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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1551] • JUAN PABLO II (1978-2005) • VOCACIÓN Y SANTIDAD DE LA FAMILIA

Mensaje Saúdo-vos, con ocasión de la “Campaña de Fraternidad” de Brasil, 16 febrero 1994

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1. Os saludo cordialmente al comienzo de la Cuaresma, para inaugurar la Campaña de la fraternidad de 1994. Lo hago en unión con el Episcopado brasileño, invitando a todos los que me escuchan a vivir con espíritu de fe y recogimiento interior este tiempo litúrgico. tiempo de verdadera penitencia, destinado a la preparación de la Pascua de resurrección de Cristo.

La liturgia de la Iglesia eleva hoy súplicas fervientes a Dios misericordioso con las palabras del libro de la Sabiduría: “Amas a todos los seres y perdonas a los pecadores arrepentidos” (cf. Sb 11, 23-25). Que esta súplica nos aliente a la conversión de los corazones y nos impulse a enfocar adecuadamente el tema propuesto para esta Campaña: ¿Cómo va la familia?

Si nos preguntáramos cuál es, entre todas las obras de la creación, una de las instituciones que Dios ama más, la respuesta sería, sin duda alguna: la familia. “El matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad” (Familiaris, consortio, 1). Y, sin embargo, observamos con temor el rumbo que ha tomado, no sólo en Brasil, sino también en todo el mundo. El clima de hedonismo e indiferencia religiosa, que causa el derrumbamiento de buena parte de la sociedad, se propaga en su interior y produce la disgregación de muchos hogares. Precisamente por eso, en coincidencia con el Año internacional de la familia, la Iglesia hace una apremiante llamamiento a redescubrir la familia, “célula primera y vital de la sociedad” (Apostolicam actuositatem, 11).

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2. Al pensar en los hogares cristianos, me agrada creer que se asemejan a la Sagrada Familia de Nazaret: en ella hallarán una gran luz que iluminará su vida y los impulsará a seguir adelante con ánimo y optimismo, a pesar de las evidentes dificultades que atraviesa actualmente. Junto al grupo consistente de familias que se identifican con los ideales cristianos del Evangelio, se encuentran fisuras cada vez más grandes en el entramado social, producidas por el divorcio y las separaciones de hecho –causa principal de la juventud abandonada, además de las dificultades socioeconómicas–, así como por las uniones ilícitas y el egoísmo que envilece el amor entre los esposos e, incluso, atenta contra la vida de los niños que están por nacer.

Queridos hermanos, urge recuperar el sentido cristiano del matrimonio. Especialmente en la pastoral de la familia, urge considerarlo como una vocación a la santidad en las realidades ordinarias de la vida conyugal. Recuerden los esposos que la apertura a la vida es un signo de la autenticidad del amor conyugal (cf. Familiaris consortio, 32), incluso cuando Dios no les manda hijos. Naturalmente, a la responsabilidad de la procreación se une también el compromiso de educar los hijos en una vida humana y cristiana, mediante una formación sana y continua. Por esta razón, dije en el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año que,“basada en el amor y abierta al don de la vida, la familia lleva en sí el futuro de la sociedad” (n. 2).

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3. El Papa quiere hablar hoy al corazón de cada brasileño y de cada brasileña que lo escuchan: revalorizad, con generosidad y fe, los valores del matrimonio; renovad, al mismo tiempo, vuestra confianza en la Iglesia, que, al defender la familia, sienta las bases para la pacífica convivencia humana y la apertura del hombre a Dios (cf. Veritatis splendor, 96).

Ojalá que la Campaña de fraternidad que empieza hoy constituya una ocasión y un estímulo para que las familias cristianas se abran a la luz de Cristo: que lleven a sus semejantes la alegría de sentirse hijos de Dios.

Os exhorto, hermanos y hermanas a que os dejéis conducir por el Espíritu de Dios y rompáis las cadenas del pecado y el egoísmo. Haced de la familia un remanso de paz y alegría. Pedid a Dios que se reproduzca, de algún modo, en cada hogar cristiano el misterio de la iglesia, que Dios escogió y envió como guía del mundo.

[O.R. (e.c.), 25.II.1994, 17]