[1711] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LAS MUJERES, PROTAGONISTAS DE LA CULTURA
Saludo en el rezo del Ángelus, 6 agosto 1995
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1. Quisiera introducir hoy la reflexión sobre la misión de la mujer, reflexión que estamos desarrollando en estas semanas de preparación para el encuentro de Pekín, con un pensamiento del siervo de Dios Pablo VI, que murió aquí en Castelgandolfo hace exactamente 17 años. En 1970, hablando de María Montessori, con ocasión del centenario de su nacimiento, hacía notar que el secreto de su éxito, en cierto sentido las raíces mismas de sus méritos científicos, se debían buscar en su alma, o sea, en aquella sensibilidad espiritual y femenina a la vez, que le había permitido el descubrimiento vital del niño, y la había impulsado a construir, sobre esa base, un modelo educativo original (cf. Discurso a los participantes en el Congreso internacional de la Obra Montessori, 17 de septiembre de 1970).
En nombre de María Montessori representa muy bien a las numerosas mujeres que han dado importantes contribuciones al progreso de la cultura. Por desgracia, contemplando con objetividad la realidad histórica, es preciso constatar con tristeza,que, también en este nivel, las mujeres han sufrido una marginación constante. Durante demasiado tiempo se les ha negado o limitado la posibilidad de expresarse fuera de la familia, y han tenido que luchar mucho las mujeres que, a pesar de esas limitaciones, han logrado afirmarse.
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2. Así pues, ya es hora de que en todas partes desaparezca la desigualdad de oportunidades culturales entre el hombre y la mujer. Deseo de corazón que la próxima Conferencia de Pekín dé un impulso decisivo en esa dirección. Eso beneficiaría no sólo a las mujeres, sino también a la misma cultura, ya que el vasto y múltiple mundo del pensamiento y del arte tiene más necesidad que nunca de su “genio”. No se trata de una afirmación gratuita. La actividad cultural implica a la persona humana en su integridad, con las sensibilidades complementarias del hombre y de la mujer.
Eso es importante siempre, pero sobre todo cuando están en juego los interrogantes últimos de la existencia: ¿qué es el hombre? ¿cuál es su destino? ¿cuál es el sentido de la vida? Estas preguntas decisivas no encuentran respuesta adecuada en los laboratorios de la ciencia positiva, sino que interpelan al hombre en lo más profundo de su ser, y exigen, por decir así, un pensamiento global, capaz de sintonizar con el horizonte del misterio. Con vistas a esa finalidad, ¿cómo subestimar la contribución del alma femenina? El ingreso cada vez más cualificado de las mujeres, no sólo como beneficiarias, sino también como protagonistas, en el mundo de la cultura en todas sus ramas, desde la filosofía hasta la teología, pasando por las ciencias humanas y naturales, las artes figurativas y la música, es un dato de gran esperanza para la Humanidad.
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3. Dirijamos, con confianza, nuestra mirada a la Virgen Santísima. Ella, al igual que las demás mujeres de su tiempo, soportó el peso de una época en la que se les concedía muy poco espacio. Y, con todo, el Hijo de Dios, en cierto modo, no dudó en seguir sus enseñanzas. Que María obtenga a todas las mujeres del mundo la plena conciencia de sus potencialidades y de su misión al servicio de una cultura cada vez más auténticamente humana y conforme al plan de Dios.
[E 55 (1995), 1292]
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1. Vorrei oggi introdurre la riflessione sulla missione della donna, riflessione che ci accompagna in queste settimane di preparazione all’incontro di Pechino, con un pensiero del Servo di Dio Paolo VI, morto qui a Castel Gandolfo esattamente 17 anni or sono. Parlando nel 1970 di Maria Montessori, in occasione del centenario della nascita, egli faceva osservare che il segreto del suo successo, in certo senso le radici stesse dei suoi meriti scientifici, andavano cercate nella sua anima, ossia in quella sensibilità spirituale e femminile insieme, che le aveva consentito la “scoperta vitale” del bambino, e l’aveva portata a costruire, su tale base, un originale modello educativo (1).
Il nome della Montessori ben rappresenta le tante donne, che hanno dato importanti contributi al progresso della cultura. Purtroppo, guardando obiettivamente la realtà storica, è giocoforza constatare, con amarezza, che, anche a questo livello, le donne hanno risentito di una sistematica emarginazione. Troppo a lungo si è negato o ridotto il loro spazio di espressione al di fuori della famiglia, e grande ha dovuto essere l’intraprendenza di quelle donne che, pur così penalizzate, sono riuscite ad affermarsi.
1. Cf. Insegnamenti di Paolo VI, VIII [1970] 888.
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2. È ora, dunque, che il divario di opportunità culturali tra uomo e donna venga dappertutto colmato. Auspico di cuore che la prossima Conferenza di Pechino dia un impulso decisivo in tale direzione. Da ciò trarranno vantaggio non soltanto le donne, ma la cultura stessa, giacchè il vasto e molteplice mondo del pensiero e dell’arte ha più che mai bisogno del loro “genio”. Non sembri, questa, un’affermazione gratuita. L’attività culturale, chiama in causa la persona umana nella sua interezza, nella duplice e complementare sensibilità dell’uomo e della donna.
Ciò ha rilievo sempre, ma soprattutto quando sono in gioco gli interrogativi ultimi dell’esistenza: chi è l’uomo? qual è il suo destino? qual è il senso della vita? Queste domande decisive non trovano adeguata risposta nei laboratori della scienza positiva, ma interpellano l’uomo nel profondo, ed esigono, a così dire, un pensiero globale, capace di sintonizzarsi con l’orizzonte del mistero. Come sottovalutare, a tal fine, il contributo dell’animo femminile? L’ingresso sempre più qualificato delle donne non soltanto come fruitrici, ma come protagoniste, nel mondo della cultura in tutte le sue branche –dalla filosofia alla teologia, delle scienze umane a quelle naturali, dalle arti figurative alla musica– è un dato di grande speranza per l’umanità.
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3. Volgiamo, con fiducia, lo sguardo alla Vergine Santa. Ella portò, non meno delle altre donne del suo tempo, il peso di un’epoca in cui ben poco spazio veniva loro concesso. Eppure il Figlio di Dio non esitò a mettersi, in qualche modo, alla sua scuola! Voglia Maria ottenere a tutte le donne del mondo la piena consapevolezza delle loro potenzialità e del loro ruolo al servizio di una cultura sempre più autenticamente umana e conforme al disegno di Dio.
[Insegnamenti GP II, 18/2, 175-176]