[1593] • JUAN PABLO II (1978-2005) • ESPECIAL ATENCIÓN A LA PASTORAL FAMILIAR
Del Discurso Sed bienvenidos, a los Obispos de Ecuador, en la visita ad limina, 21 junio 1994
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2. En las relaciones quinquenales habéis dejado constancia de vuestro firme compromiso de llevar a cabo la apremiante tarea de la nueva evangelización, promoviendo también los valores del hombre y sus derechos, e inculturando cada vez más el Evangelio en la realidad ecuatoriana, como ha sido formulado por la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Para estudiar las Conclusiones de dicha Conferencia habéis celebrado una asamblea a nivel nacional con la participación de sacerdotes, religiosos, religiosas y delegados laicos de todo el país, cuyos trabajos han sido compendiados en el documento “Líneas pastorales. Documento de aplicación de Santo Domingo a la Iglesia en el Ecuador”.
En dicho documento habéis señalado la familia como tema prioritario de vuestra acción pastoral, en este año dedicado particularmente a ella. Os aliento vivamente en vuestra solicitud por la institución familiar y me uno espiritualmente a vuestras preocupaciones por esta célula fundamental de la sociedad, que se enfrenta hoy a innumerables retos y que ningún poder humano tiene derecho a manipular. La Iglesia reitera su aprecio a la familia y renueva su compromiso de anuncio y garantía de este “gran misterio” (1). En efecto, “la Iglesia profesa que el matrimonio, como sacramento de la alianza de los esposos, es un “gran misterio”, ya que en él se manifiesta el amor esponsal de Cristo por su Iglesia” (2).
1. Cfr. Ef. 5, 32.
2. Ioannis Pauli PP. II Gratissimam Sane, 19. [1994 02 02ª/19]
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3. La familia es el primer templo en el que se aprende a orar, el lugar privilegiado de formación y evangelización, la primera escuela de solidaridad y de servicio recíproco, y el punto de partida de nuestras experiencias comunitarias (3). Ella es la “iglesia doméstica”en la que “se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y, sobre todo, el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida” (4).
A la familia, y en particular a los padres, está encomendada, como honroso derecho y sagrado deber, la misión educadora. Ella es la primera responsable y protagonista de la educación de los hijos y con ella han de colaborar tanto el Estado como la Iglesia (5).
3. Cfr. Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 21. [1981 11 22/21]
4. Catechismus Catholicae Ecclesiae, n. 1657. [1992 11 11c/1657]
5. Cfr. Dignitatis Humanae, 5. [1965 12 07b/5]
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4. Mirando a la realidad del Ecuador, vuestra solicitud pastoral os ha movido a denunciar los males que hoy afectan a la institución familiar en vuestro país, como son el divorcio, el aborto, las campañas antinatalistas –que no tienen en cuenta la genuina paternidad responsable (6)–, así como las uniones de hecho, no santificadas por la gracia sacramental. A todo esto se añaden los graves condicionamientos que, para la unidad y estabilidad de la familia y también para una verdadera paternidad responsable, suponen la situación de extrema necesidad material y de pobreza cultural en que viven muchas de ellas. Ante esta preocupante realidad, es necesario aunar esfuerzos para que la familia pueda salir indemne de los peligros que la acechan y se refuerce su identidad como célula primera de la sociedad y comunidad de personas al servicio de la transmisión de la vida y de la fe.
Por todo ello, animad a vuestros sacerdotes a dedicar una especial atención a la pastoral familiar. “Ellos deben sostener a la familia en sus dificultades y sufrimientos, acercándose a sus miembros, ayudándoles a ver su vida a la luz del Evangelio” (7), con la convicción de que de esta tarea sacarán “nuevos estímulos y energías espirituales aun para la propia vocación y para el ejercicio mismo de su ministerio” (8).
6. Cfr. Gaudium et Spes, 50-51. [1965 12 07c/50-51]
7. Cfr. Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 73. [1981 11 22/73]
8. Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 73. [1981 11 22/73]
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5. Esta atención privilegiada a las familias redundará, sin duda, en una potenciación de la pastoral vocacional y hará que surjan de los hogares cristianos numerosas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. A este propósito, deseo unirme a vuestra acción de gracias a Dios por el crecimiento del número de seminaristas y de ordenaciones sacerdotales durante este último quinquenio en el Ecuador. En la actualidad, vuestros seminarios mayores son ocho, sabiamente distribuidos por toda la geografía nacional. Os aliento vivamente a continuar sin descanso en esta acción pastoral de tanta transcendencia para el presente y el futuro de la Iglesia en vuestro país. De modo particular, deseo exhortaros a que prestéis especial atención a la formación de los futuros sacerdotes. Como lo indican repetidamente las instrucciones emanadas de la Sede Apostólica, los seminarios han de ser centros de preparación integral de la persona, desde una sólida base humana, espiritual, intelectual y pastoral, en los que no falte la adecuada disciplina y el espíritu de sacrificio. Sólo así se podrá responder a las necesidades de los fieles, que esperan que sus sacerdotes sean, ante todo, hombres de Dios, maestros de la fe y testigos del amor al prójimo.
Cuidad, por tanto, de dotar al seminario de formadores y profesores virtuosos y competentes en las ciencias eclesiásticas y humanísticas, que den siempre testimonio de fe profunda y de diáfano amor a la Iglesia. A este propósito, os aliento también a continuar el plan sobre la formación permanente del clero, preparado por el Departamento competente de la Conferencia Episcopal, poniendo a disposición los medios adecuados para llevar a cabo los programas de cursos, retiros espirituales y demás iniciativas orientadas a ayudar más intensamente a los presbíteros en su vida y ministerio.
[AAS 87 (1995), 244-246]