[1698] • JUAN PABLO II (1978-2005) • POLÍTICAS Y CONDICIONES DE TRABAJO QUE FAVOREZCAN A LAS MADRES LA LACTANCIA DE LOS HIJOS
Del Discurso As always, a los participantes en un Grupo de Trabajo promovido por la Pontificia Academia de las Ciencias, 12 mayo 1995
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2. En esta ocasión habéis sido invitados a compartir vuestras experiencias sobre el tema específico: “Lactancia del seno materno: ciencia y sociedad”, como parte del estudio de conjunto que la Academia viene realizando desde 1990 sobre población y recursos. En vuestra calidad de científicos dirigís vuestra investigación hacia una mayor comprensión de las ventajas de la lactancia del seno materno para el hijo y la madre. Como vuestro grupo de trabajo puede confirmar, en circunstancias normales tiene dos ventajas fundamentales para el hijo: la protección contra las enfermedades y la alimentación adecuada. Además de esos efectos inmunológicos y nutritivos, este modo natural de alimentar puede crear vínculos de amor y seguridad entre la madre y el hijo, y permitir que éste afirme su presencia como persona a través de la interacción con la madre.
Todo esto es, desde luego, un tema de gran interés para innumerables madres e hijos, y reviste notable importancia para cualquier sociedad, sea rica o pobre. Espero que vuestros estudios sirvan para incrementar la conciencia pública de cuán benéfica es esta actividad natural para el niño y cómo ayuda a crear una intimidad y una unión con la madre, tan necesarias para que el niño tenga un sano desarrollo. Este vínculo es tan humano y natural, que los Salmos usan la imagen del hijo amamantado por su madre para representar la ternura de Dios hacia el hombre (cf. Sal 22, 10). Esta interacción entre madre e hijo es tan importante, que mi predecesor, el Papa Pío XII, exhortó a las madres católicas a que, en la medida de lo posible, amamantaran a sus hijos (cf. Discurso a las madres, 26 de octubre de 1941). Por tanto, desde diversos puntos de vista este tema interesa a la Iglesia, porque está llamada a ocuparse de la santidad de la vida y de la familia.
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3. Los informes procedentes de todo el mundo indican que dos tercios de las madres siguen amamantando a sus hijos, por lo menos hasta cierto punto. Pero las estadísticas muestran, asimismo, que está disminuyendo el número de mujeres que alimentan a sus hijos de este modo, no sólo en los países desarrollados, donde esta práctica debe reanudarse, sino también en los países en vías de desarrollo. Esta disminución se debe a una combinación de factores sociales, como la urbanización y las obligaciones cada vez mayores que recaen sobre las mujeres, las políticas y prácticas de asistencia sanitaria, y las estrategias de mercado con formas alternativas de alimentación.
A pesar de todo, la mayor parte de la investigación está más a favor de la lactancia que de sus sucedáneos. Los organismos internacionales responsables están exhortando a los gobiernos a garantizar que las mujeres puedan amamantar a sus hijos durante los primeros cuatro o seis meses a partir del nacimiento, y a seguir esta práctica, complementada con otros alimentos apropiados, hasta el segundo año de vida o más (cf. UNICEF, Niños y desarrollo en la década de 1990, con ocasión de la Cumbre mundial sobre los niños, Nueva York, 29-30 de septiembre de 1990). Por eso vuestro encuentro quiere ilustrar las bases científicas para fomentar las políticas sociales y las condiciones laborales que permitan a las madres amamantar a sus hijos.
En concreto, afirmamos que las madres necesitan tiempo, información y asistencia. Se pretende tanto de la mujer en numerosas sociedades, que no siempre dispone de tiempo para la lactancia y los primeros cuidados. A diferencia de otros métodos de alimentación, nadie puede sustituir a la madre en esta actividad natural. Además, la mujer tiene derecho a ser informada correctamente sobre las ventajas de esta práctica, así como sobre las dificultades que presenta en algunos casos. También habría que apoyar y formar adecuadamente a los profesionales de la asistencia sanitaria para que ayuden a las mujeres en estas cuestiones.
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4. En la reciente Encíclica “Evangelium Vitae”, he escrito: “la política familiar debe ser eje y motor de las políticas sociales... Además, es necesario replantear las políticas laborales, urbanísticas, de vivienda y de servicios para que se puedan conciliar entre sí los horarios de trabajo y los de la familia, y sea efectivamente posible la atención a los niños y a los ancianos” (Evangelium vitae, 90).
¿Es ésta una vaga utopía, o es el camino necesario para el bienestar auténtico de la sociedad? Esta breve reflexión sobre atención tan personal e íntima de la madre al hijo puede llevarnos a repensar más profundamente las consecuencias de ciertos presupuestos económicos y sociales, las consecuencias negativas humanas y morales que cada vez es más difícil de ignorar. Ciertamente, es necesario una reflexión profunda sobre muchos de los aspectos de los modelos socioeconómicos, la competitividad económica y la falta de atención a las necesidades de la familia.
[O.R. (e. c.)26.V.1995, 9 y 11]
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2. On this occasion you have been invited to share your expertise on the specific subject of: “Breast-feeding: science and society”, as a part of the overall study which the Academy is pursuing since 1990 on Population and Resources. As scientists you direct your enquiry towards a better understanding of the advantages of breast-feeding for the infant and for the mother. As your Working Group can confirm, in normal circumstances these include two major benefits to the child: protection against disease and proper nourishment. Moreover, in addition to these immunological and nutritional effects, this natural way of feeding can create a bond of love and security between mother and child, and enable the child to assert its presence as a person through interaction with the mother.
All of this is obviously a matter of immediate concern to countless women and children, and something which clearly has general importance for every society, rich or poor. One hopes that your studies will serve to heighten public awareness of how much this natural activity benefits the child and helps to create the closeness and maternal bonding so necessary for healthy child development. So human and natural is this bond that the Psalms use the image of the infant at its mother’s breast as a picture of God’s care for man (1). So vital is this interaction between mother and child that my predecessor Pope Pius XII urged Catholic mothers, if at all possible, to nourish their children themselves (2). From various perspectives therefore the theme is of interest to the Church, called as she is to concern herself with the sanctity of life and of the family.
1. Cfr. Sal 22 (21), (10).
2. Cfr. Pii XII Allocutio ad Matres, die 26 oct. 1941 [1941 10 26/ 3].
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3. Worldwide surveys indicate that two thirds of mothers still breast-feed, at least to some extent. But statistics also show that there has been a fall in the number of women who nourish their infants in this way, not only in developed countries where the practice almost has to be reinstituted, but also increasingly in developing countries. This decline is traced to a combination of social factors such as urbanization and the increasing demands placed on women, to healthcare policies and practices, and to marketing strategies for alternate forms of nourishment.
Yet the overwhelming body of research is in favour of natural feeding rather than its substitutes. Responsible international agencies are calling on governments to ensure that women are enabled to breast-feed their children for four to six months from birth and to continue this practice, supplemented by other appropriate foods, up to the second year of life or beyond (3). Your meeting therefore intends to illustrate the scientific bases for encouraging social policies and employment conditions which allow mothers to do this.
In practical terms, what we are saying is that mothers need time, information and support. So much is expected of women in many societies that time to devote to breast-feeding and early care is not always available. Unlike other modes of feeding, no one can substitute for the mother in this natural activity. Likewise, women have a right to be informed truthfully about the advantages of this practice, as also about the difficulties involved in some cases. Healthcare professionals too should be encouraged and properly trained to help women in these matters.
3. Cfr. UNICEF, Children and Development in the 1990s, in the occasion of the World Summit for Children, New York, 29-30 September 1990.
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4. In the recent Encyclical “Evangelium Vitae” I wrote that: “A family policy must be the basis and driving force of all social policies... It is also necessary to rethink labour, urban, residential and social service policies so as to harmonize working schedules with time available for the family, so that it becomes effectively possible to take care of children and the elderly” (4).
Is this a vague utopia, or is it the obligatory path to the genuine well-being of society? Even this brief reflection on the very individual and private act of a mother feeding her infant can lead us to a deep and farranging critical rethinking of certain social and economic presuppositions, the negative human and moral consequences of which are becoming more and more difficult to ignore. Certainly, a radical reexamination of many aspects of prevailing socio-economic patterns of work, economic competitiveness and lack of attention to the needs of the family is urgently necessary.
[Insegnamenti GP II, 18/1, 1274-1276]
4. Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 90 [1995 03 25b/ 90].