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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1499] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EVANGELIZAR LAS FAMILIAS A TRAVÉS DE LAS FAMILIAS

Mensaje Quando vedo, a los participantes en el “Familyfest’93”,  convocado por el Movimiento de los Focolares, 5 junio 1993

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[1.–] Cuando veo estas familias focolarinas reunidas aquí en Roma, en el Palacio de deportes, veo al mismo tiempo a muchas otras familias del mundo entero, de todos los continentes. No sólo las familias focolarinas, sino también todas las familias cristianas y todas las familias humanas, en todo continente y en todo país, en toda cultura con diversas lenguas, diversas tradiciones, diversas características, pero con un común denominador: la familia, todas las familias.

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[2.–] Cuando pensamos en el momento litúrgico en que nos hallamos, no puedo menos de recordar aquí el misterio de la Santa Trinidad, porque vuestra reunión y vuestra celebración coinciden con esta grandísima solemnidad de la Iglesia; coincide muy bien, porque estáis reunidos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en el nombre de la Santa Trinidad. Estáis reunidos como está reunida toda la Iglesia, todo el pueblo de Dios. La fuente de nuestra unidad, de la comunidad o comunión de las personas, es la comunión divina del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Así quisiera saludaros y bendeciros a todos, en el nombre de este Dios misterioso, soberano y tan cercano, que nos ha creado y redimido, y que nos santifica siempre. Su presencia no es sólo simbólica y mística, sino también real: realismo divino de la gracia de la vida y de la familia humana y, principalmente, núcleo profundísimo de lo que podemos llamar el evangelio de la familia. Ya desde sus orígenes la familia humana está inscrita profundamente en el Evangelio divino.

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[3.–] Podemos decir que el primer sacramento que Dios creador instituyó es el de la familia, que luego se transforma en sacramento de la nueva alianza. Cristo instituye este sacramento haciéndose esposo de la Iglesia. De este modo, el matrimonio, la comunión de los esposos y luego, naturalmente, de la familia, es algo que está inscrito profundamente en el misterio de la Redención y de la Iglesia. Y luego está el amor: el amor de Dios y la caridad que se derraman en nuestro corazón. Esta efusión del amor divino es obra del Espíritu Santo. Como sabéis, es el principal núcleo espiritual de la familia que, gracias a este amor, se constituye como tal, se desarrolla, crece, madura y es para el hombre centro de la vida y del amor, en el que halla también su felicidad terrena, caminando hacia la felicidad escatológica, a través de la comunión familiar.

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[4.–] Quería recordaros estas verdades esenciales del Evangelio, que no son teoría; y, sobre todo, una verdad existencial que se nos da para mostrarnos la verdad, que es la vida, y que es el camino de la vida. A todos vosotros, aquí presentes, y a cuantos nos escuchan por medio de vosotros, os deseo que, en el camino de vuestra vocación humana y cristiana, seáis heraldos felices de un mensaje de vida y de amor para las nuevas generaciones; felices también como apóstoles y testigos para otras parejas de esposos y otras familias, para todas las familias del mundo.

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[5.–] Éste es mi deseo más cordial para todos vosotros, presentes aquí en Roma con el fin de celebrar anticipadamente, el Año de la familia, y para los demás esposos del mundo entero. En la Iglesia y en el mundo es una jornada de oración; estamos aquí en Roma para orar, orar agradeciendo a Dios uno y trino, el bien que nos ha dado en la familia, en nuestra familia, en nuestras familias, en la institución familiar y, al mismo tiempo, para orar por nuestras familias y todas las familias del mundo. Ésta es la gran evangelización, tal vez la más profunda evangelización de todas. Evangelizar a las familias mediante las familias. Queridas familias, sois evangelizadoras de las familias del mundo: he aquí el proceso que Jesús inauguró junto con los doce Apóstoles para la Iglesia a lo largo de los siglos, hasta los confines del mundo y la consumación de este mundo terrestre, pasajero, que nos lleva a la casa del Padre.

[OR (e. c.), 11.VI.1993, 10]