidad y la espiritualidad en el seno de una mentalidad materialista y en crisis en sus referencias éticas.
Más que en el pasado, es necesario que el testimonio evangélico de la familia sea lo más amplio y unitario posible, incluso con miras a una auténtica eficacia histórica. De aquí la necesidad de promover y apoyar las diversas formas de asociacionismo familiar, no sólo para la vitalidad pastoral de las comunidades eclesiales, sino también para una más explícita participación en la construcción de una sociedad iluminada por la esperanza del Evangelio.
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6. El compromiso por el bien común es extraordinariamente urgente en la fase histórica de rápida y radical transformación que Italia está viviendo. Frente a las singulares dificultades que semejante compromiso encuentra en el ámbito no sólo económico, político e institucional sino también y sobre todo moral y cultural, las familias constituyen motivo de preocupación y al mismo tiempo de gran confianza. Italia posee un inestimable patrimonio moral, constituido por innumerables familias moralmente sanas comprometidas todos los días a vivir y a comunicar aquellos ideales de honestidad, laboriosidad y solidaridad, que son los únicos que pueden asegurar el respeto de las exigencias auténticas de la persona y el correcto desarrollo de la vida democrática.
Para vosotros, venerables hermanos en el Episcopado, no es desconocido el hecho de que la renovación del país pasa por una atención concreta a la familia. Si ésta debe asumir con más coraje su cometido social y político, la sociedad y el Estado deben arrancarla de la condición de marginalidad, y con frecuencia de penalización, en la que todavía se encuentra confinada, deben hacer de la política familiar la clave central y resolutiva de toda la política de los servicios sociales.
El testimonio cristiano en Italia podrá de este modo adquirir “renovado impulso como recordaba recientemente al personal del diario católico ‘Avvenire’ en el nuevo contexto moral, social e institucional que debe contribuir a crear, y reforzar su tensión unitiva, en beneficio no de un interés propio, sino del bien de todo el país” (Cfr. “L’O.R.” 3-4 mayo 1993, p. 4). Ojalá que toda la comunidad católica italiana, con la ayuda de Dios y siempre unida a sus pastores, pueda cumplir hasta el fondo el mandato de la nueva evangelización, de la que son parte esencial la evangelización de la cultura y el anuncio y el testimonio de la doctrina social cristiana. En torno a esta doctrina, sometida a contraste con las concretas circunstancias históricas, debe coagularse el compromiso social y político de los laicos católicos. ¿No es precisamente por causa de las presentes dificultades por lo que ellos son llamados a trabajar con mayor coraje, coherencia y generosidad? Será entonces, en la continuidad y en la capacidad de renovación de la propia tradición, punto de referencia y fuerza impulsiva del verdadero progreso de esta querida nación, cuya civilización está tejida de obras de testimonios cristianos.
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7. Queridísimos hermanos en el Episcopado: Vosotros sois los primeros responsables de la pastoral en vuestras respectivas diócesis. A vosotros, por tanto, está encomendada la tarea de promover una atenta y constante acción misionera y evangelizadora en favor de la familia y mediante la familia para el bien de toda la comunidad civil. Que os oriente y os sostenga siempre la “apremiante invitación” que ya Pablo VI dirigió a los obispos en la encíclica Humanae vitae: “Con los sacerdotes, vuestros cooperadores y vuestros fieles, trabajad con ardor y sin descanso en la salvaguardia y en la santidad del matrimonio, a fin de que siempre sea vivido en toda su plenitud humana y cristiana. Considerad esta misión como una de vuestras más urgentes responsabilidades en el tiempo presente” (n. 30). En vuestra palabra y solicitud Pastoral las familias, especialmente las que se encuentran en dificultades, podrán así sentir “el eco de la voz y del amor del Redentor” (Humanae vitae, 29).
[E 53 (1993), 847-849]
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2. I lavori della vostra Assemblea Generale si sviluppano attorno ad un testo di grande rilievo, il “Direttorio di Pastorale Familiare” che state per consegnare a tutte le Comunità ecclesiali in Italia, in ordine ad “annunciare, celebrare, servire il Vangelo del matrimonio e della famiglia”, come “progetto educativo e pastorale essenziale per il cammino di fede dei battezzati nella vocazione al matrimonio e per la vita di fede della famiglia in conformità al Vangelo” (2).
Il “Direttorio” rappresenta il compendio organico e la riproposizione di quel magistero dottrinale assai ricco come pure di quella guida pastorale tempestiva e lungimirante che voi, venerati Confratelli, sia con documenti comuni sia con interventi destinati a singole Chiese particolari, avete sviluppato nel periodo postconciliare, in sintonia con l’insegnamento del Successore di Pietro. Con questo testo voi non intendete soltanto “completare” e “accompagnare”, secondo una prospettiva più propriamente pastorale, le norme emanate nel 1990 con il “Decreto generale sul matrimonio canonico”, ma anche dare risposta alla sollecitudine da me espressa nell’Esortazione sinodale “Familiaris Consortio”, quando scrivevo: “È auspicabile che le Conferenze Episcopali... curino che sia emanato un ‘Direttorio per la pastorale della famiglia’” (3). Ciò acquista peculiare significato nel contesto sia del decimo anniversario della “Carta dei Diritti della Famiglia”, emanata dalla Santa Sede nel 1983, sia dell’ormai prossimo Anno Internazionale della Famiglia, che si celebrerà nel 1994.
2. Direttorio di pastorale familiare, 2.
3. Familiaris consortio, 66 [1981 11 22/ 66].
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3. Il “Direttorio” assume, pertanto, il significato di una nuova testimonianza dell’amore e della cura con cui la Chiesa segue il matrimonio e la famiglia, impegnandosi a difendere questo “luogo primario della “umanizzazione” della persona e della società” (4), contro le numerose e gravi minacce che oggi lo insidiano. È un servizio assolutamente necessario, anzi un servizio che si fa urgente soprattutto quando “l’egoismo umano, le campagne antinataliste, le politiche totalitarie, ma anche le situazioni di povertà e di miseria fisica, culturale, morale, nonchè la mentalità edonistica e consumistica fanno disseccare le sorgenti della vita, mentre le ideologie e i diversi sistemi, insieme a forme di disinteresse e di disamore, attentano alla funzione educativa propria della famiglia” (5).
Sotto il profilo più propriamente pastorale, il “Direttorio”, in quanto emanato dalla CEI e rivolto a tutte le Diocesi d’Italia, rappresenta un’espressione privilegiata della “comunione ecclesiale” nell’ambito della pastorale familiare. È necessario, infatti, che essa divenga sempre più omogenea e convergente nel tessuto vivo del popolo di Dio, favorendo un’azione evangelizzatrice e missionaria incisiva e feconda nei riguardi della famiglia.
4. Christifideles laici, 40 [1988 12 30/ 40].
5. Ivi [1988 12 30/ 40].
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4. La famiglia è luogo privilegiato dell’annuncio evangelico. Non dobbiamo mai stancarci, carissimi Fratelli nell’Episcopato, di servire la famiglia; di dare così risposta alla fame e sete che essa ha di senso, di verità, di amore profondo, di libertà autentica e di pienezza di vita.
Il primo e fondamentale servizio della Chiesa agli sposi cristiani è di richiamarli ed accompagnarli a riscoprire, con stupore gioioso e grato, il “sacramento grande” (6), il “dono” che è stato loro fatto dallo Spirito di Gesù morto e risorto. In un contesto sociale e culturale nel quale la scristianizzazione e l’indifferenza religiosa intaccano profondamente la mentalità e i comportamenti delle stesse famiglie cristiane, urge rievangelizzare instancabilmente gli sposi cristiani, far loro riascoltare la “buona novella” del dono divino ricevuto. La coscienza di questo misterioso dono è radice e forza della vita morale degli sposi, del loro quotidiano cammino verso la santità coniugale e familiare, come pure della loro specifica partecipazione alla missione della Chiesa. All’interno della Comunità ecclesiale, la coppia e la famiglia cristiana sono chiamate a percorrere un singolare itinerario di fede. Così tra la grande Chiesa e la “piccola Chiesa” si realizza ogni giorno, in forza della presenza dello Spirito, uno “scambio di doni”, che è reciproca comunicazione di beni spirituali.
Ricevendo dalla Chiesa il triplice dono della Parola, del Sacramento e della Carità, la famiglia è abilitata e impegnata a svolgere il suo tipico ministero a favore degli altri (7). Ed è proprio a questo che, in definitiva, tende il “Direttorio”: far assumere a tutte le famiglie cristiane il posto, il ruolo e la vitalità che loro competono nella Chiesa e nella società.
6. Ef. 5,32.
7. 1Cor. 7,7.
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5. Venerati Fratelli, voi siete pienamente consapevoli dei profondi cambiamenti, delle tensioni e delle crisi a cui, in questo momento storico, è sottoposta la famiglia. Condivido la vostra trepidazione per i contraccolpi preoccupanti che ne derivano all’intera compagine sociale. Ma a voi mi unisco anche nel riaffermare piena fiducia nella presenza vittoriosa del Risorto. Sorretti dalla sua forza, i coniugi cristiani sapranno testimoniare in modo chiaro e forte fondamentali valori umani ed evangelici quali l’amore fedele di fronte alla disistima dell’indissolubilità, la donazione generosa della vita in un contesto di paura e di rifiuto della vita stessa, il servizio umile e la solidarietà disinteressata in una cultura dell’egoismo e del tornaconto. E ancora: la riconciliazione e la pace in una situazione sociale di conflittualità, la reciprocità gratuita della comunicazione e del dialogo in un contesto fortemente segnato da incomunicabilità, uno stile di vita sobrio ed essenziale all’interno di una società consumistica. Infine, la moralità e la spiritualità all’interno di una mentalità materialistica e in crisi nei suoi riferimenti etici.
Più che in passato, occorre che la testimonianza evangelica della famiglia sia la più ampia e unitaria possibile, anche in ordine ad una reale efficacia storica. Di qui la necessità di promuovere e sostenere le diverse forme di associazionismo familiare, non solo per la vitalità pastorale delle comunità ecclesiali, ma anche per una più esplicita partecipazione alla costruzione di una società illuminata dalla speranza del Vangelo.
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6. L’impegno per il bene comune è quanto mai urgente nella fase storica di rapida e radicale trasformazione che l’Italia sta vivendo. Di fronte alle singolari difficoltà che un tale impegno incontra nell’ambito non solo economico, politico ed istituzionale, ma anche e soprattutto morale e culturale, le famiglie sono motivo di preoccupazione e insieme di grande fiducia. L’Italia possiede un inestimabile patrimonio morale, costituito da tantissime famiglie moralmente sane e ogni giorno impegnate a vivere e a comunicare quegli ideali di onestà, laboriosità, solidarietà che soli possono assicurare il rispetto delle esigenze autentiche della persona e il corretto sviluppo della vita democratica.
A voi non sfugge, venerati Fratelli nell’Episcopato, che il rinnovamento del Paese passa attraverso un’attenzione concreta alla famiglia. Se questa deve assumersi con più coraggio il suo compito sociale e politico, la società e lo Stato devono sottrarla alla condizione di marginalità, e spesso di penalizzazione, nella quale è tuttora confinata; devono fare della politica familiare la chiave centrale e risolutiva dell’intera politica dei servizi sociali.
La testimonianza cristiana in Italia potrà così prendere “rinnovato slancio –come ricordavo di recente al personale del quotidiano cattolico “Avvenire”– nel nuovo contesto morale, sociale ed istituzionale che essa deve contribuire a creare, e rafforzare la sua tensione unitiva, a vantaggio non di un proprio interesse, ma del bene di tutto il Paese” (8). Possa l’intera comunità cattolica italiana, con l’aiuto di Dio e sempre unita ai suoi Pastori, adempiere fino in fondo al mandato della nuova evangelizzazione, di cui sono parte essenziale l’evangelizzazione della cultura e l’annuncio e la testimonianza della dottrina sociale cristiana. Intorno a questa dottrina, messa a confronto con le concrete circostanze storiche, si coaguli l’impegno sociale e politico dei laici cattolici. Non è forse proprio a causa delle presenti difficoltà che essi sono chiamati ad operare con maggior coraggio, coerenza e generosità? Saranno allora, nella continuità e nella capacità di rinnovamento della propria tradizione, punto di riferimento e forza propulsiva del vero progresso di questa diletta Nazione, la cui civiltà è intessuta di opere di testimonianze cristiane.
8. Discorso al quotidiano “Avvenire”, 1 maggio 1993.
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7. Carissimi Fratelli nell’Episcopato: siete voi i primi responsabili della pastorale nelle vostre rispettive Diocesi. A voi pertanto è affidato il compito di promuovere un’attenta e costante azione missionaria ed evangelizzatrice a favore della famiglia e mediante la famiglia per il bene di tutta la comunità civile. Vi orienti e vi sostenga sempre il “pressante invito” che già Paolo VI rivolgeva ai Vescovi nell’Enciclica “Humanae Vitae”: “Con i sacerdoti vostri cooperatori e i vostri fedeli, lavorate con ardore e senza sosta alla salvaguardia e alla santità del matrimonio, perchè sia sempre vissuto in tutta la sua pienezza umana e cristiana. Considerate questa missione come una delle vostre più urgenti responsabilità nel tempo presente” (9). Nella vostra parola e sollecitudine pastorale le famiglie, specialmente quelle in difficoltà, potranno così sentire “l’eco della voce e dell’amore del Redentore” (10).
[Insegnamenti GP II, 16/1, 1205-1210]
9. Humanae vitae, 30 [1968 07 25/ 30].
10. Ivi, 29 [1968 07 25/ 29].