[1598] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, PROTAGONISTA EN LA PROMOCIÓN Y DEFENSA DE SUS PROPIOS VALORES
Del Discurso Es sumamente grato, a un grupo de Obispos de México, en la visita ad limina, 5 julio 1994
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2. En este encuentro de hoy, amados Hermanos, quiero alentaros a seguir reforzando la unidad entre vosotros. Esto será una realidad cada día más palpable si la comunión íntima en la fe y en la caridad penetra vuestro ser y vuestro ministerio pastoral al participar, junto con el Sucesor de Pedro, “de la solicitud por todas las Iglesias” (1).
Me conforta saber que, en la mayoría de los planes pastorales de vuestras diócesis, habéis dado prioridad a la pastoral familiar, y que en la última Asamblea General habéis reflexionado sobre la familia, dando valiosas orientaciones para la organización de dicha pastoral en las diversas regiones de México.
La familia mexicana es depositaria de los grandes valores humanos, espirituales y morales que han hecho posible no sólo la superación de fuertes crisis económicas, políticas, sociales e incluso religiosas, sino que constituyen la garantía de un porvenir mejor a nivel eclesial y social. Continuad, pues, promoviendo y purificando el hondo sentido de lo trascendente que hay en las familias mexicanas y que las abre a la fe y da sólidos fundamentos a la religiosidad popular; suscitando en no pocos de sus miembros el testimonio heroico de esa misma fe que les llevó a dar la vida en el martirio; propagando la solidaridad y la generosidad sobre todo entre los más necesitados; despertando un gran amor y veneración a Nuestra Señora de Guadalupe, presente en todos los hogares mexicanos como su Reina y Madre.
1. Christus Dominus, 3.
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3. Ante los cambios profundos que están afectando a vuestra Nación, la familia no puede quedar a merced de las grandes transformaciones ni ser víctima de los acontecimientos, sino que debe ser protagonista en la promoción y defensa de sus propios valores, fundamentales para el progreso de vuestra Patria, así como para dar mayor vitalidad a las propias comunidades eclesiales. Por eso, comparto con vosotros la preocupación por aquellas familias con características culturales muy particulares, y que por desgracia tienen en común la extrema pobreza. Me refiero especialmente a las familias indígenas y a las que se encuentran marginadas.
Las familias indígenas son una gran riqueza para el país, las cuales debéis cuidar con especial solicitud pastoral, ante todo por la dignidad de sus miembros como hijos de Dios, pero también por todos los valores que poseen en sus propias culturas y por lo que pueden aportar a la Nación con sus formas particulares de concebir la vida, percibir los lazos familiares, organizarse, compartir y practicar la fe cristiana, evitando el riesgo de cerrarse en sí mismas aislándose de la comunidad de la Patria y de la Iglesia, lo cual dificultaría el crecimiento humano, cultural y religioso que anhelan.
Los grupos marginados, con el desarraigo que han sufrido y el rechazo que sufren continuamente, sobre todo en las grandes ciudades, presentan características culturales muy diversas y padecen males muy profundos que requieren iniciativas y medidas pastorales adecuadas, a fin de fortalecer esos núcleos familiares tantas veces disgregados y víctimas de la incuria y el abandono.
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4. Junto con la apertura de nuevos mercados en vuestra Nación, se han abierto aún más otras puertas por las que penetran modelos de vida y criterios muy distintos de aquellos que han consolidado la sociedad mexicana. Muchas veces los medios de comunicación social, siguiendo intereses poco éticos, difunden mensajes que llevan a la violencia y al desenfreno de las costumbres.
Frente a ello tenéis, como Pastores, el deber ineludible de guiar a vuestras comunidades eclesiales iluminándolas sobre el recto “camino moral” a seguir, para defender la dignidad inviolable de la persona humana y el valor perenne de la familia, la cual, por ser “una institución fundamental para la vida de toda sociedad..., como comunidad de amor y de vida, es una realidad social sólidamente arraigada y, a su manera, una sociedad soberana” (2). Sin embargo, en vuestra solicitud y labor pastoral no debéis “prescindir nunca de un respeto profundo y sincero –animado por el amor paciente y confiado–, del que el hombre necesita siempre en su camino moral, frecuentemente trabajoso debido a dificultades, debilidades y situaciones dolorosas” (3).
2. Ioannis Pauli PP. II Gratissimam Sane, 17. [1994 02 02ª/17]
3. Ioannis Pauli PP. II Veritatis Splendor, 95.
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5. Al hablar de los valores de la familia y de su tutela, vienen a mi mente los tristes hechos que han sembrado dolor y luto en tantos hogares mexicanos. Los momentos por los que atraviesa México son ciertamente difíciles. Como habéis puesto de relieve en el documento conclusivo de la LVI Asamblea Plenaria, os preocupa profundamente “la violencia, la incertidumbre, la desconfianza y el empobrecimiento creciente” (4).
Pero esta hora difícil es también esperanzadora, pues, apoyados en la fuerza de Cristo Resucitado y en la intercesión de su Madre, se puede vislumbrar el surgimiento de una sociedad más justa y solidaria, y también más cristiana, dando testimonio de unidad.
Por ello, la Iglesia no deja de proclamar que “la disponibilidad al diálogo y a la colaboración incumbe a todos los hombres de buena voluntad y, en particular, a las personas y los grupos que tienen una específica responsabilidad en el campo político, económico y social” (5).
[AAS 87 (1995), 261-264]
4. Episcoporum Mexici Nuntius, 1, die 15 apr. 1994.
5. Ioannis Pauli PP. II Centesimus Annus, 60.