[1616] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA RECEPCIÓN DE LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA POR PARTE DE LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASARSE CIVILMENTE
Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 14 septiembre 1994
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1. El Año Internacional de la Familia constituye una ocasión muy importante para volver a descubrir los testimonios del amor y solicitud de la Iglesia por la familia (1) y, al mismo tiempo, para proponer de nuevo la inestimable riqueza del matrimonio cristiano que constituye el fundamento de la familia.
1. Cfr. Ioannes Paulus II, Epistula familiis data (die 2 Februarii 1994), n. 3. [1994 02 02ª/3]
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2. En este contexto merecen una especial atención las dificultades y los sufrimientos de aquellos fieles que se encuentran en situaciones matrimoniales irregulares (2). Los pastores están llamados, en efecto, a hacer sentir la caridad de Cristo y la materna cercanía de la Iglesia; los acogen con amor, exhortándolos a confiar en la misericordia de Dios y, con prudencia y respeto, sugiriéndoles caminos concretos de conversión y de participación en la vida de la comunidad eclesial (3)
2. Cfr. Ioannes Paulus II, Adhort. Ap. familiaris consortio, nn. 79-84: AAS 74 (1982) 180-186. [1981 11 22/79-84]
3. Cfr. ibid., n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/84]; Epistula familiis data, n. 5 [1981 11 22/5]; Cathéchisme de l’Église Catholique, n. 1651 [1992 10 11c/1651]
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3. Conscientes sin embargo de que la auténtica comprensión y la genuina misericordia no se encuentran separadas de la verdad (4), los pastores tienen el deber de recordar a estos fieles la doctrina de la Iglesia acerca de la celebración de los sacramentos y especialmente de la recepción de la Eucaristía. Sobre este punto, durante los últimos años, en varias regiones se han propuesto diversas soluciones pastorales según las cuales ciertamente no sería posible una admisión general de los divorciados vueltos a casar a la Comunión eucarística, pero podrían acceder a ella en determinados casos, cuando según su conciencia se consideraran autorizados a hacerlo. Así, por ejemplo, cuando hubieran sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio, o bien cuando estuvieran convencidos de la nulidad del anterior matrimonio, sin poder demostrarla en el foro externo, o cuando ya hubieran recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia, o incluso cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse.
En algunas partes se ha propuesto también que, para examinar objetivamente su situación efectiva, los divorciados vueltos a casar deberían entrevistarse con un sacerdote prudente y experto. Su eventual decisión de conciencia de acceder a la Eucaristía, sin embargo, debería ser respetada por ese sacerdote, sin que ello implicase una autorización oficial.
En estos casos y otros similares se trataría de una solución pastoral, tolerante y benévola, para poder hacer justicia a las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar.
4. Cfr. Paulus VI, Litt. Encycl. Humanae vitae, n. 29: AAS 60 (1968) 501 [1968 07 25/29]; Ioannes Paulus II, Adhort. Ap. Reconciliatio et paenitentia, n. 34: AAS 77 (1985) 272; Litt. Encycl. Veritatis splendor, n. 95: AAS 85 (1993) 1208.
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4. Aunque es sabido que análogas soluciones pastorales fueron propuestas por algunos Padres de la Iglesia y entraron en cierta medida incluso en la práctica, sin embargo nunca obtuvieron el consentimiento de los Padres ni constituyeron en modo alguno la doctrina común de la Iglesia, como tampoco determinaron su disciplina. Corresponde al Magisterio universal, en fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición, enseñar e interpretar auténticamente el depósito de la fe.
Por consiguiente, frente a las nuevas propuestas pastorales arriba mencionadas, esta Congregación siente la obligación de volver a recordar la doctrina y la disciplina de la Iglesia al respecto. Fiel a la palabra de Jesucristo (5), la Iglesia afirma que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el anterior matrimonio. Si los divorciados se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios y por consiguiente no pueden acceder a la Comunión eucarística mientras persista esa situación (6).
Esta norma de ninguna manera tiene un carácter punitivo o en cualquier modo discriminatorio hacia los divorciados vueltos a casar, sino que expresa más bien una situación objetiva que de por sí hace imposible el acceso a la Comunión eucarística: “Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio” (7).
Para los fieles que permanecen en esa situación matrimonial, el acceso a la Comunión eucarística sólo se abre por medio de la absolución sacramental, que puede ser concedida “únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, –como, por ejemplo, la educación de los hijos– no pueden cumplir la obligación de la separación, ‘asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos’” (8). En este caso ellos pueden acceder a la Comunión eucarística, permaneciendo firme sin embargo la obligación de evitar el escándalo.
5. Mc. 10, 11-12: “Quicumque dimiserit uxorem suam et aliam duxerit, adulterium committit in eam; et si ipsa dimiserit virum suum et alii nupserit, moechatur”.
6. Cfr. Catéchisme de l’Église Catholique, n. 1650 [1992 10 11c/1650]; Concilium Tridentinum,sess. XXIV: Denz.-Schoenm. 1797- 1812 [1563 11 11ª/1-4; 1563 11 11b/1-12]
7. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS (1982) 185-186 [1981 11 22/84]
8. Ibid., n. 84: AAS 74 (1982) 186 [1981 11 22/84]; cfr. Ioannes Paulus II, Homilia habita in conclusione VI Synodus Episcoporum, n. 7: AAS 72 (1980) 1082.
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5. La doctrina y la disciplina de la Iglesia sobre esta materia han sido ampliamente expuestas en el período post-conciliar por la Exhortación Apostólica Familiaris consortio. La Exhortación, entre otras cosas, recuerda a los pastores que, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones y los exhorta a animar a los divorciados que se han casado otra vez para que participen en diversos momentos de la vida de la Iglesia. Al mismo tiempo, reafirma la praxis constante y universal, “fundada en la Sagrada Escritura, de no admitir a la Comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar” (9), indicando los motivos de la misma. La estructura de la Exhortación y el tenor de sus palabras dejan entender claramente que tal praxis, presentada como vinculante, no puede ser modificada basándose en las diferentes situaciones.
9. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22 /84]
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6. El fiel que está conviviendo habitualmente “more uxorio” con una persona que no es la legítima esposa o el legítimo marido, no puede acceder a la Comunión eucarística. En el caso de que él lo juzgara posible, los pastores y los confesores, dada la gravedad de la materia y las exigencias del bien espiritual de la persona (10) y del bien común de la Iglesia, tienen el grave deber de advertirle que dicho juicio de conciencia riñe abiertamente con la doctrina de la Iglesia (11). También tienen que recordar esta doctrina cuando enseñan a todos los fieles que les han sido encomendados.
Esto no significa que la Iglesia no sienta una especial preocupación por la situación de estos fieles que, por lo demás, de ningún modo se encuentran excluidos de la comunión eclesial. Se preocupa por acompañarlos pastoralmente y por invitarlos a participar en la vida eclesial en la medida en que sea compatible con las disposiciones del derecho divino, sobre las cuales la Iglesia no posee poder alguno para dispensar (12). Por otra parte, es necesario iluminar a los fieles interesados a fin de que no crean que su participación en la vida de la Iglesia se reduce exclusivamente a la cuestión de la recepción de la Eucaristía. Se debe ayudar a los fieles a profundizar su comprensión del valor de la participación al sacrificio de Cristo en la Misa, de la comunión espiritual (13), de la oración, de la meditación de la palabra de Dios, de las obras de caridad y de justicia (14).
10. Cfr. 1 Cor. 11, 27-29.
11. Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 978 § 2.
12. Cfr. Catéchisme de l’Église Catholique, n. 1640 [1992 10 11c/1640]
13. Cfr. Congregatio pro Doctrina Fidei, Epistula Episcopis Ecclesiae Catholicae super aliquas quaestiones respicientes Ministrum Eucharistiae, III/4: AAS 74 (1983) 1007; S. Theresia de Avila, Camino de perfección, n.35, 1; S. Alphonsus M. de Liguori, Visite al SS. Sacramento e a Maria Santissima.
14. Cfr. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/84]
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7. La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción (15), sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible (16). El matrimonio, en efecto, en cuanto imagen de la unión esponsal entre Cristo y su Iglesia así como núcleo basilar y factor importante en la vida de la sociedad civil, es esencialmente una realidad pública.
15. Cfr. Litt. Encycl. Veritatis splendor, n. 55: AAS 85 (1993) 1178.
16. Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 1085 § 2 [1983 01 25/1085]
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8. Es verdad que el juicio sobre las propias disposiciones con miras al acceso a la Eucaristía debe ser formulado por la conciencia moral adecuadamente formada. Pero es también cierto que el consentimiento, sobre el cual se funda el matrimonio, no es una simple decisión privada, ya que crea para cada uno de los cónyuges y para la pareja una situación especificamente eclesial y social. Por lo tanto el juicio de la conciencia sobre la propia situación matrimonial no se refiere únicamente a una relación inmediata entre el hombre y Dios, como si se pudiera dejar de lado la mediación eclesial, que incluye también las leyes canónicas que obligan en conciencia. No reconocer este aspecto esencial significaría negar de hecho que el matrimonio exista como realidad de la Iglesia, es decir, como sacramento.
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9. Por otra parte la Exhortación Familiaris consortio, cuando invita a los pastores a saber distinguir las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar, recuerda también el caso de aquellos que están subjetivamente convencidos en conciencia de que el anterior matrimonio, irreparablemente destruido, jamás había sido válido (17). Ciertamente es necesario discernir a través de la vía del fuero externo establecida por la Iglesia si existe objetivamente esa nulidad matrimonial. La disciplina de la Iglesia, al mismo tiempo que confirma la competencia exclusiva de los tribunales eclesiásticos para el examen de la validez del matrimonio de los católicos, ofrece actualmente nuevos caminos para demostrar la nulidad de la anterior unión, con el fin de excluir en cuanto sea posible cualquier diferencia entre la verdad verificable en el proceso y la verdad objetiva conocida por la recta conciencia (18).
Atenerse al juicio de la Iglesia y observar la disciplina vigente sobre la obligatoriedad de la forma canónica en cuanto necesaria para la validez de los matrimonios de los católicos es lo que verdaderamente ayuda al bien espiritual de los fieles interesados. En efecto, la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y vivir en la comunión eclesial es vivir en el Cuerpo de Cristo y nutrirse del Cuerpo de Cristo. Al recibir el sacramento de la Eucaristía, la comunión con Cristo Cabeza jamás puede estar separada de la comunión con sus miembros, es decir con la Iglesia. Por esto el sacramento de nuestra unión con Cristo es también el sacramento de la unidad de la Iglesia. Recibir la Comunión eucarística riñendo con la comunión eclesial es por lo tanto algo en sí mismo contradictorio. La comunión sacramental con Cristo incluye y presupone el respeto, muchas veces difícil, de las disposiciones de la comunión eclesial y no puede ser recta y fructífera si el fiel, aunque quiera acercarse directamente a Cristo, no respeta esas disposiciones.
17. Cfr. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/84]
18. Cfr. Codex Iuris Canonici, cann. 1536 § 2 et 1679 et Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, cann. 1217 § 2 et 1365 circa vim probantem, quam habent declarationes partium in talibus processibus.
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10. De acuerdo con todo lo que se ha dicho hasta ahora, hay que realizar plenamente el deseo expreso del Sínodo de los Obispos, asumido por el Santo Padre Juan Pablo II y llevado a cabo con empeño y con laudables iniciativas por parte de Obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos: con solícita caridad hacer todo aquello que pueda fortalecer en el amor de Cristo y de la Iglesia a los fieles que se encuentran en situación matrimonial irregular. Sólo así será posible para ellos acoger plenamente el mensaje del matrimonio cristiano y soportar en la fe los sufrimientos de su situación. En la acción pastoral se deberá cumplir toda clase de esfuerzos para que se comprenda bien que no se trata de discriminación alguna, sino únicamente de fidelidad absoluta a la voluntad de Cristo que restableció y nos confió de nuevo la indisolubilidad del matrimonio como don del Creador. Será necesario que los pastores y toda la comunidad de fieles sufran y amen junto con las personas interesadas, para que puedan reconocer también en su carga el yugo suave y la carga ligera de Jesús (19). Su carga no es suave y ligera en cuanto pequeña o insignificante, sino que se vuelve ligera porque el Señor –y junto con él toda la Iglesia– la comparte. Es tarea de la acción pastoral, que se ha de desarrollar con total dedicación, ofrecer esta ayuda fundada conjuntamente en la verdad y en el amor.
Unidos en el empeño colegial de hacer resplandecer la verdad de Jesucristo en la vida y en la praxis de la Iglesia, me es grato confirmarme de su Excelencia Reverendísima devotísimo en Cristo
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, durante la audiencia concedida al Cardenal Prefecto ha aprobado la presente Carta, acordada en la reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que se publique.
Roma, en la sede la Congregación para la Doctrina de la Fe, 14 de septiembre de 1994, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
[E 54 (1994), 1605-1606]
19. Cfr. Mt. 11, 30.
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1. Annus Internationalis Familiae peculiaris momenti occasionem praebet, ut testificationes denuo retegantur caritatis curaeque Ecclesiae in familiam (1), et simul rursus proponantur inaestimabiles divitiae matrimonii christiani, quod familiae fundamentum constituit.
1. Cfr. Ioannes Paulus II, Epistula familiis data (die 2 Februarii 1994), n. 3. [1994 02 02ª/3]
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2. In praesentibus rerum adiunctis specialem animi attentionem postulant difficultates et angores eorum fidelium, qui in abnormibus matrimonii condicionibus versantur (2). Pastores efficere debent, ut Chri sti caritas et proxima Ecclesiae maternitas animadvertantur; illos ergo cum amore excipiant atque hortentur ut in Dei misericordia fiduciam reponant, prudenterque et cum respectu eis suggerentes concreta itinera conversionis et participationis vitae in communitate ecclesiali (3).
2. Cfr. Ioannes Paulus II, Adhort. Ap. familiaris consortio, nn. 79-84: AAS 74 (1982) 180-186. [1981 11 22/79-84]
3. Cfr. ibid., n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/84]; Epistula familiis data, n. 5 [1981 11 22/5]; Cathéchisme de l’Église Catholique, n. 1651 [1992 10 11c/1651]
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3. Cum vero conscii sint veram comprehensionem germanamque misericordiam numquam seiungi a veritate (4), pastores officio obstringuntur hos fideles commonendi de Ecclesiae doctrina quae ad sacramentorum celebrationem, peculiarique modo ad Eucharistiae receptionem attinet. Hac in re, postremis his in annis, in variis regionibus diversae solutiones pastorales propositae sunt, secundum quas fideles, qui post divortium novas nuptias inierunt, quamvis generali ratione profecto ad Communionem Eucharisticam admittendi non sunt, ad ipsam tamen accedere queunt quibusdam in casibus, cum scilicet secundum iudicium suae ipsorum conscientiae putent se hoc facere posse. Quod quidem evenire potest, verbi gratia, cum prorsus iniuste deserti fuerint, quamvis prius matrimonium salvum facere sincere conati sint, vel cum persuasi sint de nullitate prioris matrimonii, quae tamen probari non possit in foro externo, vel cum iam longum reflexionis et paenitentiae iter emensi sint, vel etiam cum ob rationes moraliter validas iidem separationis obligationi satisfacere non possint.
Iuxta quasdam opiniones, ad veram suam condicionem obiective examinandam, divortio digressis, qui novas inierunt nuptias, colloquium ineundum esset cum presbytero prudenti ac experto. Idem sacerdos tamen observet oportet eorum adventiciam decisionem conscientiae accedendi ad Eucharistiam, quin hoc significet admissionem ex parte auctoritatis.
His et similibus in casibus ageretur de toleranti ac benevola solutione pastorali, ut ratio inducatur diversarum condicionum divortio digressorum, qui novas nuptias inierunt.
4. Cfr. Paulus VI, Litt. Encycl. Humanae vitae, n. 29: AAS 60 (1968) 501 [1968 07 25/29]; Ioannes Paulus II, Adhort. Ap. Reconciliatio et paenitentia, n. 34: AAS 77 (1985) 272; Litt. Encycl. Veritatis splendor, n. 95: AAS 85 (1993) 1208.
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4. Etsi notum sit similes solutiones pastorales a quibusdam Ecclesiae Patribus propositas easdemque etiam in praxim deductas fuisse, hae tamen numquam consensum Patrum obtinuerunt nulloque modo doctrinam communem Ecclesiae constituerunt nec eius disciplinam determinarunt. Spectat ad ipsius Magisterium universale, fidelitate servata erga S. Scripturam et Traditionem, docere et authentice interpretari depositum fidei.
Quare haec Congregatio, prae oculis habens novas superius memoratas propositiones pastorales, suum officium esse ducit in memoriam revocare doctrinam et disciplinam Ecclesiae hac in re. Ipsa enim, propter fidelitatem erga Iesu Christi verbum (5), affirmat se non posse validum agnoscere novum coniugium, si prius matrimonium validum fuit. Divortio digressi, si ad alias nuptias civiliter transierunt, in condicione versantur obiective legi Dei contraria. Idcirco, quoad haec durat condicio, ad Eucharisticam Communionem accedere iis non licet (6).
Quae norma minime habet indolem poenalem vel utcumque discriminantem erga eos de quibus agimus, sed potius obiectivam condicionem exprimit, quae suapte natura impedit accessionem ad Communionem Eucharisticam. “Ipsi namque impediunt ne admittantur, cum status eorum et condicio vitae obiective dissideant ab illa amoris coniunctione inter Christum et Ecclesiam, quae Eucharistia significatur et peragitur. Restat praeterea alia peculiaris ratio pastoralis: si homines illi ad Eucharistiam admitterentur, in errorem turbationemque inducerentur fideles de Ecclesiae doctrina super indissolubilitate matrimonii” (7).
Fidelibus, qui in tali condicione matrimoniali versantur, accessio ad Communionem Eucharisticam patet unice per absolutionem sacramentalem, quae dari potest “tantum illis qui, dolentes quod signum violaverint Foederis et fidelitatis Christi, sincere parati sunt vitae formam iam non amplius adversam indissolubilitati suscipere. Hoc poscit revera ut, quoties vir ac mulier gravibus de causis –verbi gratia, ob liberorum educationem– non valeant necessitati separationis satisfacere, ‘officium in se suscipiant omnino continenter vivendi, scilicet se abstinendi ab actibus, qui solis coniugibus competunt’” (8). Tunc ad Communionem Eucharisticam accedere possunt, salva tamen obligatione vitandi scandalum.
5. Mc. 10, 11-12: “Quicumque dimiserit uxorem suam et aliam duxerit, adulterium committit in eam; et si ipsa dimiserit virum suum et alii nupserit, moechatur”.
6. Cfr. Catéchisme de l’Église Catholique, n. 1650 [1992 10 11c/1650]; Concilium Tridentinum,sess. XXIV: Denz.-Schoenm. 1797- 1812 [1563 11 11ª/1-4; 1563 11 11b/1-12]
7. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS (1982) 185-186 [1981 11 22/84]
8. Ibid., n. 84: AAS 74 (1982) 186 [1981 11 22/84]; cfr. Ioannes Paulus II, Homilia habita in conclusione VI Synodus Episcoporum, n. 7: AAS 72 (1980) 1082.
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5. Ecclesiae doctrina et disciplina hac de re fuse expositae sunt, tempore post Concilium, in Adhortatione Apostolica Familiaris consortio. Adhortatio, praeter alia, in memoriam revocat pastores, ob amorem veritatis, officio adstringi recte distinguendi varias condiciones, atque eos hortatur ut animum addant iis qui post divortium novas nuptias inierunt ut varia vitae Ecclesiae momenta participent. Simul confirmat consuetudinem constantem et universalem “in Sacris ipsis Litteris innixam, non admittendi ad Eucharisticam Communionem fideles qui post divortium novas nuptias inierunt” (9), atque huius rei rationes adducit. Structura textus Adhortationis et ipsa verba clare demonstrant huiusmodi consuetudinem, quae exhibetur obligandi vi praedita, immutari non posse ob differentes condiciones.
9. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22 /84]
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6. Fidelis qui ex consuetudine convivit “more uxorio” cum persona quae neque legitima est uxor neque legitimus vir, non potest accedere ad Communionem Eucharisticam. Quod si ille hoc fieri posse existimet, tunc pastores et confessores, propter gravitatem materiae nec non ob exigentias boni spiritualis personae (10) et boni communis Ecclesiae, gravi obstringuntur officio eundem commonendi huiusmodi conscientiae iudicium aperte contradicere doctrinae Ecclesiae (11). Debent insuper memoriam facere huius doctrinae, cum omnes fideles sibi commissos instituunt.
Hoc non significat Ecclesiae cordi non esse condicionem horum fidelium, qui, ceterum, minime excluduntur a communione ecclesiali. Ipsa sollicitudine ducitur eos pastorali actione prosequendi eosque invitandi ad vitam ecclesialem participandam, quantum fieri potest, salvis praescriptis iuris divini, a quibus Ecclesia nullam habet dispensandi potestatem (12). Necesse alioquin est illuminare fideles, quorum interest, ne censeant suam vitae Ecclesiae participationem exclusive reduci ad quaestionem de Eucharistiae receptione. Fideles adiuventur oportet, ut magis magisque comprehendant valorem participandi sacrificium Christi in Missa, communionis spiritualis (13), orationis, meditationis verbi divini, operum caritatis et iustitiae (14).
10. Cfr. 1 Cor. 11, 27-29.
11. Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 978 § 2.
12. Cfr. Catéchisme de l’Église Catholique, n. 1640 [1992 10 11c/1640]
13. Cfr. Congregatio pro Doctrina Fidei, Epistula Episcopis Ecclesiae Catholicae super aliquas quaestiones respicientes Ministrum Eucharistiae, III/4: AAS 74 (1983) 1007; S. Theresia de Avila, Camino de perfección, n.35, 1; S. Alphonsus M. de Liguori, Visite al SS. Sacramento e a Maria Santissima.
14. Cfr. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/84]
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7. Errata persuasio, vi cuius aliquis post divortium et novas initas nuptias putat se posse accedere ad Communionem Eucharisticam, plerumque supponit conscientiae personali tribui facultatem ultimatim decidendi –ratione habita propriae persuasionis (15)– de existentia vel minus prioris matrimonii deque alterius unionis valore. At talis attributio admitti nullo modo potest (16). Matrimonium enim, quatenus imago unionis sponsalis inter Christum et eius Ecclesiam atque nucleus primarius et elementum magni momenti in vita societatis civilis, est sua ipsius natura realitas publica.
15. Cfr. Litt. Encycl. Veritatis splendor, n. 55: AAS 85 (1993) 1178.
16. Cfr. Codex Iuris Canonici, can. 1085 § 2 [1983 01 25/1085]
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8. Verum quidem est iudicium de propriis dispositionibus pro accessione ad Eucharistiam a conscientia morali recte formata procedere debere. At verum pariter est consensum, quo matrimonium constituitur, non esse decisionem mere privatam, quia tum unicuique coniugi tum utrique statum gignit specifice ecclesialem et socialem. Quare iudicium conscientiae de proprio statu matrimoniali non respicit dumtaxat relationem immediatam inter hominem et Deum, quasi necessaria non sit ecclesialis illa mediatio quae etiam leges canonicas conscientiam obligantes includit. Non agnoscere hunc essentialem aspectum idem est ac negare revera matrimonium existere veluti Ecclesiae realitatem, hoc est veluti sacramentum.
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9. Ceterum Adhortatio Familiaris consortio, cum pastores invitat ad bene distinguendas varias condiciones eorum qui post divortium novam inierunt unionem, mentionem etiam facit condicionis eorum qui certi sua in intima conscientia sunt superius matrimonium iam irreparabiliter disruptum numquam validum fuisse (17). Discernendum utique est, num per viam fori externi ab Ecclesia statutam huiusmodi matrimonii nullitas obiective existat. Disciplina Ecclesiae, dum in examine de validitate matrimoniorum catholicorum confirmat competentiam exclusivam tribunalium ecclesiasticorum vias etiam novas ad probandam nullitatem unionis praecedentis offert hac mente, ut omne discrimen –inquantum fieri potest– inter veritatem in processu accessibilem et veritatem obiectivam, a recta conscientia cognitam, excludatur (18).
Adhaerere utcumque Ecclesiae iudicio et observare vigentem disciplinam circa obligationem formae canonicae utpote necessariae pro validitate matrimoniorum catholicorum, est quod vere prodest spirituali bono fidelium quorum causa agitur. Ecclesia enim est Corpus Christi atque vivere in communione ecclesiali est vivere in Corpore Christi et pasci eius Corpore. In Eucharistiae sacramento recipiendo communio cum Christo capite nullo modo a communione cum eius membris, i.e. cum eius Ecclesia separari potest. Qua de causa sacramentum nostrae cum Christo unionis etiam sacramentum unitatis Ecclesiae est. Sumere Communionem Eucharisticam, dispositionibus communionis ecclesialis non servatis, est ergo res in se repugnans. Communio sacramentalis cum Christo implicat et supponit observantiam, interdum quidem difficilem, ordinis communionis ecclesialis, nec fieri potest recte et fructuose per modum agendi quo fidelis desiderans immediate accedere ad Christum, hunc ordinem non servat.
17. Cfr. Adhort. Ap. Familiaris consortio, n. 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/84]
18. Cfr. Codex Iuris Canonici, cann. 1536 § 2 et 1679 et Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium, cann. 1217 § 2 et 1365 circa vim probantem, quam habent declarationes partium in talibus processibus.
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10. Secundum ea quae hucusque exposita sunt, plene est amplectendum votum a Synodo Episcoporum expressum, proprium a Beatissimo Patre Ioanne Paulo II factum, et ad rem deductum studio laudabilibusque inceptis ab Episcopis, sacerdotibus, religiosis et fidelibus laicis: hoc est, sollicita cum caritate summopere adniti ut fideles, qui in condicione matrimoniali abnormi versantur, in Christi et Ecclesiae caritate roborentur. Hoc tantum modo eis licebit plene recipere matrimonii christiani nuntium atque sustinere in fide angores condicionis suae. In actione pastorali omni ope adnitendum est, ut recte intellegatur non agi hic de discrimine, sed solummodo de fidelitate absoluta erga Christi voluntatem, qui rursus nobis dedit et noviter concredidit matrimonii indissolubilitatem veluti Creatoris donum. Necesse erit ut pastores atque communitas fidelium patiantur atque diligant una simul cum iis ad quos pertinet, ut conspicere valeant etiam in onere oboedientiae iugum suave atque onus leve Iesu (19). Eorum onus non est dulce et leve quatenus parvum vel inane, sed fit leve quia Dominus –atque cum eo omnis Ecclesia– id participat. Proprium est pastoralis navitatis integra deditione exercendae praebere eiusmodi auxilium, veritate simulque amore innixum.
Tecum coniunctus in munere collegiali ut Iesu Christi veritas in Ecclesiae vita et consuetudine splendescat, me profiteri gaudeo Excellentiae Tuae Reverendissimae in Domino
Joseph Card. Ratzinger
Praefectus
+ Albertus Bovone
Archiepiscopus Tit. Caesariensis in Numidia
Secretarius
Hanc Epistulam in sessione ordinaria huius Congregationis deliberatam, Summus Pontifex Ioannes Paulus II, in Audientia Cardinali Praefecto concessa, adprobavit et publici iuris fieri iussit.
Romae, ex Aedibus Congregationis pro Doctrina Fidei, die 14 Septembris 1994 in festo Exaltationis Sanctae Crucis.
[AAS 86 (1994), 974-979]
19. Cfr. Mt. 11, 30.